Capítulo 3
La música y el ron era lo que acompañaban al alegre canto de los piratas que yacían en la taberna del lugar, era un puesto especialmente para ciertos tripulantes, y no para todo quien se acercara a esas aguas. El de cabello albino estaba observando más animado de lo que era normal a todos sus hombres, hasta había aceptado un poco de bebida alcohólica para celebrar su reciente logro, habían sobrevivido y tenían que festejar.
Un tesoro difícil de encontrar ahora estaba en su posesión, pero la felicidad típica estaba más representada en su acompañante, segundo al mando, Reaper, su cabello corto enmarañado debido al continuo contacto con el agua salada pero aún conservando la forma que podía enamorar a cualquiera, éste reía debido a las torpezas de los que estaban bajo su poder, y de vez en cuando abrazaba por el hombro a su capitán, que era menor que él, ambos cerca de la barra sin pasarse con los vasos, de todos modos nunca había que bajar toda la guardia si eran piratas.
— ¿No te alegra, capitán? —Dijo sonriendo al no ser rechazado en el contacto, se notaba que Geno estaba animado, teniendo en sus bolsillos la joya que tanto esfuerzo les había costado— Hemos logrado algo que en mil años no se ha podido, con las mínimas bajas.
— Que lo digas así, solo logra no darme buena espina. —Comentó, dejando sin brusquedad el brazo de su compañero lejos de su cuerpo, sacó del bolsillo el pequeño cofre, observándolo curioso— Casi fuimos mutilados, casi fui mutilado, el nombre del capitán pesadilla resuena en todos los oídos, recordando al instante los rumores, no creo que se rinda tan fácil.
Fue interrumpido en su reflexión, cuando Reaper cubrió el cofre colocando su mano sobre la ajena.
— No llames a las malas vibras, querido Geno, deja de lado tus miedos por un rato y no hablemos de esto por ahora. Sabes muy bien que no se puede confiar de ni tus propios hombres.
El albino alzó una ceja, apartando el tesoro y volviéndolo a guardar.
— Eso implica lo mismo para ti, Reaper.
— Sabes que te adoro mucho. Prefiero servirte que mil mujeres a mis pies. Y haber salvado tu vida lo prueba ~.
— Ugh, gracias por eso, siempre he preferido mantenerme lejos de los combates por lo mismo. —Sonrió apenado— Aun así, como un pirata común, pirata Morte, sé que se te hace difícil rechazar una oferta de mujeres solo para ti.
— Son los caprichos de muchos hombres, no me culpes.
— Qué bueno que no soy parte de esa suma.
Geno no pudo evitar reír, Reaper ya no podía contradecirlo más o hacerle insinuaciones, que estuviera de buen ánimo era algo, en otros días podía ser muy sombrío, incluso en momentos donde se podía relajar y bromear, su capitán siempre se preocupaba por sus hombres, no era un sanguinario y despiadado, solo decía que distraerse podía provocar la muerte de muchos, y eso no quería, todos le tenían buen estima, por más que fueran piratas.
El de cabello azabache se cruzó de brazos sobre la barra, viendo como el menor decía que iba a tomar aire fresco, suponía que eran esos momentos donde dejaría de sonreír y pensaría qué hacer ahora, así que no iba a molestarle, solo siguió bebiendo mientras sus compañeros se les acercaban, tal tripulación no era común en los mares, pero esa fachada amable solo ocultaba el gran potencial que tenían como cazatesoros.
La brisa marina sacudió su cabello, levantando su parche para ver con más claridad la noche estrellada, se apoyó en el barandal, admirando de la luna llena que se reflejaba sobre las aguas templadas del mar y le traía un aire melancólico que pocas veces sabía explicar. Pensaba a veces lo extraño que era vivir allí, separarse de su vida anterior por aquel caprichoso deseo de conseguir todo lo escondido en las islas sin nombre, conseguir aventuras, ser el rey del mar.
Pero algo le estaba removiendo el pecho, y eran los malos augurios.
Volvió a sacar la joya escondida en el pequeño cofre, era una calavera de cristal rojiza, desconocía su poder, sin embargo dejando de lado el dinero que podía valer, sentía que debía protegerla como nunca, que no era un tesoro común, era mucho más, escondía un aura muy poderosa, sus cuencas lo hipnotizaban, parecían brillar por su cuenta.
Un crujido le alertó, guardando el tesoro de inmediato dándose vuelta sacando su pistola, quedó petrificado al ver sobre el techo de la taberna otro hombre, éste estaba sentado en el borde, apoyando su cabeza sobre la palma de su mano, sonriendo pacíficamente, pero esas sonrisas eran las que menos seguridad le provocaba a Geno, frunciendo el ceño, amenazante, le costó enfocar.
— ¡Di tu nombre, desconocido!
— No creo que seamos desconocidos. —Respondió en cambio— Tranquilo, no tengo intenciones malas. Al menos, por ahora.
El hombre sacó una navaja tirándola justo en el arma del albino, quien por el susto soltó su pistola, en esa distracción, el desconocido ya había bajado hasta su lado, allí pudo reconocerle, su cabello castaño, la coleta amarrada en la cinta rojiza, sus dos lunares bajo su ojo izquierdo, aquellos iris escabeche que ante la luz parecían esmeralda... Hace años atrás lo había visto en un conflicto marino siendo uno de sus principales enemigos, sin embargo por el tiempo, era difícil compararlo con sus recuerdos, actualmente, por más que sintiera que había algo más detrás de él, era su enemigo.
Se alejó rápidamente, sacando su espada en defensiva, el adverso no se inmutó, se veía tranquilo.
— ¿Qué haces acá, Brand? ¿No sabes acaso que adentro están mis hombres?
— ¿Estás seguro que solo tus hombres?
Aquel silencio que dejó al preguntar ello solo dejó paso para que los ruidos del interior se dieran con intensidad, los cantos se volvieron entre gritos de terror y otros de guerra. Pensar en las múltiples muertes de sus tripulantes le hizo desvariar, hasta incluso la posible muerte de su amigo Reaper.
Antes de poder hacer algo, por girar el rostro al interior, la espada de su adversario estaba justamente en su garganta, a unos milímetros de tocar su pálida piel. El castaño parecía disfrutar de aquello, pero su expresión todavía era impasible.
— ¿Cómo supiste que...?
— Tu "amigo" lo mencionó antes... No debes confiar ni de tus propios hombres. En medio de una fiesta... —Soltó aire, rodando los ojos— Hasta un civil podría estar sin que nadie lo notara. Sigues bueno, "Capitán Veren", realmente de eso no lo dudo y me hubiera encantado estar más rato contigo, pero ambos somos piratas ahora, no creo que aceptes hablar pacíficamente, mucho menos si ambos estamos apuntando al otro con una espada.
— Uhg... Eres peor que Reaper con sus coqueteos. —Dijo asqueado, retrocediendo lo más posible y buscando una salida, más al ver que la espada ajena casi se impulsó a su cuello.
— Me sentiría ofendido, pero creo que hacer mención de un cadáver no es apropiado.
— ¡Él no está muerto! Seguramente en cualquier minuto vendrá y pateará tu trasero.
— Odio repetirlo... ¿Pero por qué no escuchas un poco más?
Geno esta vez no desvió su mirada para no perder de vista al de cabellos castaños y limpios, sus provocativos ojos tampoco cambiaron de dirección, aunque pronto lo vio borroso debido a las lágrimas que escocía en su orbe. No había sonido alguno, solo risas de personas desconocidas. Todo había sido destruido en tan solo unos minutos. Le dolía...
— ¿Y bien? ¿Me entregarás la calavera? ¿O tu vida? No te puedo dejar vagando, sería muy cruel de mi parte... Geno.
Allí todo se volvió mucho más claro para el albino, sabía que conocía aquellos bellos ojos de alguna parte, ¿Cuántos años habían pasado desde la vez que zarpó del mar? No sabía cómo sentirse, traicionado, demacrado... No existían sentimientos positivos debido al cambio brusco de aquel hombre.
—... El mar te ha cambiado, Blard... —Dijo bajo, Blard por primera vez en esos instantes reaccionó, cortos segundos de tiempo que no fueron suficientes para Geno, el adverso rió, sin deje de maldad, pero sí ironía.
— Estás equivocado... Tu ausencia me ha cambiado.
No queriendo hablar más de ese delicado tema, Blard apartó la mirada antes de girar su espada y usar la parte del mango para golpear la cabeza de su amado perdido, logrando de una asestada hacerle perder la consciencia, quizás se había hecho daño en la mano por afirmar con fuerza desde el filo de su arma, pero no podría matar a quien tanto tiempo había buscado. Ese era su verdadero tesoro.
Sintió sus ojos escocer, pero solo los cerró con fuerza para recuperar la compostura, viendo su cuerpo desmayado mientras escuchaba la voz de su segundo al mando.
— ¿Qué deseas que hagamos con Reaper? Apenas logramos noquearlo como pediste. —Habló bajándose la capucha cual usó para infiltrarse.
— Llévalo al barco. Y átalo en las celdas por si se vuelve agresivo. —Ante un silencio, agregó— Tranquilo, no lo pienso tirar a los tiburones por más quiera... Ya pensaré qué hacer con él.
— ¿También llevo a...?
Blard se agachó para buscar en el bolsillo ajeno el cofre, se lo lanzó al adverso, para tomar en brazos el cuerpo inconsciente, miró con seriedad al rubio.
— No, tengo mucho que hablar con él. Resguarda bien el cofre, tenemos que seguir con el plan.
El rubio asintió, y sin más órdenes, todos partieron a la nave de Blard.
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