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Capítulo 13

La brisa movía su albina melena debido a la velocidad y el viento que estaba a su favor, el cielo sin indicios de una lluvia inoportuna y el ruido ensordecedor de las pisadas de sus tripulantes, no recordaba cuánto tiempo llevaba sin tripular a mar abierto con la adrenalina fluyendo por sus venas, así se sentía, dos años llevó para recuperar su antiguo poder como capitán, había sido difícil, encontrar una nave además de sus tripulantes, pero esos meses fueron suficientes para recobrar su sentido y recuperarse después de todos los ataques que había sufrido, al menos, físicamente. La piel alrededor de su orbe había quedado cicatrizada, pero tapada por su cabello además de un parche que evitaba mostrar su destruido ojo.

Mas, psicológicamente seguía marcado, no importaban las horas, los días que pasaban, todavía recordaba como si fuera ayer su encuentro con su antiguo amor, único capaz de remover su corazón con solo rememorar sus momentos juntos. Pero había tomado resolución de ir por una vez por el tesoro mayor, y si sobrevivía, decidir su destino. Su segundo al mando al final, supo de lo que sucedía, pese hubiese reaccionado en su momento, confundido y algo dolido, prometió leal que aceptaría cualquiera de sus decisiones.

Si era morir al pisar la tierra prohibida, así sería.

— Mi capitán, ¿Nuevamente pensando? —Preguntó el pelinegro bajando de la red, interceptando con la visión del menor.

— Quítate de ahí, marino. —Ordenó rodando su pupila, Morte rió, y bajó de un salto— Estamos a solo unos kilómetros de nuestro destino, debo prepararme mentalmente.

— Espero que sepas lo que haces. No quisiera ser el capitán y que me hagan un motín.

— Por Barbanegra, Reaper, si fueras tan pésimo tripulando, no serías mi mano derecha.

— Oww, ¿Solo mano derecha?

— Ah... —Suspiró— Y mi amigo, ahora ve, necesito que sigas siendo vigía.

El mayor asintió y volvió a subir hasta el mástil, Veren sacó su catalejo y miró las extrañas aguas templadas de lo que suponía, la entrada a una cueva, respiró hondo, y volvió al timón. Mucho tiempo no pasó para que su tranquilidad fuera interrumpida por el grito de Reaper.

— ¡Barco a la vista, a estribor!

Confundido y frunciendo sus cejas, buscó con la mirada donde se refería, teniendo que usar otra vez su herramienta para lograr visualizar la bandera que reconocía y grabó en su mente con fuego, no era Pesadilla, era el barco del capitán Brand, reconstruido y avanzando con velocidad hacia ellos. Ahogó un resuello, vociferando la orden de preparar los cañones, podía ser que aún quería a ese hombre, pero no quería más retraso en sus planes.

— ¡Preparen una balsa! ¡Pronto! ¡Morte les guiará al ataque!

— ¿¡Qué planeas hacer, Geno!? —Preguntó Morte bajando de una soga, bloqueando el camino a los botes, el albino le hizo a un lado.

— Siento si dije que iría contigo hasta allá, pero no pienso dejar que me impidan llegar a esas cuevas, confío en ti, derrumba pronto ese barco.

Los hombres ya tenían la balsa en el agua, y antes de que pudiera bajar por la escala, la mano del mayor tomó la suya, mirándole preocupado.

— ¿No morirás, verdad...?

— ...Sigue el código, Reaper. No me esperen por mucho tiempo.

— ¡Geno, espera...!

Pero sus palabras fueron llevadas por el viento, Geno sin la compañía de nadie había tomado los remos para moverse con prisa hasta la costa de la cueva, dejando al pobre Morte con temor a lo que pudiese suceder, se quedó quieto por largos segundos, hasta que uno de los tripulantes preguntó qué hacer; tomando aire, ordenó que siguieran lo establecido, no podían permitir que ese barco arruinara los planes de conseguir todo el poder.

Mientras tanto, Geno remaba, pudiendo llegar más rápido por las olas que se formaban, dando un salto para pisar la arena húmeda con sus negras botas, todo estaba demasiado tranquilo, y eso le extrañaba, caminando con suma lentitud esperando no alertar lo que fuera que le esperase. Sabía que Nightmare estaba en su interior, había escuchado los rumores antes de partir, que su barco dejó de tener a su temible capitán, era difícil creer que estuviera muerto y toda la tripulación intacta, estaba claro que había llegado a su destino.

Justo en la gran entrada de la cueva, la oscuridad por la profundidad no le permitía distinguir qué hacer, no tenía ninguna clase de antorcha para avanzar, era lo de menos, pensó, no podía retroceder por mera tontería. No obstante, su paso quedó a medio dar, sintió un apretón fuerte en su brazo, siendo tirado a la arena lejos de la entrada, más que nada el susto provocó su mal equilibrio, sacó su espada aún en el suelo, empero quedó estático al ver al castaño frente a él, sin ninguna expresión burlona al igual que la primera vez en el bar, estaba más seria pero con sus cejas gachas en expresión conflictiva o angustiada, pero sus facciones estaban muy tensas al igual que su propia expresión, nunca vio a alguien más acercándose o saliendo de ese barco.

— ¿Cómo llegaste acá tan rápido...?

— El barco ha sido solo una distracción para alcanzarte. —Explicó, estrechó su espada, nuevamente apuntándole, en cambio a todos los trajes lujosos que un capitán poseía, apenas tenía una camisa blanca con las mangas anchas y holgadas en la parte superior y su sombrero, el albino evitó quedarse ensimismado, arrastrándose de espaldas hacia atrás— No dejaré que vayas al interior de esa cueva.

— No puedes prohibir mi mayor deseo, Blard... ¡He hecho tanto por llegar acá!

— No seas testarudo, pirata Veren, sé lo que has tenido que pasar, lo que ese baladrón hizo contigo, pero pese a eso, solo estás caminando por la tabla, a tu propia muerte por ese insulso deseo del poder.

— ¿A qué te refieres...?

— ¿Te has preguntado por qué este lugar está tan tranquilo, Geno? —Dijo dejando que el menor se levantara, solo estaba amenazando para evitar que siguiera su curso— No sería la tierra prohibida si no fuera tan peligrosa.

— ¿Acabas de matar a monstruos marinos...?

Blard rió, pero tosco, dio un paso en frente, Geno reaccionó también extendiendo su espada.

— No, Geno, tú no puedes llegar y pasar así como así, debías conseguir una partitura y además un instrumento para dormir a los seres más terribles del mar.

— Eso suena demasiado exagerado como para que sea verdad.

— Tengo un amigo sirena que tuvo hijos con un humano, fui a tierras tan mágicas que parecen cuentos de hadas, y desde luego, dormí a seres tan gigantescos con una simple tonada, ni yo me lo creería, pero todo ha sido por tu búsqueda, y sabiendo lo que implica cruzar allí... Prefiero evitar eso, mataría al único que puede hacerme sentir como un humano otra vez.

— ... Si ya los dormiste... ¿No puedo entrar allí y ya?

— No, allí adentro hay más. Y si vas así, siquiera tendrías la oportunidad de ver a ese tal príncipe. Además... —Apretó los dientes entrecerrando los ojos a la vez que desviaba la mirada— Como Pesadilla está adentro y no ha salido de allí desde hace meses... No querrás interrumpir su sueño hecho realidad.

— ...¿Qué?

Blard se encogió de hombros.

— En fin, Geno, te doy una propuesta. —Habló, bajando su arma para enterrarla en la arena y remangarse la camisa, el albino notó como uno de sus brazos estaba vendado— Tengo el instrumento y la partitura escondidas, pero puedo darte el paradero si tú lo deseas, aceptando que una vez adentro, ya no volverás a salir, a menos que por el agua tus huesos sean arrastrados por la marea... Y la otra es bajar esa espada y rendirte, abandonar este lugar.

— ¿Contigo?

— ...Conmigo o no. —Declaró.

— Blard, hace dos años querías que me quedara sí o sí contigo...

— ¿Estás decepcionado? —Preguntó esbozando una sonrisa sin un significado específico— Me di cuenta que, he llegado al punto de amarte de una forma muy similar al de Pesadilla con su criatura mitológica, y llegar a ser como él es una idea que repudio. Ya me has dejado una vez, y quiero que cumplas esa promesa de hace catorce años pero... —Chasqueó la lengua— Me he salido del tema. ¿Vas a arriesgarte o aceptarás que no todo se puede lograr como así lo hice yo?

Tal pregunta quedó en la cabeza de Geno, de algún modo saber que a quien tanto había amado en antaño ya se había rendido, le daba un nudo en la garganta y estómago, le dolía el pecho, todas esas dudas que lo atormentaron en su primer reencuentro afloraron cual fuegos artificiales, un amargo dolor mental, una tortura que no quería repetir, no iba a flaquear en su última voluntad.

— Todavía sigues siendo un pirata por más que tu corazón siga siendo el mismo, Blard. —Apretó el mango de su espada, sin bajarla— Los piratas mienten y sé que no me dejarás ir tan fácil por esas partituras. Las quiero.

Blard cabizbajo, volvió a sonreír pero amargo, su alma se había roto por la insistencia de su amado tesoro, se pasó la mano por su cabellera, ignorando por completo el ardor de sus ojos, volvió a alzar su espada.

— Acertaste, amor, deberás matarme si quieres esas herramientas.

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