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Capítulo 6: El peor de los destinos

Peter corría con todas sus fuerzas hacia la plaza, que apenas si había notado la voz de Francesca detrás de él preguntándole quien había llegado y si todo estaba bien. Decidió no voltearse a explicarle ya que cada segundo era oro si era Ximena la causante de ese disparo.

Al llegar hasta la catedral encontró a la multitud asustada corriendo fuera de la Plaza Roja. No muy lejos de allí logró distinguir a unos hombres que vestían justo como los de la Torre Eiffel. Estaba completamente seguro de que a los que intentaban rodear eran a Ximena y John.

Se acercó un poco más para poder comprobar si en realidad se trataba de ellos y planear una forma de ayudarles basándose en la posición en que estuvieran colocados los hombres. Trató de mezclarse entre la multitud que huía despavorida pero uno de los hombres fue hasta él porque se le hacía familiar y aunque al principio no pudo reconocerlo, en gran parte por la niebla que cubría Moscú ese día, no pasaron más unos pocos segundos hasta que le dijo con una risa sarcástica y empujándolo hasta John y Ximena:

-Parece que estamos todos, me preguntaba cuando ibas a aparecer… ¿que estabas haciendo,  tomando un café?

-Bien hecho Stefano, ahora ya no falta nadie más.

Allí estaban, atrapados en medio de cuatro hombres armados apuntándoles, probablemente asesinos entrenados, tres más vigilando que nadie se acercara y sin poder descartar la posibilidad de algunos francotiradores en las azoteas o ventanas de edificios.

No tenían escapatoria alguna o al menos eso parecía porque John había estado pensando en un plan desde hacía algunos minutos y aunque no sabía si funcionaría, era la única forma de tratar de salir de ahí ilesos. Gracias a que los hombres les habían ordenado estar en centro del círculo, pudo contarles el plan en voz baja sin que los asaltantes dieran cuenta:

-Creo que se cómo escapar. Lo que debemos hacer es tomar el arma del que está al frente de cada uno. Entonces se habrán abierto tres agujeros en el círculo por los que escaparemos cada uno en una dirección diferente y comenzaremos a disparar al aire para desorientarlos pero debe ser un solo disparo a la vez para que nos busquen por toda el lugar al oírlos por diferentes lugares. Dejaremos de disparar cuando hayamos salido de la plaza, no antes. Nos encontraremos en…

-World Traveler – interrumpió Ximena y todos asintieron dando inicio a su huída.

Todos siguieron el plan de John al pie de la letra y la niebla era un factor que les ayudaba ya que los francotiradores no podían encontrar un ángulo para disparar. Como esperaban, los asaltantes se confundieron al oír disparos por todas partes y pudieron escapar sin ser vistos.

El primero en llegar al lugar de encuentro fue John, seguido por Peter y finalmente Ximena, quien tuvo que recorrer adicionalmente casi toda la Plaza para llegar al hotel. Después de recuperar el aliento, abrazó fuertemente a Peter quien le respondió el  inesperado abrazo y le dijo aún un poco agitado:

-Es bueno estar de vuelta.
 
Se separaron del abrazo apenas unos pocos segundos después y John añadió con una sonrisa mientras guardaba el arma en su bolsillo:

-Sabía que volverías.

Aquella acción confundió tanto a Ximena como a Peter así que se miraron entre sí y luego a John, quien agregó entrando al hotel:

-Creo que debemos quedárnoslas, después de todo con estos hombres apareciendo en cada ciudad a la que vamos, supongo que debemos tener algo con que defendernos.

Ambos encontraron sentido en las palabras de John y guardaron su arma, quizás les pudiera servir de algo en el futuro.

Entraron al hotel y Peter notó a Francesca en uno de los asientos cercanos a la puerta por lo que fue hacia ella y los demás le siguieron aún sin saber que estaba pasando. Ella estaba distraída con un libro así que la llamó y levantó su vista de la lectura diciendo:

-Peter por fin llegas, me quede preocupada cuando te fuiste tan repentinamente del café.

-Estoy bien pero por unos segundos pensé que no saldríamos de la plaza.

-Tú debes ser Ximena, Peter me ha hablado mucho de ti, soy Francesca Rossini.

-Encantada de conocerte, te diría que soy Ximena Johansson pero creo que eso ya lo sabes.

-Supongo que Peter no te contó sobre mí así que déjame presentarme, John Brown.

-De hecho te sorprenderá saber que ya sabías quien eras pero Peter me dijo que actuara como que te no conociera para comprobar que dirías algo como eso.

Inmediatamente después de eso John se volteo hacia Peter con las cejas levantadas y su cuello ligeramente inclinado hacia adelante. Su mirada solo decía una cosa: ¿¡En serio!?

La pequeña broma de Peter y Francesca hizo que el ambiente se aligerara y que todos olvidaran lo que había sucedido en la catedral. Después de unas cuantas risas Francesca agregó dirigiéndose a la recién llegada:

-Creo que Peter tiene algo muy importante que darte. Durante el tiempo que estuvo en Rusia me contó algunas cosas acerca de su búsqueda y me dijo que tenía una nota de tu hermana pero con todo lo de la catedral estoy segura que lo olvidó.

- Es cierto aquí tienes- añadió entregándole la nota a Ximena y pasando su mano por la nuca. Ximena comenzó a leer atentamente y él continuó- la encontré en un ladrillo de la catedral que tenía la rosa dibujada en la nota anterior. Lamento que no hayas podido encontrarte con ella.

-Gracias, no sabes cuánto te lo agradezco y no te preocupes yo tengo a esperanza de que pronto volveremos a vernos.

-Debo irme pero espero volvernos a ver- añadió Francesca recogiendo su bolso de la mesa enfrente de las butacas y dirigiéndose a la puerta.

-Creo que yo también me voy a mi habitación, estoy exhausto- agregó Peter y comenzó a caminar por la recepción hasta desaparecer entre la multitud.

Ximena y John decidieron quedarse en la recepción conversando un tiempo más. Mientras hablaban pudieron observar mejor el hotel. La entrada estaba adornada por grandes ventanales de cristal en toda la parte frontal que por el clima se habían empañado ligeramente con pequeñas gotas de rocío. La recepción tenía piso de mármol con toques de dorado como decoración lo que hacía que combinaran perfectamente con las paredes color amarillo tenue con algunos relieves muy bien elaborados. Los muebles eran marrones con cojines blancos nieve y una cabecera a relieve digna de admiración. Los juegos de sofás y dos butacones estaban colocados en forma de media luna de manera que quedaran frente a la mesa de atención. El bar estaba perpendicular a la mesa y se podía observar justo entrando al hotel. A los lados de la mesa y el bar así como en la separación entre  los juegos de muebles había unas cicas en macetas negras con sutiles líneas doradas.

La plática estaba siendo agradable pero Ximena no estaba realmente enfocada en ella. Una pregunta se había quedado atascada en su mente haciendo que solo pudiera pensar en ella: ¿Cómo esos hombres sabían que llegarían exactamente hoy a Moscú si el supuesto espía ya no estaba entre ellos? Intentaba repasar todo lo ocurrido una y otra vez para ver si lograba encontrar algo que les pudiera servir para averiguarlo hasta que recordó lo que había dicho el tal Steve a otro de los hombres: Bien hecho Stefano… Si bien era muy probable que esos no fuesen sus verdaderos nombres ya conocían la identidad de otro de ellos.

Mientras, la concurrida estación de trenes de San Petersburgo se preparaba para que partiese el próximo tren a Moscú. Los pasajeros habían tomado su equipaje y ya se encontraban cerca de la zona de abordaje esperando a ser verificados dentro de la lista de reservación. El empleado llegó  y comenzaron a subir al tren los primeros en la lista. Habían pasado aproximadamente 10 personas cuando era el turno de Grace. Después de que comprobara su pasaje, subió al tren y tomó asiento cerca de una ventana.

A pesar de que el viaje desde París hasta Moscú era largo y exhaustivo valía la pena ya que en la urbe rusa se encontraría con su mejor amigo de la infancia Pierre. Hacía tiempo que no lo visitaba así que tomo como excusa su ascenso para ir a verle o al menos ese era el plan al inicio. Lo único que le quedaba por hacer era esperar y disfrutar de las bellas vistas que su viaje le ofrecía.

En el hotel moscovita los amigos se habían reunido en la habitación de Ximena a tratar de resolver la nota de Andrea. John y Peter se habían sentado en butacas y Ximena decidió ocupar el sofá. La única que había leído el mensaje hasta ahora era la inquilina así que lo leyó en voz alta solo para que Peter y John quedaran tan o más confundidos que ella. El nuevo acertijo decía así:
   
Mil dialectos, mil personas, miles de creencias al sur del frio desierto. En la cúspide de la religión estaré al atardecer.

Además esta tenía un pequeño mensaje dirigido a Ximena tratando de explicar sus fallidos intentos de reencuentro:

Estoy siendo perseguida. Esa es la razón de que no nos hayamos podido encontrar aún.

Puso la nota junto a ella en el sofá justo después de terminar de leer y miró hacia Peter y John quienes no habían cambiado nada de su expresión de desentendimiento. El  silencio reinó en la habitación por unos segundos hasta que John dijo algo preocupado:

-Steve y sus hombres… ¿serán los perseguidores de Andrea?

-Me temo que… debe ser lo más seguro- respondió Peter mientras levantaba la mirada hacia Ximena, quien comenzaba a dibujar un torbellino de emociones en su rostro que iban desde alegría por haber recibido alguna información de Andrea que no fuese uno de sus acertijos hasta tristeza y frustración por no saber cuánto tiempo más pasaría hasta que pudieran encontrarla y el hecho de que posiblemente los hombres de la Torre Eiffel estuvieran tras ella no era para nada una buena noticia.

Al oír de esos hombres automáticamente se transportó a los ataques en París y el de esta mañana en Moscú logrando deducir una cosa que nadie había analizado antes:

-Ahora que lo pienso… y si esos hombres lo que quieren son las notas de Andrea y no a nosotros.

-Buena pregunta pero si así fuera porque no fueron tras Peter desde un principio.

-Quizás no sabían que la tenía yo… y volviendo a la nota ¿Alguien tiene alguna idea de que es la cúspide de la religión?

-La verdad no- añadió Ximena abriendo una de las guías de viajes que estaban junto a la nota y dándole una a John y una a Peter.

Pasaron unos minutos leyendo y el silencio había hecho presencia en la habitación. Cada uno estaba concentrado en su libro tratando de buscar algo relacionado con el mensaje, iba a tomar un poco de tiempo. El sonido del libro de John cerrándose abruptamente hizo que todos posaran su mirada en él para luego decir con un tono un poco dramático:

- Todo esto de los acertijos es mi culpa… nunca debí regalarle ese libro de Sherlock Holmes en su cumpleaños 16.

El comentario del yorquino hizo que todos en la habitación rieran y que por un momento dejaran de pensar en la búsqueda, que se había alargado más de lo esperado.

Atardecía en Moscú y la estación recibía un nuevo tren de pasajeros entre los que se encontraba Grace. Tomó su equipaje y se dirigió al hotel donde se hospedaría “World Traveler”. Eligió ese alojamiento puesto que se encontraba cerca de casa de Pierre.

No demoró mucho en llegar y tan pronto como le asignó una habitación decidió ir a descansar porque definitivamente el viaje había sido agotador. Subía las escaleras cuando sintió la presencia de alguien detrás suyo. Se volteó pero no encontró nada así que lo atribuyó al aturdimiento de todo ese largo viaje y continuó hasta llegar a su cuarto.

Era color salmon tenue y un piso tan blanco que parecía que brillaba. La cama tenía una ventana de cristal detrás que daba una bella vista de la ciudad. Tenía un juego de muebles blancos con cojines negros a un lado de la habitación junto a un estante con algunos libros. Tenía una alfombra que combinaba con las paredes frente al reposapiés que estaba enfrente de la cama y un gran armario cubría casi toda la pared de enfrente de los muebles.

Puso su equipaje encima de la cama y cuando iba a tomar una ducha para descansar notó que tocaban en la puerta. Al salir miró a ambos lados del pasillo pero como no vio a nadie así que cerró nuevamente. Cuando se volteó para buscar en su maleta la ropa que usaría al día siguiente, vio un sobre en el piso. Lo recogió y lo abrió solo para encontrarse una nota que decía:

Te espero en la recepción en 5 minutos y…mas te vale ir.
 
Bajó lo más rápido que pudo a la sala de estar del hotel y escaneó el lugar buscando al sujeto que le había enviado la nota. De pronto una mano tocó su hombro desde atrás lo cual hizo que se sobresaltara un poco, no lo esperaba. Se volteó y le dijo a la persona enfrente de ella con un tono que parecía reflejar valor pero la situación era totalmente otra, sabía que no era bueno hacerle enojar:

- ¿Qué pasa? ¿Por qué la prisa?

-Mejor demos un paseo y te cuento, ¿te parece?

Por las calles del corazón de la ciudad caminaban al parecer tranquilos y el sujeto le contaba todo lo que había sucedido desde la última vez que se vieron pero con cada paso se alejaron más del centro. Llegaron a un solitario callejón sin salida y la empujó a la otra esquina de él. La expresión del sujeto cambió drásticamente a enojo y el corazón de Grace comenzó a latir tan aceleradamente que pareciese que es cualquier momento explotaría. Examinaba la pared detrás suyo desesperadamente en un inútil intento de encontrar una salida y el sujeto seguía inmóvil al otro lado del callejón observando cada uno de sus incoherentes movimientos. Cuando se dio cuenta de que era inútil huir de allí, solo se recostó a la pared, apoyó su cabeza en ella y soltó un suspiro de derrota. Fue entonces cuando el misterio individuo se decidió a hablar:

-Se que fuiste tú, no tiene sentido mentir.

Para sorpresa de Grace su voz sonaba más tranquila de los podía esperar pero no podía cantar victoria aún, sus ojos la miraban con furia aunque quisiera camuflarlo.

- Cómo crees que sería capaz de traicionarlos, jamás haría algo así- añadió con un tono de falsa tranquilidad y el sujeto lo sabía, sabía que por dentro estaba aterrada.

Tras el intento fallido de negociación con ella, el misterioso sujeto sacó un revólver y comenzó a inspeccionarlo tratando de que se pusiera aún más nerviosa y dijera lo que quería escuchar. Ante ello la asustada Grace solo logró suplicar alegando que no era culpable de nada: 

-Yo no hice nada, no por favor, no me mates.

-No te mataré pero tendré que hacerlo de ser necesario. Ahora dime ¿por qué?, yo confiaba en ti.

Grace estaba tan nerviosa que apenas podía articular alguna frase coherente por lo que el extraño sujeto se limitó a apuntarle en el cuello. Ella apenas podía mantenerse en pie y lágrimas de desesperación rodaban por toda su cara. Cuando nuevamente intentó decir algo lo único que se pudo escuchar fue:

-P-Pet...

Todas sus demás palabras fueron ahogadas por un mortal disparo en el cuello que hizo que cayera desplomada en el suelo y su sangre tiñera de rojo el oscuro asfalto del callejón. El sujeto le dio una última mirada antes de marcharse y entre toda esa ira, unas pequeñas gotas de remordimiento cruzaban sus ojos. Trató de alejarse del lugar lo más rápido que pudo y una vez cerca del centro simplemente desapareció entre la multitud. 

Mientras eso sucedía, en un almacén en medio de la nada un hombre disfrutaba de un whisky en su oficina en intento de calmarse, últimamente no tenía mucha suerte. Se decía a si mismo mientras observaba a su trago dar vueltas una y otra vez dentro del vaso:

-No se desharán de mí tan fácilmente.

Se terminó su bebida y vio a otro de los hombres saliendo del lugar así que le llamó: 

-¡Anton ven a mi oficina!

En cuestión de segundos entró y tomó asiento en el butacón enfrente del escritorio. Le miró y se dio cuenta por su expresión que estaba planeando algo así decidió hablar:

-¿Qué tramas ahora Ivanoe?

-Sabes, es complicado encontrarse en mi posición. Y respondiendo a tu pregunta, solo quería hablar con alguien.

- En serio le odias tanto, te recuerdo que no era así antes de que eso pasara.

- Si te pones de su lado ya sabes lo que te ocurrirá.

- Sabes que nunca me pondré de su lado.

-Dejemos de hablar de esto por favor, es muy aburrido, mejor brindemos- añadió pasándole una copa del mismo whisky que él había estado tomando.

Ambos bebieron su trago e Ivanoe volvió a colocar los vasos sobre la pequeña barra que tenía en la oficina pero no pasaron más que unos pocos segundos hasta que Anton comenzó a sentirme mareado y su visión se volvió borrosa. Trató estabilizar su cuerpo apoyando su mano en el brazo del butacón pero fue inútil. Cada vez se sentía más mareado y sus párpados le pesaban demasiado. Hacía un esfuerzo mantenerse despierto pero el veneno era más fuerte, no podía hacer nada. Después de unos pocos intentos de no sucumbir ante aquel extraño sueño, finalmente cerró sus ojos y dejó de respirar.

Al otro lado del escritorio estaba Ivanoe presenciando todo con una sonrisa de victoria. Suspiró mientras se levantaba y se dirigía a la puerta pero se detuvo frente a Anton y le dijo tocando su hombro:

-Dulces sueños…hermanito.

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