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05; Atrapada y revelaciones.

NARRADOR OMNISCIENTE.

— Por favor...— Rogó una vez más. Las manos le dolían de tanto que había golpeado aquella puerta. La cabeza le palpitaba y no sabía si era por haber llorado tanto o por el miedo que sentía.— Se los estoy rogando.— Lloró de nuevo.

Tenía los nudillos rojos y se sentía tan débil. La garganta le ardía por los gritos que había soltado, desgarrando esta. Era como si el mundo se le estuviera cayendo encima y no pudiera hacer nada.

Bueno, en realidad podía gritar más y más, pero ya no le quedaban fuerzas para hacerlo.

— ¡Déjenme salir!— Volvió a gritar de nuevo. Se levantó de su lugar y tomó una respiración profunda. Con toda la fuerza que le quedaba, chocó su cuerpo contra la puerta dura y casi de metal frente a ella.

Era un intento estúpido que en otras circunstancias y con otra puerta, tal vez hubiese servido.

Sus nudillos empezaron a sangrar cuando volvió a golpear la puerta con estos. La desesperación llenando su ser y las lágrimas brotando cada vez más. Era tanta su impotencia, que la única manera de desahogarse fue esa.

Se alejó de la puerta cuando al fin escuchó pasos cerca de esta. Con las manos temblando y el corazón a mil, se sentó en el colchón viejo que había en la supuesta habitación.

Los candados que habían allí fueron abiertos con tanta lentitud, que Rosé quiso gritar. Jugó con sus dedos. La ansiedad estaba acabando con ella.

Jimin entró a la habitación luciendo molesto y cansado. Los gritos de Rosé podían escucharse hasta la sala y no le permitía concentrarse. Quería que se callara.

— ¿Qué demonios está mal contigo?— Preguntó y la rubia se asustó al escuchar su tono de voz.

Se hizo ovillo cuando Jimin se acercó más de lo necesario. Su olor a cosas que preferiría no identificar, le borraba los sentidos.

— Déjame ir.— Susurró la rubia. Los ojos húmedos y la mirada cansada.— Te lo suplico.— Continuó e hizo un puchero inconscientemente, que se vio tan adorable y lindo ante la vista.

Jimin sintió bonito.

— No te dejaré ir así como así. — Susurró de vuelta.

Las mejillas regordetas de Rosé se humedecieron de inmediato y quiso golpear al hombre frente a ella. Limpió las lágrimas con ayuda de sus dedos, permitiendo que Jimin notara las heridas en sus nudillos.

Con una sensación de preocupación que lo sorprendió en sí mismo, tomó las manos de Rosé con delicadeza. Observó sus nudillos y suspiró.

La rubia lo miraba curiosa. No esperaba interés de su parte cuando se trataba de su bienestar. Se supone que es su secuestrador, no su amigo o algo parecido.

— Veré qué puedo hacer por esto. — Dijo en voz baja y ronca.

Oh, ese tono de voz.

— No tiene que hacer nada.

Rosé separó sus manos de aquel toque y le dio una mirada dura. Jimin frunció el ceño mientras la veía confundido.

— Sólo intento ayudarte.

— Pues no quiero tu ayuda.— Exclamó la rubia rápidamente. La ira y enojo hablando por ella.

El chico asintió molesto. Se separó abruptamente y se acercó a la puerta. Le dio una última mirada a Rosé, para después salir de inmediato.

Poner los candados devuelta fue una tarea tediosa, pero confió en que pronto se convertiría en algo común.

Guardó la llave al terminar y suspiró. La serie que antes veía, se encontraba pausada; pero ya no quería ver nada, no después del desplante de Rosé.

Él sólo quería ser amable ¿Por qué era tan difícil entender ese punto? Tenía claro que no era la mejor situación, pero pretende que la estadía de esa chica allí, sea menos tormentosa.

Además, no podía negar que era muy bonita. Ella y sus hermanas lo eran. Pero la rubia era tan ingenua e inocente que le llamaba la atención. Se preguntaba cómo sería...

— Jimin.— Fue lo primero que escuchó, cuando contestó la llamada que interrumpió sus pensamientos.— ¿Cómo va todo? ¿Ya la tienes?

Su jefe había llamado de inmediato al chico para saber cómo iba su plan. Quería que todo estuviese a la perfección, antes de seguir con lo siguiente.

— Sí, señor. Nos quedamos con Lalisa y la hermana menor como usted nos exigió. Compré las tarjetas de teléfono para llamar a Lisa, empezaré mañana. Rosé ya está aquí.— Informó. El hombre sonrió abiertamente del otro lado.

Jimin seguía sin poder creer como alguien tan cercano a esa familia, estuviera haciéndoles eso. Pero tampoco podía procesar cómo estaba trabajando para él, no después de todo lo que le hizo.

— Necesito que lleves a Lisa al límite. Sé que ella es la única que puede encontrar esos diamantes. Quiero que la amenaces con la vida de Rosé ¿Entiendes?— Sintió un vacío con lo último. Él no podría matar a nadie, en su vida. Menos a esa niñita.— Mañana quiero que me informes todas las novedades ¿Entendido, Jimin?

Claro que entiendo señor Heechul.

* * *

MIN JUNGKOOK.

— Kim Lalisa esconde algo.— Fue lo primero que dije cuando entré a la comisaría.

Dos cabezas se alzaron y sonreí a la expectativa.

— Hola para ti también, Jungkook.— Soltó en tono sarcástico mi amigo Namjoon.

Reí y le di un leve abrazo cuando se levantó de su escritorio. Hoseok nos miraba con una sonrisa y creo que ambos notaron que estaba un poco más animado.

Después de lo sucedido con mamá, había jurado que renunciaría a mi cargo. Pero no podía ignorar lo que más me gustaba hacer en el mundo entero. Así que pensando sólo en poder encontrar al culpable de todo esto, decidí volver y dar todo de mí para hacer justicia.

— ¿A qué te refieres con que esa chica está ocultando algo?

Miré a Hoseok y suspiré. Me senté en el escritorio de Namjoon y junté las manos.

— La encontré afuera de su compañía.— Avisé.— Se veía tan nerviosa. Casi que con miedo. Ella en verdad tenía muchísimo miedo.

Su imagen llegó a mi mente. Cómo las manos e incluso el labio le temblaban. La manera en que sus ojos se mantenían abiertos, casi que con pánico a ser atacada. Sus acciones. Ese beso. Todo me daba mucha intriga y podía jurar que estaba ocultando algo.

— Incluso...— Me aclaré la garganta antes de mi confesión.— Me besó. — Susurré inaudible.

Pero supe que habían escuchado a la perfección cuando Namjoon se ahogó con su agua y Hoseok empezó a aplaudir como foca retrasada.

—¡¿Te besó?!— Preguntó sorprendido Namjoon.— ¡¿La increíble Kim Lalisa te besó?!

Puse los ojos en blanco ante ese apodo.

— Sí. Pero fue algo de repente. Se disculpó y después se largó.

— Eso es raro.— Comentó Hoseok. Asentí de acuerdo.— ¿Crees que oculta algo?

— Sí. No lo creo, puedo estar seguro. Sus actitudes no sólo se deben a lo que sucedió con su padre, hay algo más.— Dije convencido.

Escuché como Namjoon soltaba un suspiro. Pronto, sentí su mano en mi hombro. Tenía la mirada en el piso y parecía querer decirme algo.

— No quiero que pase lo mismo que sucedió con el caso de Yeri.— Dijo esta vez mirándome fijamente. Miré de reojo a Hoseok y este se removió incómodo.— No quiero que te obsesiones.

Me alejé de él, quitando su mano de mi hombro.

— No lo comparen. Con ella yo-

Interrumpo mi oración porque no tenía una argumento válido. También, porque hablar de ese tema me ponía emocional y lo que menos quería era llorar.

— Yeri era tu novia, Jungkook.

— Una novia que asesinaron porque andaba en negocios sucios.— Les recordé. — ¡Una novia que asesinaron por lavar dinero en el exterior!— Volví a repetir, pero esta vez dándole un golpe a la mesa. Como si eso fuese a detener el dolor.

Como si eso me confirmara que ya la he superado. A ella y a sus mentiras.

— No pretendan que no me meta de lleno en esto, porque no puedo.

Namjoon suspiró:— ¿Y qué harás?

— Voy a descubrir que está ocultando Kim Lalisa.

KIM LALISA.

— ¡Lali!

Me giré al ver como Tzuyu, mi mejor amiga corría hasta llegar a donde estaba. Intenté sonreír, pero aún tenía el corazón a mil. Además, mi mano derecha apretaba con fuerza el teléfono que ahora se había ganado todo mi pánico.

— Amiga mía.— Dijo y me envolvió en un abrazo.— ¿Cómo estás?— Preguntó en un tono lleno de preocupación.

Esa sola pregunta podía ponerme a llorar en cualquier momento. Pero sólo intenté sonreír, aunque de inmediato mis ojos se pusieron húmedos.

Tzuyu me dio un corto abrazo y rápidamente me guió a la oficina.

— ¿Quieres agua? Te están temblando las manos, Lali.— Me preguntó mientras sujetaba estas, en un intento tonto por pararlas.

— Todo está mal.— Solté un sollozo. Sentí la mano de mi amiga en mi espalda, pero en vez de calmarme me alteré más.— Mi padre murió ¿Qué vamos a hacer?— Pregunté con la voz quebrada.

Saltando el pequeño detalle de Rosé, me desahogué con Tzuyu. Le conté todo, a excepción de los diamantes y el secuestro.

— Lamento no poder darte noticias positivas.

Alcé la mirada confundida. Me limpié las lágrimas y enfoqué mi atención en ella. Curiosa por sus palabras.

— ¿A qué te refieres?— Pregunté confundida y la voz me salió ronca por todo el llanto.

— Por favor respira, Lili. Lo que te voy a contar es muy difícil.— Me avisó.

Casi que sonrío de manera sarcástica ¿Qué podía ser peor? Mi padre había sido asesinado, secuestraron a mi hermana y ahora me están amenazando por unos diamantes de los cuales no sabía ni su existencia.

— Dime. Por favor, Tzuyu. Ya nada puede ser peor.— Confesé.

Soltó un suspiro:— Estamos en banca rota.

Oh, mierda. Sí puede ser peor.

— Tu padre tenía deudas, Lisa. Muchísimas. Estamos endeudados hasta el cuello.— Susurró. Sentí las lágrimas volver.— Son muchos millones. Ni ganar la lotería nos salvaría de esta.

Apoyé mi cabeza entre las manos y vi como las lágrimas caían una tras otra. Sollocé como nunca lo había hecho antes y sólo pude procesar el abrazo que Tzuyu me estaba dando.

— ¿Por qué?— Fue lo único que pude decir sin trabarme.— ¿Por qué está sucediendo esto?

— Tranquila, Lili. Vamos a arreglarlo.

Me levanté abruptamente, mientras negaba con la cabeza.

— No. No entiendes.— Dije y llevé una mano a mi pecho, como si aquello fuera a disipar el dolor que siento.— ¡Todo está jodido!— Grité.

— Lisa, yo...— Fue interrumpida.

Mi teléfono empezó a sonar y la poca cordura que me quedaba se fue al ver quién me llamaba.

— ¿Podrías dejarme sola?— Me sorprendí cuando mi voz salió estable.— Tengo que hacer algo urgente. Luego hablamos.

Asintió y antes de irse me dio una sonrisa, que no pude corresponder.

— ¡Lisa!— La voz de Jisoo fue lo primero que escuché.

Me dejé caer en el piso, mientras mantenía la espalda apoyada en la pared. Alejé un poco el teléfono para que mis sollozos no se escucharan.

— ¡¿Lisa dónde están?!— Pude escucharla. Acerqué de nuevo el teléfono.— Nos dejaron a las afueras de Seúl. Jen está muy alterada. Estamos entrando de nuevo a la ciudad, iremos a la casa. Por favor estén allí.

Me quedé en silencio. No quería hablar porque sabía que me rompería. Simplemente no podía.

— ¿Lili? ¿Estás bien? ¿Están bien?

Aclaré la garganta y como si eso fuera a ayudarme, intenté sonreír.

— Estamos bien. Pero tengo algo que contarles.— Susurré. — Rosé se fue a Tailandia.— Mentí.

— ¿Qué? ¿Cómo que se fue a Tailandia?

Tomé una fuerte respiración, de repente todo volviéndose borroso a mi alrededor.

— Ella tenía mucho miedo. Así que le propuse irse a Tailandia. Aceptó. Salió hoy en la tarde.— Continué con mi mentira.— Estoy en la compañía.

— Está bien, Lili. Voy a llamarla, no puedo creer que haya hecho esto sin esperarnos.

— ¡No!— Me apresuré a responder y me puse nerviosa.— Es que se fue sin su teléfono. Ya sabes, los nervios y pánico que sintió después de lo sucedido. Se le olvidó. — Intenté taparlo.

La escuché suspirar.

— Está bien. Por favor, ve a casa. Tenemos que hablar todas. En especial del viaje de Rosé.

— Está bien.

— Lili.— Me llamó. — ¿Estás segura de que estás bien?

Me conocía tan bien.

— Claro. Me siento mucho mejor.

— Está bien. Nos vemos pronto.

Sólo pude escuchar como colgaba antes de ponerme a llorar de nuevo. Me encogí en mi lugar y los sollozos hacían que me temblara todo el cuerpo.

¿Qué haría ahora?

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