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03; Advertencia y... ¿Diamantes?

Cinco días después.

KIM JENNIE.

— ¿Estás segura de que quieres acompañarme?— Pregunté de nuevo mirando a Rosé, que sólo asintió mientras me seguía hasta la puerta.— Podemos ir después a comer.— Le propuse y solté una risita al ver cómo sus ojos se iluminaban ante la idea.

Durante una semana no tuvimos noticia del caso de papá. Decían que aún investigaban y que el hijo de aquella mujer también estaba involucrado en la investigación. Se me hacía una familia descortés y a veces maleducada. Pero dejó de importarme mucho, a fin de cuentas no voy a estar en contacto con él.

— ¡Esperen!— Giré la cabeza confundida al ver a Jisoo y Lisa corriendo hacia nosotros. — Iremos con ustedes.— Dijo Lisa feliz.

Rosé me miró y se encogió de hombros, para después salir de la casa.

— Es una reunión, demorará.— Les advertí.

— Lo sabemos. Pero queremos ver los últimos diseños de las gafas.

— Sí. Además quiero ver como será el diseño de la tienda aquí en Seúl.

Sonreí abiertamente al notar su emoción. Después de tantos días, las cosas parecían mejorar. No supimos más de aquellos hombres y eso me confirmó que todo había sido una broma pesada por parte de ellos.

Entramos a nuestra camioneta y suspiré mirando hacia la ventana. El chófer de la familia nos llevaría hasta el lugar donde tendría la reunión y no podía negar mi emoción. Aunque la nostalgia estaba ahí al pensar que papá no pudo disfrutar esto conmigo, queda claro que tengo un nuevo ángel que vela no sólo por mi, también por mis hermanas.

Jisoo y Lisa estaban jugando con su teléfono, mientras Rosé miraba con el ceño fruncido las puntas de su cabello.

Justo cuando iba a decir algo, la puerta al lado de Rosé se abrió abruptamente. La camioneta paró y miré asustada hacia mi izquierda; había otro hombre apuntándome con una pistola desde la ventana.

Lisa soltó un chillido cuando uno de esos tipos sacó a empujones a nuestro chófer y tomó su lugar. Pronto, en el asiento de copiloto también había otro que nos estaba apuntando con un arma.

No sé en qué momento sucedió, pero uno de los hombres empezó a ponernos sacos negros en la cabeza. Busqué la mano de Jisoo rápidamente y al tenerla, apreté esta fuertemente; escuchaba los sollozos de Lisa y Rosé al otro lado.

— ¡¿Quiénes son ustedes?!— Grité llena de miedo. El auto se movía de nuevo, pero el hecho de no saber hacia dónde me llenaba de pánico.

— ¿Recuerdan los diamantes?

Se me heló la sangre.

— ¡Les dijimos que los consiguieran!— Gritó una nueva voz. Rosé soltó un sollozo.— ¡Mierda! ¡Deja de llorar!— Chilló.

— ¿Cómo íbamos a conseguirlos si no sabemos dónde están?— Soltó esta vez Lisa.

Yo sentía que esto no podía ser verdad. Tiene que ser una pesadilla. No podía estar pasando. Ni siquiera me di cuenta en qué momento las lágrimas brotaron incontrolablemente de mis ojos. Mordí mi labio inferior, aguantando los innumerables sollozos que querían salir.

Todo estaba tan oscuro.

El carro no paraba de moverse, lo  contrario; era como si su velocidad aumentara con cada segundo que pasaba.

Me estaba empezando a dar vueltas todo y aquel saco parecía quitarme el poco aire que podía recibir en ese espacio reducido. Abrí la boca en un intento desesperado por llenar mis pulmones de oxígeno, pero parecía inútil.

Las manos me temblaban y ya no era sólo por el miedo. Todo parecía sofocante, pero sabía que no podía decir nada o las cosas se pondrían peor.

— ¡Jennie!

Fue lo único que escuché antes de que todo se volviera negro.

* * *

— ¡¿Dónde están los diamantes?!

Aquel grito. Esa voz. El sentimiento de miedo. Todo me hizo despertar de inmediato. La confusión llenando mi sistema y sólo al sentir mis manos atadas, supe lo que estaba ocurriendo.

Miré a mi alrededor, estábamos sentadas en sillas. Cada una amarrada a esta, sin posibilidad de escapar. Los mismos hombres seguían frente a nosotros, sus miradas intimidantes y frías me dieron casi que escalofríos.

Esto parecía ser una pequeña cabaña. Muy pequeña. Además, estaba vieja y juraría que se estaba cayendo a pedazos.

— Al parecer el jefe deberá intervenir.— Dijo el mismo de siempre.

¿El jefe? ¿Quién era el jefe?

La puerta se abrió, dejando ver a un hombre vestido completamente de negro. Tragué saliva cuando nuestros ojos chocaron por un segundo. Nos miró a cada una, hasta que sus ojos cayeron en Rosé y rió de manera burlona al verla llorar descontroladamente. Apreté los puños sintiéndome demasiado impotente ante la situación.

— ¿En verdad se relajaron e ignoraron mi palabra?— Su voz era tan dura e intimidante.— ¡Saquen a las mayores!— Ordenó.

No entendí hasta que noté como unos hombres, nos tomaban a mí y a Jisoo con agresividad. Chille e intenté patalear, me moví entre sus brazos y mi hermana hacía lo mismo.

— Déjame. — Dije como pude, pero no me soltaban. Su agarre se ponía peor y estaba segura de que en cualquier momento, las cosas se irían al demonio.

Pero no podía dejar a mis hermanas allí, no con esos hombros. No a su merced.

— ¡Quédate quieta! ¡Maldita sea!

No hice caso. Continué con mi cometido. Movía las piernas y los brazos, queriendo que me bajara. Casi que caemos al frío suelo, pero el hombre me supo mantener.

Sentí como todo se terminó, cuando recibí un golpe seco en la nuca.

Y otra vez la oscuridad me invadió.

* * *

KIM LALISA

— ¡No sabemos dónde están los diamantes!— Grité se nuevo. Más lágrimas cayendo por mis mejillas.— ¡Papá nunca nos habló de ellos!— Continué.

Se habían llevado a Jennie inconsciente y a Jisoo casi que desmayada. No sé cuánto tiempo llevamos aquí. Podría decir una hora, cuando en realidad se ha sentido como una eternidad.

Las manos me dolían debido a la soga que me mantenía atada. También, tenía demasiada sed y los ojos me ardían por  llorar tanto.

— Por favor...— Escuché como Rosé suplicaba.— No sabemos nada. Déjenos ir. Se lo estoy suplicando.

El hombre soltó una risa y se acercó a ella. Cara a cara.

— Eres tan ingenua.— Susurró mirándola fijamente a los ojos.— No sé cómo, pero tienen que encontrar esos diamantes.— Clavó esta vez sus ojos en mi.

— No sabemos dónde están.— Repetí lo que llevamos diciendo desde que estamos aquí.

— Bueno. No me dejan otra opción.— Se alejó mirándonos.— Vamos a darte una razón para encontrar los diamantes, señorita Kim.

Lo miré confundida. Aún más cuando otros hombres me levantaron de la silla, en donde estaba amarrada. Miré a Rosé, entrando en pánico cuando mi mente entendió lo que pretendían.

— ¡Salgan con ella!— Ordenó. — ¡Vamos a ver si quedarme con tu hermana hará que me entregues los diamantes, Lalisa!

Solté sollozos, intenté alcanzar las manos de Rosé. Intenté quedarme. Pero todo era inútil. Sentía sus gritos de desesperación incrustados en mi cabeza y la manera en que lloraba desconsoladamente me partía el corazón en mil pedazos.

Se la habían llevado.

* * *

MIN JUNGKOOK.

— No quiero tirarlas.— Susurró Taehyung, mirando algunas prendas que pertenecían a mamá. Pude notar como sus ojos se humedecian así que puse una mano en su hombro, en señal de apoyo.— No puedo creer que no está aquí.— Continuó.

Mi corazón se contuvo un poco más al escuchar la voz entrecortada de Taehyung. Apreté la mandíbula, maldiciendo a la persona que pudo haber matado a mi madre.

Y a ese hombre...

— ¿No han descubierto algo relevante?— Cuestionó.

Negué con la cabeza. Solté un suspiro.

— No hay nada. Es como si alguien estuviese guardando todas las pruebas para él mismo.

— ¿Y las hijas de ese hombre? Tal vez ellas sepan algo.

— No. Definitivamente ya se hubiesen contactado con Hoseok si supieran algo importante. Sólo sé que la menor de todas, la rubia de nombre Rosé llama todos los días para preguntar.

Taehyung asintió comprendiendo.

— Iré por Yoongi para decirle que ya tenemos las cosas de mamá.

Asentí y vi como bajaba por las escaleras. Pasé una mano por mi cabello que estaba dejando crecer lentamente. Me senté en la cama de mamá y millones de recuerdos a su lado se me vinieron a la mente.

Oculté la cabeza entre mis manos, los ojos aguados y el corazón latiendo a mil. Todo parecía una pesadilla. Nuestra luz se había marchado de este mundo y no pudimos hacer nada. Mierda. No pude hacer nada.


Mi mamá murió a sangre fría, en manos de unos delincuentes despiadados. Ella había perdido su vida, sin razón aparente.

Eso creía yo.

Pero voy a encontrarlo. Encontraré a la persona que asesinó a mi madre. Así que primero, debo empezar por buscar pistas o algo que me esclarezca un poco el camino.

Estando en su habitación no perdí esa oportunidad.

Empecé por su armario. Revisé cada una de sus prendas, incluyendo los bolsillos. Me sorprendí al ver que algunos vestidos de mamá eran de alta costura y parecían valer mucho dinero. Más de lo que nosotros podríamos permitirnos a la hora de comprar ropa.

Continué con su mesa pequeña, al lado de la cama. Tenía algunos cajones así que abrí cada uno con rapidez. Sólo estaban sus documentos personales, algunos pares de aretes y maquillaje sencillo que utilizaba en días especiales.

Suspiré rendido, hasta que mis ojos captaron una pequeña repisa pegada a la pared. Tenía fotos y decoraciones pequeñas. Me acerqué, viendo que la más grande de todas era una foto en la que estábamos mis hermanos, ella y yo. Sonreí nostálgico, pero mi ceño se frunció cuando algo parecía brillar bajo la repisa.

Aún confundido me acerqué lentamente hasta que mis ojos captaron lo que era. La sorpresa que sentí al verlo era inexplicable ¿Por qué mamá tendría eso? Parecía una alucinación mía, pero en realidad estaba sucediendo.

Mamá tenía un diamante guardado en su repisa.

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