02; Los diamantes.
NARRADOR OMNISCIENTE.
— Mi más sentido pésame. Lo lamento mucho.— Dijo aquel hombre para las chicas. Lisa hizo una reverencia agradeciendo y lo vio desaparecer dentro de la casa.
Aquella reunión había sido idea de su madre. Al ser una familia tan famosa, cuando se hizo pública la muerte de su padre, todo el mundo empezó a comentar y opinar sobre lo sucedido.
Hana, entre su dolor, había recibido a un grupo de personas en su casa para acompañarles en el luto de su esposo.
A las chicas esto le daba igual, saludar y fingir una sonrisa fue algo a lo que se acostumbraron mientras más personas llegaban. Pero, no podían evitar sentirse plenamente incómodas con todo.
Lisa intentó darle una sonrisa a la persona que había entrado a la casa y suspiró cerrando la puerta. Sus empleados iban de un lado a otro, repartiendo café y mucho té.
Notó como Jisoo y Rosé conversaban con Heechul, un amigo de la familia. Era tan cercano que las chicas le decían tío, ya que era como un hermano para su padre. Frunció el ceño.
¿Dónde demonios estaba Jennie?
Se acercó a paso rápido hasta las chicas y le sonrió dulcemente a Heechul.
— Tío. — Le saludó. El hombre le dio un pequeño abrazo, susurrando el pésame. — Te las quitaré un rato, puedes ir con mamá. Sé que estará muy feliz de verte.
Y antes de que el hombre pudiera decir algo, las tres hermanas se habían marchado ante sus ojos.
— ¿Qué fue eso?— Preguntó confundida Jisoo.
— ¿Dónde está Jennie?
— Dijo que iría a la oficina de papá. Al parecer este lugar le agobia. A mi también ¿Podemos ir con ella?— Propuso Rosé juntando sus manos.
Lisa asintió y las tres chicas se fueron al pasillo de las habitaciones. Donde esperaban encontrarse con su hermana.
— Jen.— Le llamó Jisoo, al verla sentada en el sillón de su padre. Un vaso de vino en su mano y la mirada perdida en el gran ventanal de la oficina.— ¿Estás mejor?— Preguntó acercándose a ella.
Rosé cerró la puerta detrás de ella y también se acercó a su hermana. Poniéndose en cuclillas y apoyando su cabeza en el regazo de esta. Pronto, sintió como Jennie depositaba caricias en su cabello.
— Es demasiado.— Murmuró. — Todo, es demasiado para mí. No puedo soportarlo.— Admitió.
— Te entendemos, Nini. También nos sentimos así. Papá...— Lisa no pudo seguir aquella oración porque el sólo hecho de mencionarlo, le dolía en el alma.— Papá murió. — Soltó.
— Y mamá parece muy tranquila al respecto.— Dijo la mayor de todas al azar. Ganando miradas de sus hermanas. Jisoo sonrió burlona.— No me digan que no se dan cuenta. Yo sé que no son idiotas.
Antes de que alguna pudiera decir algo, la puerta fue abierta de manera abrupta. Las cuatro dieron un salto en su lugar y Rosé se levantó.
Tres hombres vestidos de negro habían entrado a la oficina, sin tocar o pedir permiso. Eran intimidantes, demasiado para el gusto de las chicas.
— ¿Quiénes son ustedes?— Se atrevió a preguntar Jennie. Con el corazón literalmente en la mano.— ¿Por qué entran de esa manera? No sean irrespetuosos.
Uno de ellos sonrió. Se acercó a paso lento y antes de que pudiera mover otro pie, Jisoo se interpuso en el camino. El hombre rió levemente, alzando sus manos en señal de defensa.
— ¿Qué quieren?— Preguntó esta vez Lisa.
— Los diamantes.— Respondió el mismo.— Pensé que sabían de mí, señoritas. De nosotros. Su padre, no era el santo que tanto dicen. Nos mintió, nos engañó y escondió nuestros diamantes.— Dijo lleno de ira en cada palabra.
— ¿De qué mierda está hablando?
Rosé salió llena de enojo al escuchar las palabras que aquel hombre utilizaba para referirse a su padre. Sin temor alguno, se paró a la par del chico y alzó una ceja, como si quisiera desafiarlo con la mirada.
— ¿Cuál es su nombre?— Exigió.
— Hanbin.
— ¿Qué demonios quiere? ¿De qué diamantes habla? Mi padre nunca nos habló de diamantes.
— Tal vez a ti no.— Dijo lentamente.— Pero a ella sí.
Y sus ojos cayeron en Lisa, que negó rápidamente.
— Claro que sí, maldita perra. Tú tienes una marca de joyas. Por obvias razones, tendrías contacto con los diamantes ¡Tú sabes donde están!
Hanbin planeaba acercarse a Lisa. Pero cuando Rosé notó la rabia en él, lo tomó del saco parandolo. A cambio recibió una fuerte cachetada, que la mandó al piso.
Y ahí...todo se volvió un desastre.
Jennie se paró de inmediato y se abalanzó sobre él. Los hombres de Hanbin intentaban separarla y Lisa seguía negando la existencia de los diamantes. Rosé era ayudada por Jisoo y maldijo cuando sintió su mejilla arder.
— ¡¿Dónde están los diamantes?!— Rugió el chico y tomó la botella de vino que antes Jennie bebía, para tirarla al piso. Después miró con ojos abiertos como platos a las chicas, que temblaban de miedo ante sus acciones.— Busquen los diamantes. No sé cómo. Pero deben encontrarlos o sufrirán las consecuencias.
Y como si nada hubiera pasado, los tres hombres salieron a sus anchas. Sin dejar rastro de nada. Bueno, sólo los vidrios de aquella botella y la preocupación palpable en las hermanas.
Jennie dejó que Rosé se sentara donde ella estaba anteriormente. Su hermana menor temblaba llena de miedo y aún tenía su mejilla roja, debido al golpe.
— ¿Diamantes?— Preguntó Lisa al azar.— Papá sí me ayudaba con algunas piedras preciosas para diseños de joyas, pero jamás había hablado con él de diamantes.
— Tal vez era su secreto.— Susurró la mayor. Pero el silencio hizo que las otras tres la escucharan a la perfección.— Nunca se termina de conocer a la gente.
— No. Papá no haría eso.— Replicó la de cabello corto.
Lisa tenía en un pedestal a su padre.
Es una lástima que pronto fuese a caer de ahí.
Jennie suspiró y pasó las manos por su cabello, intentando entender toda esa situación de mierda que estaban pasando.
— Hay que ignorarlo.— Dijo como si nada.— Tal vez está loco o se aprovechó del momento. Yo sé que papá no haría algo así. Lo sabemos. Él no se metería con ese tipo de personas.
Lisa asintió de acuerdo.
— Es verdad. Tal vez es una broma de mal gusto.— Asintió, más para ella que otra persona.
Rosé suspiró y notó como sus manos aún temblaban. Tenía la mejilla roja y su cabeza estaba dando vueltas por todo lo que había sucedido anteriormente.
En cambio, la mayor de todas sí les había creído. No tenía ni la menor idea de los diamantes, pero sí tenía claro que esas personas habían ido allí por algo. Y que eso tenía una conexión con la muerte de su padre.
Ellas lo descubrirían cueste lo que cueste.
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