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CAPITULO 7


Lo que pareciese ser un espejismo, poco a poco se va transformando en realidad. En cada uno de mis pestañeos pienso, y quizas hasta espero, que esa figura que se posa en la casa contigua desaparezca. Siento una sensación constante que esa persona siempre estuvo observándome y que hasta inclusive marcó la pauta para muchas de las cosas sin sentido que he estado viviendo últimamente.

Lo que parecía ser una competencia lejana, por ver quien apartaba la mirada ultimo, me incomodaba tanto que me hacia querer salir corriendo de allí. Pero no tenia certeza alguna de si nuevamente iba a ser presa de esa mirada penetrante que podía sentir muy cerca, a pesar de la distancia obvia que había entre ambos. 

Fue entonces que me vi inmerso en el pensamiento que debía correr lejos. Lo mas seguro era correr en dirección contraria a esa chica, para al menos tener la ventaja en la distancia recorrida y encontrar algún lugar donde esconderme. 

No iba a tener tiempo de despedirme de esa casa, a la que pude haber generado algún tipo de sentimiento. Sobretodo por las experiencias vividas y los grandes cuestionamientos de la vida misma que surgieron entre esas paredes. Solo vislumbraba un problema, el diario estaba tirado en mitad del patio trasero. Este suceso no recordaba haberlo ejecutado, sin duda alguien había entrado para tirar ese valioso cuaderno por la ventana.

Si iba a por el diario, perdería toda la ventaja que pretendía ganar sobre mi vigilante. Asi que lo hice, una ultima mirada a quien había sido testigo de mis últimos pensamientos. Cerré los ojos y di media vuelta. Salté la escalera de tal forma que en un segundo ya estaba frente a la puerta central, a la que no dude en abrir para salir disparado lo mas rapido que mis pies permitían.

Eran altas horas de la noche, creo que era primera vez que deambulaba por esas calles acompañado por la oscuridad que envolvía el lugar. Las que parecía reconocer poco, debido a la baja afluencia de personas que por allí solían recorrer por largos pasajes durante todo el día. Pero no quería detenerme nisiquiera a pensar esos detalles, solo quería encontrar algún escondite y que este ojala pudiera tener algún tipo de alimento para subsistir por algunos dias. Talvez estaba pidiendo mucho.

Me llamó la atención un par de casas que mas bien parecían edificios, talvez los mas grandes del lugar. Entre estos casi no se podía distinguir un pasaje, que eran tan angosto como para que apenas una persona de lado cupiera allí. Ya cansado lo veía como la mejor opción, esperando que ese pequeño y angosto corredor me llevase a encontrar donde pasar aquellas noches que aun faltaban para que fuese otro día. 

Recorrí el pasillo hasta el final, solo para toparme una gran pared que me indicaba que el único camino era por el que había llegado. Desmotivado y apunto de llegar al principio de ese camino nuevamente, escuché voces. Lo bueno es que la oscuridad de ese pasaje me permitió no ser descubierto y ser testigo de una escena que me haría cambiar de motivación. 

Me esforzaba por escuchar, lo que parecía ser dos voces comentando a voz baja como si ocultaran algo. No tuve elección, me asomé para poder escuchar de mejor manera solo para sorprenderme que ambas personas las había ya visto. Un anciano me daba la espalda, pero frente a el yacía de quien menos esperaba encontrarme. Era esa chica rubia, que se notaba intrigada conversando con este anciano, que de algún lado lo había ya visto, pero sin duda esa chica se robo toda la atención. 

Cuando ambos se despidieron, vi en los brazos de la chica mi diario. Esto en si ya era muy llamativo, pues no había motivo para que ella lo quisiese. Sin que pudiera acercarme para pedir explicación, que era lo que pensaba hacer en ese momento, veo como la chica saca un lápiz para escribir al parecer las ultimas palabras que ese anciano le dijo. 

Cuando el anciano desapareció de mi vista, me dispuse a seguir a la chica que ya me había dado la espalda. Incluso perdi el apetito producto de querer saber que hacía ella con mis cosas. Una gran sensación de pertenencia me invadió, ese diario era mío y nadie podía arrebatármelo. Pero solo me bastó dar un paso para que esa chica se diera media vuelta y cruzáramos miradas. 

Todo había cambiado, ahora era yo el que buscaba dar caza a mi persecutora. La que parecía mantener una velocidad constante como si no se estuviese cansada. Por mi parte aun sentía el cansancio de la arremetida que realice momentos antes. Era raro, lo rapido que esa chica me había alcanzado y aun tenia energías para seguir corriendo.

Pero sabía que ella cometía un error, se estaba dirigiendo a la entrada de esa ciudad, y nadie tenia permitido ir allí. La única vez que recorrí esa entrada fue cuando me hicieron ingresar de manera un poco brusca los guardias de esa entrada. Entonces ellos seguramente iban a darle caza antes.

Utilizando a los guardias como escusa, baje la intensidad de mi caminar y recorrí esas ultimas calles bajo la sombra que dejaba caer esa gran muralla. Pero no había nadie allí, nisiquiera calles donde dirigirse o escaleras para poder superar esa barrera imponente. Por mas que buscase, no había lugar alguno donde esa chica pudo haberse escondido. Totalmente iluso intento abrir la gran muralla pero esta ni se inmuta. Con las ultimas energías que me quedaban  y totalmente agobiado y decepcionado, pienso en que debo volver a casa.

Todo esto me desmotiva haciéndome golpear con todas mis fuerzas la pared, que resonó levemente para luego escucharse un chirrido a mis espaldas, mientras estaba ya de camino a adentrarme nuevamente a las profundidades de esa ciudad. 

Para mi sorpresa una leve brisa me roza la espalda, llevándome a voltear para llevarme una sorpresa mayúscula. Una bisagra no dejaba de rechinar, mientras estaba frente a esa gran muralla impenetrable. Pero a un lado de esta, una pequeña puerta había sido abierta. Mirando a todos lados como si esa fuese una especie de trampa, lentamente me dirijo a investigar ese suceso. Apenas llegué a esa pequeña ruptura en el muro, sentí esa brisa proveniente de los grandes bosques que rodeaban el lugar. Solo me bastó dar un paso fuera para toparme con algo en mis pies, era mi diario. 

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