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Capítulo 9

Si están conscientes de que cada que alguna de mis novelas llegan a un momento cumbre se me van las cabras al monte, ¿no? xD

Hagamos que la espera haya valido la pena :) quiero verles comentar cada punto y coma y, de esa forma, hacerme saber qué impresión les causa esto xD

Listos o no, aquí vamos...

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Mantengo mis codos apoyados sobre un mostrador que tiene en exhibición tocados para novias, hace un minuto estaba escribiendo un listado de lo que nos hace falta, según tía Su; pero ahora hago girar el bolígrafo que sostengo en mi mano mientras mis ojos, con temor, se deslizan de mi cuaderno hasta el aparador de la tienda. Hoy más personas caminan por los corredores del centro comercial Pradera.

Trato de controlar mis movimientos para no verme ansiosa, pero en lo que va de la mañana he fallado en muchas tareas. Solamente necesitas que esto pase para poner un punto final, me animo en silencio. ¿Qué va a pasar? La duda hoy más que nunca me carcome hasta los huesos y solo pienso en que necesito ávidamente que el momento, bueno o malo, llegue ya.

¿Qué hay? —lo saludé la primera vez que visité su casa.

Qué hay —respondió él, nervioso, viéndome entrar sin pedir permiso para hacerlo.

En el vestíbulo le entregué una cazadora, un gorro y una bufanda que acomodó sobre un perchero, comprobando yo, de reojo, lo nervioso que le ponía mí presencia.

—¿Estabas limpiando?

—Sí, algo así... —Sus ojos miraban el piso.

El agitar de su voz, movimientos torpes y transpiración leve me indicó entonces que con solo escuchar mi voz su ritmo cardiaco aumentaba... Sin embargo, era demasiado ingenuo y despistado como para notar que aparatosamente provocaba lo mismo en mí.

Amé a Oliver por ser él, por ser yo... porque había algo más que atracción entre nosotros. Era algo anímico. Lo necesitaba. Me necesitaba. Nos reconocimos en los ojos del otro.

—Andrea —Cuando escucho a mi abuela llamarme aparto mis ojos del escaparate y la miro. Me pilló poniendo atención a la gente que llega al centro comercial—. ¿Quieres ayudarme con estos listones de celoseda? —pregunta y asiento obediente, recordando la cantidad de veces que me puso tareas cuando recién me mudé a su casa y aún pensaba mucho en Oliver. Como hoy—. Vendrán por estas cajas mañana —me explica, acomodándolas una sobre la otra; son color celeste, contienen invitaciones de boda y a todas debo colocarles un lazo blanco.

Me entretengo con eso hasta que vacilante vuelvo a dirigir mi atención al reloj que está en la pared a mi derecha. 11:13 a.m. Niego con la cabeza conteniendo un nuevo episodio de ansiedad.

11:14.

11:15

Simplemente no lo mires, Andrea.

11:20

El ding dong de la campanita que colocamos en la puerta atrae mi atención, rescatándome, y sonriente veo entrar a una nueva clienta que, con timidez, sujeta una bolsa de papel en una mano y a una niña pequeña en la otra. Mamá, que está ocupada con una pareja, nos indica a tía Su y a mí que atendamos.

—Tú... debes ser Andrea —se dirige a mí, directamente, mientras su hija da saltitos junto a ella.

—Sssi —digo, desconcertada. ¿La atendí antes o... de dónde me conoce?

—Queremos conocer a Julia —aclara la pequeña.

—¿A Julia? —Miro de una a otra sin comprender.

—Mi nombre es Iliane y soy hermana de Elisa —se presenta la mamá—, la mujer que atendiste el otro día —aclara—, la que preguntó mucho por el maniquí.

Ah.

—Su nombre es Julia, mamá —le corrige la niña, recorriendo con su mirada la tienda... buscando.

Tía Su y yo nos miramos preguntándonos qué sucede.

—Sí. Julia —La señora me mira como si intentara no liarse—. Lo que quiero decir es que... venimos a buscarla —dice, cuidadosamente, sacando de la bolsa de papel un ramo—. Le vengo a dejar este obsequio para ayudarla. Verá, yo nunca entregué mi ramo a nadie y... ahora quiero que ella lo tenga.

Apenas... Dios, mío... Apenas puedo creerlo.

—¿Le quiere obsequiar su ramo a Julia? —pregunto, ladeando mi cabeza hacia un lado, buscando una explicación lógica.

La señora asiente y observa a su hija caminar hacia el aparador en el que exhibimos a los maniquíes.

—¡Esta es, mamá! —anuncia, feliz, la niña, al encontrarla—. ¡Así la describió mi tía!

La señora se disculpa conmigo y con distinción hace su camino hasta Julia para colocar a sus pies el ramo.

—¿El maniquí se llama Julia? —escucho que pregunta ahora la clienta que atiende mamá e Iliane asiente, la chica estaba poniendo atención a lo que decíamos—. ¿Por qué o qué?

Iliane le empieza a relatar la historia que su hermana previamente contó a ella y yo miro de mamá a tía Su, disculpándome.

—¿Y para ayudarla se le debe traer un ramo? —pregunta la chica próxima a casarse. Está mirando a Julia con esperanza.

—Así es —dice Iliane, segura. ¿Cómo? Respingo en mi lugar—. Pero debe ser ramo, no de otra o sin usar.

La chica asiente y voltea a ver a su novio para advertirle que al finalizar la boda no lanzará su ramo. Ella también se lo traerá a Julia.

—¿Cómo van las cosas con Axel? —me pregunta de pronto Iliane, señalando el escaparate de Café y letras.

—Pues... ha estado leyendo libros sobre cómo entender a las mujeres —digo, dudando que eso sea posible—. Hoy es Los hombres son de marte, las mujeres son de venus —Desde donde estamos observamos a Axel ojear el libro—. Creo que está preparando el terreno.

—Volveré para saber qué pasó —anuncia Iliane, entusiasmada, y llama a su hija para marcharse ya—. También contaré la historia de Julia a unas amigas.

—Aquí las esperamos a todas.

No pasa nada, me digo, ¿qué son un par de novias más viniendo a dejar su ramo?

...

—¡Bebote! —brinco al ver entrar a Aaron y corro hacia la entrada para abrazarlo. Mis brazos no consiguen rodearlo por completo y debo levantar mi barbilla para poderle mirar a los ojos. Es tan enorme como su corazón.

Además de mi primo, Aaron es mi mejor amigo, mi consejero, mi protector, y yo soy igual con él desde niños. Por lo mismo siempre me he preguntado cómo puede ser tan diferente a Joseline siendo hermanos. Uno me ama con la misma intensidad que el otro me ha odiado.

—Te extrañé —dice, cargándome para plantarme un beso en la mejilla—. Abuela... tía Eve... —saluda a las demás—. ¿Tía Su? —pregunta de pronto, arrugando el entrecejo y sigo su mirada para ver qué llamó su atención. Tía Su está esparciendo incienso por toda la tienda.

—¡Su, los vestidos! —la regaña mamá, cruzando sus brazos.

—Solo un poquito para la mala vibra.

—¿Está bien? —me pregunta Aaron, codeándome.

—Últimamente se ha interesado mucho en ese tipo de ritos —suspiro—. Mientras no menciones que ha subido de peso o niñeras, estaremos bien.

Aaron duda. —De acuerdo...

—Aunque creo que lo de la mala vibra lo dice por... —No quiero decir el nombre.

—Oliver —termina por mí mi primo, dándome una vez más su atención. Luce serio.

—¿Sabes que vendrá hoy?

—Por eso vine —asegura, levantando con honor su barbilla, como buen soldado dispuesto a proteger a su reina, la que le considera su bebé.

—No lo vas a golpear como en la prepa —le advierto.

—¡Andrea! —Está haciendo una pataleta como si en lugar de veintitrés años, tuviera cinco.

—Bebote, no. A Oliver le duele, él tiene sentimientos.

—¡Pero...!

—No —repito, levantando hacia él mi dedo índice para recalcar lo que diré—. Le duele, dije.

Él hace resaltar su labio inferior. —¡Te hizo daño! —exclama, con un nuevo mohín de disgusto.

—No, fui yo quien lo dejó a él —le recuerdo.

—¿Tú?

—Sí... Y no pasa nada —trato de tranquilizarle; aunque mi sonrisa, claro está, no le convence mucho—. Es solo que temo verlo —confieso, en voz baja, tratando que nadie más me escuche—. Me pone mal, me... —Mi mente es un avispero.

—Consigue un arma y le disparo.

—¡Bebote, que no! —lo vuelvo a regañar—. Así no se solucionan los problemas.

—No me gusta que te ponga mal.

—A nadie —escucho refunfuñar a tía Su, escuchándonos.

—A partir de hoy ya no me pondrá mal —aseguro, a todo el que preste atención—. Ya no habrán más "Qué si él... Qué si yo..." Hoy voy a alejar todo eso.

Creo...

Espero.

Cuando vuelvo a ver el reloj este marca las 12:10, de acuerdo a la agenda en el volante publicitario, Oliver estará aquí en menos de una hora.

Una hora.

Apretujo mis labios en una línea sintiendo quemar mi estómago. Terminaré anémica. Anoche apenas dormí pero no tengo sueño, muchos sentimientos salen a mi encuentro al ser consciente de que hoy lo veré. En minutos, entretanto el reloj se apresure a caminar.

—Menos de una hora, eh —me codea Su, estudiando mi reacción y asiento con la cabeza clamándole en silencio que venga en mi auxilio—. Bien, iremos a almorzar entonces —dice, señalándonos a mí y al bebote—. Así estamos listos a tiempo. Vamos —apresura cuando ve que no avanzamos.

Me apresuro a sacar de mi bolso un gorro de lana color gris y unos lentes de sol Ray-Ban estilo Aviator para ponérmelos de una vez y Aaron y yo seguimos a mi tía.

Ya no utilizo los Ray-Ban tan a menudo como antes, ya no siento la necesidad. Además de que son un amargo recuerdo de mi padre. Recuerdo que evito, pero algo a lo que aferrarse al fin y al cabo. Son lo único que tengo de él. Tal vez debería buscarle..., medito, sintiendo más ansiedad. Y es que he ahí otro que, me pregunto, si querrá verme.

Desde que salimos del local el ambiente se siente diferente... se transpira diferente... Hay publicidad de la marca de aceites que trae a Oliver a lo largo del primer piso de Pradera: volantes, afiches, inflables, mupis... una botarga con forma de botella de aceite que al final del corredor está bailando música de David Guetta. Los organizadores saben cómo levantar el entusiasmo.

Entre más nos acercamos a la yema del centro comercial, la zona en la que están ubicadas la mayoría de escaleras eléctricas y los pisos convergen, más nerviosa me siento. Ahí instalaron desde temprano la tarima sobre la que estará de pie Oliver, además de un equipo de audio con una consola, una estufa y dos pantallas LED a los costados. Todo rodeado de más publicidad.

Tía Su y Aaron caminan delante de mí comentando trivialidades, yo... acomodo mi gorro de lana hacia un lado y meto dentro la mayor parte de mi cabello, solo dejo fuera algunos mechones que caen al frente. Llevo puestas unas botas estilo militar, vaqueros un poco roídos, una camiseta blanca sin mangas, los Ray-Ban y una bufanda a juego con el gorro. Visto de la misma forma que Oliver me recuerda para facilitarle reconocerme.

Debí traer el vestido azul o algo menos estrafalario..., me regaño. No, no, así estás bien. Así estás bien...

Mis manos... no sé dónde colocarlas. Toda yo soy energía contenida.

Llegamos...

Llegamos al área reservada para el público. Ahí, además de las pantallas LED, la estufa y el audio, ahora hay cacerolas, utensilios, botellas de aceite a granel y abundante comida: harina, huevos, sal, tomates, pimientos, cebollas, patatas, hongos, condimentos...

Los organizadores están listos.

Busco y todavía no veo a Oliver por ningún lado, solo a un par de hombres que parecen ser parte del staff, dos agentes de seguridad y otro que está a cargo del audio. Además de que ya hay público aquí, tanto que, nos mantienen a cinco metros del entarimado principal.

—Si vamos a comer, al volver habrá más gente y nos quedaremos demasiado atrás —concluye mi tía para mi alivio, señalando con un gesto las escaleras—. Iré por algo ligero mientras ustedes nos guardan lugar.

—Perfecto —digo, más tranquila y ella me vuelve a codear para mostrarme su apoyo.

Yo hubiera querido venir mucho más temprano para estar cerca, pero no quise verme tan desesperada frente a mamá. Por el contrario, contar con tía Su es un alivio. Una es mi consciencia y la otra mi ánimo. Aaron se cruza de brazos junto a mí, esperando, y vemos a mi tía caminar hacia las escaleras eléctricas para llegar al área de restaurantes. No tengo hambre pero no decido por ella y Aaron.

Doy toda mi atención al entarimado que sostiene a la enorme estufa y me digo: Ahí vas a estar muy pronto.

—No te preocupes —me dice Aaron—, cuando el momento llegue nos abriré paso hasta delante —Y para demostrarme que puede y lo va a hacer, me indica que me coloque tras él y sin que le suponga ningún esfuerzo se desplaza entre la gente que espera a Oliver.

—Te sacaste un diez, bebote.

—Cuando regrese tía Su llegaré hasta la primera fila —amenaza.

—Tampoco tan cerca —ruego yo, disculpándome mentalmente con las personas que nos están mirando feo por metidos.

Hay música, murmullos y apuestas sobre quién ganará El chef de oro, la mayoría considera que Oliver. El ánimo colectivo se templa más cuando un presentador nos saluda a todos desde la consola.

—¡Hola, público del Centro Comercial Pradera! —vocea desde un micrófono, moviendo su cabeza al ritmo de la música—. ¿Listos para ver hacer magia en una estufa a Oliver Odom?

¡SÍ!

Soy la única que niega con la cabeza. Jamás estaré lo suficientemente lista para verle otra vez. Aaron es benevolente con mis nervios y me hala hacia él para que no trepite.

—Tía Su, tú y yo deberíamos salir a bailar alguna vez —propone—, con suerte alguno encuentra pareja.

—Suena bien —asiento.

—¿Cuántos aquí también son seguidores de David Guetta? —pregunta ahora el presentador, consiguiendo aullidos de felicidad—. ¡Botellín también es fanático, miren! —añade, señalando a la botarga que continua moviéndose. "Botellín" agita sus brazos y da patadas tratando de bailar Bad. Lo hace bien. Cerca de él, en las escaleras eléctricas, Aaron y yo vemos bajar a tía Su. Trae con ella lo que parecen ser tres Hot dogs. Todo marcha bien hasta que...

—¡Oh, parece que Botellín encontró con quién bailar! —aplaude el presentador, señalando a tía Su que está por llegar al final de las escaleras.

Es ahí cuando Botellín se aproxima y le impide avanzar más, la rodea y se mueve frente a ella zigzagueando. Y aunque tía Su intenta pasar de él, este continua complicándole el paso hasta nosotros.

—¡Queremos baile! —demanda el presentador.

Tía Su le acuchilla con la mirada, y aunque al principio baila para seguirle el juego a ambos, le termina estrellando uno de los Hot dog en la cara a Botellín. De esa forma la botarga finalmente la deja pasar, aunque sin quitarle los ojos de encima mientras se aleja. Yo trato se esconder más de mi cara con el gorro.

—Coman ustedes, yo estoy de mal humor —dice mi tía, al llegar hasta nosotros, y nos entrega una salchicha a cada uno.

—Yo no tengo hambre —aviso, viéndole con súplica para que no insista en que debo comer. No en este momento. Ella asiente, le entrega todo a Aaron y empieza a comentar la actividad a su estilo.

"¿A qué hora llega Oliver?"

"Menos mal hay pantallas grandes porque no se ve nada de lo que pasa adelante".

"Alguien mate a esa botarga ya".

—Es ella —murmura de pronto la mujer frente a mí a otra que parece su amiga, las dos viendo más allá de mi hombro derecho.

¿Ella?

Me volteo para ver hacia donde ellas y más personas señalan y la distingo. Es Karin, la novia de Oliver, entrando por la puerta trasera del centro comercial.

Viste completamente de negro: tacos altos, pantimedias, una falda drapeada, blusa blanca y un abrigo a juego. Su cabello está perfectamente planchado, usa anteojos de sol estilo mariposa, lo que le da un aire ejecutivo, y sus labios están pintados con un rojo brillante. Yo... ni siquiera me maquillé. Bien, ahora me siento como una pordiosera.

Trae un bolso en su mano derecha y un teléfono móvil en la izquierda, y está hablándole a quien esté al otro lado de la línea mientras dos agentes de seguridad caminan a sus costados y otro, del tamaño de un dinosaurio, detrás de ella, siguiéndole. Tía Su alcanza mi mano para apretarla con fuerza, no comprendo por qué hasta que... advierto que detrás del dinosaurio viene caminando él.

Oliver.

Trato de ponerme de puntillas para poder verle por encima de tantas cabezas que se alzan ahora. Esconde sus manos dentro de los bolsillos de sus vaqueros y mantiene la cabeza gacha, hasta que, segundos después, la eleva un poco. También trae puestos unos lentes de sol y mueve su boca masticando desinteresadamente un chicle. Se ve... guapo. No suspires, Andrea, no suspires... Bien, solo un poco...

—¡Es Oliver! —empieza a gritar la gente con fuerza, intentando atrapar la atención de él agitando sus brazos... yo, por el contrario, me escondo. Vivo en una constante contradicción. A veces quiero que me vea, otras no tanto.

Luce tranquilo, concentrado, completamente imperturbable. Conociéndolo, pensé que estaría nervioso por tener que presentarse frente a un público grande, pero se ve cómodo con su posición. Bien. Por otro lado, no saluda a quienes gritan le llaman, ni siquiera les voltea a ver. Su actitud se limita a seguir a Karin y a los guardias de seguridad.

—¿Soy yo o ese imbécil nos está ignorando? —se queja Aaron, empujando a la gente que se interpone para que veamos mejor y niego con la cabeza sin saber qué responderle. No sé qué diablos... Es en ese momento cuando mi primo toma impulso y grita—: ¡DANTE COCINA MEJOR! —Atrayendo finalmente hacia nosotros la atención de Oliver.

Mierda.

Trastabillo intentando no caerme y obligo a Aaron a acuclillarse junto a mí. Tía Su continua de pie, no pasa nada si Oliver la ve a ella, no la conoce. En cambio a nosotros...

—¡No vuelvas a hacer eso! —regaño a mi primo, acomodando sobre su cabeza el gorro adherido a su sudadera y después le oculto la cara con los Ray-Ban. Es imposible que Oliver no reconozca a Aaron, aún debe tener pesadillas con él.

Un segundo después vuelvo a sacar la cabeza entre la multitud y veo a Oliver girar otra vez la suya para volver a ignorarnos.

—Lo mataré —anuncia mi primo.

No, tú no eres así, pienso, apretando mis labios. Tú no eres así, Oliver Odom.

—¡OLIVER ODOM, DAMAS Y CABALLEROS! —comunica a todos el presentador mientras la seguridad le abre paso a él y a Karin—. ¡CUÁNTOS AQUÍ VEN EL CHEF DE ORO! ¡A VER ESAS MANOS!

Oliver continúa mostrándose indiferente mientras sube al entarimado, odiosamente indiferente. La gente a mí alrededor lo comenta. A Karin, por otro lado, le entregan un radio y rápido camina hasta donde está la consola, da indicaciones al staff y en menos de un minuto consigue que muevan algunas cosas de lugar, distribuyan mejor a la gente y mejoren el sonido.

—Es una mandona —critica tía Su.

—Es su trabajo como representante —murmuro yo, para mí, sin encontrar nada para criticarle. Es a Oliver a quien tiene que gustarle, no a nosotras.

A él otra de las encargadas le está ayudando a ponerse la filipina de chef, todo sin él verla a los ojos pese a que ella le habla.

Te dije que es un engreído —escucho que comenta un chico a otro. Niego con la cabeza negándome a creer eso. No. Él no...

—Señoras, Bottelín pasará cerca de ustedes obsequiando muestras de nuestros productos mientras Oliver termina de prepararse —avisa el presentador pidiendo que le suban más volumen a la música y la botarga, ahora con parte de la cara manchada de mostaza, empieza a buscar espacios para desde ahí lanzar muestras a la gente.

Recorro con mi mirada el lugar, en total somos, quizá, cuatrocientas personas reunidas frente al entarimado, más las que miran todo desde los barandales del segundo y tercer piso del centro comercial. Oliver tiene mucha atención hoy, no soy la única que quiere verle.

Un camarógrafo aparece en escena y comienza a enfocarle buscando, creo, su mejor ángulo. Al instante el rostro imperturbable de Oliver aparece en las pantallas LED. Él, al percatarse de ello, cierra unos segundos sus ojos para después abrirlos y proceder a tratar de respirar disimuladamente con su boca, manteniendo todo el tiempo su cabeza baja mientras gente continua llamándole. También está sudando. No es engreído, está tratando de controlar su pánico escénico, deduzco, sintiendo aflicción.

Debo acercarme.

Intento pasar de las personas que tengo delante de mí pero no puedo, son demasiadas y todas están pidiendo a la botarga Botellín que les lance muestras de productos. Hay un enorme alboroto.

—¡Aquí! —escucho que le grita tía Su a Botellín para que también arroje cosas hacia nosotros—. ¡Aquí, joder! —Pero este no le lanza nada.

—¡QUE HACIA ACÁ, BOTARGA INÚTIL! —le amonesta Aaron.

—¡Tratemos de no llamar la atención! —los regaño y ambos asienten sin dejar de ver con enfado a Botellín.

Devuelvo mi atención a Oliver y le veo caminar hasta la estufa para empezar a acomodar todo, ya le terminaron de acomodar la filipina. Se ve aún más hermoso con uniforme de chef, resuello, tratando de no emitir ningún sonido romántico con mis labios. No puedo tenerlo pero nada me impide verlo.

—¡QUE HACIA ACÁ TAMBIÉN, BOTELLA INEPTA!

Al instante veo caer desde mi derecha volantes, muchos volantes, al mismo tiempo que tía Su gruñe:

—Ahora si te lo buscaste, hijo de puta...

¿Cómo? En seguida la gente empieza a gritar:

¡PELEA! ¡PELEA! ¡PELEA!

El jaleo me pilló distraída. —¿Qué pasó? —pregunto con horror a Aaron, jalándole de la sudadera.

—Tía Su le pidió a la botarga lanzarle muestras y esta, en respuesta, solo le arrojó volantes publicitarios —explica él, también molesto.

Buscando calmar las aguas, busco a tía Su para calmarle, pero es tarde... Ella ya está corriendo hacia la botarga para taclearla.

¡PELEA! ¡PELEA! ¡PELEA!

Llevo mis manos hasta mi cabeza con espanto.

—¡Eso tuvo que dolerle a Botellín! —ríe el presentador desde el micrófono.

—Aaron... Aaron, haz algo —Hago reaccionar a mi primo y este asiente.

—Tranquila, yo me encargo —dice, empezando a abrirse paso entre la gente para llegar rápido al lugar en el que Botellín ya se está levantando para devolver la tacleada. Tía Su le espera impaciente animándole ella misma a aproximarse...

Mi boca cae abierta.

Con preocupación devuelvo mi atención a Oliver que, para mi sorpresa, intenta contener una risa al darse cuenta de todo. Eso me relaja y hace sonreír a mí. Sí eres tú.

Eres tú.

Es su novia la que salta sobre el entarimado exigiendo a seguridad que detengan la pelea. No obstante, el público empieza a desordenarse y mover más por el jaleo, a tal punto que siento empujones y codazos.

¡Cuánto a la Botella! ¡Cuánto a Su! —escucho que grita Aaron, llamando la atención de todos, recibiendo al mismo tiempo dinero de quienes empiezan a rodearle.

Oh, Dios.

El público ya está dividido en dos bandos y se mueven a modo de formar entre todos un circulo. Aaron les dirige.

—¡Que paren eso ya! —grita Karin desde su lugar en la tarima. Oliver, al otro lado, niega con la cabeza todavía sonriendo y después recibe una hoja de papel que le entrega otro miembro del staff.

Una vez más intento abrirme paso hasta él, pero debido al revuelo la operación se tornó es más difícil, por lo que únicamente le veo leer la hoja para luego empezar a acomodar lo que necesita. Parece estar listo para empezar.

¡En esta esquina, pesando cuatrocientos mil mililitros, libre de colesterol y de origen completamente vegetal... La botarga Botellín! —presenta Aaron al primer contrincante mientras parte del staff trata de llegar hasta él. El descontrol va en aumento.

Si me acerco a él tengo más oportunidad de que Oliver me mire, pero personas apretujándome me impiden avanzar. Hay mucho desorden.

¡Y en esta otra —Esta vez Aaron señala a tía Su—, pesando noventa kilos...!

¡Ochenta y ocho si no he desayunado! —rebate ella acomodando un mechón de su cabello y retando con la mirada a Botellín.

¡Ochenta y ocho si no ha desayunado...! —corrige mi primo—. ¡Divorciada dos veces antes de cumplir treinta, amante de la comida china y las tardes soleadas..., Suuu, la deeeeestructoraaaaa!

Mi tía procede a levantar sus brazos anunciando desde ya su victoria y los ánimos se caldean aún más cuando el bando de Botellín le abuchea.

Sí, esa es mi familia.

Cuando la pelea comienza la gente se aproxima más a los contendientes, dispersándose, lo que me permite caminar libremente hasta el entarimado. ¡Bien!

¡Eso es... cuando no peleen, bailen! —anima Aaron a los otros dos—. ¡Lo que queremos es que se muevan! ¡Que se muevan! ¡Ahora el paso lunar al estilo Michael Jackson, tía Su...! ¡Eso es! ¡Muy bien! ¡A ver con qué superas eso, Botellín!

Me apresuro a moverme más rápido, sin embargo, cuando estoy a menos de un metro, me detengo en seco al ver a Karin aproximarse a Oliver para, intuyo, calmarle y decirle que todo estará bien...

Ella sella su promesa con un beso en los labios que él corresponde luciendo feliz de hacerlo.

Dios.

Sintiendo tiritar mis labios y comprimir mi pecho, doy media vuelta mientras parpadeo para alejar las lágrimas. Mi cara debe ser una trova a la devastación.

Es todo.

La suerte está echada y no a tu favor.

Tu misma elegiste tus cartas.

Ahora vete.

A. Partir. De. Ahora. Solo. Voy. A. Comprar. Aceite. De. Oliva —escucho que grita tía Su a la botarga al mismo tiempo que le golpea con ambos puños, está encaramada sobre esta. La gente le anima a darle más duro.

Limpio una lágrima de mi cara y sonrío lánguidamente. Me alegra que ella y Aaron estén aquí aunque solo sea para masacrar botellas.

—Abran paso a la policía y regresen a sus lugares, por favor —pide el presentador a todos y antes de que pueda dar un paso más me vuelvo a ver rodeada de extraños que me impiden avanzar.

¿La policía? Necesito llegar hasta tía Su y Aaron. No obstante, al estar otra vez atrapada entre la multitud, únicamente puedo verles ser apresados junto con Botellín.

—¡TÍAAA! —grito, inútilmente, viéndole lanzar cabezazos y patadas a los oficiales que la separan de la botarga.

—No pasa nada, en breve comenzamos —continua animando a todos el presentador—. ¿Qué les parece si mientras escogemos a quien pasará al frente a cocinar con Oliver? ¿Escogemos? ¿Qué dicen?

—¡SÍ! —El público vuelve a mostrarse entusiasta y brazos se empiezan a levantar—. ¡Yo! ¡Yo quiero pasar! —piden, gritando.

Al ser la única que intenta avanzar en reverso, inevitablemente comienzo a llamar la atención. Cientos de manos y cabezas se levantan pidiendo pasar al frente en lo que yo trato de encontrar espacios para llegar hasta tía Su y Aaron. Voy contra la corriente.

—A ver... Hey, tú, la que quiere escapar —escucho hablar al presentador. ¿Alguien más quiere escapar?— Tú, la del gorro de lana color grisáceo —Me detengo en seco—. vas a ser la que pase a cocinar con Oliver.

Me viro lentamente hacia donde sé que está la consola, ahí vi por última vez al sujeto con el micrófono. Solamente que esta vez viene caminando en mi dirección...

—No huyas, preciosa —dice—. Ven acá. Tú eres perfecta para salir en fotos.

¿Fo... No respiro.

Me apresuro a sacudir mi cabeza en negación, advirtiéndole que no me quedaré y ante su insistencia señalo a mi tía y a mi primo, estableciendo así que debo marcharme ya con ellos.

—Será solo unos minutos —persiste.

—¡Que pase... que pase... que pase...!

Termino de volverme en dirección a la tarima y desde donde estoy observo a Oliver. Parece estar buscando algo entre sus utensilios. No está prestando atención.

—¡Que pase... que pase... que pase...! —continua voceando el presentador y el público le sigue—. Vamos, linda, ven acá... —Él estira su mano hacia mí para que la tome a pesar de que aún estoy demasiado lejos—. Vamos, gente, abrámosle paso a la chica para que pueda aproximarse.

El público hace caso y pronto tengo el paso libre.

Preguntándome si esto es real comienzo a moverme hacia el entarimado manteniendo mi cabeza gacha; buscando, al mismo tiempo, por dónde subir. El staff rápidamente me señala las gradas. El animador me indica que debo subirlas. Mis ojos buscan con miedo a Oliver, parece haber encontrado lo que necesita pero ahora se concentra en algo más. Todavía no repara en mí. Pasa, al menos, medio minuto antes de que consiga terminar de subir. Estoy completamente fuera de mi zona.

Inhalo y exhalo, e inhalo y exhalo para comprobar que mis pulmones continúan trabajando, siento que no hay suelo bajo mis pies, que camino sobre cera. No soy yo en este momento. No soy yo.

—Bienvenida por fin —me recibe el presentador, colocando su mano en la parte baja de mi espalda para que camine con él—. Ven... es aquí... —dice, llevándome hasta donde está Oliver, el espacio detrás de la estufa tipo industrial. Me siento incapaz de creer que en realidad me encuentre aquí.

Cierro los ojos e insisto en mantener mi mirada baja. Mis oídos zumban. Ya no puedo diferenciar entre el palpitar de mi corazón y la música de David Guetta. Solo sé que en algún momento, temo, me desmayaré... El presentador me indica establecerme junto a Oliver y eso hago. La mueca en mi rostro debe ser de película.

En silencio espero a que Oliver me note. Es él quien está a cargo de elegir en qué momento, pero está ocupado acomodando la tabla de picar a un lado de una cacerola. Puedo sentir el calor irradiando de su cuerpo, o bien puede ser el horno de la estufa. Qué más da. Su olor si es propio, gel de baño y menta que emana del chicle que aún está mascando.

—Ja..br... —murmuro, tratando de pillar su atención antes de que empiece todo ¿Ja... br...? ¿Qué demonios fue eso?

Soy un cataclismo emocional.

Hay mucha gente mirándonos. Mucha. Karin es la más cercana. Con la radio en una mano y su móvil en la otra, nos saca fotografías a ambos mientras hace saber a quién la escucha que le enviará todo para que se lo haga llegar a la prensa.

—Sonríe, linda... Sonríe —me pide, de pie frente a mí. Hago lo mejor que puedo para esbozar una sonrisa honesta—. Oliver, tú también saluda —le pide a él, que solo agita su mano en dirección al móvil y le da su atención un nanosegundo antes de volverse hacia una persona del staff para que esta adhiera un micrófono pequeño a su filipina.

—Con esto estamos listos, Oliver —le indican—, a partir de este momento todo lo que digas se escuchará en el altavoz.

—Gracias, Al.

—A ti —Se despiden y Oliver vuelve a su posición inicial para ahora sacudir un poco su cabeza, sus manos y resoplar levemente. Trata de no perder la concentración mientras el público continuando llamándole.

Yo soy una efigie. Me muevo menos que Julia. Aún espero algún tipo de reacción por parte de Oliver.

—Buenas tardes —saluda a todos, tratando de controlar el vibrar de su voz—, mi nombre es Oliver Odom y hoy cocinaré para ustedes Pollo al vino —Me estremezco por la forma en que sus palabras retuercen mi estómago en nudos. El público está aplaudiendo—. Necesitaremos tres cucharadas de aceite La Primavera —dice, con actitud jovial—, seis muslos de pollo cortados a la mitad sin la piel ni la grasa —Está mostrando cada cosa a la gente—, media cucharadita de sal...

Una mano agitándose a poca distancia llama su atención. Es Karin.

—Incluye a la chica —gesticula ella, señalándome y él asiente.

—Tomates enteros picados —continúa entonces Oliver, mirando de los tomates al público para a continuación coger dos, mostrarlos y... caballerosamente entregármelos—. Sostén acá, por favor —me pide, sonriéndome, sus ojos deteniéndose en mí un instante, y se gira otra vez hacia la multitud...

...para esta vez quedarse ahí estático durante un largo segundo.

Un muy largo segundo.

Estático.

Pasmado.

Completamente abstraído en lo que sea que esté pensando... Lo sé, Oliver. Lo sé.

Lo observo y su pecho pronto empieza a contraerse de la misma forma que el mío, doliéndole, lo puedo ver en la tirantez que expresa su rostro, del que ahora solo queda el vago recuerdo de una sonrisa. Puedo escucharlo respirar. Puedo verlo perder el tino. Si está sintiendo lo mismo que yo, teme estar soñando.

Abre ligeramente su boca y comienza a moverse hacia mí. Me obligo a no dejar de mirarle.

No me odies...

Cuando sus ojos finalmente encuentran los míos estos se dilatan y, atónito, se obliga a inclinarse levemente hacia adelante para confirmar lo que ve, mostrando, además, miedo. Quizá el mismo miedo aplastante que estoy sintiendo yo. Así, su boca se abre un poco más intentando pronunciar una A...

Es todo.

Sabe que soy yo.

Me reconoció. 


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Agradezco infinitamente sus votos y comentarios :) ¿Qué tal se sienten?

Si publican en el grupo de Facebook Tatiana M. Alonzo - Libros, no olviden incluir advertencias que incluyan sobre qué historia es el spoiler. Tengo muchas xD

Por último, los invito a ver la última tontería que publiqué en mi instagram y seguirme allá: TatianaMAlonzo 

Gracias por votar y comentar ♥

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