Capítulo 38
Andrea
Estoy sentada en mi cama con una laptop sobre mi regazo. Resulta que la chica de la librería escribe y tuvo la gran idea de hacer una historia sobre Axel y Julia y el por qué hemos encontrado a Julia con un vestido de noche bajo el de novia. Ha pasado once veces ya. Once. Ella le dará una explicación fantasiosa siendo el caso de que, es la fecha, no encontramos una lógica. Para esto, hace un par de semanas me reuní con su editor y le platiqué mi versión de todo. Ahora debo leer el borrador de la novela para dar mi punto de vista.
Y no sé, puede que un día me decida a escribir una novela. «Ni siquiera puedes terminar sin errores la lista del supermercado», opinaría mamá.
Alcanzo el vaso con helado que dejé sobre la mesita de noche y sigo leyendo, aunque procurando no distraerme. Cobardemente decidí poner música de fondo. Esta novela tiene que ver con fantasmas y no quiero absoluto silencio.
—Diez años al aire —repite constantemente Joel Borat—. Diez años contestando llamadas de radioescuchas felices, nostálgicos y con el corazón roto. Poniendo canción tras canción sobre aquel amor que se fue, que traicionó o no funcionó.
—Triste —suspiro.
—¿Vamos con otra canción? The Air That I Breathe de The Hollies.
—¡Oh, esa es buena! —celebro subiendo el volumen—. If I could make a wish, I think I'd pass...
—Y sigan llamando. Hoy es nuestro décimo aniversario y al final de la noche sortearemos una camiseta autografiada por Max Solatano.
—De todas formas nunca gano nada —me quejo esperando que Joel deje de hablar para que siga The Air That I Breathe—: Tarararara... No cigarettes, no sleep, no light, no sound. Nothing to eat, no books to read...
Y sigo leyendo.
La novela trata, ya lo dije, sobre un grupo de fantasmas que habita un centro comercial y que por las noches, cuando no hay nadie, poseen a maniquíes para vivir a través de ellos. Me gusta... Me gusta porque es una comedia romántica. Como mi vida... Aunque esta últimamente es más drama.
—Ya pusimos a Leona Lewis, The Beach boys, Raptor, The Hollies, pero también, a petición de ustedes, seguiremos recordando esos temas que hicieron historia en el programa, que nos quitaron el sueño y dieron en qué pensar: Amor a distancia, Amor en la vejez, Tener una aventura... Eso fue polémico. Cada tema nos conmovió e hizo tomarle cariño a quienes llamaron para contarnos anécdotas.
«—No quiero verme como ella —dice Colette negándose a volver a entrar dentro del maniquí con vestido de novia—, quiero que me beses siendo yo..., que me toques siendo yo.»
—Aww —cuchicheo cogiendo otra cucharada de helado. Si esto no tiene final feliz mato a la chica.
—... la novia que se suicidó el día antes de su boda, la mujer que se embarazó de su amante y temía decírselo a su esposo, el chico que se enamoró de la hermana de su mejor amigo. Llamen, escriban, etiquétennos en redes sociales y cuéntenle a Zoe, que por esta noche está a cargo del teléfono y social media, a quien de todos los radioescuchas que llamaron a lo largo de diez años recuerdan más.
—La de la viuda que no deja de visitar la tumba de su esposo —digo sin dejar de leer—. Esa me hizo llorar.
—Envíen un mensaje de texto, arróbennos en Twitter, Facebook o Instagram.
—Llamen por la viuda —pido enviando yo misma un mensajito.
Hola, mi nombre es Andrea y quiero saber qué pasó con la viuda que no dejar de visitar la tumba de su esposo.
—Mientras les dejo con Woman in love de Barbra Streisand.
—¡Esta te gusta! —grito subiendo el volumen a la radio. La tengo puesto en mi laptop y mi abuela está doblando ropa en la habitación de al lado.
—¡Barbra! —celebra.
—Life is a moment in space —cantamos las dos—, When the dream is gone, It's a lonelier place...
«—Me da miedo que me veas vestida así —dice Colette con timidez ya dentro del maniquí—, que nos incomode a ambos —señala el vestido de novia.
—Podemos buscar otra cosa.
—¿No te molesta que pierda un par de horas por miedo a no saber qué ponerme?
—Ni siquiera me molesta que lleves puesto ese vestido. »
—Aww —cuchicheo volviendo a meter helado dentro de mi boca.
—Ya tenemos las primeras sugerencias. Denis pide saber de Grisel, la chica que por accidente se mudó al mismo edificio que su ex...
—No, la viuda —repito.
«Para Atticus lo importante no es como se mire Colette, sino el tiempo que han pasado juntos intentando encontrar respuestas...»
—Zuri quiere saber de Lamar, el chico que se enamoró de la hermana de su mejor amigo; Dina, que envió un mensaje de WhatsApp también quiere saber de Grisel, lo mismo Sharon, Brenda y Scarlett. Ahora, Lucía nos arrobó en Instagram y quiere saber de Oliver.
Me vuelvo con miedo hacia la laptop, minimizo la novela y abro la pestaña de la radio.
—Y no es la única —añade en seguida Joel—: «Yo quiero saber de Oliver» dice Alexei, «llamen a Oliver» pide Marat, «Yo solo escucho el programa para saber si Oliver encontró a la chica», asegura Ivy que nos sigue desde el extranjero. ¡Muchas gracias por eso. Ivy! —ríe—. ¡No es por mi linda voz entonces!
Tal vez lo imaginé.
—Hay muchas solicitudes por Oliver y por Grisel y hace mucho no sabemos de ambos. ¿Qué les parece si abrimos una votación? Ustedes elijan a quien contactaremos en nuestro aniversario. A Oliver que lleva años buscando a una chica, o a Grisel que nos mantiene al tanto sobre cómo es vivir en el mismo edificio que su ex. Y por supuesto, veremos si ellos quieren contestar y hablar al aire.
Cierro la laptop y la miro como si en lugar de un aparato eléctrico se tratara de una bomba a punto de estallar.
—No —digo, saliendo de mi cama—. No.
Han pasado siete meses desde que vi a Oliver en el estacionamiento del hospital. Siete.
Me agacho y saco de debajo de mi cama la caja con cartas que me entregó tía Di y la abro sin tomar alguna en particular.
—Dijiste que ya no escucharías ese programa —me regaño. Y lo volví rutina. Y lo hice parte de mí.
... y ahora me pongo yo sola contra la pared.
¿De qué lado elijo estar?
Sintiendo que mi estómago quema, desconcertada debido al miedo, de nuevo queriendo huir de mí, vuelvo a abrir la laptop. El programa está en cortes comerciales. ¿Ya lo llamaron?
Me siento en una esquina de mi cama a esperar.
—Buenas noches, Ontiva. Siendo las nueve de la noche en punto iniciamos con la segunda hora de Buenas noches con Joel y les recuerdo que hoy tenemos programa especial por nuestro aniversario. Artem nos pregunta cómo está el tráfico sobre la sexta avenida. Fluye bien hasta el momento, Artem. Aunque no es lo mismo en otras zonas de la ciudad. En cualquier caso, escucharnos mientras conduces aligerará la espera.
»Ahora veamos cómo va la votación. ¿Quién ganó? ¿A quién llamaremos? ¿Grisel? ¿Oliver? Zoe, haz la llamada a quien corresponda y en lo que contesta le daremos espacio a uno de nuestros anunciantes...
¿Quién dijo que sería fácil esperar? ¿Quién dijo que sería fácil dejar ir? ¿Quién le puso condición al olvido?
—¿Aceptó la llamada, Zoe? —escucho que pregunta Joel al finalizar el segmento del anunciante—. Perfecto. Buenas noches, Oliver —saluda finalmente.
Y en definitiva concluyo que tú no eliges tus cartas.
—Buenas noches, Joel.
—Tanto tiempo desde que hablamos por última vez.
—Casi dos años —dice Oliver.
¿Dos años?
—Casi dos años desde que no sabemos si encontraste lo que buscabas. ¿Me recuerdas el nombre de la chica? ¿Marcia? ¿Mariela? ¿Montse?
—No —Oliver ríe en voz baja—. Andrea.
—Es otra Andrea —digo yo, cerrando mis ojos—. Es...
—La inigualable Andrea —agrega Joel—. Cabello rubio estilo bob, ropa holgada, lentes Ray-ban y peculiar capacidad para imitar patos.
—Sí, en definitiva es otra Andrea —insisto, empezando a llorar.
—Platícanos cómo va todo.
—La... encontré.
—¿En serio? ¿Escuchó eso el resto de la audiencia? Al parecer tomaron la mejor decisión al elegir llamar a Oliver en lugar de a Grisel. Y tú, Oliver, cuéntanos cómo salió todo. ¿Te reconoció? Recuerdo que ese era tu mayor miedo.
¿Qué?
—Sí... Me reconoció. Hablamos.
Tonto. Tonto. TONTO.
—¿Sobre qué hablaron? Si es que lo quieres compartir —añade Joel al notar que Oliver guarda silencio—. ¿Te explicó por qué se fue?
—Dijo que lo necesitaba.
—Bien.
—Sí.
—Y ahora están juntos —Es una pregunta.
—No.
No.
Y aunque Joel quiere decir algo más, aunque yo del mismo modo quiero decir más, Oliver continúa hablando.
—Supongo que... Supongo que es preferible dejar algunas cosas como recuerdo.
¿Puede doler más? Niego con la cabeza al mismo tiempo que abanico mi cara con mis manos para que las lágrimas ya no salgan.
—Sí, comprendo eso. Y es triste que no resultara como esperabas. Como todos esperábamos, en realidad. No es la misma Andrea de antes..., supongo —Eso también es una pregunta.
—No. Sí lo es. Es la misma Andrea.
—¿Entonces qué...?
—Sí, dile a él qué pasó.
—Soy yo el que quizá no es lo que ella esperaba.
¡DIOS!
—¿Engordaste?
—No —Oliver vuelve a reír en voz baja—. Solo me equivoqué muchas veces.
Las manos no funcionan como abanicos.
—Y no te lo perdonó.
—¡Yo quise hablar! —me defiendo.
—Yo me alejé.
Miro mi laptop con dolor, con enfado, le demando una explicación como si esta fuese Oliver.
—«Me alejé» Déjame ver si entiendo: ¿La buscaste como un loco todos estos años, la encontraste y... te alejas?
—Sí —Su voz se entrecorta. Aun así, ¿por qué para cualquiera que no sea él esto suena descabellado?
—¿Por qué?
—Ella se alejó una vez por el bien de ambos. Es mi turno de hacer lo mismo.
—¡OLIVER! —Me pongo de pie, suelto maldiciones y paso una mano sobre mi cabello sintiendo que lleva el demonio.
—Pero la quieres.
No contesta.
Triste, me vuelvo a sentar en mi cama al darme cuenta de que no contesta.
—Ella se merece a otro Oliver —continúa, aunque evitando la pregunta anterior—. Al que recuerda. Al que extrañó.
—Tonto —Vuelvo a llorar.
—El chico tímido que tenía por amiga a una anciana —dice Joel.
—Sí.
—Tonto. Tonto. Tonto —maldigo—. ¡TONTO!
¿Por qué nos hace esto?
—Tenemos llamadas, Oliver. Mensajes, Tweets... ¿Quieres escuchar lo que opina la gente?
—Para serte sincero no, pero sé que es parte de tu programa.
—Agradezco tu honestidad —ríe Joel mientras yo me limpio más lágrimas—. Natalia comenta desde Instagram: «Me parece cobarde de tu parte tomar esa actitud». Alguien en la misma publicación también nos dice «¿Tanto tiempo para esto?» Y los mensajes siguen llegando: «¿Qué opina Andrea?», «Esperé mucho tiempo para saber qué pasó. No me hagas esto», «Fraude», «Ya era hora de que la superaras, amigo.» Dice por último Hugo y... perdóname pero estoy de acuerdo.
—Bravo —río—. Es lo que Oliver quería escuchar.
—Siento mucha pena por ti entonces —dice por el contrario para mi sorpresa.
—¿Cómo? —pregunta Joel.
—Recuerdo mejor que tú cada una de mis llamadas —explica—: El chico de dieciocho años, luego el de diecinueve, veinte... Y hoy tengo veinticuatro aunque en el fondo siga siendo el mismo.
»Conocí a Andrea cuando no estaba pasando por un buen momento, Joel. Ella tampoco. De hecho, hasta ese momento poco sabía de lo que era vivir un buen momento. Era un chico solitario, tímido, triste..., lastimado. Y entonces llegó ella con su luz.
Vuelvo a cerrar mis ojos al escuchar que su voz pierde fuerza.
—Debiste verla la primera vez que tocó mi puerta —continúa—. Iba vestida con botas, vaqueros, una cazadora , camiseta blanca y una bufanda marrón a juego con un gorro de lana del mismo color..., de esos que se acomodan hacia atrás. Y los Ray-ban. No podían faltar los Ray-ban. Se veía increíble.
—Oliver —Siento mi pecho cerrarse.
—Y entró sin preguntarme si podía pasar. Porque así entró Andrea a mi vida: sin preguntarme si estaba listo para ella.
—Yo... —En el momento que llevo mis manos a mi cara, sin notarla de inmediato porque entró con sigilo, siento la mano de mi abuela caer sobre mi hombro. Inútilmente intenta ayudarme a dejar salir el dolor que contengo.
—Sin sospechar cuánto necesitaba hablar, reír, estar con alguien de mi edad..., amar.
»Me pasaba el día limpiando, cocinando, atendiendo a mi papá. No sabía qué era vivir. ¡Dios, no tenía idea de que tenía un corazón hasta que empezó a latir por ella!
»Hasta que vi su sonrisa, sus ganas de continuar pese a todo, su fe en mí... Andrea me llevó a hacer cosas que hasta ese momento jamás imaginé hacer. Éramos... Éramos un par de tontos. Nuestra vida, Joel, era una completa mierda pero nos amábamos.
»Me dio su absoluta compresión. Me tendió una mano. Me enseñó a perdonar. Cómo no iba a impresionarme. Cómo no iba a dejar huella en mí. Cómo no iba a querer regresar ahí cada que me siento acabado.
»Me hizo suyo. Me marcó por dentro. Muchos aseguran que yo la salvé cuando fue ella la que vino en mi rescate. Porque ella es fuerte, Joel, siempre lo ha sido. Yo era el cobarde, el débil, el minúsculo... Necesitaba un ángel.
»Por eso discúlpame por buscarla. Por extrañarla. Por querer arrancarme el corazón para entregárselo. Por querer volver a ese tipo de felicidad, la que ciega, la que roza la locura.
»E insisto en que siento pena por ti por no saber lo que es amar de esa manera. Conocer a alguien que te despierte, te consuma, te duela..., un vacío que nadie más llene. Y también siento pena por todo aquel que opine lo mismo que tú porque quizá no han encontrado al amor de su vida, y quizá nunca lo encuentren... pero yo, Oliver Odom, encontré al mío cuando apenas tenía diecisiete años.
—No te enojes con nosotros, Oliver —le pide Joel, apenado. Yo soy un torrencial de lágrimas.
—No —Oliver deja salir un suspiro sonoro—. Por supuesto que no. Solo... Solo no es un buen momento.
Ya somos dos, tres, cuatro, cinco..., según cita Joel a cada radioescucha que comenta o llama.
—Tu voz se escucha diferente, más distante...
—Perdón, me cambié de lugar.
—Escuchamos olas.
—Sí, hay un lago cerca. Ojalá tu público pudiera verlo.
Aparto mi cara del pecho de mi abuela y la miro a los ojos. Ella acomoda con gentiliza un mechón de mi cabello.
—¿Sabes dónde es? —me pregunta y asiento.
Le doy las gracias, limpio mi cara, me coloco zapatos y después corro hasta la habitación de mamá para buscar las llaves del coche.
Bajo las escaleras a toda prisa.
Todavía estoy llorando. Todavía lo estoy llamando en mi mente desgraciado, egoísta y necio..., pero necesito que repita todo eso mirándome a mí.
Cuando entro al coche lo primero que hago es encender la radio.
—Siempre le has dedicado una canción al final de tu llamada. ¿Cuál será esta vez? ¿Miss you? ¿Always? ¿I Don't Want To Talk About It?
—Goodbye my lover de James Blunt —contesta Oliver y enciendo el coche obligándome a poner más atención al camino que a mi triste corazón roto.
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