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Capítulo 30



Batman: ¿Qué pasó?

Joker: Nada.

Batman: Estabas llorando.

Joker: Tú mamá y sus chistes que me hace reír hasta las lágrimas.

Batman: Hablo en serio.

Joker: En todo caso, ¿para qué quiere que vaya al programa? ¿Tienes una amante ahí?

Batman: Tres.

Joker: ¡Lo sabía!

—¿Lo puede empacar? —pide la clienta al elegir el tocado que usará con su vestido.

No le platiqué a nadie cómo me fue con Magda, todavía no decido qué hacer. ¿Ignorarla? ¿Enfrentarla? ¿Qué opinaría Oliver? Es triste pensar en el futuro: Magda tratándome mal en una cena, un encuentro casual, alguna fiesta. Porque tenemos que convivir.

Entrego a la clienta su paquete, la envío a caja; y ahí, de pie frente al mostrador, sintiendo cansancio, me inclino hacia adelante para dejar caer mi frente sobre el vidrio. No es justo. Yo no quiero llevarme mal con Magda.

—No te fue bien, ¿cierto? —escucho que pregunta mi abuela. Niego con la cabeza sin levantar mi frente del vidrio. Mátenme—. Sé cómo se siente —agrega y me incorporo porque esto es algo que quiero escuchar—, tampoco fui bien recibida por mi suegra. Lo que es extraño porque yo tenía iniciativa, era dulce, recatada... contrario a tu tía Su —suspira señalando a tía Su ahora distraída con otra llamada—. Desde que empezó a salir con Bruno tuvo problemas y, aunque sea difícil de creer, su suegra la adora. Todavía mantienen contacto.

—¿En serio?

No sé por qué me sorprende, tía Su sabe ganarse a las personas.

—¿Entonces en qué consiste que te vaya mal? —pregunto, confusa.

—No tengo idea.

—¿Debería contarle a Oliver lo que pasó?

—Lo más probable es que se ponga de tu lado —Mi abuela suspira—, pero ella no va a perder. No no no, señor. A la primera que tengan un problema él la buscará, le contará todo «Mamá, pasó esto y esto», y ella dirá «Te lo dije». Imagina esa sonrisa de triunfo. Pero no vayamos tan lejos —Mi mueca es un poema—, quizá ni siquiera haga falta que ella lo diga, el mismo Oliver lo pensará.

—Eso no ayuda.

—Después ustedes se van a perdonar. Pero como ella, gracias a lo sucedido, encontró la manera de acercarse nuevamente a su retoño; la tendrás en tu casa criticando todo: la crianza de tus hijos, tu forma de vestir, de cocinar...

—Abuela...—Definitivamente no ayuda. Y sumémosle que yo no cocino.

—Y en plena cena de Navidad hará comentarios como «Ay, qué seco está el pavo» «Eva, como que le faltó sal» —Parece estar imitando la voz de mi bisabuela—, y tú dirás «No es saludable utilizar tanta sal, doña Marcela» y ella contestará «Pero hay otras formas de sazonar, aunque no es de extrañarse que tú no las sepas»

—Ah, es desahogo —suspiro.

—Querrá que tu hijo tenga el nombre de su tío, te dirá cómo amamantarlo, incluso cómo vestirlo —Mi abuela trata de calmarse.

—¿Y cuál es mi consuelo?

—No sé —Se encoge de hombros—. Mi suegra murió joven.

—¿Qué le pasó?

No conocí a mi bisabuela.

—¿Se mordió la lengua? —Me suelto a reír—. Está bien, no —Aunque igualmente ríe tiene una mirada triste. Creo que sí le afectó—. Fue algo del páncreas. Y como tu abuelo trabajaba 24/7, adivina quién la cuidó.

—¿Tú? —Mi abuela asiente. Wow—. ¿Y la trataste mal?

—Eso era lo que ella esperaba —Finge limpiar polvo de su solapa—. No le iba a dar el gusto.

Vuelvo a reír.

—Decidiste aguantar.

—No —corrige—. Solo demostré que no somos iguales. Al final se cansó.

—¿De tratarte mal?

—No. De ella misma. De terminar sus días sola.

Por la tarde hay tan poco para hacer que me entretengo cambiando de vestuario a los maniquíes. Julia en particular, tras varios días de peregrinación, tiene un altar construido con ramos. Todos los días vienen al menos tres novias a dejarle algo que utilizaron en su boda.

Los libros que sujeta Axel han cambiado. De títulos como Sentido y Sensibilidad pasó a Entrelazados, Mi loca encantadora, Tengo ganas de ti. En cuanto aparezca una novela erótica hablaré seriamente con ambos.

—Al menos Axel no tiene mamá —Le susurro al cambiarle de vestido.

Los vestidos de novia que manejamos están compuestos por piezas únicas, de modo que me es imposible no sorprenderme cuando al terminar de quitar todo a Julia me encuentro con un vestido azul entallado.

Yo no...

Lo toco para estar segura de que es real.

Yo no le puse ningún vestido azul a Julia.

—¿Alguien cambió a Julia? —pregunto en voz alta, percatándome de que el vestido aún conserva la etiqueta. No está pagado. Pertenece a una tienda del segundo piso.

—Eres la única que viste y desviste a esos maniquíes —contesta mi abuela. Es cierto pero...

Empecemos por el hecho de que en El cisne no vendemos este tipo de vestidos.

Busco la vidriera de Café y Letras. Axel está en su lugar. ¿Cómo...? Siento vibrar mi móvil antes de que termine mi enunciado. Lo busco en mi bolsillo.

Batman: ¿Nos vemos más tarde?

Joker: ¿No tienes que prepararte para mañana?

No contesta. El mensaje aparece como leído pero él no lo contesta. Sin dar importancia asumo que se distrajo con algo, guardo mi teléfono y busco una bolsa para meter ahí el vestido. Alguien me debe una explicación.

Batman: ¿Quieres ir a la grabación?

El mensaje de Oliver entra al final de la tarde.

Joker: No si es riesgoso.

Batman: Lo es.

Joker: Bien. Entonces veo el programa en casa. No hay problema.

Nunca le insistí en querer ir. Soy consciente de cuál es mi posición por el momento.

Batman: Gracias.

Joker: Concéntrate. Confía en ti.

Joker: Pasarás a la final!!!

Joker: Celebraremos.

Durante el día no recibí muchos mensajes de Oliver. Le pregunté cómo está, cómo va todo, si ya está en el foro de grabación y solamente respondió «Bien». Debido a su contrato no puede comentar nada, pero como el programa previo a este se transmitió el miércoles, sé que Boris, Dante y Oliver disputan estar en la final. Quiero que Oliver y Boris pasen, lo merecen; pero al mismo tiempo sería difícil verlos competir. Aun así, regreso a la vidriera para repintar las letras del cartel «Aquí apoyamos a Oliver Odom»

Minutos antes de cerrar la tienda tía Su me pregunta si —en representación de Oliver— quiero celebrar con ella, Abner, Porky y Aaron el éxito del club de la Botarga. Nada formal. Iríamos a la misma discoteca de la otra vez. Acepto. Oliver está ocupado, no tengo más para hacer, de manera que cuando me llame o escriba le informaré dónde estoy para que se una a nosotros.

Avanzamos por el estacionamiento del centro comercial y subo al asiento trasero de la camioneta de Abner junto con Aaron y Porky. Tía Su, sentada cómodamente en el asiento del copiloto, enciende la radio para que nos entretengamos. 

—¿Con quién mensajeas? —pregunto a Aaron. No deja de poner atención a su teléfono. Festeja cada que recibe una notificación.

—Boris —aclara consiguiendo que Porky también le dé su atención.

—¿Te está contestando los mensajes? —pregunto sacando mi propio teléfono. Todavía no tengo respuestas de Oliver.

—Pasaron a la final —susurra Aaron a mi oído y mi pulso se acelera—. Ambos —confirma—. Oliver y Boris.

Salto a abrazarlo. No los quería ver competir, ¡son amigos!, pero es fenomenal que sean los afortunados.

—¿Qué pasó? —pregunta tía Su al vernos animados.

—No podemos decir nada por el contrato —Le recuerdo a Aaron. ¿Hablar o no hablar?

—Pero es nuestra tía, su novio y nuestro socio —dice Aaron—. No saldrá de acá.

—Pero no pueden decir nada —digo yo a todos, sobre todo a Porky.

Prometen guardar silencio y Aaron da la noticia. Para festejar Abner sube el volumen a la música, tía Su baila y Porky busca su teléfono para un segundo después guardarlo de nuevo. Me sorprende. Parecía querer enviar un mensaje pero se limita a nada más preguntar más detalles al Bebote.

—Sí tendrás luna de miel en Dubai, Andrea —Me sonríe Su.

—¿Qué dice? —pregunto a Aaron insistiendo también en querer saber más. A diferencia de Oliver conmigo, Boris hasta manda fotos. Uno de los mensajes dice «Las cosas se pusieron tan tensas que...» y le sigue la imagen de una ambulancia. Dejo de sonreír. ¿Qué pasó?

Miro a Aaron escribir a Boris para preguntarle si está bien.

«Sí, no pasa nada jaja es para Oliver. Te escribo al rato que ya me regañaron por sacar el teléfono», aclara.

—¿PARA OLIVER? —Le arrebato el teléfono a Aaron para de cerca la fotografía. Es la parte trasera de una ambulancia y... no hay más.

¿Qué pasó?

«¿Cómo está Oliver? ¿Qué pasó?», escribo yo misma a Boris pero no hay respuesta.

—No creo que sea grave, puso «jaja» —dice Aaron.

Tiene razón. Es tan normal que se tome con humor a las ambulancias. Hacerlas llegar pese a no tener una urgencia. Los latidos de mi corazón se aceleran.

—Tenemos que ir al foro de grabación —digo a tía Su.

—Pero no te pueden ver ahí.

—A mí no pero puede entrar alguien más.

Y averiguar por qué carajos pidieron una ambulancia para Oliver.

—Es una televisora, pollito —opina Porky—, no puedes entrar sin autorización.

—Tengo autorización —dice Abner. De ser verdad se convertirá en mi tío favorito—. O por lo menos Botellín la tiene. Me dieron una identificación por ser mascota de patrocinador. Hoy no tuve turno, debe haber alguien más dentro, pero podemos intentar. En la cajuela tengo la botarga.

Tía Su le planta un beso a Abner por ayudarme.

—¿Te animarías a entrar? —le pregunta.

—Puede entrar cualquiera que se ponga el traje —opina Abner—. Están tan acostumbrados a ver a Botellín entrar y salir del foro que dudo que lo revisen.

Tía Su espera a que tome una decisión.

—No. Si Oliver está realmente mal no soportaré quedarme sin hacer nada. Que entre alguien que sepa mantener el control y salga a informarnos. Decidiré qué hacer entonces. A lo mejor hasta lo llevaron al hospital —Estoy respirando rápido. Reviso mi teléfono. Aún tengo mensajes sin contestar.

Al final decido que la misión será para Aaron.

Abner ingresa al estacionamiento de la televisora utilizando su identificación y le hago aparcar cerca de la camioneta de Oliver. Nada fuera de lo normal. Abner y Aaron bajan, y de esa forma, en lo que Aaron se coloca el traje de Botellín, Abner le explica por dónde entrar, por quién preguntar y qué hacer o no hacer al foro de grabación.

—Vuelvo pronto —dice el Bebote para despedirse. 

Lo vemos caminar hacia la entrada, saludar a los guardias, mostrar su identificación e ingresar al edificio.

Bajo de la camioneta y camino de un lado a otro con tía Su repitiéndome que no hay nada de qué preocuparse, que de ser grave ya me hubieran llamado. Pero yo lo dudo. Le avisarían a Karin, Magda o a Byron..., no a mí.

Veo dos coches marcharse y tres aparcar hasta que uno en particular, un Mercedes-Benz plateado, se estaciona junto a la camioneta de Oliver. De ahí baja Karin...

¡KARIN!

Intento subir a la camioneta de Abner para que no me mire.

—No corras, Andrea —dice, terminando de bajar. Trae con ella unos papeles.

—Es que no debería estar aquí —Me quejo.

—Yo tampoco pero qué se le va a hacer —Se instala frente a mí. Se ve cansada. Muy cansada. Ni siquiera se ha percatado de que la mitad de su cara se quedó sin maquillaje.

—¿Cómo está Oliver? —empiezo.

—¿Bien? —No parece entender el motivo de mi pregunta.

—Supe que llamaron a una ambulancia.

Karin hace rodar sus ojos.

—Stu y sus exageraciones —Trata de acomodar los papeles que trae en su mano—. El médico de cabecera que está el foro era más que suficiente.

—¿Pero qué pasó?

—No me corresponde a mí decirte —Intentando avanzar pero no se lo permito—. Espera a hablar con Oliver.

—No me contesta.

—En algún momento lo hará —Parece querer reír—. Pero claro, Andrea Evich no está acostumbrada a que Oliver Odom la ignore.

¿Se está burlando?

—Aunque te duela —contesto.

Suelta una risa seca y pasa de mí.

—¿Qué le pasó a Oliver? —insisto, siguiéndola.

—Que no me corresponde a mí decirte eso.

—¿Por qué?

—Espera a Oliver. No tarda.

—No sabe que estoy aquí.

—Le diré —No obstante se detiene al notar que no dejo de seguirla—. Linda, él está bien, ¿de acuerdo? —Realmente luce cansada—. Regresa a tu coche y espéralo ahí. Puedes meternos en problemas.

—Quiero información —repito.

—Y ya te dije que a mí no me corresponde dártela.

—Él no es de ocultar cosas —Le recuerdo para que tenga claro el porqué de mi insistencia.

—A ti —ríe Karin abanicando su cara. ¿Trata de no llorar?—. Él no es de ocultarte cosas a ti.

—Comprendes el punto.

Retoma su camino:

—Saldrá en un rato.

—Ha cambiado —Estamos a pocos metros de la entrada que utilizó Aaron—. Era antes que no me ocultaba cosas.

—¿De qué te quejas, Andrea? —La actitud de Karin cambia de desánimo a enojo—. Aún es atento, respetuoso..., bueno en la cama.

—Bastante bueno en la cama —Estoy de acuerdo. No voy a permitir que me rete.

—De nada por eso —sonríe, intentando caminar más rápido. Perra—. Desde que nos conocimos toma la iniciativa, respeta los preliminares, sabe dónde tocar —Está sonriendo.

¿Qué intenta?

—¿Desde que se conocieron? —pregunto bloqueándola para que me mire a la cara. Ella asiente—. De nada por eso también —Le devuelvo.

—Debiste dejarme ganar esa —reclama intentando pasar de mí—. Lo tienes a él y te quejas. «Oliver no me contesta» —Hay dolor en su voz—. ¿Tienes idea de cuánto me hacía esperar a mí? ¡DÍAS! Venir a decirme precisamente a mí que Oliver no te contesta, duele. Le dejé el camino libre. Dejarme conservar un poco de dignidad no te hubiera quitado nada. Nada.

Continúa su camino luciendo molesta. De acuerdo, ahora me siento mal.

—¡Es que no tengo información!

Y ya no importa que no quiera dármela, Aaron por fin está saliendo del edificio. ¡SÍ!

Dejo de sonreír al verlo molesto. Realmente molesto. No trae puesta la parte superior del disfraz. ¿Qué pasó? Pasa la seguridad sin mostrar cuidado, sin importarle que se percaten de que no es Abner, y camina hacia mí con decisión.

—¿Cómo está Oliver? —Le pregunto.

Karin, llegando finalmente a la entrada, se gira al escuchar que pregunto por Oliver.

—Tienes que entrar, Andrea —Me advierte Aaron.

—¿Cómo?

—Vamos —Me toma del brazo y me hace caminar a su lado.

Karin nos mira sin dar crédito:

—No, ella no puede entrar —avisa a Aaron y a los guardias, señalándome. 

Me bloquean el paso.

—Va a entrar —La amenaza Aaron.

Karin da dos pasos hacia atrás al ver de cerca el tamaño del bebote:

—No.

Me giro hacia Aaron:

—¿Qué pasó? —insisto.

—Entra —contesta sin agregar más. La forma en la que lo dice me asusta. Es demandante. 

—¿Qué me están ocultando? —pregunto a Karin.

—Andrea... 

¿Y por qué se dirige a mí como si tuviera que tenerme paciencia?

—Quiero entrar —exijo. Si Aaron persiste es porque vio algo que, considera, tengo que saber.

—No. Antes habla con Oliver —Karin en lugar de enojada luce... ¿le tiene miedo a Oliver?

—Déjame entrar —repito.

—Andrea...

—Te podemos armar un escándalo aquí —La amenaza Aaron.

—Oliver me matará si...  —Mira hacia todos lados. ¿Qué busca? ¿Por qué la desesperación?

—Será peor para él si lo tengo que esperar —decido.

¿Qué me ocultan?

Karin me mira: su cabeza en manos de Oliver o la de él en las mías. Parece  considerando. 

—Está bien —decide pidiendo a los guardias que dejen de bloquearme el paso—.  Pero no olvides lo último que te dije en el café.

¿Lo último que me dijo en el café? La sigo hasta el elevador. Se limpia un par de lágrimas después de elegir el piso. 



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*HUYE*



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