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Capítulo 28

Capítulo dedicado a _notfound404 Gracias por tu apoyo. La encuentran en IG como adictas_awattpad_

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Andrea

Son las siete de la mañana en punto y si aún va camino a su trabajo, si no le agarró la tarde, le deseo feliz viaje. ¡Oh, eso rimó! —Se escuchan risas—. Mi nombre es Zoe, esto es Ni tan buenos días y les dejo con el reporte del tráfico.

Le bajo volumen a la radio cuando tía Su me señala con una mueca que no escucha a la persona que tiene al teléfono, últimamente recibe llamadas cada dos horas.

—Sííí, quieren políticos —Le escucho decir por lo bajo, mirando de lado a lado que mamá o la abuela no escuchen—. Cotiza dos de cada uno. Grandes. Que tengan la cabeza enorme —Arrugo mi entrecejo e intento decir algo pero advierte que «después»—. Sí, Porky está viendo eso... Ahí tengo a Aaron... Para el sábado... Dale un adelanto.

Al colgar hace inmediatamente otra llamada.

—¿Siguen con eso? —pregunto.

—Quieren adquirir la franquicia en dos ciudades —contesta ella sonriente—. No tienes idea de lo mucho que la gente odia a las botargas Ahora —Se pone seria—, necesito que me ayudes a renunciar aquí.

—¿Cómo?

—Venir me quita tiempo.

—¡Pero es tu trabajo! —Me calla cuando elevo mi voz.

—En el club gano en una noche lo que aquí en un mes —explica señalando que esta vez tiene en la línea a Porky.

—¿Tanto así? —No puedo creerlo.

Procede a sacar de su escote un fajo de billetes que agita en mi dirección.

—Justo te iba a decir que más tarde le lleves su parte a Oliver —dice a Porky.

—Que se lo deposite —opino.

¿De verdad sugirió que se lo deposite? —escucho preguntar a Porky todavía al teléfono.

—Sí —rechina los dientes tía Su como si le avergonzara que seamos familia.

Ay pollito.

—¿Quieres que te lleve de luna de miel a Dubai o no? —Me pregunta tía Su.

—Ni siquiera estamos pensando en ca...

—Chsss —Me vuelve a callar—. Explícame lo del empresario chino —pide a Porky—. Ajá... Ajá...Aaajá... ¿Cuánto es eso en dólares? Ya veo. Sí, que doble la cantidad. Somos cinco socios —Esta vez se dirige a mí—: Debiste aceptar cuando todavía aceptábamos gente.

—Pero... —Me calla de nuevo.

—¿Oliver dijo que puede hacer uso de lo suyo? —Le avisa Porky y le sonrío con suficiencia—. Aun así, de ser socia directa esto sería todo tuyo —Me advierte sin dejar de mover los billetes en mi dirección.

Trato de verme más severa:

—Si la abuela o mamá se enteran de esto...

—Y ayudándome con eso puedes ganar tu parte —dice mi tía caminando de su mostrador al mío para que hablemos más bajo—. En serio necesito que me ayudes a salir de aquí.

—¿Ya no te gusta trabajar con nosotras? —Me hiere escuchar eso.

—Sí, cariño —Ella acomoda un mechón de mi cabello detrás de mi oreja—, pero es la primera vez en años que hago algo bien y necesito llevarlo más lejos.

—Me da miedo que termines en la cárcel.

—Que te quede de consuelo que no estaré ahí sola —promete.

¿Qué? —escucho que pregunta Porky.

—No terminaremos en la cárcel —asegura para mi tranquilidad—. Deja todo en...

Su cara cambia cuando mira sobre mi hombro. Ahora luce tensa.

—¿Qué? —pregunto, girándome.

Bruno, el ex esposo de tía Su, acaba de entrar a la tienda acompañado de una chica por lo menos veinte años menor que él.

La niñera.

Cuando me giro de nuevo hacia tía Su no la veo por ningún lado. ¿A dónde... Algo tira de mi pantalón y miro hacia abajo. Está a gatas sobre el piso. Hago lo mismo y, de esa forma, escondidas tras el mostrador para centros de mesa, las dos miramos a mamá acercarse a tío Bruno y la niñera para atenderlos. Luce tan confundida como nosotras.

—¿Por qué vino aquí? —pregunto a mi tía.

Ella no dice nada pese a que parece tener la respuesta. De la tía Su segura de hace unos minutos no queda ni su sombra. Ahora luce... devastada.

—Ve ahí y exígele que te deje ver más días a tu hijo.

Tía Su niega con la cabeza.

—No lo hará —musita.

Un segundo después su mirada se pierde lejos.

Está lo suficientemente cerca como para escuchar a tío Bruno preguntar a mamá por las ofertas que manejamos, pero ella ya no está aquí. No es un comportamiento usual en tía Su.

Cuando me mudé a Deya, era al lado de tía Su donde más cómoda me sentía. Ella ya tenía problemas con tío Bruno para entonces, desde mi habitación la escuchaba desvelarse al teléfono peleando con él. Al colgar, todavía peor, lloraba hasta quedarse dormida. Con los días, a medida que mamá fue platicándoles tanto a ella como a la abuela lo que pasó en la preparatoria: los problemas con Joseline, el acoso de Derek, mi distanciamiento con Oliver; ella cambió de actitud. En lugar de pelear con tío Bruno, iba a mi habitación a ver películas, ayudarme a ordenar mis cosas o platicarme de su hijo. Con los días igualmente abrí mi corazón con ella. Lloré con ella.

Escuchó en silencio. No opinó nada.

No hubo reclamos.

No hubo «En tu lugar hubiera...»

Simplemente escuchó.

Después me di cuenta del por qué. Eso mismo necesitaba ella de nosotras. Por ello, cada que mamá o la abuela la regañaban, cuando el juez le volvía a negar sus peticiones, la buscaba para abrazarla y decirle que la quiero. Ella me abrazaba devuelta, besaba mi frente y repetía «Eres la chica más dulce que existe, Andrea, y que nadie te diga lo contrario»

Todavía lo dice.

Con el tiempo salimos a recortar nuestro cabello, ponernos uñas, comprarnos ropa. En lugar de gastar en el almuerzo nos gustaba ir a los supermercados a pasar por cada kiosko que ofrecía comida gratis.

Salir del hoyo en el que me encontraba no hubiera sido posible sin ella, de manera que, en lugar de yo decir algo, tal como ella lo hizo años atrás conmigo, me quedo en silencio junto a ella y únicamente me atrevo a llamar su atención cuando alcanzo su mano para apretarla. Me mira con agradecimiento, permitiéndome ver de la misma forma que sus ojos lucen vidriosos, y me sonríe.

—Hay muchas muestras gratis en este supermercado —musito con decisión.

Ella se limpia un par de lágrimas:

—El otro día vi salchichas ahumadas.

—Tía, a ti te encantan —celebro acercándome más a ella. Nos abrazamos.

Minutos después vuelve a sonar la campanilla de la entrada. No miro quién llegó pero puedo suponerlo al ser ya mediodía. Saco de mi bolsillo mi móvil para enviar un mensaje.

—Soy una fracasada —dice tía Su.

—Claro que no —La miro a los ojos—. Diriges el negocio ilícito con mayor crecimiento en la ciudad. Eso no es ser una fracasada.

Primero nos miramos con seriedad, luego las dos reímos.

—¿De qué nos escondemos? —pregunta un instante después una voz. Le sigue el sonido de un sorbete.

Miro detrás de mí. Oliver está en cuclillas sujetando en su mano un batido de mango en su mano.

—Ese hombre que está en la tienda —Le señalo exigiendo con mi mirada mi parte del batido— es el ex esposo de tía Su y quien le acompaña...

—La niñera —añade mi tía.

—La niñera —repite Oliver no teniendo idea de qué estamos hablando—. ¿Por qué no sale? —aconseja a fin de cuentas, molesto de ver a tía Su tan apagada—. No tiene por qué esconderse.

—No se siente lista —explico.

—Él tiene razón, Susan —escuchamos que musita mamá de pie al otro lado del mostrador sacando cosas. ¿Le pidieron ver adornos?—. Puedes esconderte toda la vida o salir a enfrentarles, demostrando así que con los años te volviste una mujer madura.

Oliver y yo miramos a tía Su.

—Baja la voz o nos van a descubrir —Le contesta ella a mamá encogiéndose aún más en su rincón.

—¿Cómo podemos ayudar? —pregunta Oliver genuinamente preocupado. Y muy aparte de que lo quiero abrazar por ser atento con mi familia, concluyo qué podría ser lo único que le enojaría ver a tío Bruno...

—Si la abuela pregunta no fue mi idea —sentencio viendo de uno a otro.

...

Tía Su, sujeta del brazo de Oliver, camina coquetamente, disimulando estar saliendo del ambos baño. Previamente desordenó su cabello e hizo correr su lápiz labial.

—¡Bruno! —saluda acercándose a la pareja. A ellos les sorprende verle acompañada. Y que bien acompañada. Busco un mejor ángulo para no perderme la escena. Al menos tengo en mi poder el batido de mango.

—Susan, qué gusto —Hasta acá escucho el rechinar de dientes.

—Lo mismo digo —Ella les sonríe a ambos—. No esperaba verlos por aquí.

—Nos vamos a casar.

—¿En serio? —Mi tía se echa hacia atrás fingiendo sorpresa—. Bien hecho... Dicen que la tercera es la vencida.

—Pues este es mi segundo matrimonio —dice él.

—Y el mío el primero —dice ella.

—Oh —Tía Su vuelve a exagerar su reacción—. Bueno, también funcionará desde luego.

Tío Bruno, por otra parte, no deja de ver a Oliver.

—¿Él...?

—Mi pareja —contesta tía Su jalando hacia ella a Oliver—. ¿No está como para babearle encima?

No dejo de mover mi batido para que no quede nada al fondo.

—Es algo joven —opina la chica.

—Es que también empecé como su niñera —Le contesta tía Su con actitud cómplice.

—Soy un niño que se porta muy mal —añade Oliver.

Tengo que disimular con tos mi risa.

—¿No eres el del programa de televisión?

Oliver finge no saber de qué le hablan.

—¿Qué? No. Yo a este chico no lo comparto con nadie —contesta del mismo modo tía Su robándole igualmente un pico a Oliver. Mamá disfruta mi cara de «¿Es en serio?» Eso le costará dos botargas.

—Pues te ves bien, Susan —La felicita tío Bruno—. Bastante... descansada.

¿Qué tipo de halago es ese?

—Y eso que casi no duermo —ríe ella.

—¿No? Siempre caes rendida al tocar la almohada tu cabeza.

—Conmigo nunca le ha pasado —opina Oliver. Mira a tía Su con duda—. Rarísimo.

—Es que eres insaciable, pillín —Un nuevo pico en los labios—. Pero me apuesto a que tú tampoco duermes —bromea tía Su con la chica que una vez fue su niñera y esta, inmediatamente, tensa su mandíbula. ¡Eso es un jonrón, señores!

—Vayamos a cotizar las flores y volvemos —pide urgente a tío Bruno que sigue sin poder dejar de ver a Oliver como si este le retara.

—Sí-sí —Tío Bruno busca con la mirada a la abuela—. Gusto en saludarte... Tú también, Eve... Andrea. Todas.

—¡Cuando regresen yo misma les daré un recorrido por la tienda! —Se despide de los dos tía Su. Ellos no dejan de verla de reojo a medida que salen. De modo que ella, aprovechando, se cuelga del cuello de Oliver para esta vez darle un beso francés. Vuelvo a dejar caer mi boca. Diez botargas más.

—Eso no era parte del trato —La regaño cuando el show termina.

Tía Su limpia ella misma la boca de Oliver que parece haber quedado sin aliento:

—Estás dejando mucho que desear, Andrea —opina de vuelta.

—Bueno, es que tú... —Me quedo sin palabras.

—¿Tú no me reclamarás nada? —pregunta ella a la abuela—. ¿Usar al novio de tu nieta? ¿Enfrentar las cosas como una chiquilla?

—¿Estás bromeando? —La abuela me mira a mí—. Si viene tu abuelo vamos a hacer lo mismo —señala a Oliver que sigue sin recuperarse del todo—, así que prepáralo,

—Me están culpando de que no tengas aguante —reclamo yo a él.

—Pues practiquemos —Me sonríe, animándome del mismo modo a que me acerque a abrazarlo—. Prac-ti-que-mos.

Lo abrazo.

—¿Nos vamos? —pregunto. Quedamos de comer fuera.

—Sí. ¿Te importa si nos acompaña mi mamá? —Trato de que no perciba ningún cambio en mi actitud. No dejes de sonreír, Andrea. No dejes de sonreír—. Te quiere saludar.

—De acuerdo —Mi voz sale más temerosa de lo que esperaba. 

«Te quiere saludar»


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Hola, soy el drama, ¿me extrañaron? Empiezo a ser necesario en la recta final Muajajajajaja

Seguímos pronto. 

Instagram: TatianaMAlonzo

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