Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 20


Andrea

«Deberían prohibir pasar más tiempo viendo la televisión o el teléfono que las estrellas en el cielo».

Tengo ese pensamiento recurrente desde cargué con una silla reclinable, la subí conmigo a la azotea, puse la radio y me recosté a observar la noche. El programa es sobre ciencia ficción y el locutor habla de luces «extrañas» vistas en Río de Janeiro, incluso incluye testimonios. Suena... interesante. Más cuando prefieres discutir qué hay más allá que enfrentar el más acá.

—Pero hay más testigos —dice la mujer.

—Nadie dice que no —contesta el locutor. Para este tipo de programas siempre eligen a alguien con voz profunda—, pero en los foros de internet hay escépticos desmintiendo todo.

—¿Con qué argumento?

—Drones.

Es lo más lógico.

—No —Ella se sobresalta—. No eran drones...

Una fantasía acerca de vivir algo tipo «La guerra de los mundos» viene a mí. ¿En dónde nos esconderíamos con mamá, la abuela y tía Su de ser atacadas por una invasión alienígena? No tenemos sótano.

The Winner takes it all. The loser standing mall... —escucho cantar a alguien por encima de la mujer quejándose. Bajo el volumen de la radio.

—Basta —digo a regañadientes, sacándome los auriculares, volviendo de golpe a la realidad. A mi pesar tía Su entra en mi campo de visión indicándome con un gesto hacerle espacio en la silla.

—¿No estabas escuchando The winner takes it all? —pregunta sin un ápice de culpa por interrumpir.

—No —Me siento levemente ofendida.

—¿Y tú luto por Oliver? —Ella suena como si yo acabara de decir algo insólito.

—Si te sirve de algo, estaba a punto de rogar a los ovnis que se lo lleven.

—No, mejor a Porky, Oliver sabe cocinar.

—Tendríamos que preguntar a la humanidad si prefiere el porno por encima de la cocina —digo buscando en mi teléfono la canción.

—Los extraterrestres tendrían que elegir, no nosotros; y no sabemos si les gustaría nuestra cocina o forma de procrear.

—Algunos especialistas defienden que de haber vida inteligente en otros planetas estarían tan avanzados que antepondrían la búsqueda de conocimiento por encima de crear vínculos entre ellos.

—Eso suena triste.

—Ya hay gente así —digo, dejando sonar The Winner takes it all—. Están a salvo porque no esperan nada de nadie.

Ya no quiero hablar... —empieza a cantar tía Su con un aire dramático. A este paso terminaremos contando mi historial al estilo Mamma Mía!de las cosas que hemos pasado. Aunque me hieran,... ahora son historia.

—No cantas mal —halago.

—Fue mi himno cuando me divorcié.

—Te creo.

Nos sentamos una junto a la otra a modo de tener cada una un auricular en el oído, solo nos falta un bocadillo con mucha azúcar.

—Entonces no estabas pensando en Oliver —insiste, prudente; reconociendo un poquitín que arruinó mi perfecto momento de ocio.

—No, pero gracias por recordármelo.

—Asumí que por eso buscaste estar sola. Pensé que te sentías triste por... todo.

—Y así me siento —reconozco—, pero intentaba distraerme. Hasta ya tenía mi propia versión de La guerra de los mundos.

—Perdón por interrumpir entonces.

—Ya no importa.

—¿Te ha escrito?

Antes de contestar eso devuelvo mi atención a la búsqueda inútil de ovnis sobrevolando el cielo.

—No.

—Tal vez no tiene su teléfono con él.

—Lo tiene —digo, recordando que cada que veo mi mensajería él aparece En línea.

—Tal vez... —Tía Su intenta defenderle.

—Tal vez no quiere hablar conmigo —le corto. Hay que sincerarse—. Se dio cuenta de que las Andrea sobran y que por el momento prefiere concentrarse en el programa. Y está bien. Luchar por sus sueños no le hace un mal tipo.

—Pero no debió ilusionarte.

—¿Mea culpa por esperar demasiado? —insisto.

—¿Por qué lo defiendes?

—Porque culparlo de todo sería lo más cómodo —digo, negándome a ponerme en el papel de víctima—. Él no es el flautista de Hamelín.

—El caso es que yo vine porque es miércoles —me recuerda, entregándome el otro auricular. Ya se marcha—. Hay programa.

—No lo voy a ver —digo.

—Te gusta ese programa.

—Lo veía por Oliver —acepto a mi pesar.

—Abner, Aaron y Porky están abajo —intenta convencerme—. En cuanto termine iremos... por ahí.

¿Por ahí?

—Vamos de una vez —propongo.

—No. Es temprano para eso y ellos también quieren saber a quién le quitan el mandil hoy.

—¿También? —Vuelvo a sonar ofendida.

—Sabes que quieres ver a Oliver joder al resto. Vamos —insiste.

No, no quiero verlo. Sin embargo, consciente de que tampoco puedo huir de él, acepto. Quizá con el tiempo ya no me afecte, puede que hasta me vuelva inmune.

El día en el centro comercial pasó lento. Acepto que revisé un par de veces mi teléfono para cerciorarme de que él no me había escrito, y al confirmar que no, me enfadé más conmigo misma que con él. Es nocivo tratar de no poner atención a alguien. Es todo un proceso de desintoxicación. Por el momento estoy en abstinencia y cualquier mención pequeña de Oliver me hace reincidir en el mismo problema. De manera que verle en televisión luciendo espectacular en uniforme, no ayuda.

Aunque por otro lado una forma de curar a los adictos es disminuirles gradualmente la dosis a una droga hasta impedir la dependencia.

Hola, mi nombre es Andrea Evich e intento rehabilitarme de Oliver Odom. Llevo en tratamiento siete años. Todo iba bien hasta hace un mes que le vi en televisión después de mucho tiempo y reincidí.

El programa ya comenzó, está por iniciar la prueba que dará inmunidad a un participante. Tía Su toma asiento entre Abner y Aaron, yo junto a la abuela. Todos ven la televisión mientras comen nachos.

Bien, me quedo por los nachos.

—En votos del público Oliver va en cuarto lugar —Me explica la abuela.

¿Cuarto? Antes de lo sucedido en la discoteca raramente bajaba al segundo lugar.

—Subió, ¿no? Ayer iba en último.

—Sí, ya solo tres le superan: Boris, Mildred y Dante.

Y quedan cinco participantes. Oliver es penúltimo.

No me alegra que pierda popularidad, al contrario. Darme cuenta de cuánto le afectó haber sido visto conmigo hace que esto duela más. Yo echo a perder sus planes mientras Karin intenta recuperar su imagen. ¿Cuán lacerante es eso?

—¿Quién abandonó el programa la semana pasada? —pregunta mamá.

—Odette —digo—. Nada más quedan Mildred, Lena, Boris, Dante y Oliver.

—Tres semanas para la final.

—Sí.

Cosa que me desconcierta, ¿Oliver dejará de fingir que tiene una relación con Karin para entonces? ¿Deberán seguir para no perder patrocinadores? Mejor no pensar en eso. Lo positivo es que ya no verle en televisión me facilitará la abstinencia.

La prueba para obtener la inmunidad consiste en catar vinos para adivinar cuál es cuál. Está a cargo de un Sumiller. Desafortunadamente gana Lena, de manera que Oliver está en riesgo de ser expulsado hoy y eso me pone nerviosa. Me explicó que la mayor parte del programa es grabada los viernes, pero el miércoles se reúnen para anunciar quién se va. Eso siempre es En vivo.

—¿Qué lugar ocupa Oliver en votos? —le pregunto a Porky que cada cinco minutos revisa en su teléfono la página del programa. Durante la transmisión es cuando más cambia la tabla de posiciones.

—Veamos... El nombre de Lena aparece en verde, por lo que al obtener la inmunidad sus votos ya no cuentan... Oliver sigue en cuarto lugar.

E iba arriba de Lena. Bajó al último... Eso quiere decir que de cocinar mal el plato de la prueba final, no lo salvarían los votos del público. Esos votos ya salvaron a dos concursantes... ¡Pero Oliver no cocina mal!, me doy ánimo. Es raro que reciba una mala crítica. No obstante, alguien tiene que cocinar realmente mal hoy para que se salve.

El plato que prepararán para la prueba final es uno de mis favoritos —anuncia Stuart palmeando sus manos—: Bogavante. Lo prepararán como deseen, pero debe ser Bogavante... ¡Empecemos!

Todos en la sala cogemos el teléfono y buscamos qué diablos es.

Al primero que enfoca la cámara es a Oliver que, desanimado, selecciona ingredientes y saca del congelador a un animalejo parecido a la langosta.

¿Por qué mariscos? —Se queja en la entrevista a los que competidores que muestran durante la prueba. Luce cansado—. Mi fuerte no son los mariscos.

—Tú puedes —musito.

Dante, por el contrario, parece seguro de lo que hace; siempre insiste en que es el mejor chef ahí. En los foros de opinión aseguran que Oliver llegará con él a la final.

Esta es la parte más estresante del programa, ver a Oliver cocinar contra reloj me pone tensa, vivo con él cada error que lo atrasa o la preocupación por no poder terminar a tiempo.

—Vamos. Vamos. Vamos... —susurro acercándome lo más que puedo al televisor.

Amo que el plato a preparar sea Bogavante —comenta Dante durante su entrevista—. Mientras que para mí es pan comido es notable que Odom está sudando.

—¡Muérete! —le grito arrojándole nachos.

—¡Andrea! —me regaña mamá.

Señalo el televisor. —¡Le alegra que Oliver la pase mal!

—Están compitiendo.

A Boris también se le está dificultando preparar el animalejo ese, solo Dante parece conforme con su resultado.

—Sigue esperando que le pongan a preparar postres —comenta Aaron pidiendo a Porky volver a revisar la tabla de posiciones. Oliver continúa en último lugar.

—Vamos. Vamos. Vamos... —digo, presionando mis manos contra mi boca.

Se acabó el tiempo —dice Stuart y maldigo en voz alta. 

—¡Andrea! —Es el turno de la abuela para regañarme.

—¿Y si no les dio tiempo de terminar? —lloriqueo. Oliver preparó todo contra reloj.

—Siempre les da tiempo, joder —refunfuña mi abuela—. El maldito reloj es solo para enloquecernos a nosotros.

¿Le creo?

Boris es el primero en presentar su plato, su Bogavante al ajillo apenas convence a Stuart y Candy, los encargados de degustar. Lo que más le halagan es la presentación.

—¡Ya póngale a preparar postres! —se queja Porky lanzando más nachos al televisor. Le toca jalón de oreja por parte de mamá.

Cuando es el turno de Dante hago rechinar mis dientes.

Bogavante a la plancha —comenta Stuart al probarlo, Dante todavía muestra una sonrisa de triunfo—. Nada mal, aunque... cómodo.

¿Cómodo? —pregunta Dante cambiando de expresión. Es mi turno para sonreír—. Utilicé diferentes especias.

Y te fuiste por lo fácil, pero sabe delicioso... Bien hecho, Dante.

—¡Te fuiste por lo fácil! —Me burlo—. ¡LO FÁCIL!

—¡Andrea! —Me vuelve a regañar mamá.

—¡Se burló de Oliver! —repito. Sin embargo, me callo al ver a Oliver avanzar hacia Stuart para presentar su plato. No puedo mantener mis manos en un solo lugar.

—Lo harás bien. Lo harás bien...

Bogavante en sopa thai —Le explica a Stuart—. Utilicé cilantro, jengibre, citronela...

Déjanos probar —lo interrumpe Candy presionando su tenedor contra el animalejo. Vamos. Vamos. Vamos... Al probarlo esboza una mueca orgásmica. ¡La tenemos!

—¡Sí! —grito, alzando mis brazos.

—Pareciera que tuviera un pene en el hocico —protesta tía Su admirada por lo expresiva que es Candy—. Oliver nos tiene que preparar eso, Andrea.

—¡Falta que pruebe Stuart! —Nos recuerda mamá sin todavía dar por ganador de la noche a Oliver. En la sala todos contenemos el aliento cuando Stuart se decide a probar.

Le va a gustar. Le va a gustar...

Excelente combinación, Oliver —empieza a felicitarlo. Mamá y yo nos abrazamos. Cualquiera pensaría que Oliver ya ganó—. Me preocupó que te arriesgaras a emplear tantos críticos al mismo tiempo, pero ese riesgo te puso en bandeja de plata el triunfo de esta noche.

Exquisita sopa thai —aplaude Candy.

—De verdad quiero probar eso —insiste mi tía.

Por otro lado, Oliver, sabemos que has estado haciendo demostraciones de cocina en diferentes centros comerciales de la ciudad —cambia de tema Stuart suavizando su tono y en pantalla aparecen imágenes de cada demostración... excepto de la que se llevó a cabo en Centro Comercial Pradera.

Sí, la gente se ha portado muy bien —comenta Oliver.

Incluso tuviste la iniciativa de visitar un lugar especial —dice Stuart—. Una unidad de oncología pediátrica.

—Eso es tierno —aplaude mamá e igualmente me emociona ver imágenes de eso en el televisor. Oliver cocinando para niños con cáncer. Lágrimas se me escapan.

Stuart comenta que la encargada de la Unidad envió una carta al programa pidiendo -en nombre de los niños- conocer a Oliver, la carta fue remitida a Karin como representante y ella se apresuró a organizar la visita.

—Ella también sale en las fotos —comenta tía Su a modo de queja.

Es cierto. En las imágenes Oliver aparece saludando, platicando y jugando con los niños, todo con Karin acompañándole.

—Fue hoy —asegura Porky.

—¿Cómo sabes? —Me sorprende que se fijara en eso.

—Nadie contradice a Porky, Andrea —crítica Aaron apuntándome con su dedo, golpeo su nariz e insisto a Porky explicarme.

—Miren el rostro de Oliver —aclara él, señalando el televisor—. Intentaron cubrir con maquillaje el golpe que recibió en la discoteca, pero parte de su mejilla aún luce inflamada... Aunque no tanto como ayer por la mañana. Eso. Fue. Hoy —insiste.

Oliver demostrando su altruismo —continúa Stuart cuando vuelve a aparecer en pantalla. Está señalando a Oliver. Gente en el foro rompe en aplausos. La misma Candy se seca un par de lágrimas.

Esos niños son increíbles —comenta Oliver apretando un poco su mandíbula. Parece tenso. Con mamá comentamos que puede deberse a que prefiere que le reconozcan por ser buen chef.

Sin duda lo son, Oliver, y les encantó recibirte.

Muestran más imágenes de Oliver con los niños. En muchas él está llorando, cosa que me rompe el corazón. El programa termina con Mildred siendo expulsada.

—Volvió al primer lugar, señores —anuncia Porky mostrándonos en su teléfono la tabla de posiciones. Oliver está en primer lugar, Lena en segundo, Boris tercero y Dante es cuarto.

Oliver

Oliver

—Acabo de terminar de hablar con mi papá, ya me voy —dice Karin desde la puerta.

No contesto. Estoy recostado sobre mi cama mirando el techo. La última vez que puse atención a algo más fue a mi reloj que en ese momento marcaba las 10:42 p.m. Sin embargo, al no recibir respuesta escucho a Karin acercarse.

«Mierda».

—Estoy bien —digo, cansado.

—Boris dijo que no dormiste ayer —Enciende la lámpara de noche junto a mi cama y, cabreada, comienza a buscar en los cajones de mi armario—. ¿Tus pastillas? —pregunta.

—No sé —bostezo. 

Claramente no me importa.

—¿Desde cuándo no las tomas?

—¿Tres días?

—No puedes jugar con eso —Me regaña al encontrar los frascos—. Bebe —ordena, ofreciéndome una botella de agua que sacó de su bolso y entregándome cada capsula. Hago caso—. Estás son para dormir —indica y escucho un Aleluya. Gracias, María madre de Cristo.

Al terminar vuelvo a mi posición inicial: mirando el techo. No obstante, Karin no se marcha, ella... está observándome. Por alguna razón asocio su actitud a la de un francotirador.

—¿Qué? ¿Estás decidiendo hasta qué punto me odias?

—Que extremista, cari —dice, todavía observándome.

—Realista —enfatizo—. Porque yo sí te estoy odiando mucho.

—Dejando claro que de ser realista no sería a mí a quien odiarías —devuelve, dando media vuelta. Esta vez sí dispuesta a marcharse.

—¿Segura? —Hay humor en mi tono.

—Piénsalo.

No. 

Por el momento solo quiero dormir.


-----

Grupo de Facebook: Tatiana M. Alonzo - Libros  

Twitter e Instagram: TatianaMAlonzo

Gracias por votar. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro