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Capítulo 14


Oliver

«¿En serio lo único que hicieron fue dormir?»

«La respuesta a esa pregunta es sí...»

—Apuesto a que no te esperabas eso —digo en voz baja, recordando el último correo que le envié a Byron, en tanto veo a Karin entrar a la sala de juntas.

No le he «fallado».

—¡Cuidado! —exclama Candy en su dirección al casi verla tropezar. Entró caminando como bambi recién nacido.

—Estoy bien, estoy bien —dice Karin a todos, volviendo a una posición segura— Error mío —Sonríe avergonzada—, estos tacones son semi nuevos —se disculpa. Dirijo mi atención a sus pies. Sí, el tacón de sus zapatos mide, al menos, diez centímetros. «Es bajita normal», recuerdo y no puedo evitar disimular una sonrisa—. ¿Qué? —me pregunta un poco a la defensiva y toma asiento.

—Nada.

—Así que ya estás aquí —cambia de tema.

—Me pediste ser puntual.

Mira su reloj. —Faltan cinco minutos.

Los demás en la mesa —productores de El Chef de oro— conversan sobre cosas absurdas que nada más interesa a ellos. Stu, por otro lado, acaba de pedir a su asistente traer almuerzo para su séquito. Quiere aparentar que esta reunión es casual, entre amigos.

—Anoche te estuve llamando —dice Karin, sacando de su bolso una agenda. Ahí suele anotar todo lo que hará cada hora por el resto de su vida. Aparentemente está de buen humor.

—Se descargó mi teléfono —digo, acomodándome en mi asiento como si en lugar de estar en una oficina estuviese tomando el sol en la playa. Esto será entretenido.

—¿Y el cargador de tu camioneta? —pregunta ella un poco más incómoda.

—Creo que lo extravié.

Karin arquea ambas cejas sin apartar la vista de su agenda. 

—También llamé a tu apartamento. Boris no supo dar razón.

—Es que no dormí ahí.

Sin embargo, pese a que sus hombros se tensan y está sonriendo más de lo necesario, tal como advertí, no insiste en saber más...

Bien, es decisión de ella.

—¿Qué les parece si empezamos? —pregunta Stu a todos—. Oliver —empieza, dejando claro que soy el motivo de que se reúnan... como siempre—, disculpa que te citamos aquí un lunes pero tenemos muchos puntos importantes para comentar.

—Soy todo oídos —digo, todavía sentado de forma impropia, lo que inevitablemente pone más tensa a Karin. No estoy siendo un novio bien portado.

—La demostración de ayer finalizó de una forma un tanto... peculiar.

—Tuve un lapsus de estupidez. Me disculpé con el encargado.

—Lo sabemos, gracias por eso —Stu también sonríe más de lo necesario—. Los ejecutivos de aceites La Primavera continúan encantados de tenerte —Él mismo se sienta mejor en su asiento, enviándome de esa forma una indirecta—. A lo que voy es que tenía la duda sobre si necesitabas algo para sentirte aún más cómodo.

—Estoy bien —digo, bajo la mirada expectante de la mayoría aquí.

—Entonces pasemos al siguiente punto —prosigue Stu dirigiendo esta vez su atención a Karin—. Tengo entendido que Karin ya te platicó sobre la decisión de publicar un libro de recetas.

—Lo hizo —confirmo.

—Queremos que sea publicado antes de que finalice el programa.

—Sobre eso —interviene Karin—, ya tipié un listado con las que, considero, son las mejores recetas de Oliver. De manera que aprovecho para solicitarle aquí mismo hacerme llegar cuanto antes un borrador para poder revisarlo y posteriormente enviarlo a la editorial, y así el recetario pueda ser publicado a más tardar los primeros días de marzo.

—La portada y las fotos en el interior... —intenta opinar Sergei.

—Stu había sugerido que la portada sea una imagen de Oliver participando en el programa y estoy de acuerdo —contesta Karin—. De las fotos de cada receta me encargaré esta semana.

—Stu podría escribir la presentación —comenta Candy y todos aplauden su idea.

—También llevará un comentario general de mi padre y otros chef de prestigio —agrega Karin. Los demás continúan aportando ideas.

—Yo quiero proponer algo —digo, interrumpiendo la cháchara y sentándome, esta vez sí, de forma más apropiada. Todos me miran—. La mayoría de personas que me sigue ni siquiera saben qué es un Peceto al verdeo —empiezo—. No cocinan comida gourmet. Al terminar las demostraciones se acercan a mí para decirme «No puedo comprar los ingredientes que usaste pero fue entretenido escuchar todo», por lo que, repito, quiero proponer que el recetario sea de platos que todos conocen, pero mejorados —A Karin es la que más miro mientras hablo—. Incluso puedo incluir consejos sobre cómo economizar al ir al supermercado.

—Los patrocinadores no querrán que las amas de casa gasten menos en los supermercados —opina Sergei, riendo.

—Oliver —Stu juega un poco con el lápiz que tiene en su mano y me dirige una sonrisa paternal—, la idea es impulsar tu carrera como un chef de prestigio.

—Pero...

—Conseguir que seas sinónimo de calidad en el medio.

—¿Tú qué opinas? —le pregunto a Karin.

—La idea es buena —contesta ella—, pero tanto Stu como Sergei tienen razón. La idea es presentarte como alguien rentable... Tengo una contrapropuesta —añade al notar que mi expresión es de disgusto y los ve a todos pidiendo apoyo—. Podemos publicar una serie de libros, de todo en recetas —Vuelve a mirarme—. Pero primero las gourmet.

—Una serie me parece una excelente idea —aplaude Stu y los demás con él—. De todo en la cocina con Oliver Odom —dice, como si viera frente a él una gran marquesina—. Así puede llamarse. Libro 1: Recetas gourmet: Selección personal del chef. Libro 2. Comida italiana. Libro 3. Comida...

—Discúlpenme un segundo —digo, levantándome, y salgo de la sala sin poder soportar un segundo más estar ahí dentro.

Afuera, camino hasta el dispensador de agua y tomo un vaso de papel sintiendo mi mano temblar; lo lleno y empino sobre mi boca para beber el contenido de golpe. Al terminar, lo arrojo al cesto de la basura y lo observo durante unos segundos. Más que todo por querer hacer tiempo. A mi izquierda la secretaria de Stu está finalizando una llamada.

—¿Puedes averiguar números de teléfono? —le pregunto.

—Claro —Me sonríe feliz de que le pida ayuda—, ¿de dónde o a quién necesitas?

—El Cisne. Un local del centro comercial Pradera.

Ella se pone en marcha de inmediato: busca en su ordenador y consigue la información rápido.

—Organizan bodas —dice, anotando el número en un post-it. No esconde su entusiasmo. Debe asumir que mi solicitud tiene que ver con Karin.

—Gracias —digo recibiendo el papelito, saco mi móvil y me alejo para hablar.

Vamos, contesta. El teléfono suena una sola vez.

El Cisne, ¿en qué podemos servirle? —contesta la alegre voz de una mujer, pero no es Andrea.

—Con Andrea, por favor.

¿De parte de quién?

—Oliver.

Tras unos segundos de suspenso, la mujer cuelga. Miro mi teléfono con duda y preguntándome qué rayos vuelvo a marcar. Esta vez el teléfono suena tres veces.

Domino's Pizza, ¿en qué le podemos servir?

Arrugo mi entrecejo. —No, ahí es El Cisne.

Nnno.

—Sí.

No.

—Sí.

Nnnnno

—Ssssssi

Para hoy le ofrecemos dos pizzas medianas por tan solo...

—Quiero hablar con Andrea —repito.

No me suena ese nombre.

—Supongo, entonces, que iré para allá.

Un momento por favor —dice la voz y espero.

Oliver... —contesta esta vez la voz de Andrea.

Me relajo un poco. —Dame tu número personal... —pido, prácticamente suplico—. Por favor —añado, temiendo que lo esté pensando mucho.

Anota —dice finalmente y regreso con la secretaria de Stu para que me preste un lápiz.

Cuando tengo el número lo guardo en mi teléfono mientras tomo asiento en uno de los sofás de la sala de espera.

Oliver: ¿Qué hay?

Andrea: ¿Qué hay? :)

Andrea: ¿Con qué nombre me guardaste?

Oliver: Andrea (?)

Andrea: Cámbialo a Joker.

Oliver: Debí suponerlo... Yo quién soy?

Andrea: Batman :)


Hacer algo tan simple me hace sonreír. 


Batman: Listo.

Joker: :D :D :D

Batman: ¿Te puedo ver hoy?


Un segundo después recibo una selfie de ella lanzándome un beso. En el fondo veo la tienda.


Batman: Hablo en serio.

Joker: No puedo, quede de almorzar con Aaron y después debo estar en casa porque la abuela organizó una cena para tía Di.

Batman: ¿Aaron?

Joker: Sí. AARON.


Pensará que por mencionar a Aaron no querré verla.


Batman: ¿Dónde almorzarán?

Joker: McDonald's de la 5ta avenida :D

Batman: ¿No puede ser en un mejor lugar?

Joker: No seas...  :D :D :D

Batman: Bien.

Joker: ¿Irás? :D :D :D

Batman: Posiblemente.

Joker: Oh :D :D :D

Batman: Deja de poner sonrisas.

Joker: No. Soy el Joker :D :D :D

—¿Por qué te saliste de esa manera? —me pregunta Karin, de pie frente a mí. No la escuché salir... Luce enfadada.

—¿No puedo ir al baño? —Por el rabillo del ojo veo a la secretaria de Stu respingar. Sabe que no me he movido de aquí. ¿Será chismosa?

—Bien. Entremos de vuelta entonces.

—¿El tema sigue siendo el recetario? —pregunto.

—Sí.

—Entonces discutan todo sin mí —decido, levantándome del sofá para, acto seguido, caminar hacia el elevador.

—¿Te vas? —El tono de Karin subió considerablemente.

—Pero dejo todo en tus manos, cari.

—Oliver... —Me llama cuando estoy por presionar el botón del elevador. Me vuelvo para ver qué quiere.

Su mirada es mitad temor, mitad enojo.

—¿No te vas a despedir? —pregunta, aparentemente más tranquila. Camino de vuelta hasta ella y le doy un beso en los labios—. Tu madre quiere que cenemos con ella —agrega encogiendo su boca, clara señal de que si no huyo comenzará a llorar.

—Bien —digo a secas.

—Te confirmo al rato.

—Como lo creas conveniente.

Una vez más doy media vuelta, camino y esta vez si consigo llegar al elevador. Ya casi.

—Trata de que no se descargue tu teléfono —agrega con tono histriónico. Asiento sin girarme y salgo.

Ya llamó a mi madre...

Ya. Llamó. A. Mi. Madre. Paso una mano sobre mi cara en lo que presiono el botón del elevador. Tengo el resto de la tarde para decidir qué hacer.


Andrea

—¿Vendrá? —me pregunta Aaron antes de dar otro mordisco a su hamburguesa. Es la segunda que pide.

Miro el estacionamiento a través de la ventana a mi costado. 

—Ni idea.

—Lo abrazaré cuando lo vea —avisa, limpiando sus dedos en su pantalón. Está animado.

—Pero despacio. Con cariño.

Aaron tiene cara de bebé. —Yo le tengo mucho cariño a Oliver.

—Y él a ti también... En el fondo.

—Bien.

—Oye, tu amigo tampoco ha venido —cambio de tema, viendo una vez más mi ventana.

—Iba a buscar ropa más presentable.

—¿Por qué? —Escuchar eso me acobarda un poco—. ¿Cómo viste normalmente?

—Como yo —dice Aaron, señalándose... Contemplo con duda su ropa repleta de dibujitos—. Pero tú tranquila, le dije al Porky que viniera presentable.

Mi boca se abre mucho. —¿El... Porky?

—Así lo apodamos en la primaria por gordo, pero ya bajó de peso.

—Ya veo —Ladeo mi cabeza hacia un lado, pensando... Pensando mucho—. En todo caso, ¿podríamos no llamarlo el Porky frente a Oliver ni decir cosas como "Andrea sale con el Porky"?

—Como prefieras —Aaron pone más atención a su hamburguesa.

—¿Cuál es su nombre real?

Ahora observa durante unos segundos la nada.

—Dame un segundo —dice, haciendo muecas, y saca su teléfono para hacer una llamada. No puede ser...—. Alo, ¿Porky? Oye, ¿cuál es tu verdadero nombre? —Meto mi cabeza entre mis manos—. Ya veo... Sí... Ajá... Indudablemente... Lo mismo pienso yo... Exacto. Sí... Ajá... Ajá... También le dicen Nalguitas —me explica Aaron.

—Necesito un nombre —señalo.

—Quiere tu nombre, bro —Aaron juega con sus papas mientras habla—. Ajá... Sí, sí... Vale... Sí, ella comprende... Así es... Lo sé... Melvin —suelta, por fin, tras un minuto de divagues—. Su mamá lo llama Mel.

—Así está perfecto —digo más tranquila.

—Entonces te presentas como Melvin —indica Aaron a su amigo—. Nada de Porky.

Cuando cuelga lo confronto.

—¿Qué instrucciones te dio con exactitud tía Su?

—Traer aquí a un tipo genial para que le produzca celos a Oliver —contesta—, y en mi grupo de amigos nadie es más genial que el Porky.

¿En qué me metí?

—¿Qué edad tiene?

—Veintidós y ya tiene su propio blog de anime —Aaron luce orgulloso de cada logro.

—Conozco a niños de doce años con blogs.

—¿De anime? —Él realmente espera una respuesta a eso.

—Aaron, dame algo para trabajar.

—Veamos —Se distrae una vez más, pensando—. Sabe piratear series de Netflix... ¿Qué? No me mires así. Tía Su fue la de la idea.

—Le vamos a inventar otra profesión —decido—. Diremos que es veterinario.

—Cardiólogo —contrapropone Aaron.

—Veterinario —insisto yo—. Eso es más adorable... y creíble —Hago énfasis en creíble.

—Pero un cardiólogo es mucho más importante.

—¿Cómo va a fingir ser un cardiólogo?

—Es más difícil fingir ser veterinario —asegura Aaron como si tuviera experiencia en eso. Niego con la cabeza—. Tú tranquila, el Porky —sacude su cabeza al recibir mi mirada asesina—, digo Mel, sabrá qué hacer. Siempre nos gana a todos jugando Mario Kart.

—¿Eso qué tiene que ver? —Casi estoy gritando.

—Él tipo sabe.

—No sé ni cómo lo convenciste de hacer esto.

—Vio una foto tuya y se emocionó. Es virgen.

Oh, Dios.

—No voy a tener sexo con él —sentencio.

—Lo mismo le dije. Por eso lo único que quiere a cambio es unos videojuegos viejos que tengo y un autógrafo de Oliver... Ahora, si me lo permites, necesito hacer espacio para más hamburguesas —anuncia, dirigiéndose al baño.

Hago un revoltijo con mis papas y la kétchup en lo que espero.

¿Con qué actitud vendrá Oliver? ¿Cómo reaccionará al ver a Mel? ¿Y si terminó con Karin y yo solo estoy complicando todo?

Lo sabré pronto, doy por sentado, ya que justo en este momento está bajando de su camioneta.

—Sí, ahí está —digo, mirando el estacionamiento desde la ventana a mi costado. Aunque no vino solo...

Él y su acompañante firman algunos autógrafos antes de entrar.

—¡BORIS! —salto a abrazarlo cuando los dos se aproximan. Boris me abraza con la misma fuerza que yo a él—. Eres mi favorito para ganar después de Oliver —le digo, dándole un beso en cada mejilla.

—Me agrada —le dice él a Oliver y se hace un lado para que ahora salude a su amigo, sin embargo a Oliver únicamente le doy un golpecito en el hombro...

Aun así, él me jala hacia él para besar mi mejilla. Hay muchas cosas en mi cabeza ahora mismo. ¿Terminó con Karin? ¿Comentaron lo de anoche?

Necesito saber.

—¿Ya comieron? —le pregunto a Boris.

—Iré a pedirnos algo —indica, dejándome a solas con Oliver y los dos tomamos asiento a modo de quedar uno frente al otro. ¿Ahora qué?

Viste unos vaqueros oscuros y un suéter gris. Ojalá el Porky venga, cuando menos, la mitad de bien... Intentaré ser positiva.

—¿Aaron? —pregunta.

—En el baño.

—¿Cajita feliz? —agrega mirando la bandeja frente a él.

—Él colecciona los juguetes... ¿Y... qué tal te fue? —cambio de tema esperando saber si Karin le dijo algo.

—¿Con qué?

¿Cómo que con qué?

Me remuevo en mi asiento. 

—Con no llegar a dormir anoche.

—¿Qué hay de malo en eso? —cuestiona él con íntegra naturalidad.

¿Lo hace seguido?

—¿Tu novia no te reprochó nada? —La palabra «novia» la planteo con duda.

Él ríe. —¿Por qué lo haría? —Le gusta responder mis preguntas con más preguntas además de que, es obvio, se está burlando.

Por lo visto, lo que para mí fue importante para él fue una anécdota más y ahora se empeña en hacerme sentir como idiota. ¿A qué está jugando? Además, es obvio que todavía está con ella. No terminaron. Doy mi atención a las servilletas, la hamburguesa a medio terminar, la gente frente a la caja... No quiero mirarlo ni retomar el tema, solo quiero largarme y...

Su mano alcanzando la mía capta mi atención, la toma y la acaricia con ternura.

No.

Intento alejarme pero no me deja.

—Si te pusiera a escoger, ¿qué preferirías tener? —pregunta, suavizando su tono. A lo mejor se dio cuenta de que estaba comportándose como un imbécil. Lo miro a los ojos—. ¿Un recetario de comida gourmet o uno de recetas sencillas que ya conoces, pero mejoradas?

Miro nuestras manos antes de responder. —Si recuerdas que no se me da bien la cocina, ¿cierto? —Él asiente apretando un poco más su agarre—. Así que, sí. Preferiría algo así como manual de cocina para principiantes.

Eso lo hace sonreír pese a que no comprendo a qué viene el tema.

—También tengo la idea... —Aún no aparta su mano de la mía— quisiera agregar platos para personas a las que les cuesta masticar... como papá —Que mencione a su padre me obliga a bajar la guardia por completo—. Consejos de cocina para enfermos.

—Eso es muy noble —digo.

—Pero no es comercial —dice él—. No... vende libros.

—Oye —Saco mi mano de debajo de la suya y la tomo entre las mías—, con que una sola persona te lo agradezca basta. Quizá por ahí hay otro chico cuidando a su padre enfermo. Además, gente a la que le cuesta masticar hay mucha. Ancianos. Bebés —Él asiente—. ¿Vas a publicar un libro de recetas?

—Pero de comida gourmet —dice él, torciendo su boca en una mueca de desánimo. 

Actitud que, por la importancia que tiene, no comprendo.

—¿Sabes qué hice yo? —digo, para animarlo y sepa más de mí.

—¿Qué?

—En Deya nos organizamos con tres colegas y dimos clases de baile a adolescentes que sufren bullying. Algo así como baile-terapia. También aceptamos a chicos que hacen bullying y los resultados fueron... Se me enchina la piel solo de recordar. Quisiera hacer lo mismo aquí.

—Hazlo.

—A lo que voy es que comprendo que quieras ir en auxilio de alguien.

—Volví —dice Boris, acomodando sobre la mesa una nueva bandeja con comida. Oliver acerca mi mano a su boca y besa mis nudillos antes de separarlas...

Eso también enchinó mi piel.

—Ya solo falta Aaron —digo.

—¿Aaron? —pregunta Boris tomando asiento al lado de Oliver.

—¿Viste la película Godzilla? —le pregunta Oliver y yo lo miro con enfado. Boris asiente—. ¿Recuerdas cuándo el personaje de Matthew Broderick cree que destruyó a Godzilla y a sus huevos pero quedó uno? —Boris asiente una vez más—. Ése es Aaron.

—Oliver es un exagerado con Aaron —defiendo.

—Claro que no.

—¡Pero a quién se le ocurre hacerte famoso a ti, criatura! —escucho venir a Aaron y respingo.

—Aaron —Oliver se pone de pie mientras rasca con incomodidad su cuello.

Los dos chocan y se abrazan. O, siendo más específica, Aaron prácticamente taclea a Oliver y después lo carga.

—¡Oliver Odom! —celebra.

—Mis costillas —protesta Oliver con voz aguda.

—Bebote, despacio —le recuerdo—, sin crueldad.

—Te extrañé, Oliver —le dice Aaron, apretujándole con menos ahínco. Oliver inhala y exhala tres veces al sentirse más liberado. Después, Aaron deja caer su cara sobre el hombro de Oliver y llora... Llora con tanta intensidad que moquea. Oh, mi bebote.

Es un reencuentro emotivo.

—¿Ves que si te quiere? —le digo a Oliver, que procede a dar palmaditas suaves a la espalda de Aaron.

—Advierto que no tuvieron muy buena relación en la prepa —dice Boris pendiente de todo.

—Me acosaba —se queja Oliver.

Aaron se separa de él para confrontarle. —Y gracias a mí ahora eres emocionalmente fuerte.

—¿Está hablando en serio? —me pregunta Oliver a mí.

—Bebote, Oliver merece una disculpa.

—No. Le devolví todo con creces.

—¿Perdón? —Oliver luce indignado.

—Dejé que te metieras con mi prima.

—Él tiene razón —opina Boris.

—Bebote —insisto y Aaron se encoge de hombros.

—Oliver, discúlpame —dice, por fin.

—¡No! —contesta Oliver, todavía indignado y una vez más lo miro con enojo.

—Entonces olvídate de volver a poner tus manos sobre Andrea —lo amenaza Aaron.

—Yo también te extrañé, Aaron —dice esta vez Oliver, más anuente, y abraza otra vez a Aaron. Yo entorno mis ojos.

—Creo que me hubiera encantado ir a la prepa con ustedes —sonríe Boris.

—¿Y... a qué te dedicas, Aaron? —pregunta Oliver en lo que los dos toman asiento—. ¿Eres algo así como el guardaespaldas de Dwayne Johnson?

—Es profesor de Kinder —corrijo.

El codo de Oliver se sale un poco de la mesa. —¿Es un chiste?

—No. Trabajo con niños —responde Aaron.

—Pero, ¿con qué tipo de niños?

El semblante de mi primo se endurece. —Soy el profesor estrella de Mis primeros pasitos.

—Ese es el nombre del Kinder para el que trabaja —aclaro yo—. Aaron es el profesor de educación física.

Oliver mira de uno al otro sin poder creerlo. Yo asiento para que vea que no bromeamos.

—Juego pelota con ellos y después cantamos canciones de Topo Gigio —comenta Aaron y Boris lo felicita.

—Estoy esperando a que me digas que es una broma —Me insiste Oliver.

—No. La directora del Kinder lo adora y cuando yo tenga hijos los llevaré a que reciban clases con él.

Oliver observa al bebote con horror. —Es que...

—De tu siguiente respuesta depende que esos niños salgan de tus testículos —lo amenaza Aaron.

—¡Bebote! —lo regaño.

—¡Andrea, él me está tratando mal! —patalea Aaron.

—¡Oliver!

Oliver resopla y otra vez se dirige a mi primo.

—Aaron, estoy seguro de que eres un gran profesor —lo halaga y los dos se ponen de pie en su lugar para volverse a abrazar. 

Vuelvo a entornar mis ojos.

—Buenas tardes —saluda de pronto alguien, mirándome a mí más que a todos. El sujeto viste una camisa formal, saco.... y una pantaloneta de Naruto.

—¡Porky! —salta Aaron. Yo carraspeo—. Perdón. Mel —corrige rápido.

Oliver observa la escena sin comprender qué pasa. Hora de empezar con el teatro...

—Oliver, Boris —empiezo—, él es Mel mi...

—Novio —termina Aaron por mí y lo miro con tanto ímpetu que, temo, mis ojos se salgan de orbita. Quedamos en que sería un amigo que me pretende.

—¿Novio? —repite Oliver, mirándome.

—Había olvidado mencionártelo —aclaro, rascando algo detrás de mi oreja—. No tuve oportunidad.

—Te extrañé, pollito —Me abraza Mel dándome un piquito. Mataré a Aaron.

—Yo... también —lo recibo azorada y le indico sentarse junto a mí. 

Los próximos segundos evito mirar directamente a Oliver.

—¿A qué te dedicas? —le pregunta él a Mel. Sus pantalones cortos embrollan a cualquiera.

—Es cardiólogo.

—Veterinario.

Mi respuesta y la de Aaron se pronuncian al mismo tiempo. Nos miramos. Quedamos en que... ¡Maldición! Niego con la cabeza deseando que un rayo caiga en mi dirección.

—Soy cardiólogo de perros —se presenta Mel con Oliver ofreciéndole su mano.

Oliver no puede cerrar su boca en, al menos, diez segundos...

Dudo que esto pueda empeorar.

—Mel y Andrea llevan mucho tiempo juntos —informa Aaron a Oliver con voz acusadora—. En la familia lo queremos mucho. Tanto que lo llamamos primo Mel.

—¿Genial? —contesta Oliver.

—Te traje algo —me dice Mel. Es evidente que él y Aaron prepararon algún tipo de guión y no me informaron—. Cacahuates—agrega, sacando de su saco una bolsa ya abierta.

—Te dije que no la abrieras —lo regaña Aaron en voz baja.

—Mmm cacahuates, mis favoritos —digo yo, recibiéndola—. ¿Quién quiere flores si puedes obtener... cacahuates? —añado, advirtiendo al mismo tiempo que Oliver observa a Mel con seriedad. ¿Nos estará creyendo?—. ¿Cacahuates? —le ofrezco y coge la bolsa para él.

—Boris, nos trajeron cacahuates —avisa a su amigo.

—Genial.

—¿Y... dónde conociste a Andrea, Mel? —pregunta a mi "novio" en lo que retira la cáscara del primer cacahuate.

Mel acomoda su brazo detrás de mi espalda... abrazándome. —En una convención de anime.

—Tú no ves anime —me reclama Oliver. Sí, reclama.

—Pude haber cambiado de gustos el tiempo que no estuvimos juntos —me defiendo.

—¿Anime? —Boris está sonriendo.

—Estaba acompañándome —interviene Aaron respondiéndole a Oliver y salvándonos a los tres—. Yo soy el fan del anime.

—¿Hablan de la convención que organiza la biblioteca de Ontiva? —pregunta Boris codeando un poco a Oliver para que se tranquilice.

—Esa misma —responde Mel.

—Muero —Al menos Boris está emocionado.

—¿Y cómo se veían si Andrea, hasta hace unos días, vivía en Deya? —cuestiona Oliver.

—Nos juntábamos los fines de semanas —responde Mel con actitud solemne—. Ya sabes... para tener sexo.

Estoy atragantándome con mi bebida.

—Pero ellos ahora tienen sexo cada segundo, de cada minuto, de cada hora, de cada día —le secunda Aaron, todavía en plan de ataque.

—Por eso desde que estoy con Mel padezco de la cadera —ironizo enviando a mi primo una mirada de advertencia.

Tampoco es necesario exagerar...

—¿Qué tanto sabes de anime? —le pregunta Boris a Mel.

—Mel es el Hugh Hefner del anime—alardea Aaron—. Tiene el blog de hentai más visitado de esta región.

—¿Acaso es... —Boris pronuncia un nombre casi ininteligible.

—Ese mismo —confirma Mel sacando el pecho.

—Wow —Boris está boquiabierto y de ese modo se dirige a Oliver que parece tener tortícolis—. Este tipo no es cualquier tipo —le dice—. Es el tipo.

Oliver no da crédito.

—Te dije que el Porky es importante —susurra Aaron a mi oído.

—Distribuye pornografía —censuro, también en voz baja.

—Hentai —rebate él orgulloso de su amigo.

—No te sientas mal, compañero —Mel intenta darle ánimos a Oliver—. Los recuerdos de la prepa también son importantes.

Oh, no...

Rasco mi cuello sintiendo aún más incomodidad. Mel vino dispuesto a matar.

—Voy por más Coca-Cola —avisa Oliver, levándose de su asiento. Luce molesto—. ¿Quieres que te traiga algo, pollito? —me pregunta.

—Un sundae, Cari.

Entrecierro mis ojos en su dirección. También puedo jugar el mismo juego.

Me quedo a solas con los chicos. Ellos platican sobre dibujos con genitales enormes mientras yo observo a Oliver hacer cola en la caja. Él me mira a ratos, no oculta su enojo y ganas de decirme muchas cosas, cosa que me enfada.

—Ya vuelvo —digo a los chicos y hago mi camino hacia Oliver—. ¿Cuál es tu problema? —lo encaro.

—¿Pantalones cortos de Naruto? ¿Es en serio? —sisea.

—Oye, yo no juzgo a tu pareja.

Él arquea una ceja. —¿La bajita?

—E-ese fue un comentario aislado —tartamudeo.

—¿Y a qué se dedica realmente?

—Es distribuidor independiente de streaming multimedia bajo demanda —intento defender.

Oliver se inclina un poco. 

—¿Y eso es?

—Piratea series de Netflix, ¿contento?

—Já.

—Lo que sea —Hago un gesto de indiferencia con mi mano—, puedo ver series de Netflix sin pagar nada.

—Yo te hubiera añadido a mi cuenta.

Eso fue tierno...

Cuando llegamos a la caja pide la Coca-Cola y el sundae. Al mismo tiempo lanza miradas de molestia a Mel.

—Se está comiendo la kétchup solo así —me pasa queja.

—¿Es tu Kétchup? —lo regaño—. El hombre trabaja duro distribuyendo pornografía y series pirata, déjalo disfrutar.

—Mereces algo mejor —Realmente luce molesto. Mi consciencia apremia.

—¿Cómo qué? ¿Un chef? —digo, sarcástica—. ¿Qué? —añado cuando él me mira con enojo.

—¿Por qué el tonito?

Aunque ya tenemos nuestras cosas no regresamos inmediatamente a la mesa.

—Porque no conozco a ninguno disponible.

—Mi situación es complicada —Es lo único que dice.

—Pues no la compliquemos más —contesto dispuesta, ahora sí, a volver a la mesa... Pero él me detiene.

—Tienes razón en estar molesta —reconoce.

—No me digas.

—Pero te juro que te estoy diciendo la verdad —Intenta abrazarme—. Vamos a otro lugar para que te explique... Uno en el que estemos solos —Ahora se aproxima para tratar de besarme... Sí, besarme.

—Ahí está mi novio —le recuerdo, apretando mis labios para, con todo el dolor de mi corazón, no recibir el beso. Así no.

—Está más interesado en Aaron y Boris —señala él con frustración.

Miro a Mel y es cierto. —Da igual. No le voy a fallar... Te-te animo a hacer lo mismo con Karin.

—Ya te dije que eso es complicado.

—Lo siento por ti, amigo —En mis ojos hay pena.

—¿Por qué me tratas así? —se queja. ¿Por qué? A mí también me duele.

—¿Cómo quieres que te trate si vienes a mí cuando aún tienes novia? —Todo mi ser duele—, ¿A qué tipo de Andrea Evich recuerdas, Oliver?

¿Pollito estás bien? —me pregunta Mel desde su lugar al verme un poco alterada.

Cierro mis ojos con frustración. —¡Tú vuélveme a llamar Pollito y... —Trato de calmarme—. ¡Estoy bien!

No, no lo estoy.

—¿A qué tipo de Andrea Evich recuerdo? —repite Oliver, tratando de que lo mire únicamente a él... Toma aire como si estuviera cansado—. A la que siempre consigue poner mi mundo de cabeza. A esa recuerdo.

Estoy analizando si eso es bueno o malo...

—¿Y yo que soy para ti? —pregunta esta vez—. ¿Un viejo recuerdo de la prepa? —Es obvio que las palabras de Mel le dolieron.

Oprimo mis labios con dificultad y acaricio su mejilla con el dorso de mi mano. Soy como el sundae que se está derritiendo en mi mano. ¿Qué le contesto?

—Ojalá solo fueras eso —digo y esta vez, aunque duele, sí regreso a la mesa.


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