Capítulo 12
¡Dijeron de todo! xD Desde cementerios, moteles, supermercados, ¡de todo! c: ♥ Pero quien más se acercó fue Diana3Stephania :3 Capítulo dedicado.
Las siguientes dedicatorias de capítulo las haré a quienes comenten más ♥ Me encanta saber lo que opinan. Me motiva mucho c:
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Estamos detenidos en el tráfico que provocó un accidente a las afueras de la ciudad... Sí, estamos saliendo de la ciudad. Miro por el rabillo del ojo a Oliver, no me ha dirigido la palabra y cuando intento romper el hielo le sube volumen a la música. Así de maduro es. Sin embargo, justo ahora que estamos en medio de un embotellamiento, parece oportuno que diga algo por el bien de los dos.
—Esto es un secuestro —empiezo, sonando más alarmista de lo que necesario—. Bien podría tomarse como un secuestro. Entré a la camioneta por voluntad propia, sí, pero no me dices a dónde vamos —Una vez más sube el volumen de la radio—. ¡OLIVER! —regaño.
Y cuando trato de volver a bajarle o apagar, la cubre con su mano para evitarlo.
—Estamos recibiendo otra llamada —dice Joel, el locutor, en lo que me doy por vencida— y hay más en espera me informan. Ya saben, gente linda que nos escucha: si tienen alguna historia sobre un amor que se fue, llamen para contarnos. ¿Quién está en la línea?
—Angie —responde una mujer.
—Hola, Angie, ¿tienes una historia sobre un amor que se marchó?
—Sí. Aunque no es muy esperanzadora.
—Adelante. Te escuchamos todos.
—Mi novio, un chico que vivía en la misma calle que yo, cuando llevábamos seis meses juntos, decidió marcharse a la ciudad en busca de un empleo que, según él, a largo plazo, mejoraría la vida de ambos. Lo encontró... Vivimos lejos tres años y todo iba bien. Él fue paciente, yo también puse de mi parte. Con la distancia no tuvimos problema, hicimos que funcionara. Iñaki, ése es su nombre, se fue, sí; pero de alguna manera se mantuvo cerca. La catástrofe vino después... Él regresó con muchas oportunidades en la bolsa, con sus ahorros abrió un negocio y con esa seguridad echamos a andar los planes para casarnos. Todo siguió marchando bien hasta ahí.
—¿Qué pasó entonces, Angie? ¿Por qué la historia es sobre un amor que se fue?
—Él murió un mes antes de la boda —La voz de la chica se apaga y yo miro con tristeza la radio—. Lo mataron en un asalto.
—No tengo palabras, Angie —dice Joel al cabo de unos segundos de silencio— y te podría asegurar que nuestros oyentes tampoco.
—Cada llamada que recibiste hoy la escuché atenta, Joel —responde ella con duda—, pero sabes, ninguna me convenció. Todas trataron sobre un amor que se fue, sí. Sin embargo, te puedo asegurar que esta es la más incompresible. ¿Esa será la palabra adecuada? En mi caso no hay otra oportunidad. No hay esperanza. A mí solo me queda una interminable lista de preguntas que nadie contestará. No me dejaron porque así debía ser, no hubo un tercero, nosotros nos amábamos. Luchamos. Merecíamos una oportunidad que la mayoría todavía tiene.
—En donde quiera que esté Iñaki, Angie, sé que... —Oliver baja el volumen y no decimos nada mientras la camioneta continúa avanzando. De esa forma pronto llegamos hasta el lugar del accidente: dos coches destruidos casi en su totalidad.
Aparto la vista y una vez más observo a Oliver. Aún no me mira pero luce menos lejano. La canción que suena en el actual escaso sonido de la radio es Missing you de John Waite y Alison Krauss. Que conveniente otra vez... Cansada, busco con qué distraerme y abro la guantera. Un momento. ¿Una bolsa de Burger King? La tomo y busco dentro. Hay una hamburguesa a medio terminar, papas y una Coca-Cola con hielo, lo que significa que no hace mucho la compraron.
—¿Hay comida y no me dices nada? —reclamo, dándole una mordida a la hamburguesa. Las papas están a la mitad.
—La Coca-Cola es mía —señala.
—Ups —digo, quitándole el protector y bebiendo directamente del vaso. Oliver, molesto, hace una mueca y entrecierra sus ojos en mi dirección.
—Mía.
—Debiste traer más provisiones si ibas a secuestrar a alguien —protesto confirmando una vez más desde mi ventana que, efectivamente, estamos fuera de la ciudad. Ahora a nuestro paso hay más boscaje que edificios. La buena noticia es que ya no estamos atascados en el tráfico.
—Tu prefieres McDonald's —continua reclamando Oliver y me alegra que al menos esté hablando.
—Así es. Me gusta untar con sundae las papas —asiento, mordisqueando más de la hamburguesa—. Por lo que si sabías que iba a venir debiste pensar en eso y también comprar algo para mí.
—Con lo que tardaste en subir se hubiera derretido el sundae —se queja, robándome una papa.
—Pues me lo hubiera tomado como milkshake.
—Tienes una respuesta para todo, ¿no? —rebate, quitándome el vaso de Coca-Cola en lo que me ocupo de las papas. Si dejo una cosa me arrebata la otra—. Menos para lo que de verdad importa.
Wow.
Termino de masticar antes de contestar. ¿Para lo que de verdad importa? ¿Va a dejar que asuma a qué se refiere? De acuerdo.
—Tú tampoco hablas claro —le hago ver.
—El caso es que el Twinkie que quedó en la guantera sí es mío —amenaza, evadiendo lo anterior.
Dejo por un momento la hamburguesa y busco dentro de la guantera, encuentro el Twinkie, abro el empaque tratando de hacer el mayor ruido posible y me meto a la boca más de la mitad. Todo mientras Oliver arruga con enojo su entrecejo. Después, como está poniendo atención al camino, le vuelvo a sacar el vaso de Coca-Cola.
—Era el único Twinkie —protesta con voz gélida.
—Qué pena —digo, engulléndome lo demás para luego chupar mis dedos.
—Karin por lo menos me hubiera dejado la mitad —continua quejándose.
Llevo mi mano hasta mi corazón fingiendo que duele.
—Pues la hubieras traído a ella —contesto e inmediatamente vuelvo con la hamburguesa.
Está sonriendo.
Intenta no hacerlo pero está sonriendo. Frota un poco su nariz con el dorso de su mano y, todavía viendo el camino, abre su boca para decir algo, pero la cierra y en lugar de eso estira su brazo a modo de situarlo entre mi espalda y el respaldo de mi asiento. Lo primero que pienso es que intenta rodearme para atraerme hacia él, pero no. Está buscando algo al ras de mi trasero.
—Ahí no está la calavera de cristal, Indiana Jones —le advierto, pero sigue buscando sin borrar la sonrisa de su cara.
—Sí había otro Twinkie —informa, sacando lo que buscaba del espacio entre el asiento y la puerta. Y lo abre.
—¿Los chef no deberían comer algo de mejor calidad o, al menos, más saludable? —pregunto, realmente intrigada.
—No puedo comer un Peceto al verdeo con vino tinto mientras conduzco.
Ahí tiene un punto.
—No sé qué es pero suena bien.
Hay más vehículos en la autopista pero no así lugares para aparcar. Miro a Oliver. De acuerdo con las señalizaciones, la siguiente ciudad está a 150 kilómetros. ¿Hasta dónde me lleva?
—Tienes que decirme a dónde vamos —insisto y su respuesta es volver a subir el volumen de la radio—. ¡Oliver!
—In my life there's been heartache and pain! —canta llevando una mano hasta su pecho al reconocer qué canción está sonando.
—¡Oliver!
—I don't know if I can face it again. Can't stop now. I've travelled so far to change this lonely life...
—¡Oliver, ya!
No le importa, él sacude su cabeza con sentimiento.
—I wanna know what love is! —grita, incluso con más sentimiento que el vocalista de Foreigner—. I want you to show me!
—Oh, por Dios... —Me cruzo de brazos y eso solo lo hace reír más.
—I wanna feel what love is! I know you can show me! —vuelve a cantar y después vuelve a bajar el volumen.
—¿Terminaste?
—Sí —dice, estirando su mano en mi dirección para apretujar mi mejilla. Lo empujo para que la aleje y continúa riendo—. No te enojes... Ya casi.
—Me enoja que no me digas a dónde.
El único rótulo publicitario que atisbo a ver desde donde estamos es el de un hotel. ¿Un hotel? Nuevamente observo a Oliver.
—¿Qué tan cerca estamos? —pregunto, amenazante.
—Desde aquí veo el lugar —dice y lo empujo—. ¡¿Qué?! —discute sin comprender, aparentemente.
—¿Qué asumes? —reclamo, empujándolo de nuevo.
—Andrea, no vamos al hotel —asegura, acariciando con indignación el brazo que golpeé.
—¿No? —Trato de respirar más tranquila.
—No —reitera. Aunque se apresura a sonreír de nuevo—. Claro que si quieres...—Su voz es una promesa.
Lo vuelvo a empujar. Mas porque, aunque asegure que no, empieza a bajar la velocidad y se estaciona frente al hotel. Abro otra vez la guantera para buscar algo con qué golpearlo. Encuentro una revista de cocina.
—Que. No. Venimos. Al. Hotel —protesta, recibiendo mis golpes.
—¿Entonces?
—Qué ruda —masculla haciendo girar la camioneta a modo de que esta entre de retroceso dentro del boscaje frente al hotel. Ahí se estaciona y la apaga.
No comprendo nada. Y él tampoco dice nada. Baja de la camioneta y empieza a echar un vistazo al lugar como si intentara reconocerlo. Yo también bajo.
—¿Qué es... aquí? —pregunto, pero Oliver, dándome la espalda, no responde y comienza a caminar hacia una pequeña pendiente que baja sin problemas. Lo sigo no comprendiendo el hermetismo.
Es...
Es hermoso.
De pie sobre la pendiente atisbo lo que hay más abajo: una cabaña, más bosque y un lago con un muelle. Todo eso bajo la luz de la luna, brisa y el sonido de grillos es... simplemente maravilloso.
Él se sienta en un tronco al lado de la cabaña.
—Esto es bello —digo cuando lo alcanzo. Él asiente viéndome observar todo como si de un sueño se tratara.
No dice nada de inmediato y elijo no forzarlo. Parece necesitar relajarse un poco. Y lo hace. Cierra sus ojos, suspira y los vuelve a abrir buscando entre las copas de los árboles la luna.
—Aquí se ven mejor las estrellas —digo, también contemplando el cielo. Un hermoso cielo—. Esta es la parte linda de Ontiva.
—Encontré este lugar hace tres años —empieza a contar—. En el hotel que está en frente se casó Byron... Horas antes quiso caminar y platicar un poco y dimos con esto. Me encantó. Averigüé y estaba en venta... Obviamente no podía pagarlo. Pero... se vale soñar, ¿no? —Asiento y me acomodo en el suelo frente a él para seguir escuchando—. Igual seguí viniendo. Sin importar la hora o fecha, cuando quise volver a ver el sitio, vine... Sin embargo, desde entonces, para mi pesadilla, también ha cambiado de dueño. Aun así este no ha querido hacer algo con él, lo tiene aquí sin aprovecharlo... Por lo que continúa en venta.
—Es tuyo —digo sin dudar.
Oliver sonríe.
—Esa es una de las razones por las que quise entrar a El Chef de oro —continua, aunque esta vez bajando su cabeza—. Quiero comprar este lugar... El dinero que obtendrá el ganador de la competencia más lo que conseguiría por vender la casa de papá me ayudaría a costear todo.
—Es un buen plan.
—Sí —asiente—. Solo me queda ganar El chef de oro —suspira ahora.
—Vas a ganar —digo, levantándome para sentarme a su lado—. Yo se lo he dicho a mi tía Su: A nadie en ese programa le ponen más atención que a Oliver. Es el gran favorito. Vas a ganar —reitero y él, en respuesta, desvía su mirada mostrándose poco seguro de eso, incluso... luce triste—. No me digas que tú mismo no confías en ti.
—No es eso.
—¿Entonces? —Él no responde...—. Mírame —le pido y lo hace—. ¿Sabes por qué vas a ganar?
—¿Por qué? —pregunta apretando ligeramente mi nariz.
—Porque eres Oliver.
—¿Aún crees que soy una especie de Superman? —Lo pregunta como si temiera mi respuesta.
—Sí. Aún eres mi chico estrella —confirmo—. Y por eso, cada que imaginaba el momento de volver a encontrarnos, siempre me dije por lo menos debemos seguir siendo amigos.
—¿Amigos? —Él no da crédito a lo que está escuchando.
—Funcionará siempre y cuando no me escondas que tienes comida en tu guantera —Él ríe y niega con la cabeza—. ¿Qué? —Lo codeo.
—Amigos —repite estirando su boca en una mueca interrogante.
—Bro —saludo, codeándolo otra vez.
Porque sí. Amigos. No me voy a ilusionar con algo más. No es sano.
—Ven, amiga —dice caminando hacia el muelle.
Aún no quiere marcharse... Un poco asustada, saco de un bolsillo mi móvil para ver la hora. 02:03 a.m.
—Que vengas—repite Oliver y otra vez lo sigo.
El terreno en general está ligeramente inclinado salvo el espacio que ocupa la cabaña; no obstante, entre los árboles, encontramos fácilmente por dónde bajar. Hay un camino recorrido aquí.
El muelle está bien conservado y es grande, además hay una pérgola justo en el medio, lo que significa que el sitio está preparado para recibir muchas visitas.
—Asumo que quieres poner un restaurante.
—Sí. Hablé con el dueño del hotel y no está del todo contento con su jefe de cocina actual. Considero que podemos llegar a un acuerdo —Señala un espacio a nuestra izquierda—. De aquel lado hay un parque nacional que recibe muchas visitas los fines de semana y gente de la ciudad viene con yates, veleros y motos a pasar el rato en el lago. Por lo que, estoy seguro, hay una buena oportunidad aquí.
—Me encanta —Él sonríe cada que estoy de acuerdo con algo y es que es fácil estarlo, él ya pensó en todo. A mí solo me queda dejarme maravillar.
—La cabaña la quiero ampliar —continua—. Algo así como un segundo o tercer piso para vivir arriba.
—¿Vivirás en el bosque?
—Sí.
Miro el lago para no darle la cara mientras pregunto lo siguiente.
—¿Y Karin... está de acuerdo con eso?
—No lo sabe —contesta Oliver, murmurando. ¿Qué? En definitiva tengo que darle mi atención otra vez—. Por el momento solo saben tú y Byron.
—Es tu prometida —digo, arrastrando cada palabra.
Es su turno para ver un punto lejano.
—Su padre es dueño de una cadena de restaurantes Steak House —explica—, si le cuento sobre esto querrá que lo vuelva una sucursal de su cadena y yo quiero tener mi propio espacio.
—Si hablas con ella seguro lo entenderá.
Él niega con la cabeza. —Es muy apegada a su papá. Es hija única, por consiguiente... su heredera. Haría muchas preguntas sobre por qué me quiero independizar. Trabajo para ellos —aclara entonces—. Soy jefe de cocina en su restaurante principal, el más importante. No habría una ruptura empresarial sin algo de drama.
—Pero es tu novia, debe... comprender —Me duele que no le tenga confianza.
—¿Cómo te sentirías si tu mamá decide poner su propia academia de baile? —pregunta, intentando llegar a un punto.
—Confundida —acepto—. Entonces... —Elijo cambiar de tema—. ¿Qué nombre le pondrás a este lugar?
—Aún no lo sé —dice, sentándose en el muelle para a continuación recostarse y en esa posición bostezar. Definitivamente no quiere marcharse pronto.
—¿Necesitas dormir? —digo, acomodándome junto a él para rozar con las yemas de mis dedos sus ojeras. Eso también me preocupa.
—Padezco de insomnio —acepta, sorprendiéndome—. Anoche a esta hora no estaba dormido... ni dos o tres horas después.
Lo mismo me pasó pero fue por él.
—¿Es algo frecuente?
—Sí...
Eso consigue inquietarme más. —¿Has bebido algún té o leche?
—Me recetaron ansiolíticos —dice, logrando que me alarme.
—¿Ansiolíticos?
Oliver asiente. —Por trastorno de ansiedad... Aunque estoy bastante seguro de que esos medicamentos son los que me producen insomnio. Eso y... algo más.
¿Algo más?
—Tienes que hablar con tu médico.
—Lo haré —promete, mirándome con agradecimiento.
—¿Trastorno de ansiedad? —repito.
—Aumentó desde que empezó El Chef de oro. Es eso y mucho estrés.
—Date la vuelta —ordeno, decidida, y aunque primero duda, obedece. Ahora está boca abajo y en esa posición empiezo a tocar sus hombros y cuello.
—Au —se queja.
—Esto es tensión —digo.
—¿Ahora eres experta en articulaciones?
—Tía Su —informo—. ¿Por qué crees que me preocupa el estado físico de esa botarga?
—¿Ella es la que peleó con Botellín? —No necesito verlo para saber que está sonriendo.
Esto va a ser vergonzoso. —Sí.
Oliver ríe mientras continuo haciendo presión sobre puntos clave en su espalda.
—¡Au!
—¿Puedo levantar tu suéter? —pregunto y él mismo empieza a acomodarlo. Tarde me doy cuenta de que, quizá, esto no sea prudente. Aunque mis intenciones son buenas y desinteresadas y el cielo lo sabe.
—¿Me darás un masaje?
—Lo intentaré.
Me apoyo sobre mis pies, estiro un poco y paso mi pierna izquierda por encima de él... El caso es que termino a horcajadas sobre su trasero.
Ninguno de los dos dice nada.
Empiezo a mover mis manos sobre su espalda a modo de que la rocen mis palmas y nudillos. Voy desde la parte baja hasta el cuello con movimientos suaves y lentos. Regreso a la zona lumbar y ahí hago movimientos circulares. Eso he visto hacer a tía Su. Después, con las yemas de mis dedos, aunque sin ejercer mucha presión, me deslizo sobre su espalda. Todo sin tocar la columna vertebral. Le sigue lo mismo pero con mis nudillos.
—Eres buena.
—¿Te duele menos?
—Sí.
—La parte que estoy tocando ahora se llama músculo trapecio —explico, ejerciendo presión bajo su nuca—. Ahí se acumula mucha tensión.
—Au.
—¿Ves? Ahora me concentraré en tu zona lumbar... así que baja un poco más tu pantalón —pido y una vez más obedece rápido.
Ahora puedo ver sus calzoncillos...
—¿Hasta ahí?
—No tanto —regaño y yo misma le subo los pantalones otra vez. Oliver ríe.
—Aguafiestas.
—Haces más caso que hace siete años cuando te pedí sacarte la camisa.
—No me recuerdes eso.
—¿Por qué no? En mi mente aún te llamó cabeza de gel —Él gruñe y yo continúo con el masaje.
Estiro su brazo izquierdo, lo coloco sobre su espalda y después movimientos circulares sobre su omoplato... Le gusta. Suspira. Gime. Jadea un poco y estira su cuello para que le toque más... También empieza a bostezar. Al parecer pasarás el resto de la noche aquí, Andrea. Manteniendo los ojos cerrados apoya su frente sobre el suelo del muelle y respira de forma audible. Al cabo de unos minutos puedo dar fe de que está dormido. Termino el masaje acariciando un su espalda y vuelvo acomodar en su lugar el suéter. No obstante, cuando trato de levantarme, se gira y le vuelvo a mirar de frente. Lo que no sería tan incómodo si no fuera porque ahora estoy sentada sobre...
Oh, Paraíso infernal.
Respingo y una vez más intento apartarme. Pero Oliver no lo permite. Aunque el sueño lo está venciendo me jala hacia él para abrazarme, besa mi sien, mi cabello y me mantiene recostada contra su pecho... En esa posición se vuelve a dormir.
No intento alejarme. Puede ser el sueño empezando a nublar mi juicio pero... no quiero. Me gusta que me abrace. Es... como volver a casa. Beso su barbilla, apoyo mi cabeza sobre su hombro, modero mi respiración hasta conseguir que esté sincronizada con la suya y no tardo en igualmente quedarme dormida.
...
Primero escucho transportes de carga acelerar, frenar y bocinar a lo lejos, después pajaritos y, gradualmente, comienzo a ser consciente de los rayos de sol sobre mi cara. Asimismo los brazos alrededor de mi cintura y espalda. Estos me sujetan con fuerza.
Estoy con Oliver.
Trato de regular otra vez mi respiración y poco a poco abro mis ojos. Lo primero que miro es su cuello. Aparentemente todavía duerme. Vuelvo a recostar mi cara sobre su hombro, cierro una vez más mis ojos y me permito disfrutar del aroma de su camisa... Un instante después brinco al recordar que no me he reportado con mamá. Mierda. Saco mi móvil del bolsillo trasero de mi pantalón y reviso la hora. 07:36 a.m. Jesús. En mis mensajes únicamente tengo una carita que tiene en la boca un zipper y lo envió mamá. Con eso dijo todo.
Oliver, en su lugar, primero abre un ojo, luego extiende sus brazos hasta donde puede y por último suelta un sonido que no deduzco si es carraspeo o gemido. En seguida, y aprovechando que estoy inclinada sobre él mientras reviso mi teléfono, levanta su cabeza y con su cara frota mi pecho izquierdo en lo que continua emitiendo sonidos un tanto animales.
Trato de sentarme mejor y, mientras con una mano sujeto mi móvil, con la otra lo jalo del cabello hasta separarlo de mi teta.
—Ya no estás en edad de lactancia —lo regaño, pensando en si responder o no el mensaje a mamá. «Mejor hablo con ella directamente», decido volviendo a guardar mi teléfono.
—Demasiada tentación —responde él, poniéndose de pie, y estirando su brazo hacia mí para que haga lo mismo. Me levanto—. Gracias por el masaje, dormí como un bebé —sonríe, volviendo a bostezar y estirando un poco su cuello—. Tal vez por eso quería pecho.
—Yo también soy buena con los pretextos —digo, jalándole del suéter para que caminemos—. Vamos, debo volver a casa.
—¿Ya?
—¿Te parece demasiado temprano? —pregunto, sarcástica.
—Al menos desayunemos —propone.
—Está bien. McDonald's entonces.
—¿Prefieres McDonald's en lugar de que te prepare algo yo? —reclama, ofendido.
—Está en el camino, es rápido... Oliver —Lo miro—, en serio debo volver a casa ya.
Parece increíble que me preocupe más a mí las consecuencias de esto que a él que sí tiene pareja.
En la camioneta vuelve a poner la radio y pronto volvemos a la carretera.
—... Y es que afortunadamente no es temporada de lluvia, eso evita que se complique de más el tráfico —dice la voz de una chica que sí reconozco—. Pero ya saben, envíenme un tweet para contarme cómo está el tráfico en su ruta.
—Ni tan buenos días —digo a Oliver que inmediatamente me mira confuso.
—¿Cómo?
—Así se llama el programa de radio y la chica se llama Zoe. Ése si lo escucho.
—... Si no hay otra llamada escuchemos otra canción, ¿les parece? A mí se me antoja algo de Duran Duran.
—También pone buena música.
—Siempre.
...
Cuando la camioneta aparca otra vez frente a mi casa tardó algunos segundos en abrir y bajar esperando que él diga algo, pero no. Pese a que comentamos algunas cosas en el camino y mientras desayunábamos, al volver una vez más elige permanecer en silencio.
—Hasta entonces —digo, un poco tímida, despidiéndome, lo que le obliga a reaccionar y también sale de la camioneta; la rodea y nos encontramos al final de las gradas de mi pórtico—. Cuídate —insisto en despedirme y él asiente. Doy un beso a su mejilla y me alejo sintiendo un ligero dolor en mi pecho.
La puerta de mi casa está abierta, por lo que no puedo detenerme mucho tiempo ahí y, de pie bajo el umbral, me giro para ver nuevamente a Oliver. Está abriendo la puerta del piloto sin dejar de verme.
Esto es... extraño.
Sería fácil ir hasta él, besarlo, suplicarle que se quede, decirle que lo amo... Pero no es correcto. Ya rebasé la línea de lo permitido al tener él pareja. Lo que siga entre nosotros está en sus manos.
—¿En qué piensas? —me pregunta desde donde está al ver que no entro ni... él se marcha.
—En que ayer a esta hora tenía miedo de que no me fueras a reconocer —miento... a medias.
Él sonríe, niega con la cabeza, abre la puerta trasera de la camioneta, se ocupa buscando algo que hace un ruido tintineante que, deduzco, son llaves, se incorpora y, mirándome de una forma que no sé explicar, echa su brazo derecho hacia atrás avisando que está por arrojarme algo. Algo que cabe en la palma de su mano. Lo lanza y lo atrapo y se despide sonriéndome. Lo veo abrir la puerta del piloto y finalmente subir a su camioneta; y la enciende pero no avanza, parece estar esperando a que mire el objeto en mi mano... Lo hago.
Estoy que quiero llorar.
Es... Es un llavero del Pato Donald.
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¿Impresiones? 7u7 ¿No sienten tantita pena por Karin? ¿Hacia dónde deducen que voy? Este capítulo nos deja un poco más en claro por qué el libro lleva ese título. Pero si no lo pillan aún, los animo a releer c:
Les dejo con dos momazos que compartieron en el grupo de Facebook Tatiana M. Alonzo - Libros
Por Patty Campean
Por Wilka Gervacio xD ♥
GRACIAS POR DEJAR TU VOTO c: ♥
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