Capítulo 9: Tinta
Narra April:
—No te pido que nos cuentes tus motivos, pero creo que él merece una explicación —Las palabras de Hannah se instalaron en mi mente haciéndome sentir aún peor.
<<¿En serio piensas que no quiero darle una explicación? No veis que simplemente no puedo. Ni si quiera os lo puedo explicar a vosotras>> quería decirles, pero las palabras se quedaban atascadas en mi garganta. Había intentado contarles lo que me sucedía a mis amigas para que ellas pudieran hablar con Neville, pero cada vez que lo intentaba el intenso dolor de cabeza volvía a mí amenazándome con hacerme desmayar.
—¿Podemos dejar el tema? —pedí mientras me sentaba en mi cama.
Hannah bufó y se echó hacia atrás quedando tumbada sobre su colchón.
—¿Que decíais que pasó el otro día? —añadí para cambiar de tema.
—Fuimos a sacar de las mazmorras a un alumno castigado y los Carrow nos pillaron —comenzó a explicarme Bonnie—, bueno no a nosotras, porque íbamos en otro grupo. Pero Seamus, Hazel y Neville apenas han salido de la Sala de los Menesteres estos días.
—Parece que los Carrow vayan a hacer una excepción en su norma de no derramar sangre limpia —añadió Alison.
—¿Pero están todos bien? —Aunque la pregunta que realmente necesitaba formular era: ¿¡Quién diantres es Hazel!?
—Sí, por suerte no les pasó nada.
Un pequeño suspiro escapó de entre mis labios al escuchar aquello.
—Lo malo es que, al no conseguir atrapar a Neville, han decidido ir a por su abuela —dijo Hannah.
—Aunque con ella les salió el tiro por la culata, como vive sola se pensaron que con un mortífago bastaría para atraparla, pero, según dicen, Dolohov aún sigue en San Mungo —comentó Alison.
Neville debía de estar pasándolo mal, si tan solo pudiera estar a su lado para ayudarle.
Mis amigas no tardaron en marcharse de nuevo a la Sala de los Menesteres, pues ahora pasaban gran parte de su tiempo allí. Me quedé sola y saqué mis pergaminos con tinta invisible para añadir una nueva pesadilla.
Aparecía avanzando por un largo pasillo de piedra, los escombros y los cadáveres se amontonaban a ambos lados de éste. Algunas personas pasaron corriendo, huían atemorizadas de algo, pero no sabía de qué. Antes de poder darme cuenta, la oscuridad se apoderó de todo.
Ahora estaba en los jardines, estaba en Hogwarts. Unas figuras que no conseguía distinguir lanzaban hechizos al cielo, una barrera protectora parecía rodear al castillo. De nuevo negrura, solo que, en esta ocasión, no se disipó para permitirme ver algo más, se mantuvo ahí, aislándome. Una voz siseante alcanzó entonces mis oídos, no distinguía las palabras que articulaba, pero provocaban en mí un inexplicable desasosiego. Después, silencio.
Dejé la pluma sobre mi mesilla de noche y releí lo redactado. Cuando estuve satisfecha, cerré el tintero, oculté las palabras escritas con mi hechizo y lo guardé todo de nuevo en el baúl. Mis dedos se toparon al hacerlo con algo metálico, era el guardapelo.
Me tumbé de nuevo en la cama, sosteniendo el abalorio sobre mi rostro para poder examinarlo.
<<¿Habría alguna razón para que mi padre me lo hubiera entregado?>> pensé mientras lo giraba entre mis dedos.
Extraje una vez más el pequeño pergamino de su interior. Las letras trazadas en tinta roja eran totalmente incomprensibles, estaba claro que se trataba de un hechizo, pero desconocía su uso, incluso resultaba difícil imaginar cómo se pronunciaría.
El cansancio terminó por vencerme y desistí en mi intento de descifrar las palabras escritas, ya me preocuparía en otro momento de eso.
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¡¡Preeeeeguntaa!!
Si tuvierais a J. K. Rowling delante y pudieseis preguntarle cualquier cosa, ¿qué le diríais?
Esta sería probablemente mi reacción:
¡¿Por qué tuviste que matar a Sirius?! Te odio y te quiero a la vez! Me haces sentirme confundida, joder. Y luego, después de haberla traumatizado con mis palabras, me echaría a llorar en parte por la emoción y porque aún no he superado la muerte de Sirius D:
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