Capítulo 10: Una bruma de recuerdos (1ª parte)
Narra April:
Aparecimos en una habitación algo lúgubre, pero no estábamos solos. Mis padres, Bellatrix y Rodolphus Lestrange, se encontraban allí también. Mi madre estaba tumbada en la cama con gesto cansado, en sus brazos sostenía a un bebé recién nacido, era yo. No pude evitar acercarme más a la cama para verme, era un bebé bastante corriente, de mejillas sonrosadas y aspecto sano.
Mi padre se había sentado junto a mi madre, que me miraba con cierto cariño, pero se puso en pie rápidamente al abrirse la puerta de la habitación. Voldemort cruzó el umbral y entró en la estancia. Neville apretó mi mano ligeramente, apoyándome en silencio.
Voldemort se acercó a la cama y mi madre, que lo miraba expectante, extendió los brazos acercándome más a él. El mago puso una de sus blancas manos sobre mi frente y cerró los ojos durante unos instantes.
—Detecto en ella algo especial... —murmuró pasados unos segundos—. Alberga mucho poder en su interior, pero podría volverse en nuestra contra si no aprende a controlarlo.
Rodolphus parecía algo nervioso en aquella situación, pero su mujer asintió con seguridad.
—¿Qué hará entonces, mi señor? —preguntó ella.
—Confinaré su poder hasta que pueda manejarlo —casi siseó aquellas palabras.
—Mi señor, el parto ha sido complicado, estoy seguro de que parte de ese poder es lo que mantiene a nuestra hija con vida... —comentó Rodolphus temeroso.
Voldemort le devolvió una mirada que reflejaba cierta rabia, haciendo que el mortífago se encogiera ligeramente.
—Dejaré una pequeña parte de su poder para que siga con vida, el resto lo guardaré —respondió señalando un talismán que pendía de su cuello, éste era una serpiente plateada enroscada alrededor de una gema verde.
Voldemort comenzó a murmurar un hechizo con su varita sobre mi frente, y con la mano que quedaba libre sobre su talismán. Aún en los brazos de mi madre, comencé a llorar con fuerza mientras un hilo de luz verde salía de mi frente. El mago no pudo evitar hacer una mueca de disgusto, pero no detuvo el conjuro. Yo por mi parte desvié la mirada hasta que terminó el hechizo, entonces todo comenzó a dar vueltas de nuevo y volvimos al desván. Ahí acababa aquel recuerdo.
Me apoyé en la pared más cercana y me dejé caer en el suelo. Neville no tardó en sentarse junto a mí, pasando su brazo por mis hombros.
—¿Estás bien? —preguntó pasados unos instantes.
—Sí... Estoy bien, solo algo confundida —musité mirándole—. Quiero ver el siguiente recuerdo.
—Está bien —dijo besando mi frente con suavidad—, vamos —añadió poniéndose en pie y tendiéndome sus manos.
Volvimos a acercarnos al pensadero y vertimos en su interior el segundo recuerdo.
Esta vez aparecimos en una calle de Londres que conocía muy bien. Por delante de nosotros, una pareja vestida con prendas oscuras avanzaba a paso rápido. Cogí a Neville de la mano y comenzamos a seguirlos. Giraron en la primera esquina, entrando por una gran puerta a un edificio de piedra, mi orfanato. No pude evitar que mi corazón se encogiera, odiaba aquel lugar y no me agradaba volver allí, ni aunque fuera solo en un recuerdo.
—Buenas tardes —les saludó una mujer en la entrada.
La pareja le devolvió el saludo de manera fría y dejaron sobre la mesa de la entrada un canasto, en cuyo interior, un bebé dormía plácidamente.
—¿Cómo se llama la niña? —preguntó a la madre.
—April —contestó simplemente.
—¿Apellido?
Rodolphus y Bellatrix intercambiaron una rápida mirada.
—Williams —respondió él atropelladamente.
—Bueno, ya habían venido antes, pero les queda que rellenar algo de papeleo. Pueden dejar ya a April aquí, mi compañera se encargará de llevarla a su habitación.
Mi madre besó con suavidad mi frente y se separó de mí. Rodolphus, por el contrario, acarició mi mejilla y dejó entre mis mantas un guardapelo.
Volvimos a aparecer en el desván y salí corriendo escaleras abajo hasta mi habitación, notaba como mi corazón latía con fuerza contra mi pecho. Revolví mi baúl desordenando todo su contenido hasta dar con el guardapelo que había visto en el recuerdo.
—April... —masculló Neville llegando hasta mí—. ¿Por qué has salido corriendo?
—Mira esto —dije ignorando su pregunta.
—¿No es el del recuerdo?
Asentí mientras lo abría.
—No sabía que había sido mi padre el que me lo había dejado, siempre estuvo entre mis pertenencias y nadie supo decirme cómo llegó hasta mí.
—¿Qué hay dentro?
—Es un trozo de pergamino, hay algo escrito, pero no sé qué es, seguramente un hechizo, aunque me da miedo probarlo.
Neville miraba con desconfianza el papel, así que volví a guardarlo todo en el baúl. Subimos de nuevo al desván, dispuestos a ver el tercer recuerdo que Dumbledore me había dejado.
Aparecimos esta vez en el Gran Comedor de Hogwarts, nos encontrábamos tras la mesa de los profesores. Una larga fila de alumnos de primero avanzaban hasta la profesora McGonagall, que llevaba en las manos un taburete y al Sombrero Seleccionador. Ella los fue llamando uno por uno para ser seleccionados en una de las cuatro casas de Hogwarts. Recordaba perfectamente los nervios que había sentido entonces.
—Mira Severus —Aquellas palabras de Dumbledore me devolvieron a la realidad—. Ahí está el hijo de los Potter.
La profesora McGonagall llamó apenas unos instantes después a Harry para que se sentara en el taburete.
—Es igual que su padre —respondió Snape con desdén mientras el Sombrero Seleccionador comenzaba a meditar su decisión.
—Tiene los ojos de su madre —añadió el director poco después.
Snape no respondió, pero la expresión en su rostro se suavizó un tanto.
—¡Gryffindor! —exclamó el sombrero.
Harry corrió a su mesa, desde donde le aplaudían.
—Aquella chica de pelo castaño es la hija de los Lestrange —le indicó Dumbledore discretamente a Snape, después de haber sido seleccionados la mayoría de alumnos.
—Williams, April —dijo entonces McGonagall llamándome.
—Sus padres la ingresaron en un orfanato con ese apellido, pocas personas sabían que habían tenido una hija, y después de la caída de Voldemort no quisieron que se tomaran represalias contra ella —añadió el director anteponiéndose a la pregunta de Snape acerca de mi apellido.
—¡Ravenclaw! —anunció el Sombrero Seleccionador.
Miré como mi pequeña yo de 11 años corría alegre a sentarse en la mesa de su casa junto a sus nuevas amigas, con las que actualmente compartía habitación.
—Pásate luego por mi despacho, hay ciertos asuntos que debemos hablar —le comunicó el director en un murmullo a Snape.
Volvimos al desván y sin intercambiar una palabra, vertimos el cuarto recuerdo en el pensadero.
Estábamos en el despacho del director, Dumbledore y Snape observaban unos recuerdos dentro de un pensadero. Neville y yo nos acercamos, se trataba del primer recuerdo que nosotros habíamos visto.
—¿Qué poder le ha arrebatado Voldemort? —preguntó Snape apartando la vista del pensadero.
—El de la legeremancia —contestó.
—Pero no se nace con el poder de entrar en la mente de los demás, ¿no es así?
—La legeremancia es una rama de la magia compleja, se debe trabajar duro durante años para dominarla y aun así, solo estaríamos alcanzando una décima parte de todo lo que nos puede ofrecer —Dumbledore pausó su explicación para tomar asiento—. Los poderes con los que April nació, le permitían ir mucho más allá.
—¿Más allá?
Neville, que estaba de pie junto a mí, tenía el ceño fruncido y miraba con extrañeza al director.
—Sí, es un don extremadamente inusual y a las personas que lo poseen se les llama legeremagos. Pueden pasar siglos hasta que veamos nacer al próximo.
Snape permaneció en silencio, pensativo.
—Sus poderes pueden presentarse en distintos grados de intensidad —prosiguió el director—, es decir, hay legeremagos más poderosos que otros. El caso de April es extremadamente inusual, ya que posee un poder completo. Bueno, lo poseía. Con un poco de entrenamiento, alguien como ella podría entrar en la mente de los demás a su antojo y sin apenas esfuerzo, podría doblegarlos a su voluntad como si ejerciera sobre ellos la maldición Imperius; conseguiría acceder a los recuerdos de una persona fallecida, siempre y cuando su cerebro no estuviera muy dañado; con un simple gesto sería capaz de destruir todas las conexiones cerebrales, desmemorizando sin remedio a una persona en apenas un abrir y cerrar de ojos...
Solté un suspiro, durante su explicación había estado conteniendo la respiración sin advertirlo, sentía que las piernas me temblaban.
—Pero te estoy mostrando solo la parte negativa de un poder como este —añadió Dumbledore—. Empleado correctamente, April podría ofrecer grandes cosas a la comunidad mágica. Es extremadamente peligroso, pero muy útil si lo maneja la persona adecuada.
—Tengo la sensación de que lo usaría para hacer el bien.
—Yo también, parece una chica muy noble.
—¿Qué le ofrece el poco poder que Voldemort ha dejado en ella? —preguntó Snape poco después.
—No lo sé, supongo que con el tiempo lo averiguaremos.
Sentí una cierta desilusión al escuchar aquello, necesitaba respuestas ya.
Permanecieron callados unos minutos, hasta que Snape volvió a hablar.
—¿Cómo ha obtenido ese recuerdo? —preguntó.
—Le hice una pequeña visita en Azkaban a Rodolphus. Fue unos días antes de que falleciera, estaba muy débil y su mente no opuso resistencia, así que pude extraerle dos recuerdos.
No había llegado a conocer a mi padre, pero sentí cierta pena al escuchar aquello. Sacudí la cabeza, obligándome a mí misma a centrarme en la conversación.
—¿Va a contarle todo esto a April?
—Aún no —contestó el director simplemente—, no creo que sea adecuado.
Todo comenzó a dar vueltas y nos encontrábamos de nuevo en el desván.
Me senté en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, y suspiré agotada. Todo lo que había visto se entremezclaba de manera confusa en mi mente.
—Entonces, eres una legeremaga —masculló Neville sentándose frente a mí.
—Una legeremaga de pacotilla, porque la mayoría de mis poderes están confinados en un maldito talismán.
—¿Vemos el siguiente recuerdo? —preguntó tras unos instantes de silencio.
—No, estoy cansada —dije suspirando de nuevo—. Voy a darme una ducha, seguimos después de cenar —añadí levantándome del suelo.
Aquella noche cenamos con rapidez y sin intercambiar una sola palabra. Augusta se preocupó por nosotros, ya que nunca nos callábamos en toda la cena, pero le aseguramos que todo estaba bien entre ambos. Nuestros pensamientos solo estaban enfocados en lo que acabábamos de ver en los recuerdos de Dumbledore.
En cuanto terminamos, recogimos con premura la mesa y volvimos a subir al desván.
—¿Lista para ver el quinto recuerdo? —preguntó Neville antes de destapar el frasco de cristal.
Yo asentí con seguridad, no podía esperar a averiguar más.
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Espero haberme explicado bien y que por el momento os haya quedado todo claro, si no es el caso, hacedme todas las preguntas que queráis, estaré encantada de responderos.
Escribí este capítulo 6 veces porque nunca quedaba del todo bien para mi gusto, espero que os haya gustado como ha quedado al final :)
¡¡Preguuuuntaa!!
¿En que posición de quidditch jugariais? Y, ¿cuál es vuestro equipo preferido?
Yo sería sin duda cazadora y la verdad, me encanta el equipo Holyhead Harpies :3
Mañana por la noche intentaré publicar un nuevo capítulo :)
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