
Capítulo XVI - Parte II
Mateo Vitale, Parte II
Opté por una estrategia distinta.
La anhelada luz al final del túnel. Aceptación.
Porque el miedo y desconocimiento hay que convertirlo en prevención y sabiduría.
No fui un estudiante destacado, pero tampoco era un ratón miedoso.
Me gustaba pensar que estaba justo en el punto medio.
Sí, estaba viviendo más cambios bruscos que en la adolescencia. ¿Espinillas y voz ronca? No. Así la ironía. De adulto me encontré con una de las verdades del universo. Los seres mágicos y los demonios existen, yo era uno de ellos. Verónica y René eran parte de ese mundo. Ahora algo nuestro. Debía de aprender a encajar. Conocer a qué me enfrentaba.
Mi situación y la de ella habían cambiado, pero mis sentimientos seguían siendo los mismos.
Sabía que todo lo que debía de hacer era seguir amándola.
Esperé años para encontrar a alguien con quien pudiera construir el castillo de arena perfecto, nadie más podía ocupar ese lugar.
Nada más me importaba, continuaría esperándola.
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Buscar información fue un dolor de cabeza constante. En las entradas de distintos blogs en internet sobre mi "padecimiento" nada se leía confiable, la información era vaga, escasa por no decir nula.
Por tanto, tomé la tristeza e inseguridad, los eché en una bolsa y me los llevé de paseo a la biblioteca. No estaba seguro de dónde comenzar, la monstruosidad de pasillos y la altura de los estantes imponía. ¿Esoterismo para principiantes?, ¿brujas en la edad media?, ¿herbolaria?, ¿demonología?. Demasiado por digerir y ninguno que hablara de Contenedores mágicos dedicados a robar poderes ajenos o algo que se le asimilara.
En mi séptimo día de búsqueda, no llegué a la creación, al contrario, no sabía quién estaba más harto...
La bibliotecaria, una señora mayor de cabellos aperlados que cada que me recibía los libros de regreso movía su cabeza y murmuraba con desaprobación detrás del mostrador. Tal vez, pensaba que estaba metido en un culto o pensaba en formarlo.
O yo, con la nariz como Rodolfo el reno víctima del polvillo que desprendían los libros. La alergia me estaba matando, mientras más buscaba, más parecían burlarse de mí las desgastadas páginas, por no decir que el café de la maquina expendedora fuera del edificio sabía a calcetín sucio, tenía la firme certeza que esa agua provenía del alcantarillado público.
Debía de tomar un descanso. El tema biblioteca por la mañana y correr para llegar al trabajo a tiempo por las tardes y dormir poco no estaba dando resultados favorables. Por salud mental y física paré.
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Mi día de descanso no comenzaría con el ánimo bajo. Me quité el pijama, preparé mis cosas y salí.
Me alegró el hecho de escoger un suéter ligero, el elevador del edificio tenía un cartel de: "Fuera de servicio" mal pegado y con fea caligrafía. Conociendo a la señora Robinson primero haría un drama intentando buscar culpables antes de poner un centavo para repararlo. Si hubiera estado Vero, sería la primera acusada en la línea. Me di cuenta que esa era su sucia estrategia, la interrogaba hasta ponerla de mal humor y la amenazaba con echarla del edificio hasta que escuchaba: "¿De cuánto fue el daño?" de los labios de mi dulce bruja. Pero ya no más, no volvería a dejar que la molestara, ahora estábamos René y yo para defenderla.
Para las nueve de la mañana ya estaba en la calle. Iría al mercado por fruta, salmón fresco y a pelearme con algunos de los proveedores de Il Volo, ese "Le llevamos únicamente el mejor producto" no me tenía convencido estos últimos días, y como premio de consolación, visitaría la tienda de arte.
Había decidido que volvería a pintar, resignificaría mi dolor y crearía algo nuevo y hermoso.
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Después de terminar los pendientes y sin muchos ánimos de encerrarme de nuevo en el apartamento, decidí pasar por un expreso y un croissant a Nabi Café. No había vuelto desde que recogí la fotografía de San Valentín. Me costó unos segundos de duda y dolor en el pecho poder ingresar a la cafetería pero cuando lo logré fue verdaderamente liberador.
Esa batalla ganada me hizo sentir de buen humor, con nostalgia en el pecho pero optimista.
Me pareció buen momento para concluir la mañana en el parque, meditando en una de las bancas viejas que tanto le gustaban a Vero. ¿Qué me diría si estuviera a mi lado?. La miraría a los ojos, sonreiría y le daría un beso.
Le di un sorbo al café. El agua de calcetín que tomé los últimos días en la biblioteca se vio opacado y redimido por este oro líquido.
Cerré los ojos.
¿Dónde debería de buscar?, ¿qué más debería de hacer?
Escuché con detenimiento los chillidos y risas alegres de los niños en los juegos, el canto de los pájaros y el caminar apresurado de las personas. Me consoló pensar que esos sonidos eran los mismos que podía escuchar Vero donde sea que estuviese. Aunque...nunca hablamos de a qué época viajaba.
¿Pensaría tanto en mí como yo en ella?
¿Estaría siendo tan difícil?, ¿leería mi carta?, ¿atesoraría nuestra foto?
Sentí mi respiración acelerarse y apreté los parpados con fuerza.
Solo respiré.
Inhalar en cuatro segundos, sostenerlo en siete y exhalar en ocho. Repetir.
—Disculpa, ¿me puedo sentar?—preguntó una tímida voz.
Momento zen interrumpido.
Era una chica, diría que éramos de la misma edad. Fue gracioso ver revolotear su cabello como mariposas entre sus mejillas redondas. La joven iba cargada, una bolsa de compras, su bolso de mano, un termo de agua. Por alguna razón me parecía conocida.
—Claro—asentí.
Me recorrí a un extremo de la banca.
—¿Te desperté?—cuestionó.
El tono de su voz era dulce y meloso. Si los duraznos en almíbar hablaran, juro que tendrían esa voz.
Me reí.
Ahora podía ser un vago dormido en bancas publicas que comparaba voces con comida. Genial.
—Para nada, solo estoy un poco cansado—mentí.
—No durara mucho—afirmó mientras acomodaba sus cosas—. Escogiste el mejor café en la ciudad—señaló el vaso entre mis manos—, te hará despertar.
La chica tomó asiento en el otro extremo y solo asentí.
—Soy amiga del barista—explicó dándole sentido a su comentario.
—¡Oh! Es excelente—afirmé y le di otro sorbo.
La chica tomó asiento en el otro extremo.
La miré de reojo.
De la bolsa de compras sacó primero un libro, luego otro y por ultimo otro. Ella los examinaba a detalle, con ojo crítico, asemejaba a una pequeña abriendo regalos de navidad. Dos de los títulos saltaron a mi vista: "Creaturas místicas y demonios antiguos" y "Atlas de seres mágicos".
Tuve que resistirme para no arrebatárselos y salir corriendo.
—Señorita—me atreví a interrumpirla. Levantó la mirada y giró su cuerpo para verme fijamente con esos ojos grandes y brillantes de anime—, ¿podría decirme donde consiguió esos libros?—pregunté casi con desesperación.
Sonrío como si le acabara de hacer un cumplido
—Anatema—respondió sin más.
—¿Perdón?—dije confundido.
—Es el nombre de la librería cruzando la calle—señaló con su mano la dirección. Traté de hacer memoria, ¿librería cruzando la calle?—. Bueno—se detuvo—, no es solo una librería, es más que eso, venden cosas de esoterismo, cuarzos, libros de autores independientes, lo cual hace que encuentres títulos únicos y con pocos ejemplares en el mercado, por no decir primeras ediciones preciosas—emitió un chillido de emoción—, es una joya.
Se notaba que le apasionaba hablar del tema.
En alguna ocasión inclusive Vero creo que la mencionó, o la vi con esa misma bolsa de compras, lo cual no era ilógico, una bruja abasteciéndose por no decir que era una amante de las compras.
—Gracias por la recomendación.
—No es nada. Solo debo advertirte—dijo con seriedad—. No te dejes atemorizar por la chica que atiende el lugar, tiene un humor extraño—titubeó—, y podrá parecer grosera pero te prometo que es todo lo contrario. Si está de buen humor te ofrecerá galletas con su receta "espacial", a menos que te gusten ese tipo de cosas acéptalas, de lo contrario, son un peligro.
Me reí.
Vaya que la chica era parlanchina, no en el mal sentido. Tenía la capacidad de subirte los ánimos.
—Vale, vale, veo que conoces a bastante gente de por aquí.
Soltó una risita nerviosa.
—Al contrario, te sorprendería saber lo pequeño que es mi círculo de amigos. Estas han sido tan solo ¿coincidencias?—se encogió de hombros—. A ella la conozco desde que éramos pequeñas, íbamos a la misma escuela, se llama Pamela, pero nunca la escucharas decir eso, para el mundo es Pam a secas.
—Creo que me terminaste de convencer en visitar el lugar con eso de los libros de autores independientes—afirmé—. En verdad, te agradezco mucho...—no sabía ni su nombre y ella casi casi ya me había contado sobre su árbol genealógico—, si no es extraño, ¿podría saber tu nombre?
—Rebeca, pero todos me dicen Beca—estiró su mano.
Me acerqué y la estreché.
—Mucho gusto Beca—enfaticé—, yo soy Mateo y me dicen solo Mateo—bromeé—. Si algún día quieres una verdadera experiencia culinaria, ve a Il Volo, soy el sub chef, algo me dice que te encantara, invita a tus amigos, la cena correrá por mi cuenta—dije como agradecimiento.
Ella asintió con una sonrisa en el rostro.
—Me encantaría.
—Nos seguimos viendo—me despedí.
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Atraído por la curiosidad y el ansia de respuestas, mis pies me llevaron a la librería. Se encontraba en el primer piso de un edificio viejo, con su nombre extraño en letras amarillas y logo de estrellas.
Anatema.
La chica detrás del mostrador apenas y levantó la mirada de su celular cuando la campana de la puerta sonó indicando que tenía clientes por atender.
Sin lugar a duda debía de ser "Pam", aunque su aspecto no era tan intimidante como lo imaginé.
Me sorprendió lo frío que se sentía el interior. Supuse que la construcción vieja, la poca luz y la humedad debían de hacer de las suyas.
De repente, me vi envuelto en una nube de humo denso.
Tosí un par de veces.
¿Cuál era la necesidad de fumigar a los clientes?
Caminé por los estantes tomándome el tiempo necesario de leer la sinopsis de los diferentes títulos. Las ediciones eran arte, tapa dura, encuadernados de piel, letras doradas, era evidente que el dueño tenía una afición por lo único, además, me gustaba que el lugar tenía la cantidad de libros justa, era menos abrumadora que las torres y pasillos interminables de la biblioteca local. No sabía por qué cuál decidirme, todo lo relacionado con magia me parecía una opción viable.
Revisé la hora en mi celular, llevaba mínimo media hora en la tienda y no había entrado ningún otro cliente y tampoco la chica del mostrador se acercó a preguntarme si necesitaba ayuda o si buscaba algo en específico, en realidad, prefería que fuera de ese modo, que en las tiendas te persigan y acosen preguntándote cómo ayudarte me resultaba un tanto incómodo.
Encontré los títulos que la chica del parque había comprado, sonando como una conocedora y en medio de la indecisión, me animé a llevarme los mismos.
Justo antes de llegar a la caja para pagar, volví a toser.
De verdad, ese humo picaba.
—Joven, si está enfermo debería de usar cubrebocas—dijo la cajera asomada desde el mostrador arrugando la nariz con asco.
Negué con la mano que tenía libre. Hasta unas lagrimitas me tuve que limpiar.
—¿Cómo puedes trabajar cómoda con esa cantidad de incienso?—le cuestioné a la chica cuando pude recuperar el aliento.
Primero me recorrió de arriba abajo, como si esos ojos verdes suyos tuvieran rayo láser y quisiera examinar mis huesos y posibles bacterias. Se acomodó un mechón de cabello azul detrás de la oreja y volvió su mirada al celular.
—Es palo santo—me corrigió con severidad—, limpia la energía del ambiente. No sé si te diste cuenta pero por los títulos que se venden en Anatema es necesario.
Asentí tirándola un poco a loca.
—Te apuesto a que estas comprando aquí solo por moda y ni siquiera sabes lo que significa el nombre del lugar ¿verdad?—recriminó.
¿Por qué debería?
Uno no va sabiendo cuál es el origen del nombre de Starbucks o Krispy Kreme para consumirlos y ser feliz, ¿no?
Además, ¿vine a comprar libros o a que me bajaran la moral?
—No señorita. El español no es mi lengua materna—me limité a decir.
Coloqué los libros en el mostrador y saqué mi billetera. Solo quería pagar e irme.
La chica comenzó a cobrar y poco a poco arrugó el entrecejo confundida.
¿Ahora iba a criticar los títulos y se negaría a cobrarme?
—¿Sucede algo?—le pregunté irritado.
Ladeó la cabeza y se tomó un segundo para responder.
—Hace rato vendí exactamente los mismos tres títulos.
Claro, a Beca.
—Fue su amiga quien me recomendó el lugar—admití—. Es su amiga no, ¿Beca?—Pam, abrió los ojos sorprendida—. Coincidimos en el parque, una cosa llevo a la otra y heme aquí.
Rodó los ojos con desdén.
—Ya le he dicho que no hable con extraños.
Silencio incómodo.
—¿Cuánto sería?—pregunté.
—¿Pago en efectivo o tarjeta?—replicó.
—Efectivo.
Asintió y señaló la pantalla del computador.
—Espero tengas cambio porque no tengo.
¿Cómo podía odiar tanto a un cliente?, ¿cómo la chica de voz de durazno podía llevarse con este dragón? Era impresionante.
—Lo traigo justo—sonreí.
Le pasé el dinero y cuando comenzó a guardar los libros en la bolsa me percaté de que en su muñeca tenía un tatuaje de mariposa, era muy lindo, en otras circunstancias le hubiera hecho un cumplido.
—¿Algo más?—cuestionó cuando me pasó la bolsa.
—Es todo, gracias Pam.
La chica abrió la boca y la cerró de golpe.
No era el único que podía saber cosas.
Mi primer instinto fue darme la vuelta para salir y no volver, pero me bastaron unos pasos hacia la salida cuando me volví a girar a ella y encaré a la fiera.
—Sabes que, sí, sí hay algo más que puedas hacer por mí, antes dijiste que cómo podía comprar en una tienda de la cual ni siquiera sabía el significado de su nombre. Soy un chico curioso—me incliné en el mostrador—, ahora quisiera saber cuál es el significado de Anatema, digo, para poder recomendarle el lugar a otros extraños psicópatas en la calle.
¿De dónde salió esa furia interna? Ni yo mismo lo supe.
El rostro de la chica se volvió amenazante, sus mejillas enrojecieron casi hasta igualarse del rojo cereza del labial que llevaba puesto y por primera vez en mi visita se paró de su silla, no solo eso, se dio la vuelta y salió del mostrador a encararme.
—No sé si te crees chistoso—se acercó a mí igual de enojada que el chihuahua de la señora Robinson cuando ve a René—, o piensas que voy a ser una analfabeta que desconoce de lo que habla—extendió los brazos hacia los libros a su alrededor. Tenía más tatuajes, flores de cerezo y un trece en romano—, pero no—negó forzando una sonrisa—. Anatema—eliminó la distancia entre nosotros y presionó una de sus largas uñas azul eléctrico en mi pecho. Su mirada era fría, penetrante—, significa el que es considerado como maldito y desterrado por Dios, contaminado hasta sus raíces, condenado a errar solo y apartado de los demás, por eso el contenido de libros que vendemos, la literatura, la música y el arte son un símbolo de libertad y rebeldía para los marginados, aquellos que aceptan, viven y piensan fuera de cuatro líneas. Que no temen ser diferentes.
Ok, el lapsus de valentía había terminado, quería salir corriendo.
—Cre...creo que quiero vomitar—tartamudeé.
Pam, se alejó de golpe, su rostro se volvió un gran signo de interrogación.
Contaminado hasta sus raíces. Condenado a errar solo. Apartado de los demás. Aceptar y vivir sin temor. Anatema.
—Estás pálido—me tomó del brazo y me jaló detrás del mostrador—. Siéntate—me ordenó—, te traeré una botella con agua, ¿necesitas que llamé a urgencias?
Negué con la cabeza.
—Con el agua estaré bien—susurré.
Respiré con torpeza y exhalé.
Solo son coincidencias, no es más que eso. Inofensivas coincidencias.
Volví a llenar mis pulmones.
Inhalar en cuatro segundos, sostenerlo en siete y exhalar en ocho. Repetir.
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¡Hola, extraño! Que gusto verte de nuevo.
¿Pensaron que me desaparecería medio año? Heme aquí, con un nuevo cap antes de que termine el año y esperemos así siga.
Adorado Mateo. ¿Qué más puedo decir? Su proceso de dueño fue una bala, tocó fibras sensibles en mí y por un momento sentí que debía de tomar distancia, por eso esta segunda parte tardó un poco más, pero ya está. Ya salimos de ese bache y a lo que sigue para que Vero y Mateo puedan rencontrarse.
¿Opiniones?, oficialmente se abre el club anti Pam jajaja, es bastante odiosa en esta introducción, pero la iremos conociendo mejor. ¿Sugerencias? Amo leerte.
Recuerden mis redes sociales, intagram, twitter, tik tok me encuentran como: chris_hevia y en la cuenta oficial de mis historias en instagram: @chrishevialetras (Sigamos las conspiraciones y el chisme) y en el nuevo tiktok chrishevialetras.
Muchas gracias por todo tu amor, me hace muy feliz.
Todo mi cariño, por siempre, Chris.
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