Capítulo 20
Shea
–Lo siento– mi voz suena apesadumbrada.
–¿Por qué?– pregunta Shane.
Mis chicos están en la cama, dejando un espacio entre ellos para mí. Después de nuestra larga sesión de sexo, terminamos muy sucios y tuvimos que bañarnos nuevamente.
–Pues…– porque me he portado como una perra en celo –porque no suelo ser así.
–¿Así, cómo?– esta vez habla Kai.
–Sí, ¿así, cómo?–
Me molesta que actúen como si nada hubiera pasado, como si mi actitud fuera normal.
–No bromeen con esto. Estoy muy avergonzada por cómo me he portado–
–Está bien, no hay problema– Shane habla con voz suave.
–Claro que lo hay. Me he portado como, como…–
–Como una hembra en celo–
Miro a Shane enfadada, porque eso era exactamente lo que quería decir.
–Exactamente. La verdad es que estaba muy necesitada. Llevaba insatisfecha varias semanas y el embarazo tiene mis hormonas revueltas–
–Pero es algo perfectamente natural en tu estado. No hay nada por lo que tengas que avergonzarte–
Me callo, porque ellos no lo entienden. De hecho, yo tampoco me entiendo mi misma. Así que me subo en la cama entre ellos y disfruto de los arrumacos, junto a una larga conversación.
***
Kai
–Honestamente, las primeras dos semanas me arrepentí–
Hablamos sobre la separación y hemos llegado a este punto.
–Pensé que vendrían a mí en cuanto se les pasara el enfado por haber actuado sin vuestro consentimiento. Cuando eso no pasó, me enfadé bastante. Aunque ahora noto que fue la decisión correcta–
–Necesitábamos ese tiempo, te lo agradecemos– digo esperando que Shane le agradezca también, pero no lo hace. Y yo lo miro.
El susodicho tiene una oreja sobre el vientre de Shea mientras frunce el ceño, extrañado y confuso. Pone la otra oreja y la presiona más cerca.
–¿Qué pasa?– pregunta Shea, exasperada por el silencio.
–Ven aquí– el cambiaformas me agarra del hombro y acerca mi cabeza también al ligero bultito que hay debajo del ombligo de Shea, ignorándola completamente y haciéndola enfadar.
–Chicos…– levanto un dedo para que haga silencio mientras escucho lo que quiere el loco de mi amigo que escuche.
Un acelerado latido suena, fuerte y sin pausa, extendiendo un calorcito por mi pecho que solo puede ser calificado como: AMOR.
Pero… también se escucha algo más, un zumbido de fondo que me hace fruncir el ceño. Shea nota a través de su tacto que algo no anda bien y palidece.
–¿Qué es?–
–No lo sé–
Ella reacciona levantándose rápidamente de la cama y cogiendo el teléfono para llamar a alguien.
–Carla, necesito un favor tuyo, ¿estás en el trabajo? Perfecto, voy hacia allá. Sí, me urge hablar con ambas–
Se viste a toda velocidad y nosotros hacemos lo mismo.
–¿A dónde vamos?– pregunto.
–A ver a una bruja amiga– su voz suena preocupada. Ambos notamos su estado y nos acercamos.
Shane sujeta sus manos frenéticas y yo sujeto su cintura desde atrás, para que deje de moverse.
–Todo está bien– susurro.
–Pero…–
–Pero nada. Si hubiera algo mal lo hubieses notado– Shane es un poco más brusco, pero consigue calmarla un poco.
Sale de la habitación y vuelve con un objeto dorado parecido a un incensario.
–¿Qué es eso?–
–Es un objeto de transporte–
–¿No podemos usar la puerta?– Shane, el curioso.
–Las puertas se conectas directamente entre ellas. Esto nos llevará a donde tenemos que ir, un lugar donde no hay puerta–
–Y, ¿dónde es eso?–
–Chicago–
Nos ponemos en torno a el transportador y comienza a salir un humo purpura, que nos envuelve. Y de pronto, ya no estamos en casa, sino en un callejón oscuro. Shea guarda el incensario en un pequeño bolso y sale de la oscuridad, con nosotros siguiéndola.
Como es la misma zona horaria, en Chicago y en Texas es la misma hora. Es de noche y las luces de las farolas parecen un mar de estrellas. Caminamos unas cuadras hasta llegar a un hospital.
–Disculpa, tengo una cita con la doctora Orlando en 15 minutos, ¿cuál es su consulta?– Shea le pregunta a la recepcionista.
Esta le responde y nota nuestra presencia, nos repasa a ambos de arriba abajo y se muerde el labio. No quiero ni imaginarme lo que está pensando. Shea nota su mirada y nos toma a ambos de las manos llevándonos hasta el elevador.
–Que descarada– murmura de mal humor.
–¿Estas celosa?– no puedo evitar molestarla un poco.
–Si un hombre me mira con lujuria y me folla con la mirada, ¿no estarías celoso también?–
Muchísimo.
–Lo mato– gruñe Shane.
Shea se acerca a él y le da un beso profundo, con lengua y mordidas, que nos pone calientes a todos por igual, ella rompe el beso y me mira los labios. No hay que ser adivino para saber lo que quiere.
Me pongo a su altura y me dejo besar por sus labios húmedos.
Lleva un par de días muy activa, ella usualmente nos dejaba a nuestras anchas, pero ahora es mandona y le gusta tener el control. No puedo decir que me desagrade, al contrario, es muy sexy.
La puerta del elevador de abre y nosotros estamos juntos como un sándwich. Los doctores que habían llamado el elevador se nos quedan mirando estupefactos y nosotros nos separamos un poco. Aunque poco puedo hacer para ocultar mi erección.
A mi me da igual que nos miren, los humanos son muy prejuiciosos y no son capaces de ver lo maravilloso que es tener una relación como la nuestra. Al salir del elevador puedo sentir las miradas y los murmullos.
–Ahora tendrán de que hablar el resto del día–
Una enfermera alta y de piel oscura que viste un uniforme rosado ve a Shea y comienza a correr hacia ella mientras grita.
–¡Pelirrojaaaaaaa! ¡Cómo te he extrañado!– mi bruja recibe el abrazo de la enfermera con mucho cariño.
–Carla, te ves genial– la hermosa mujer, hace unas caras graciosas con las manos en la cintura mientras saca pecho y balancea las caderas.
–Gracias, amore. Te noté bastante tensa en la llamada, ¿qué pasa?–
–Eso me lo tienen que decir ustedes a mí–
–Entonces ¿estás…?– deja de hablar mientras mira el vientre de Shea.
–Sí– la susodicha responde con una tierna sonrisa.
Un agudo chillido sale de la boca de la mujer afroamericana y se pone a saltar en el lugar como una niña de 6 años.
–Eso es fantástico– la mujer repara en nosotros y se calla–¿Estos hombres están contigo?–
–Sí–
–¿Contigo, contigo?– pregunta con obvia intención.
–Sí–
–Que calladito te lo tenías, cabrona–
Hablan unos segundos más y al notar la tensión en los hombros de Shea, Carla se pone en acción.
–Vamos a la sala, nos esperan–
Al llegar a la sala, la enfermera nos mira y dice:
–Solo puede entrar uno–
–Haz una excepción, son los padres del bebé–
Una sensación de calor se expande por mi cuerpo en respuesta a esas palabras y miro a Shane, que observa a Shea con adoración.
Entiendo perfectamente el sentimiento.
***
Ayyyy, que tiernos son. Me encantan.
Aquí están los dos capítulos de hoy.
Disfruten.
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