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Capitulo 3: Protector

Gritos.

Gritos de miedo, de horror, de rabia, de lucha.


Jadeo incorporándose bruscamente y sintió la punzada de dolor en su hombro. Miro la herida y frunció el ceño. ¿Quien la había curado?


Miro a su alrededor y observo la cueva, estaba en una de las cuevas de las montañas. Analizo todo a su alrededor, había restos de una hoguera, se incorporo y se acerco a ella, sumergió la mano en las cenizas.


El fuego balanceándose en el aire, su crepitar inundando el silencio de la cueva. Sintió sus manos acariciando suavemente su piel, su hombro. Noto como lavaba su herida. Vio su rostro, sus ojos mirándola.


Llevo la mano a su hombro y sintió el calor, el rastro de su toque alli. Como si la hubieran llamado giro el rostro y vio sus cosas. Su espada, sus dagas y su bolsa con su ropa. Seguramente la había encontrado en el bosque y la había traído.


Se acerco a ello rápidamente, abrió la bolsa y saco su vestido. Deslizo el vestido blanco, manchado de sangre, por su cuerpo y se apresuro a vestirse. Coloco la espada en el cinto de su cintura y las dagas bajo su ropa, en sus muslos.


Camino hacia el exterior de la cueva.


¡No! ¡No vayas!

¡Márchate!

¡Ve con él!


Pero esas palabras, solo le hicieron saber que debía darse prisa. Corrió hacia el exterior y miro a su alrededor, orientándose. Entonces vio los caballos, camino hacia uno y lo desato del árbol.


-¡¡Ehh!! -escucho la voz de él y se giro, le vio corriendo hacia ella. -¡¿Que haces?! ¡Estas herida! -No respondió, simplemente siguió con la labor de desatar el caballo. Entonces él la agarro del brazo -Lo siento pero no puedo permitir que te marches.


-No impidas que salgan las lagrimas -su mano toco su cara, alzo la suya, agarrándole de la muñeca, intentando apartarla. Pero por algún motivo, no podía, necesitaba su toque. Bojo los ojos, conteniendo el llanto. -Sienna -su nombre en sus labios, fue como una suave caricia -No voy a dejarte sola.


Sintió una extraña sensación recorrer su cuerpo, se aparto bruscamente de su toque, mirándole con cierto miedo. Vio como el fruncía su ceño.


-No te hare daño -Niaj la miro confundido -Solo quiero ayudarte.


-Entonces apártate de mi camino -lo miro fijamente.


-No puedo hacer eso -realmente no era eso lo que quería responder, se sorprendió a sí mismo. -Yo... no quiero que te lastimen ...


El tenue olor a humo llego a ella, lo sintió, como si estuviera en mitad del lugar, rodeada del fuego.


Se giro rápidamente, intentando subir al caballo, sintió las manos de él en su cintura, impidiéndoselo, se giro rápidamente y le dio un puñetazo, desestabilizándole y logrando que cayera al suelo, subió al caballo y desapareció entre los árboles.





-¡Maldita sea! -Niaj llevo las manos a su nariz, tirando en el suelo. Se incorporo, mirando el lugar por el que había desaparecido -¡No pienso perseguirte! ¡¿No quieres mi ayuda?! ¡Pues muy bien! ¡No iré detrás de ti! -se giro y dio varios pasos hacia la cueva, entonces se paro, apretó la mandíbula -¡Mierda! -y se giro y corrió hacia el caballo, subió a él y galopo tras ella.






Sintió el corazón latir fuertemente, oía su propia sangre, recorriéndola mientras instaba al caballo a galopar lo más rápido posible. Se inclinaba, guiando al caballo, esquivando a los arboles. Salió del resguardo de este y la imagen que la había perseguido por las noches, apareció ante ella.


El humo llenaba el lugar, el fuego lo consumía todo, los gritos extinguían la paz que alguna vez había inundado el lugar. No quedaba protección, no quedaba rastro de luz, solo oscuridad.


Le vio, vio el momento exacto en que la espada se clavaba en el vientre de Wendolen y como la sangre broto del vestido blanco y ella se dejo caer al suelo, con una leve sonrisa en su rostro.


-¡¡¡Nooooooooo!!! -grito llena de rabia de dolor. El caballo salto el muro destruido y se adentrándose en el caos, salto sobre él, con la espada en su mano, clavándola en su pecho. Corrió hacia ella arrodillándose a su lado, tomándola entre sus brazos. -No, Wen mírame. -la mano se poso en su vientre, apretando la herida, mientras lloraba. -No me dejes, te necesitamos.


-Ellas te necesitan a ti -Wendolen alzo la mano y acaricio su rostro -Ve con el Sienna. -y su mano se deslizo hasta el suelo, mientras la vida abandono su mirada.


-No, no, madre -las lagrimas salían de sus ojos. Miro a su alrededor, vio la lucha, la sangre, el fuego, escucho los gritos. Todo estaba destruido. La luz había sido consumida.



Y Sherwen dejara de existir y se convertirá en ruinas.

El fuego extinguirá la vida, dejando un halo de muerte.

Las almas desamparadas alli dormirán, sin nada que las espante.

La ceniza formara parte de la tierra y todo lo que una vez existió, será solo un mito


Miles de voces se unieron, repitiendo el prefacio de la profecía que las había perseguido, desde mucho antes de su existencia. Y ese mensaje recorrería cada lugar, cada instante, instalando el dolor de la muerte, de la perdida, en el corazón de cada hermana llena de pureza, haciendo conocer que el destino había llegado.





Niaj salió de entre los árboles y su corazón se contrajo al ver la batalla que se alzaba ante él. El miedo lo recorrió, buscándola, entonces la vio, de rodillas, apretando contra ella el cuerpo de una mujer, mientras su mirada parecía perdida. Un grito llego hasta él y giro el rostro viendo a una niña gritar, una niña de unos ocho años, que con una daga, se defendía de un guerrero.


Salto de su caballo, desenvainando su espada y corriendo hacia ellos, alzo su espalda, hiriendo al guerrero que cayó a un lado, miro a la niña y le tendió una mano.


-¿Estas bien? -vio como ella le miraba, apretando la daga en su mano -No te hare daño -pero entonces abrió los ojos, al ver como ella lanzaba la daga. Se giro y vio como esta había quedado grabada en el corazón del guerrero, que alzaba su espada hacia Niaj. El hombres se desplomo en el suelo y el volvió a mirar a la niña. Una niña, solo era una niña.


-¡¡¡¡¡Aaaahhhhhh!!!! -el grito recorrió cada rincón del lugar, instalándose en que cada árbol, cada hoja. Niaj la miro y vio como tomaba su espada, alzándola. La majestuosidad de ese momento, jamás se borraría de su mente. La vio luchar, pelear, derrotar a cada hombre a cada enemigo, con su espada, con dagas. No importaba como, desde donde la atacaran, ella parecía saber que venían.


-¡¡Sienna!!-la niña a su lado la llamo y entonces ella la miro.


Niaj pensó que se había vuelto loco, pues no podía ver su mirada, sus ojos parecían negros. Como si no hubiera nada en su interior.


-¡Lucha protector! ¡Lucha con nosotras si quieres tenerla a tu lado! -una mujer, vestida con un traje blanco, le empujo, haciendo que se apartara del camino de una espada y lucho con el poseedor de ella.


Niaj la miro. ¿Lo había llamado protector? Vio como otro hombres se lanzaba por la niña y le intercepto, luchando contra él.






No había luz, no había paz. Solo odio, rabia, oscuridad. Sentía la sed de sangre clamar dentro de ella y solo la apaciguaba cuando su daga se clavaba en el corazón de alguno de ellos.


Los gritos cesaron, aunque el fuego seguía consumiendo lo que una vez había sido el hogar de la luz.


-¡¡Sienna!! ¡¡Sienna!! -Istel grito, llamándola. Niaj dio un paso hacia ella, pero esta, alargo el brazo, parándole -¡No! ¡No te acerques! ¡¡Sienna!! ¡Se termino!


-¡¡Sienna!! -la niña la llamo y entonces ella paro, con la daga en su mano, respirando agitada, mirando al suelo, con rabia.


Cuando pudo alzar la vista, lo hizo, vio a Istel mirándola y a su lado Clere, la pequeña, sosteniendo la daga manchada de sangre en su mano. El dolor apretó su corazón consciente de que todo rastro de inocencia habría desaparecido de ella y de cualquiera de las niñas que se hubieran visto empujadas a defenderse. Entonces le vio, a él, mirándola.


Sin darse cuenta dio un paso en su dirección, mirándole.


-¡No más golpes! -Niaj alzo las manos, mirándola con el ceño fruncido.



Entonces fue consciente, de su rostro, de su tensión, de la oscuridad que la rodeaba. Su primer impulso había sido lanzarse a los brazos de ese hombre, por algún extraño motivo.


-Sienna -Istel dio varios pasos hacia ella, mirándola a los ojos. Todas las hermanas que habían sobrevivido estaba a su alrededor, con las niñas. -¿Que hacemos?


Ella miro a su alrededor, a todas y cada una.


-Id a la montaña, retiraos -miro entonces a Istel -Resguardaos en el lugar de retiro, hasta que llegue el momento de encontrarnos de nuevo.


-¿Y la madre Wendolen? -otra pregunto, mirando a la mujer en el suelo.


-Regresaran -Sienna hablo, mirando el cuerpo de la mujer, con las lagrimas en sus ojos -Tenemos que dejarlas aquí, que piensen que acabaron con todas nosotras.


Todas asintieron, como si hubieran acatado una orden. Niaj observo como las mujeres y niñas tomaban armas y otras cosas y con la tristeza reflejada en sus rostros, partían hacia la montaña.


Sienna se quedo observando cómo se marchaban, se acerco a Wendolen y se arrodillo a su lado, coloco sus manos cruzadas sobre su vientre.


-Que la luz te guie hermana y la oscuridad se aparte de tu camino -las lagrimas se deslizaron por su rostro -Hasta que volvamos a vernos.


Después se incorporo y se giro, mirando el lugar, mirando los restos de lo que había sido su hogar.


-Sienna -escucho su nombre, en sus labios. No le miró, escucho sus pasos, hasta pararse a su lado -¿A dónde iras? -no respondió -Sea donde sea, te acompañare -y ella cerró los ojos.



El es tu protector, tu camino a una nueva vida, tu futuro. El te encontrara y te seguirá, allá donde vayas. Es su designio. 



SIENTO LA TARDANZA, PERO ESTOS DIAS TRABAJABA A TURNO DOBLE Y NO TENIA FUERZAS PARA ESCRIBIR,

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