La Brisa del Viento
✯Autor: Makikomakimaki
✯Género y subgéneros: Hurt/Confort, y distópico
✯Serie/anime: Banana Fish
✯Pareja (s): Max Glenreed x Griffin Callenreese
✮Advertencia(s): descripción gráfica de violencia, estrés post traumático, pensamientos suicidas, uso de drogas y ambiente bélico.
✯Nota: me debatí un poco sobre la trama de este desafío. Al final, me decidí en darle más relevancia a este ship que convirtió en mi OTP y quienes le dan como anillo al dedo la temática trágica.
Muchas gracias a todos del grupo por querer revivir al Poder Kurbi y muchas gracias a todos los lectores por darle una oportunidad a esta pequeña historia.
Que tengan una buena lectura ♥️
✯Recuento de palabras: 5146.
Era ambivalente el contraste de olores y sensaciones que podía definir de su lugar natal hasta las sanguinarias tierras del oriente.
La humedad de la arena mojada de las playas de Cape Cod que lo impulsaba a sacarse sus zapatillas, acercarse a la orilla y sentir cómo sus pies se hunden ligeramente, percibiendo el agradable cosquilleo de las pequeñas olas del mar por debajo; al suelo árido y abrasador penetraba a destruir sus fosas nasales y desgarrando paulatinamente su alma.
El clima ventoso que mecía sus cabellos y ropas en un fresco vaivén mientras caminaba hacia su hogar luego de una pesada jornada laboral; a diferencia de los estallidos del bando enemigo que mandaba a volar los cuerpos de sus camaradas que lo hacían correr desenfrenado por su vida, implorando de no tropezar con algún órgano, miembro o cabeza arrancado de la explosión, o en el peor de los casos, continuar con la misma suerte de que una bomba no le cayera encima y sufrir el mismo destino.
La risa de hermanito al perseguirlo en los pasillos de la cocina para que se fuera a bañar, dejando el piso de madera mojado de agua y jabón; y los gritos desgañitados de niños de un acervo cultural tan distinto al suyo, escapando de las balas y dejando un camino de su propia sangre y la de su familia.
Antes en odiar el tufo del cigarrillo y licor barato que expendía el Green Hill Bar de su padre Jim y ahora ser un ferviente consumidor en las trincheras.
El ruidoso motor de la cosechadora agrícola que siega, trilla y limpia los maizales cada mañana ante los pavorosos alaridos de personas heridas o moribundas siendo aplastadas por los tanques de guerra.
La vida de Griffin Callenreese es una tremenda paradoja y surreal.
Como lo que estaba sucediendo ahora mismo:
—¡¡Es una emboscada!!
—¡¡Agrúpense!!
La tierra retumbó por el estallido de granadas lanzadas aleatoriamente por un grupo insurgente dentro del pueblo bajo custodia del Ejército Estadounidense.
Las ondas expansivas destrozaron la poca civilización que se hallaba; los cristales de las casas, edificios y automóviles cerca, se transformaron en peligrosas y volátiles dagas para los que se hallaban en la redonda; asimismo, pulverizó a varias personas sin discriminación: soldados, civiles, mascotas y ganado, muchos de ellos siendo cadáveres descuartizados al fallecer por la intensidad del calor mientras que sus sangre y entrañas salpicaba toda la redonda. No se podía distinguir si la amalgama de sangre y carne calcinada en el suelo y en los escombros era de humanos o de animales.
De inmediato se encendieron las sirenas de emergencia, provocando que los sobrevivientes se les erizaba sus nervios e inyectándoles adrenalina ante la alarma sintetizada y estresante. Huían desesperados, incluso también aquellos malheridos con los huesos expuestos o con hemorragias profundas.
Los soldados retrocedieron tras un ataque sorpresa del cual le siguieron una lluvia de balas de los terroristas; esperaban la concentración de los demás sobrevivientes para un contraataque.
Por azares del destino, Griffin Callenreese no falleció ese día. Es más, se hallaba en medio de la conmoción, contemplando el caos qué se suscitó en una fracción de segundo. Algunos de sus colegas qué estuvieron a centímetros de la explosiones estaban retorciéndose del dolor, provocado por un gas tóxico que traía algunas de las bombas; personas chillaban por las quemaduras hasta hacerlos entumecer en el suelo y los gritos desgarradores le zumbaban por los oídos. Entre el ambiente ponzoñoso olía a quemado, pólvora y hollín, ese era el olor característico de la guerra que ha podido ratificar, un olor inquietante, nauseabundo e indescriptible que al percibirlo se identifica rápidamente por el ardor emocional qué provoca: humanos al borde de la muerte. En su experiencia, el olor se transforma después en uno peor cuando estos se descomponen.
Prácticamente estaba en un infierno.
—¡¿Qué haces, Griff?! ¡Te van a matar!
Por un momento disociado, el aludido se percató qué seguía con vida y a su lado se encontraba Max Glenreed, quien meneaba su hombro con violencia.
¿Él también sobrevivió?
¿O ambos murieron?
—¡A-Ah! ¡Sí! — tomó con más fuerza su arma entre sus manos y corrió detrás de Max aún si sus piernas se sentían entumecidas.
El enemigo comenzó a pisarle los talones cuando ambos percibieron que había un molote de rebeldes detrás de ellos intentando asesinarlos con sus armas de fuego.
—¡¡Muévete!! —Max ladeó su rostro de forma frenética y quedó helado por unos instantes cuando una munición rozó su casco, muy cerca de sus ojos. —. ¡No hay tiempo que perder!
—¡Te sigo el ritmo! —Griffin gritó con voz desgañitada. —. ¡No mires atrás, Max!
De un momento a otro, los soldados supervivientes pudieron reorganizarse y contrarrestar el ataque con fervor.
La orquesta de morteros, gritos y balas perforando paredes y cuerpos fue lo único que se escuchó.
No había intención de aprehender prisioneros en ninguno de los dos bandos.
El combate duró tres horas hasta haber ejecutado al último insurgente a la vista, aún si inclusive algunos de ellos tenían facciones joviales que no sobrepasaban los dieciocho años de edad.
Las bajas militares fueron considerables y la población civil sobreviviente era de llanto y pavor por lo que había sucedido. El hospital qué había quedó en ruinas y era casi imposible levantar los pesados bloques de block amontonados para poder rescatar a las personas que quedaron soterradas; por lo que los demás soldados estadounidenses y los iraquíes menos ilesos levantaron de emergencia un centro de salud con todo lo que tenían mientras llegaban los refuerzos.
Griffin Callenreese ahora se encontraba recostado en una pared destruida que le sirvió de fuerte mientras atacaba en primera línea. Cada vez que tenía un enfrentamiento como este, su mente se nublaba, no podía distinguir los rostros de la gente que mataba porque en esos momentos no era un ser humano, eran un objetivo que tenía que eliminar a toda costa, de lo contrario él sería quien estaría en el suelo ardiente, inmóvil expuesto al sol y acumulando moscas entre sus heridas. Sin embargo, cuando todo acababa, en su interior se llenaba de tormento y ansiedad.
Además, por alguna razón no podía moverse y temblaba.
¿Por qué?
En eso, escuchó unos pasos cerca suyo y preparó su arma para atacar. Sin embargo, se percató que era uno del ejército, específicamente era Max quien se aproximaba velozmente; él se hallaba herido pero no parecía ser grave. Eso era un alivio.
Griffin suspiró y sonrió porque Max pudo sobrevivir pero... ¿por qué su rostro está arrugado en congoja cuando lo miró?
—¡Por fin te encuentro! El Capitán ya dio órdenes de... — su cara palideció y se apresuró al estar con él. —. ¡¡Soldado herido!! ¡¡Traigan al equipo médico!! ¡Es una emergencia!
Entonces, Griffin se dio cuenta del profuso corte en su pierna, había formado un charco de su propia sangre alrededor de él que no paraba de brotar. Por la adrenalina no pudo sentir el dolor o el desangrado pero ahora Max estaba presente pudo relajarse y sentirse a salvo.
Max intentaba hacer presión sobre su herida tras rasgar su propio uniforme y realizar un torniquete. Griffin quiso hablar, responder a las palabras de aliento que el otro hombre le susurraba mas su mente le dio una mala jugada y se desmayó ahí mismo.
¿Se hallaba en vilo de la muerte nuevamente?
¿Esta ocasión si iba a morir?
Esa pregunta se la repite cada día que pasa en el servicio militar. Ha sido un martirio constante que lo ha llevado al borde de la locura, lo único que lo mantiene cuerdo son sus tres grandes amores: los estupefacientes, su hermanito Aslan y Max Glenreed.
Las drogas son su cable a tierra. Sin ellas no podría soportar tanta masacre, presenciar las escenas de violación de mujeres, niñas o bebés y los infinitos combates de guerrilleros de creencias islámica radicales que aparecen como plagas, arrebatando toda a su paso. Es hilarante en su vida en Cape Cod criticaba a su padre Jim en ser un borracho sin remedio hasta noquearse de alcohol, cuya cantina solo se mantiene de pie por la administración de Jennifer, y él resultó siendo peor al consumir diversas clases y volverse dependiente, echarse en la arena y torcer los ojos de placer tras disfrutaba momentáneamente la paz que le provocaba, algo muy normal en las filas estadounidenses para evitar tirarse un tiro en la cabeza y por fin acabar el sufrimiento. La dosis era más fuertes así como la abstinencia. Griffin no estaba orgulloso de abrazar dicha adicción y ha querido deshacerse de ella por su cuenta sin éxito.
Su segundo gran amor fue el motivo de sus desgracias y alegrías: Aslan, quien le lleva más de once años de edad. El nacimiento de su hermanito fue un verdadero shock en su época y el chisme de moda en Cape Cod; sus padres todavía mantenían su matrimonio hasta que un día en el pueblo llegó una adolescente con una vida desordenada y pedante. Básicamente el bar de Jim era su hogar y luego sedujo a su padre para tener relaciones porque seguramente le daba algo de confort y su padre fue un tremendo estúpido en no haber sido un adulto consciente. Cuando Griffin se enteró, ella ya estaba embarazada de Aslan, su madre Audrey abandonó a Jim y a él, haciendo que la nueva dinámica familiar fuese incómoda. Ahora el rol de "madre" era de una chica unos años mayor que él, adicta a las drogas y una mantenida. Aquello pasó tan rápido que no le dio tiempo de procesar que su mamá lo dejó a su suerte, que la nueva chica no se cuidaba en su embarazo y Aslan nació sano por puro milagro. A pesar que su vida se fue a pique, su hermanito nunca tuvo la culpa de nada; es más, iluminó un nuevo sendero, una nueva oportunidad de empezar de cero y darle lo que a él le arrebataron o hizo tanta falta: amor incondicional y una familia unida.
Entonces, se prometió a sí mismo en cuidarlo aún si no su responsabilidad; aún cuando la mamá de Aslan se escapó una noche de Cape Cod tal y como su propia madre; aún si su padre era negligente y se consiguió una nueva novia para olvidar su amargura con las mujeres; aún si debía de madurar rápido, conseguirse un sueldo en el cuchitril de Jim y en otros empleos de mala paga dentro del pueblo; aún si le dolía en gastar en comprar ropa, leche, pañales y otros utensilios de bebé y rezar qué nunca se enfermera porque no tenía suficiente dinero para medicinas o ir al médico; aún si se sentía humillado por las burlas de su padre en verse forzado a hacer "quehaceres" de mujer; aún si fue echado de casa por su padre con su hermanito cuando cumplió dieciséis años porque ya tenía la edad suficiente para enmaciparse (aunque le haya dado una casa para ellos, fueron felices); aún si cultivaba a Aslan el cariño a la literatura a través de sus poemas que escribía para apaciguar la tristeza; aún si se sentía confundido que Aslan pidiera libros avanzados en vez de juguetes al crecer; aún si se decía que todo iba mejorar mientras veía partir a Aslan ir a la escuela o al entrenamiento de baseball infantil antes de acudir a su trabajo luego de no haber dormido nada por su turno nocturno; aún si pasaban hambre no lo abandonaría como sus figuras maternas y le daba lo último del refrigerador a su hermanito; aún si la situación lo desesperó y tuvo un burn out en horario laboral; aún si no se hospitalizó porque no tenía como pagarlo, ni siquiera con seguro médico, y entró a su empleo como de costumbre como si nada hubiera pasado; aún si el insomnio y la depresión lo estaba matando lentamente y las deudas acumuladas lo ahogaban; aún si enlistarse al ejército a la guerra de Irak era la última opción sin importar cuanto Aslan llorara e implorara para que no se fuera.
Al final, cuando decidió inscribirse como soldado e incumplió sus promesas: Aslan experimentó la misma sensación de abandono como él a tan corta edad.
Griffin se repetía a sí mismo que era por un bien mayor; estando en el ejército, su familia gozará de seguro, beneficios y pensión si él llegara a fallecer en combate. Aslan podrá estudiar en la Universidad y tendrá un futuro brillante aún si debía sacrificar el suyo. Con el tiempo, su hermanito lo entenderá, él siempre fue un niño muy inteligente.
Aslan estará en mejores condiciones que él, podrá experimentar mejor el alborozo de la vida que él y le hizo jurar a Jim que cuidaría a su propio hijo en su ausencia (y sino, estaba Jennifer, quien parecía ser una mujer de fiar).
Aslan estará bien aún sin él. Si la separación es temporal o permanente, él nunca se olvidará de su hermanito en este inmundo lugar.
Los hermanos mayores velan por sus hermanos menores, ¿no es así? Es el mejor legado que puede darle por ahora.
El tercer amor de Griffin era el que más dilema le provocaba, el sentir de tener cerca a Max es todo un enigma. Por su caótica vida antes de entrar al ejército, nunca tuvo la oportunidad de pensar en su sexualidad pero mientras más se forjaban sus intenciones, peor eran sus emociones: su corazón bailaba al percatarse de su presencia; sentía burbujas de felicidad formarse en su interior y explotaban hasta llenar su alma y se perdía en sus estruendosas risas al haber contado un mal chiste.
Su relación llegó a un punto que se llamaban con su nombre de pila, una costumbre rara entre los milicianos.
Tampoco era el momento ni el lugar de pensar sobre qué es lo que siente realmente por Max, cómo florecieron esos sentimientos o si era correspondido al menos. Lo contundente y evidente es que son amigos, los mejores incluso, hasta Griffin se ha referido como tal en las cartas que envía a su hermanito, cuán maravilloso es Max Glenreed.
La mayor parte del tiempo se arrepentía en haber elegido al Ejército Estadounidense como una carrera y futuro prometedores, pero si no lo hubiera hecho, jamás conocería a Max.
De tanto pensar en Max lo empezó a extrañar.
¿Qué sucedió luego de verlo después de la batalla?
Así, Griffin levantó sus párpados, dándose cuenta que había estado inconsciente y tenía una intravenosa en su brazo. Además, alguien estaba velándolo y secando su sudor de la cara con mucha estima en ese instante.
¿Estaba todavía con vida?
—¡Griffin! Hey...
Es voz... tan familiar y única.
—M-Max... —sus ojos escaneaban perezosamente el lugar. —. ¿Dónde...?
—Estamos en la enfermería de nuestra base militar —explicó, continuando limpiando con un trapo húmedo su rostro y cuello para nivelar su temperatura. —. Has estado dormido por una semana y media.
—¿Qué...? — sintió su corazón en la mano.
—No te alteres — de repente, Max palpó su pecho. —, perdiste mucha sangre y tus heridas aún son delicadas. Pudimos llegar de milagro para tu hospitalización...
Griffin procesó las palabras de Max a detalle, procurando descubrir su sentido.
—¿Has estado... Todo este tiempo... Aquí?
—¡Por supuesto que sí! —expresó anonadado. —. De ninguna manera me iba a separar de ti hasta que estuvieras fuera de peligro.
—Max... —cerró sus ojos tras una oleada de timidez lo invadió de la nada. Para haber permanecido en la enfermería por todo ese periodo debió de poseer las mismas circunstancias críticas como él, pero el hombre parecía estar estable. ¿Acaso simplemente hizo lo posible para quedarse con él? —, ¿sobornaste a alguien...?
—Pfff... — el aludido pujó una risa nerviosa al entender a qué se refería a él como un mero tramposo. —. ¿Qué dices? Yo también estoy herido...
—¿Dónde...? —preguntó con preocupación.
Entonces, Max apartó el trapo y acercó la silla donde estaba sentado hacia la camilla.
—Mira, en el brazo — se lo enseñó mientras su expresión era como un cachorro recién pateado. —. No soporto el ardor...
Griffin quedó patidifuso tras ver solamente una gasa pegada con micropore sobre la piel, indicando una herida leve, superficial e inverosímil para estar hospitalizado. Se notaba que era un mero pretexto y la idea de la mordida cobró más sentido.
—En ocasiones olvido que eres un chillón y mentiroso. —sonrió descaradamente.
—¡O-Oye! ¡¿Y esa falta de respeto?! —Max se ofendió de forma cómica.
—Recuerdo la vez que nos conocimos en nuestra primera misión juntos — lo vio con una mirada profunda y tierna mientras que el hombre le ponía suma atención. —, te jactabas de ser de Los Ángeles y que soportarías sin problemas el intenso calor de Irak — dio una risilla. — pero al llegar a Bagdad podía ver tu agonía y cómo estabas bañado en sudor al igual que una mujer en su menopausia...
Griffin no pudo evitar estallar en carcajadas mas luego comenzó a toser por lo débil y delicado de salud que estaba, haciendo que Max, aún super ofendido, le diera unas palmadas en el pecho en aras de calmarlo.
—¡¡Descarado!! — hizo un mohín exagerado.
Entre tosidos y risas, Griffin no se le borró la sonrisa.
—Date crédito; serás un gran periodista porque llenas el perfil de uno al quejarte de todo.
—Vaya que eres una mierda — indicó con voz ronca. —, es significa que tu recuperación está avanzando como se debe...
—Bueno, aún me siento mareado... Y mis piernas están débiles...
Max le devolvió el gesto al sonreír delicadamente.
—Ya veo, es lo normal — lo animó suavemente. —. Cuando sientas que has recuperado algo de fuerza, puedes escribir nuevamente tus poemas —le guiñó el ojo con travesura. —, pude conseguir papel y lápiz.
—¿C-Cómo...?
—Tengo mis métodos.
Griffin se mordió el labio inferior. Max hizo todo aquello para que su mente se mantuviera ocupada y no dependiera de las drogas.
—Siempre y cuando tú también puedas escribir... —Griffin negoció.
—¿Mhhh? —Max no entendió. —. Yo estoy bien...
—Lo digo en serio, es mejor que te enfoques por igual en la escritura que fumar cajas de cigarrillos al día.
—¿Qué tiene de malo fumar?
—Con todo el humo que respiramos de las bombas es más que suficiente qué desarrollemos cáncer de pulmón —como pudo, descansó su mano sobre la de Max en señal de compañerismo. —, déjame cuidarte también...
Max se le queda viendo por un buen rato, poniendo nervioso a Griffin.
—Por ahora enfoquémonos en ti, Griffin. Me alegra que estés mejorando pero para los Altos Mandos sigues en estado crítico, muy probablemente te den la repatriación.
Griffin olvidó como respirar por un segundo.
—E-Eso significa...
—Regresarás a casa con honores... —suavizó su rostro y apretó la mano en la cual Griffin había sobado. —, por fin podrás ir a Cape Cod y reanudar tu vida con tu hermano sin perder los beneficios que te prometieron al entrar al ejército...
Hubo un silencio.
El aura no era para nada incómoda.
Se respiraba esperanza.
—Y-Yo...
—Así que descansa lo más que puedas —Max le tapó con su palma sus ojos con estima, sin soltar su otra mano contra la suya. —, tienes que seguir siendo fuerte hasta el final —le dio ánimos tras vocalizar sus palabras con fervor. —. Cuando me den el alta a mí, me tienes que dar un tour a tu pueblo— mencionó con retintín en su voz. —, ansío ver lo hermoso que es tal y como me lo has descrito antes en nuestros días en las trincheras.
Aquello fue suficiente para hacer romper a Griffin.
Por fin podría salir del infierno.
Podrá reencontrarse con Aslan.
Griffin se abrumó y sollozó en silencio; Max lo consoló en dejar su mano cubriendo sus ojos para que los demás internos no se percaten de su momento de debilidad. Incluso, le permite llorar hasta que pierde el conocimiento y no se fue de su camilla hasta asegurarse que estuviera durmiendo tranquilo, sin pesadillas de por medio.
No obstante, pasó un mes completo para que Griffin pudiera ponerse de pie de nuevo, con heridas leves y que fueron lo suficientemente fuertes para mandarlo de regreso a casa, tal y como Max predijo.
Cuando supo oficialmente de la noticia, escribió inmediatamente a casa y otra carta a su hermanito que pronto estaría de vuelta.
No ha tenido respuesta desde entonces.
Aquella falta de comunicación no le perturbó mucho puesto que muchas veces la correspondencia podría presentar varios inconvenientes a su destino final. En parte tenía miedo en empezar de nuevo en Cape Cod pero por lo menos vería a un Aslan ya crecido, de unos ochos años de edad. No podía esperar en construir su futuro juntos, y quien sabe, si era optimista, Max aún quisiera estar en su vida como para compartir sus sueños y esperanzas.
Sin embargo, Griffin olvidó un detalle importante dentro de la guerra: los enemigos pueden estar más cerca de lo que él cree.
Esa noche, era su último día de guardia con sus compañeros y justamente a Max le tocaba en su grupo también.
De por sí, era una vigilancia relajada en aquella zona al ser controlada por el lado de los estadounidenses, haciendo que no llevaran su equipo completo, más solo su fusil de asalto M16.
Todos se pusieron de acuerdo en montar una fogata a la luz de la luna en unas ruinas de una casa del área con el fin de platicar y dar una pequeña despedida a Griffin mientras fumaban y bebían.
No obstante, Griffin sintió una presión en el abdomen.
—Oigan, vayan ustedes y los alcanzo.
El resto de soldados, haciendo un total de seis sin incluir a Max y él, lo miró curioso.
—¿Qué, Callenreese? — uno de ellos cuestionó.
—Tengo que ir al baño. — Griffin tensó sus músculos ligeramente.
—Ojalá que no sea cagar. — otro se mofó en su cara.
—N-No. — Griffin se sonrojó sutilmente. —. Para no molestar, iré un poco más lejos para que no se contamine el aire si llegara a oler feo.
—Sí, no queremos oler algo podrido esta noche...
—¡O que huela a muerto!
Todos carcajearon a excepción de Max y Griffin.
—Nah, no es para tanto... —Max intentó que lo dejaran de molestar a Griffin pero se convirtió en el nuevo objeto de burla. —. No es que ustedes huelan a rosas.
—No digas nada, Glenreed, que tu pipí tiene aroma a rancio.
—¿Eh?—Max los observó estupefacto.
—¡Ni digamos su olor corporal!
—¡¿Se recuerdan cuando Glenreed no se pasó jabón en las duchas porque se le cayó al suelo y no quiso recogerlo?!
—¡Tenía mis obvias razones! — Max se defendió sin éxito.
—¡Ese día nos arrastramos en mierda y en los dormitorios era una pestilencia qué varios vomitaron porque no aguantaron!
—¿E-En serio? — Griffin parpadeó, sorprendido. En ese tiempo de entrenamiento no compartía cuartel con Max, así que descubrirlo de esa manera le generaba un poco de risa.
Ahora el ambiente se convirtió en uno acogedor pero Max estaba rojo de la vergüenza.
—Ve tranquilo, Griffin —alzó su dedo pulgar y sonrió entre dientes. —. Te vemos allá cuando termines...
El aludido suspiró y contempló la belleza varonil de Max.
—Claro...
Entonces, los demás desaparecieron de su vista.
Griffin se alejó un poco del lugar donde lo habían dejado para cumplir su palabra y no causar molestias. De por sí alejarse de los otros fue una excusa patética para conseguir un momento a solas, no quería compartir los sentimientos albergados en su corazón para leer la última carta de Aslan, la cual recibió hace seis meses pero tenía fecha de ser enviada hace casi un año. En ella, Aslan detalló sus días aburridos de escuela en virtud que entendía a la perfección sus clases, lo único que lo mantenía alegre eran la literatura clásica que dejó en su habitación y los días de baseball con el entrenador Carter Wilson y lo mucho que amaba hablar con él al ser una persona culta y amigable. No mencionaba nada acerca de su padre Jim, eso le preocupaba un poco a Griffin ya que posiblemente no han forjado un lazo estrecho o el adulto continúa siendo un descuidado con su hermanito.
Griffin se recostó en una pared y deslizó su cuerpo lentamente; su mente estaba dispersa esa noche sin poder creerse que estaría en su casa pronto. ¿Qué tanto habrá cambiado las cosas? ¿Podrá acostumbrarse a una vida pacífica otra vez? ¿Qué hay de las adicciones? Junto con Max han trabajado durísimo en tallarle ese desamor y poder ser funcional en la sociedad.
Ya no tiene que matar a nadie; ya no tiene que usar un arma; ya no tiene que sufrir de esa manera. Max se ha esforzado para que él siga adelante.
No puede fallar más ahora.
El martirio será otro en Cape Cod y no debe ser frágil.
Tan solo deseaba que la vida mejore para bien.
Justo cuando acababa de releer la carta y se dispuso a irse, en el camino se topó con alguien que jamás creyó que lo iría a buscar directamente hacia él.
—¿Callenreese?
El susodicho se sobresaltó al escuchar su nombre; se trataba de Abraham Dawson. Rápidamente, tragó saliva y se tensó. Él era parte del cuerpo médico militar de su escuadrón anterior, antes de estar con Max, y tenía ciertos sentimientos encontrados hacia su persona.
Abraham Dawson era un ser vulnerable ante el desprecio de los demás soldados por su personalidad resentida, retorcida y odiosa; asimismo, generaba recelo entre sus camaradas por los niveles altos de mortalidad en su clínica. De por sí, la naturaleza suave de Griffin impedía tratarlo mal y limitarse a ser sensato con él pero no quitaba cierto desasosiego hacia ese hombre, sobre todo cuando estaba en su laboratorio y elaboraba componentes peligrosos (lo supo de inmediato porque Abraham no era el único que sabía de Ciencias Químicas) mas el silencio fue su estrategia más valiosa.
Griffin no quería involucrarse en nada peligroso, solo quería sobrevivir en Irak para mantener a su familia.
—¿Dawson? — quiso sonar natural, no quería que su desconfianza se entonara. —. ¿Qué haces aquí?
Entonces, Abraham curvó una sonrisa nerviosa.
—Estoy preocupado por ti —entrelíneas se acentuaba la falsedad de sus palabras. —. ¿Todo en orden? Últimamente no has pedido estupefacientes.
El joven sintió un escalofrío en su espina dorsal, provocando que las alertas se encendieron en su mente.
—Estoy trabajando en consumir menos. —según Max, no era bueno quitar las drogas de golpe, ha estado esforzándose en dejar su adicción. —. Si me disculpas, necesito seguir con mi ronda.
De repente, Abraham le cortó el paso de escape de Griffin al ponerse frente a él.
—¿Seguro? — le mostró una jeringa con un líquido de estupefaciente listo para usarse. —. Es bien sabido que estas en tu última noche de guardia, hay que celebrarlo con una dosis.
La voluntad de Griffin en huir se apagó al igual que su mente, no dándose cuenta que entró en trance al contemplar la droga. Era hermosa verla en líquido dentro de la jeringa. El frenesí de la necesidad de sentirse liberado lo tenía frente a sus ojos, el cansancio de estar atrapado en su propia locura, víctima de su paranoia y de los futuros problemas en Cape Cod son demasiados para él en seguir aguantando.
—N-No, yo... — gimió al ser tomado del brazo a la fuerza.
—No te hará daño si lo haces una vez — Abraham lo observó tras no haber resistencia y posicionó la aguja directamente en la vena saliente del antebrazo. —. Déjame ayudarte con esto.
Griffin torció sus ojos y los puso en blanco; pensó en Max... Max se ha esforzado para que no recayera en las adicciones. ¡Pero ahora no estaba! No tendría que enterarse.
Es solo esta vez...
Quería probarla por última vez.
Las sospechas en contra de Abraham se disiparon al igual que el espíritu de lucha de Griffin. Simplemente permitió guiarse por el placer.
La sustancia transparente fue inyectada abruptamente en el antebrazo de Griffin, casi rompiéndose la aguja dentro de su piel. En un santiamén el líquido carcomió sus tejidos, haciendo que todo su cuerpo quemara. El dolor era más insoportable e intenso, uno que jamás ha experimentado en su vida; sentía que su cerebro se estaba derritiendo, saliendo los restos líquidos como lava ardiente en sus orificios corporales.
—¡AH! — arqueó su espalda y todo su ser convulsionaba.
—¡Sufre, estúpido! ¡Eso te pasa por inmiscuirte en mi investigación! —Abraham rió a carcajadas al ver la lucha interna de Griffin. —. ¡Mátalos a todos y suicídate, drogadicto de mierda! — con el temple estoico le susurró al oído entre los gritos del joven. —. Esto es el Banana Fish...
Embriagado de sufrimiento y el dolor provocó un efecto rebote en Griffin hasta experimentar una sensación placentera y afrodisíaca; comenzó a ver matices extrañas y su cuerpo parecía moverse solo y su mente ser independiente de su ser mientras de eco se escuchaba fuertemente 'BANANA FISH'.
Por alguna razón Griffin estaba en Cape Cod, corriendo en un camino sin fin, lleno de vegetación y flores. Iba persiguiendo a Aslan, quien no paraba de reír de felicidad.
Ah... Regresó a casa...
¿Desde cuándo? No lo recuerda...
¿Por qué su índice sentía que jalaba el gatillo? Maldito estrés post traumático.
Incluso Griffin comenzó a gritar también porque se estaba divirtiendo, aunque percibía que sus alaridos eran más de tormento. ¿Por qué?
De repente, en el cielo aparecieron fuegos artificiales y eso lo asustó porque se escuchaban como el ruido de municiones; aunque Aslan parecía estar absorto viéndolas.
Estuvieron así por un momento hasta que las piernas de Griffin flaquearon y cayó estrepitosamente al suelo lleno de pasto y flores. Aquello lo lastimó muchísimo, incluso se sintió como balas atravesándolo.
Sin embargo, Aslan se aproximó confundido y, no entiendo cómo, Max se hallaba ahí también.
Griffin sonrió con felicidad al verlos.
—Griffin Callenreese, soy yo, Max Glenreed. ¿Me reconoces?
El aludido dio una pequeña carcajada. ¿Por qué Max le preguntó eso? ¿Ha cambiado tanto desde la última vez que lo vio?
Griffin quería decirle demasiadas cosas. Ha extrañado a Max. Quisiera vivir su vida con él y Aslan por siempre.
—Banana Fish... — Griffin respondió, sorprendiendo su propia respuesta.
Todo esto parecía de ensueño.
Pero la lámpara se ve rara.
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