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Capítulo quince

Una perfecta mañana soleada nos recibía justo en el día que debíamos visitar el jardín botánico para trasladar algunos de los muebles para la celebración. También, debíamos distribuir los espacios en donde armaríamos el escenario para los músicos, la pista de baile, el lugar en donde irían los toldos y los asientos. 

Cuando llegué al lugar, busqué a Rouse alrededor, encontrándola junto al estanque hablando con una mujer a quien nunca había visto antes. Su cabello brillaba bajo el sol al igual que las pulseras doradas alrededor de sus muñecas. Su atuendo revelaba que era del tipo que usaba lo último en moda, viéndose como toda una modelo de Victoria's Secret. Sí, definitivamente era amiga de Ellie...

—¡Lena, al fin llegas! —celebró Rouse, acercándose a mí—. Mira, ella es Helen...

—Soy la madrina de bodas —dijo presentándose—. Ellie me llamó y me envió para que verificara que todo estuviese en orden. 

—Sí, no se preocupe. Por cierto, soy Lena, la asesora de...

—¡Calum! —gritó, interrumpiéndome de pronto y haciéndome a un lado para ir en otra dirección. Su hombro chocó con el mío al apartarme, empujándome levemente al pasar.

Rouse hizo una mueca de disgusto con sus labios, mientras que yo me quedé con la palabra en la boca. 

Me giré en la dirección en que se había ido, encontrándola colgada de los hombros de Calum, mientras este sonreía incómodo. 

—¡Qué gusto verte! Estaba tan ansiosa por tu regreso —su voz chillona era todo lo que no me gustaba. Desde ya me caía mal.

—Sí, bueno... soy el padrino de bodas...

—¡Lo sé, y yo la madrina ¿puedes creerlo?! —se apuntó a sí misma. 

Me acerqué a ambos para poder saludar a Calum, quien me miraba mientras asentía a todo lo que Helen decía. 

—¿Estuviste en las Bahamas también? Porque yo fui durante el verano y fue increíble. 

—Sí, estuve allí un tiempo...

—Quizás para tu próximo viaje podamos ir juntos. Me encanta hacer senderismo, ir a excursiones y campamentos —enumeró—. Tenemos tanto en común. 

—Sí, tienes razón... eh... Hola, Lena ¿cómo estás? —se acercó a besar mi mejilla—. Vine para ayudar con los muebles y todo eso. 

—Gracias, supongo que podrías-

—Ellie me dijo que viniera por ti para ir a recoger tu esmoquin —Helen volvió a interrumpirme—. Por eso vine. 

—¿Ah sí? —la miró confundido—. No sabía nada de eso...

—Dijo que de seguro olvidarías ir a la tintorería, así que me pidió ayuda —le guiñó un ojo sin disimular su atracción por él. 

Bien... desaparezco...

Me alejé de ambos, yendo en dirección opuesta. Obviamente, yo sobraba en medio de ese reencuentro y aún tenía mucho trabajo que hacer. Aunque claro, la presencia de esa chica dejó un mal sabor en mi paladar. 

—Ayúdame con esto, Lena —dijo Rouse, entregándome una cinta métrica—. Necesito que saques las medidas en las zonas que colocaremos las cascadas de luces. 

—Vale —asentí, sintiéndome tensa.

Mi mirada seguía puesto en ambos, ya que Helen se había aferrado a los brazos de Calum y parecía no querer soltarlo. 

—Tienes que rodear todo el perímetro —me apuntó Rouse, dando las indicaciones. 

—Las anotaré enseguida —dije obedientemente. 

Dicho eso, avancé hacia el otro lado del jardín, en dirección hacia donde estaba la enorme fuente de agua. Comencé a estirar la cinta métrica, mientras avanzaba hacia el frente, intentando no equivocarme en el proceso.

 —Deben ser como treinta metros... —murmuré para mi misma.

Se vería realmente genial una vez que la estructura estuviese lista, luciendo casi como si pasearas entre un montón de estrellas. Definitivamente, tomaría muchas fotografías para la página de la agencia. 

—¿Qué haces? 

Calum apareció a mi lado repentinamente. Miré alrededor de él esperando encontrarme nuevamente con Helen, pero ella ya no estaba a su lado. Sin embargo, noté que se había quitado la chaqueta de mezclilla, quedando solo con aquella camiseta musculosa que definitivamente no me hacía nada bien, aunque mis ojos estaban realmente encantados de detallarlo. 

—Eh... tomo las medidas para la cascada de luces —dije, alzando mi anotador. 

—¿Te ayudo? —se ofreció, extendiendo su mano para que le entregara la cinta. 

—¿No tenías que ir por tu esmoquin? 

—Sí, pero... lo haré otro día. Hoy vine precisamente a ayudar aquí. 

—Claro —sonreí, sintiéndome feliz, no sé por qué—. Bueno, entonces tú mides y yo anoto. 

—¿A dónde debo ir? —preguntó.

—Hacia donde está ese árbol grande de allí —le apunté. 

Me encargué de sostener la punta de la cinta para que no se moviera, mientras él se alejaba de mi lado yendo hacia el enorme árbol de hojas anaranjadas. 

—¡Veinticinco metros! —gritó y rápidamente lo anoté.

Continuamos avanzando creando un sendero que fuese directo hacia donde se haría la ceremonia y también, rodeando el toldo en donde irían las mesas. 

—Aquí hay otros veinte metros hacia ti —señaló. 

Comenzó a reducir la distancia, acercándose hasta mí para terminar las últimas medidas. 

—Diez metros hacia ti —continuó y sonreí al darme cuenta de que solo estaba jugando. Ya habíamos acabado de medir todo el perímetro—. Solo cinco metros hacia ti... 

Lo miré atenta, esperando a que llegara a mi lado. 

—Un metro... —sonrió, guardando la cinta. 

Su figura se cernió sobre mí al avanzar.

—Tres centímetros... 

—Un paso más y chocarás conmigo —advertí. 

—Quizás quiera hacerlo —alzó una de sus cejas. 

Vale, si su intención era ponerme nerviosa, pues lo estaba logrando. 

—¿Bajo a dos? —preguntó. 

A dos centímetros, volvería a ser presa de su perfume, su calor y estaríamos tan cerca de tocarnos. 

Algo en su tono de voz hizo que luciera como si fuese un animal al acecho, buscando arrinconarme y atraparme. La sonrisa traviesa en sus labios era como una invitación a seguirle el juego, y obviamente eso lograba acelerar mis latidos de una manera abismal.

Estaba a punto de responder cuando mi celular vibró en mi bolsillo, interrumpiendo nuestro intercambio de miradas. Revisé rápidamente, encontrando un mensaje de Ellie en la pantalla.   

—Tu hermana... acaba de enviarme la lista de los solteros que estarán en la boda —dije arrugando las cejas, mientras veía la imagen en mi celular.

"Hice esta lista para ti, quizás conozcas a un buen prospecto esa noche ¡besitos!". -Ellie. 

—A ver... —miró a mi lado, leyendo los nombres en la lista. —¿Mi hermana quiere hacer de casamentera? 

—Eso parece...

Era una lista larga, incluso había agregado la edad y profesión de cada uno. 

—¿Y por qué yo no estoy en la lista? —se preguntó a sí mismo. 

—No lo sé... —reí—. Mira, hay un cirujano plástico —apunté hacia un tal Edward Kent—. Que partidazo de prospecto —bromeé. 

—Es mi primo y no te lo recomiendo —negó al instante. 

—¿Por qué? —me giré hacia él. 

Su aliento me cosquilleaba en la mejilla debido a su cercanía, mientras que sus ojos seguían fijos en la pantalla de mi celular. 

—No te veo siendo novia de un tipo como él... 

—¿Y él? —apunté hacia Marck Benavent—. Aquí dice que es chef profesional. De seguro hace ricos postres, podría regalarme trufas en nuestro aniversario... —imaginé. 

—Y desarrollarías diabetes. Sería una mala idea. 

—Sí, tienes razón... ¿y este? 

—Shawn Carson, abogado de treinta años —leyó—. No podrías ganarle ninguna discusión...

—Cierto, y a mí me encanta ganar las peleas. Me sentiría decepcionada... —dije divertida—. Pero Josh Smith es surfista y tiene veintiocho años.

—¿Es una profesión? —alzó una de sus cejas—. De todas formas, es conocido por andar con muchas chicas a la vez —advirtió.

—Entonces definitivamente no. El poliamor no es lo mío. Lástima—dije fingiendo estar decepcionada—. ¿Hay algún hombre en esta larga lista que valga la pena? —pregunté. 

—No. Y el que sí lo vale no está allí —declaró, volteándose hacia mí. 

Volví a reír, colocándome nerviosa. 

—Vale, entonces le diré a Ellie que no necesita ayudarme. 

—Sí, mejor que no lo haga —asintió de acuerdo. 

—Además, ese día vengo a trabajar, no a buscar marido. Debo cerciorarme de que todo salga bien...

—Claro —asintió, manteniéndose justo a un lado de mí a una distancia que me disparaba el pulso. 

—¿Y tú...? 

—¿Yo qué?

—¿Qué harás después de la boda? 

—Supongo que... regresaré a Edmonton y luego quizás... viaje devuelta a la isla para continuar con mi trabajo —contestó. 

Esa era la respuesta que esperaba, sin embargo, también hizo que me diera cuenta de que al terminar mi trabajo como asesora, no volvería a verlo. Y si lo hacía, probablemente sería en artículos o noticias en donde anunciarían sus premios como fotógrafo o algo así.  

Como dijo Ellie... No existía aún la persona que lo retuviera a quedarse en un lugar. Y probablemente eso era algo que él no quería, porque lo suyo era volar lejos y quedarse grabado en los corazones de las personas. 

Lo mejor que podía hacer era no pensar en su partida, ni tampoco en las marcas que podría llegar a dejar en mí. 

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