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Capítulo catorce

Liam y Ellie estaban a punto de tomar el avión rumbo a Italia para pasar su luna de miel por adelantado. 

Desde la última vez que nos vimos, no volvimos a cruzar palabra ni mirada alguna hasta hoy, ya que tuvimos que reunirnos para terminar de acordar las últimas indicaciones antes de que se marcharan al aeropuerto. 

Luego de eso, fue como si mi cuerpo al fin encontrara el relajo que necesitaba. Obviamente, debíamos comenzar a movernos para dejar todo listo antes de su regreso, sin embargo, me sentía aliviada de no tener que verlos por un buen tiempo. 

Según lo acordado, las amigas de Ellie se encargarían de la despedida de soltera y Calum de la de Liam. Además, aún debíamos preparar todo para la cena de ensayo antes de la boda, ya que ese día llegarían la gran mayoría de los familiares de Ellie. 

Así que ahora que contábamos con todos los muebles, debíamos comenzar la decoración siguiendo los diseños que Rouse había hecho. 

Para una boda de 150 invitados, necesitábamos arreglar muuuchos asientos. Obviamente, Ellie no quería sillas comunes para la ceremonia, por lo que tuvimos que encargar muebles personalizados para poder decorarlos al gusto de ella. 

—Las sillas deben llevar lazos en dorado que vayan por encima de la tela que los cubre —indicó Rouse al resto del equipo. 

Yo debía ir por el pastel de bodas para poder encargarlo. Sin embargo, Ellie no había sido clara respecto a eso. Solo dijo que no quería nada de frutos secos ni fondant, pero en cuanto a sabor, tipo de diseño y tamaño, no tenía ni idea. 

—¿Por qué no le pides ayuda a su madre? —me dijo Rouse—. Ella te dirá que tipo de pastel le gusta a su hija. 

—Sí, eso haré —asentí marcándole a su celular, sin embargo, me pasó al buzón de inmediato con un mensaje que indicaba que estaba en el spa. 

Entonces no me quedó más remedio que acudir a la siguiente persona en mi lista; Calum

Y no podía negar que desde ya me sentía nerviosa por hablar con él porque al escuchar su voz, mi cuerpo vibraba de manera automática.

—¿De vuelta a las llamadas, Lena? —contestó desatando esas sensaciones que ya conocía. 

—Así es señor Os... Calum —corregí de inmediato—. Lo llamaba para poder solicitar su ayuda.

—Dígame.

—Debo ir a la pastelería para comprar el pastel de bodas de su hermana. Pero necesito la ayuda de un experto para escogerlo y usted ha sido seleccionado para esa misión. ¿Vendría conmigo? —pregunté en tono de súplica. 

—¿A qué hora paso por usted? —dijo sin dudar. 

Celebré en mi foto interno, sin poder esconder la sonrisa que se curvó en mis labios.

—A las dos de la tarde estaré lista. Le enviaré mi dirección.

—Bien, ahí estaré. Nos vemos, Lena.

—Hasta luego, Calum.

Dicho eso, colgué la llamada y solté un largo suspiro. Salir con él era como otro gran desafío para mí, ya que estar a su lado desataba tantas cosas, que probablemente me vería envuelta en medio de muchas tentaciones; tentada a mirarlo, a querer estar a su lado, a saber más sobre él...

A la hora acordada él apareció fuera del edificio, estacionado justo a un costado de la acera. La camioneta que usaba era enorme, siendo realmente difícil subirme en ella. 

—Su camioneta no es apta para enanos —le dije al lograr embarcarme. 

Sonrió divertido, mientras estiraba el cuello para acercarse a mí. Deposité un beso sobre su mejilla y me alejé tan rápido como me acerqué. 

—La próxima vez prometo venir en un auto más adecuado a su estatura —me siguió el juego—. ¿A dónde debemos ir? 

—Busqué algunas pastelerías en internet con muy buenas referencias, pero quería saber su opinión, ya que es el hermano mayor y conoce mejor a la señorita Ellie que yo. 

—Bien, dicen que las mejores pastelerías están en Victoria. Así que iremos allá —indicó, encendiendo el motor. 

—Tardaremos alrededor de cuatro horas... —dije nerviosa—. Y si nos vamos ahora, llegaremos por la noche...

—¿Le preocupa pasar mucho tiempo conmigo, señorita Holsen? —alzó una de sus cejas. 

Si supiera...

—No, para nada... —mentí, irguiéndome en mi asiento. 

—Allí está la pastelería de una amiga de mamá. Le hicieron el pastel de cumpleaños a Ellie cuando cumplió quince y le encantó.

—Entonces vamos —asentí, preparándome mentalmente para pasar alrededor de ocho o nueve horas a su lado. 

Tomamos rumbo hacia la carretera, saliendo de las calles de Vancouver. 

—Bonito vestido —me halagó, manteniendo la vista en el frente. 

—Mhmm... gracias —dije aturdida por ese halago que no me esperaba en lo absoluto—. Bonitos anillos —apunté hacia su mano la cual sostenía la palanca de cambio, desde donde relucían dos anillos de acero, uno con forma de calavera. 

—Gracias —contestó devuelta. 

Nos quedamos en silencio por unos minutos, en donde me dediqué a mirar hacia la ventana sin saber qué más hacer. 

—¿Ya sabe lo que hará para la despedida de soltero de Liam? —pregunté intentando colocar un tema de conversación.

No me gustaban los silencios, me incomodaban y por eso mismo no podía mantener la boca cerrada nunca. 

—Jamás he ido a una despedida de soltero, así que realmente no tengo ni idea. Necesitaré asesoramiento —contestó, haciendo una mueca con sus labios.  

—¿En serio? 

—Ajá —asintió—. Es que mis amigos más cercanos no... aceptan el concepto de matrimonio. Prefieren la convivencia más que el compromiso. A diferencia de usted, esta es la primera boda a la que voy... 

—¿Y qué es lo que piensa acerca del matrimonio? —pregunté.

—Tampoco estoy muy interesado en casarme —dijo con seguridad. 

Eso ya lo sabía, puesto que su madre había dicho lo mismo durante prueba de menú. 

—¿Y usted? —preguntó, girándose levemente hacia mí—. ¿Piensa casarse?

—Si me siento preparada, entonces sí. 

—¿Preparada? 

—Ya sabe... debo cerciorarme de que sea la persona adecuada. 

—¿Y cómo sabrá que es la correcta? —arqueó una de sus cejas. 

—No lo sé... supongo que mi corazón lo dirá —me encogí de hombros. 

—Por supuesto —asintió. 

—¿Usted suele dejarse llevar por lo que le dice su corazón?

—Todo el tiempo. 

Esa fue quizás la primera cosa que tuvimos en común. 

Continuamos el resto del camino hablando sobre diversos temas como los compromisos, el clima, la música e incluso la vida en Vancouver. Obviamente, diferíamos en muchas opiniones, porque yo era del tipo que se apegaba a las personas y permanecía quieta en un solo lugar, mientras que a Calum el mejor concepto que lo definía era "pasajero". No se quedaba mucho tiempo en la vida de las personas, iba y venía, yendo de un lugar a otro. Sin embargo, a pesar de desaparecer, de seguro que era del tipo que se te quedaba incrustado en el pecho siendo inolvidable. 

Él prefería el calor del sol en verano, y yo amaba la lluvia en invierno. 

Él escuchaba blues y rock, mientras que yo era de oír pop por las mañanas. Aunque algunas veces también me sumía en la música de Lana del rey por las noches. 

Y también, estaba claro que la vida en Vancouver no era una opción para él, porque lo suyo eran los viajes y paseos por el mundo entero, y yo, en cambio, seguía viviendo en la misma ciudad desde que tenía cuatro años. 

Había muchas diferencias entre nosotros, pero la verdad era que me gustaba saber que nuestras discrepancias tenían algo de compenetración. 

Llegamos a Victoria cerca de las cinco y media de la tarde, yendo directo hacia una pastelería en el centro de la ciudad. 

Entramos al lugar, oliendo al instante el delicioso aroma del pan recién sacado del horno. Las vitrinas estaban llenas de cosas dulces que tenían un aspecto magnífico, y nada más cruzar el umbral, una mujer se acercó a Calum, rodeando su cuerpo entre sus brazos. 

—¡Qué gusto verte por aquí, hace mucho que no venías! —dijo emocionada. 

—Un gusto verla, señora Holly —sonrió él, correspondiendo al abrazo en un gesto cariñoso. 

—¿Cuándo llegaste, eh? —le apretó las mejillas y eso me hizo reír levemente. 

—Hace unos pocos días. Vine para el matrimonio de Ellie. 

—Enhorabuena —celebró con una sonrisa enorme en sus labios. —¿Y qué te trae por acá? 

—Lena y yo venimos por un pedido, algo especial para la boda de mi hermana —contestó él, y la mujer desvió su mirada hacia mí. 

—¿Tu novia? —preguntó con picardía, mientras se acercaba a mí para besar mis mejillas—. Eres muy bonita. 

—No, ella no es mi novia —dijo él, paseando sus dedos por su cuello—. Es la asesora de bodas que Ellie contrató. 

—Ups... —dijo cubriendo sus labios—. Como venían juntos, creí que... bueno, no importa, un gusto conocerte.

—Un gusto también —asentí, sintiendo mis mejillas arder. 

—¿Y qué es eso tan especial? —preguntó centrándose nuevamente en Calum.

—El pastel de bodas. 

—¡Oh!, por supuesto que lo haré, será todo un honor —asintió rápidamente—. Vengan, acompáñenme a la cocina y cuéntenme con más detalle todo lo que desean para el pastel —nos guio hacia el otro lado de la pastelería, en donde se encontraban los enormes hornos y los mesones en que preparaban las masas.

—Bien, Lena... ¿qué es lo que te pidió mi hermana? —preguntó Calum. 

—Me dijo que nada de frutos secos.

—Por su alergia —asintió. 

—Ni tampoco nada de fondant. Solo crema.

—Entendido —asintió la mujer, guiándonos hacia un pastel que estaba siendo preparado por uno de sus pasteleros. 

Me sentí como en Cake Boss en ese instante. 

—Esta es la crema que solemos preparar para los pasteles que no llevan fondant. Esta hecha a base de crema de mantequilla con sabor a caramelo suizo —nos indicó, apuntando hacia el bowl—. ¿Quieren probarla?

Ambos asentimos, así que ella nos dio a cada uno una pequeña cuchara para untarla en el bowl y probar la crema. El sabor dulce y cremoso se desvaneció en mi paladar.

—Está rico —dijimos al unísono y nos miramos por inercia. 

—La decoración será a mano alzada, como en la vieja escuela —agregó ella. —Por aquí pueden pasar a ver algunos de los diseños de pasteles que solemos entregar. Algunos son de tres pisos, con una base solida y también...

Dejé de escucharla cuando sentí algo frío rozando mi piel en el momento en que Calum se acercó a mí. Lo miré sorprendida al darme cuenta de que había untado mi nariz en crema, mientras sonreía con malicia. Pero lo que me dejó estática en mi lugar fue que llevara lo que sobraba de crema a sus labios, pasando la lengua por la punta de su dedo índice.

—Delicioso... —comentó antes de volver a posar su mirada en la señora Holly. 

Mis mejillas ardieron casi tanto como los hornos a mi alrededor. Parpadeé varias veces antes de recomponerme y ver cómo él actuaba como si nada. 

—Talvez podríamos agregarles flores rosadas a la decoración, ya que a ella le encantan —sugerí, limpiando mi nariz con una servilleta. 

Calum seguía con esa sonrisa en sus labios. 

—Sí, lucirá hermoso —asintió ella—. Calum dijo que asistirán alrededor de cien personas, así que tengo pensado en hacerla de cuatro pisos, medirá cerca de un metro y medio...

Continuamos avanzando mientras ella nos mostraba algunas referencias de pasteles. 

—Ese con forma de escalera es hermoso —apunté hacia uno con mi dedo, susurrándole a Calum. Él bajó un poco para quedar a mi altura y oírme—. ¿Crees que le guste?

Se giró hacia mí, dejando su rostro muy cerca del mío.

—Creo que sí —asintió de acuerdo. 

—Genial, entonces ese será —sonreí—. Combinará con su vestido...

Cumplimos con la misión de escoger y encargar el pastel el cual sería trasladado el día de la boda a Vancouver. Estaba segura de que Ellie le encantaría, porque lucía muy elegante y de seguro el sabor sería exquisito. 

—¿Sabes qué? Tengo mucha hambre —dijo él, sacando las llaves de la camioneta de su bolsillo, luego de salir de la pastelería. 

—¿Quieres que compre unos bagels para el camino? —pregunté, dispuesta en volver.

—¿Qué tal si vamos a comer a algún lado y luego nos vamos? Llegaremos tarde, así que necesitamos reponer energías. 

—Vale... —no me negué, porque en realidad tenía razón. 

Esas cuatro horas de viaje nos agotarían mucho más si no comíamos. 

Esta vez me ayudó a subir a la camioneta, sosteniendo mi mano para que tomara el impulso. 

—¿A dónde quieres ir? —preguntó al subirse a mi lado. 

—La verdad... no he venido muchas veces aquí, así que no conozco demasiados lugares para comer —contesté. 

—Entonces... ¿que te apetece cenar? 

—Muero por pollo frito y muchas papas —contesté. 

—Vale —rió levemente—. Yo también quiero eso. 

—Wow ¿nosotros coincidiendo en algo? Tendré que anotarlo en mi diario —bromeé, ya que horas antes parecíamos discrepar en todo. 

—¿Comenzarás a escribir cada que estemos de acuerdo? —preguntó divertido. 

—Ajá.

—¿Y qué pasará con la lista de todo en lo que nos diferenciamos? —preguntó con interés. 

—Si empiezo a hacerla, probablemente no acabaré nunca.

—Quizás tenemos más cosas en común de las que crees. 

—Quizás... —repetí, mirándolo y sintiendo que estar a su lado ya no parecía tan abrumador como la primera vez, pero seguía causando esas sensaciones dentro de mí. 

Tomamos rumbo hacia un restaurante cerca de la costa en donde vendían de todo tipo de comida, así que nos sentamos en la terraza, junto a la baranda que daba hacia el muelle. El pollo frito que tanto anhelaba fue servido en nuestras mesas, acompañado de unas papas con vegetales y nuestras respectivas bebidas heladas. 

—El pollo frito se disfruta más cuando usas las manos en vez de los servicios —dijo él, haciendo a un lado sus cubiertos. 

—Vaya, eso irá para mi lista —dije tomando mi primer trozo con mis dedos. 

Tenía mucha hambre, así que mi cabeza solo estaba en morder la crujiente superficie picante. 

—¿Cómo es que llegaste a convertirte en asesora de bodas? —preguntó, acabando con su plato de papas. 

—Es una larga historia. 

—Quiero oírla. 

Lo miré sin saber bien como comenzar, porque entonces involucraría a Liam. Sin embargo, no importaba si no decía su nombre. 

—Siempre me ha gustado todo lo que tenga que ver con decoración de exteriores, diseño y la organización de eventos —declaré, teniendo toda su atención sobre mí—. Sin embargo, la razón por la que... decidí trabajar en esto es porque me gustaría que aquellas personas que desean unir sus vidas en matrimonio, tengan la mejor experiencia de sus vidas... Una que sea mejor que la yo pude tener —agregué. 

—¿Que "pudiste tener"? —me miró sorprendido—. ¿Ibas a casarte?

—Así es... —asentí, llevando el vaso de refresco a mis labios—. Pero no se concretó ese matrimonio.

—¿Puedo saber por qué? 

—Solo no se pudo —dije vagamente—. Y luego nuestros destinos se separaron, así que no volví a comprometerme. Sin embargo, pensé en que si yo no pude ser feliz ese día, al menos podría hacer a otros felices...

Me observó con profundidad en sus ojos, los cuales se veían mucho más encantadores bajo la luz de la luna.

—De seguro trabajar en esto debe traerte muchos recuerdos... —dijo viéndome con preocupación. 

—Algunos... Pero al final del día, me divierto muchísimo haciéndolo —sonreí y noté como me dedicaba una mirada llena de admiración, que acaloró mi pecho en segundos. 

Si había algo que me gustaba más que comer pollo frito al aire libre, definitivamente era tener una buena compañía con la cual compartir este momento.

Y justo ahora... todo se sentía perfecto. 

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