Capítulo 9
Compartir habitación con Penny no es buena idea. Habla dormida, ronca y es bastante desordenada. Después de que mi hermano me llamase más de veinte veces al móvil atormentándome para que no permitiera que nadie entrara en su habitación, tuve que pedirle a mi amiga que se mudara con Rose a la de mis padres, pero esta no pudo aguantarla por más de una semana, poniendo de excusa que necesitaba tranquilidad y silencio para escribir. Por lo que en los últimos días yo he sido su compañera de cuarto.
La noche me ha parecido extremadamente larga. He tenido demasiado tiempo para pensar, y eso en ocasiones logró confundirme. ¿Debería ilusionarme? No sé si estoy siendo sensata, o si mi mente se está dejando llevar por mi corazón. Tuve mis grandes dudas a las altas horas de la madrugada de si debía haberme negado, ya luego pensaba en su sonrisa o en su forma de decirme que era imposible que me ignorara, y olvidaba todos esos malos pensamientos. Aún repetía una y otra vez esa frase en mi cabeza, y mis mejillas no escondían su rubor al pensar en ellas.
Decido levantarme de la cama una vez que los rayos del sol iluminan mi habitación. Penny se prepara para ir a correr mientras que yo me dispongo a escoger mi mejor atuendo para salir al encuentro con Arthur, que aún me cuesta creer.
Termino poniéndome uno de los vestidos más veraniegos que tengo, de color rojo y estampado de flores, unas sandalias bien cómodas y un sombrero de paja con visera ancha y un lazo blanco de adorno alrededor. Me maquillo solo un poco, hoy no quiero llevar tanta pintura en la cara.
Salgo de la habitación para desayunar y me encuentro con Rose en el comedor.
-Estás guapísima. ¿A dónde vas hoy? -Me pregunta mientras come una tostada con mantequilla.
-Buscaré el sitio para la boda, visitaré algunos de los campos de flores y el lago. -No pretendo informarle que Arthur será mi acompañante.
-Genial, Penny y yo saldremos a conseguirle empleo. Lleva un mes en el pueblo y aún no se ha preocupado por ello. -Siempre lo pospone, creo que se debe a que ningún trabajo le parece interesante.
-¿Han pensado en algo? -Le pregunto mientras me preparo mi café con leche.
-Si es por mí que trabaje en uno de los campos cosechando peonías, pero dice que no tiene mano para tratar a las flores. -rueda los ojos en señal de frustración y luego sonríe.
-Espero que tengan suerte. -Me encojo de hombros y le devuelvo la sonrisa.
-¿Ya has pensado en lo que haremos para la despedida de soltera de April? -Con los preparativos de la boda había olvidado la otra fiesta.
-No. ¿Alguna idea? -Espero que tenga alguna porque la verdad es que enfocarme en la despedida también será todo un estrés.
-Tengo muchas. Déjamelo a mí, así descansas un poco de tanto caos. -Se ofrece, y lo cierto es que me viene de perlas que quiera ayudarme.
-Por favor, nada de strippers. -Le advierto.
-Oh, pero si esa es la parte más divertida. -Hace un puchero. -Solo uno.
-Ninguno. Las hermanas de Peter vendrán a la despedida, no creo que les guste ver ese tipo de espectáculos dedicados a su futura cuñada. -Creía que era broma de Rose, pero su decepción es algo muy relevante en su rostro.
-Veré que más se me ocurre. -El sonido de el timbre nos interrumpe y reviso mi reloj. Son las 8:45 am. Ha venido 15 minutos antes.
-Yo abro. -Me apresuro a levantarme y me miro en el espejo del pasillo tratando de darme un último repaso antes de salir.
Las manos me tiemblan, al igual que las piernas. Mi corazón no hace otra cosa que luchar conmigo misma para escaparse de mi pecho, y mis mejillas arden de los nervios. Respiro profundo antes de abrir la puerta.
-Jess, que guapa ¿Ya estás lista? Tengo ganas de ver donde haremos la boda. -April entra en el recibidor con gran energía, y me saluda feliz.
-Pero... -Me quedo sin palabras. -No me dijiste que vendrías a acompañarme. Creí que tenías planes con Peter. -¿Y ahora?
-Lo sé, pero lo más lógico es que te acompañe, después de todo es mi boda. -No podía protestar ante eso. Pero había dicho que confiaba en mi trabajo, por eso dejó esa tarea a mi cargo.
-Bien. -susurro. Adiós a la cita con Arthur o lo que sea que él pretendiera que fuera.
-¿Podemos irnos ya? No hay tiempo que perder. -Hoy está más mandona que nunca y no logro entender el porqué. Después de todo, lo único que haremos es dar un paseo.
-Eh. Dame 15 minutos para... terminar de desayunar. -Ya he comido lo suficiente, pero necesito una excusa para ver a Arthur, y decirle que ya tengo compañía para el viaje. Aunque me hacía ilusión que fuera él.
-Que bien, yo no he desayunado. Me uno. -Caminamos hacia la cocina y nos encontramos con Rose que ya está fregando sus vasijas.
-¡Anda, que temprano! -Saluda Rose sonriente.
Ambas hablan tranquilamente, pero no les presto atención. Estoy inquieta por la tardanza de Arthur. ¿Vendrá o me dejará plantada? Aunque no podamos salir juntos, quisiera que por lo menos se presentarse, y saber que tanto él como yo deseábamos pasar un día solos.
El timbre vuelve a sonar y me levanto más rápido que la vez anterior. Ni siquiera me detengo a mirarme en el espejo, simplemente abro la puerta y lo encuentro en el porche.
-Hola. -Su melodiosa voz grave no deja de hacerme estremecer. -Estás muy guapa.
-Lo mismo me ha dicho tu hermana. Arthur, ya no tienes por qué acompañarme. April ha venido para que vayamos juntas. -La decepción es mis palabras es evidente por mucho que trate de disimularla, y el brillo de sus ojos logra hipnotizarme por unos segundos.
-Oh, no pensé que ella... ¿Te importa si las acompaño? -Su pregunta me llena de esperanzas, igual a pesar de todo, él quería estar cerca de mí o por lo menos eso es lo que me da a entender.
-Sí, puedes venir. -susurro tratando de guardar mi felicidad para mí misma.
-¿Arthur? ¿Qué haces aquí? -April aparece detrás de mí, está lista para que nos marchemos.
-Voy con ustedes. -Se encoge de hombros, antes de volver a mirarme.
-Vale, solo trata de no molestarnos. -Me da la impresión de que a April no le hace mucha gracia que su hermano nos acompañe.
Caminamos por el sendero en dirección al lago. Yo tropezando con todas las piedras que se ponen en mi camino. No sé si son los nervios, o el silencio incómodo que estamos experimentando los tres lo que me lleva a cometer ciertas torpezas.
-Espero que no te caigas. -Me dice entre risas Arthur.
-Ya quisieras. -Le contesto antes de esquivar otra roca.
-¿Qué les parece hacer la boda frente al lago? -April interrumpe a su hermano antes de que este diga algo más.
-Sería muy bonito, aunque recuerda que es en noviembre. En esa época hace mucho frío, es mejor escoger un lugar bajo techo. -Le sugiero, y parece satisfecha.
-¿Estudiaste esto? Hablo de hacer fiestas. -Me pregunta Arthur acercándose más a mí, y dejando a April adelantarse por el sendero.
-No, cuando terminé la preparatoria encontré un trabajo de asistente de una de las organizadoras de fiestas en la agencia Divinity. Al final descubrieron que tenía buen ojo para estas cosas y me ascendieron dos años después. Hasta que me despidieron. -Un suspiro nostálgico se escapa de entre mis labios al recordar esos momentos de mi vida. -¿Y tú? ¿Lograste ir a la universidad?
-Sí, estudié informática en la King's College London. -Me confiesa mientras pasa su mano por su nuca.
-¿Por qué no lo ejerces? -pregunto intrigada.
-Sí lo hago. Trabajo desde aquí con unos amigos en la construcción de páginas webs, aplicaciones y algunos que otros proyectos. Viajo a Londres cuando necesito reunirme con el equipo.
-Oh, por eso en el único sitio donde hay internet es en el bar. -Arthur siempre fue muy inteligente, no esperaba menos de él. -¿Cómo compraste Bells?
-En el trabajo final de último año, dos compañeros de clase y yo decidimos hacer un videojuego. Se vendió por un buen precio. -Busca mis ojos esperando ver mi reacción ante sus palabras.
-Wao, que bien. Ya te imagino en aquella época. Todo despeinado frente a tu ordenador a altas horas de la madrugada. -rio de la imagen que he formado en mi mente y él hace lo mismo, indicando que no me equivoco. -Las chicas universitarias son muy guapas, seguro que tuviste muchos ligues. -Mis pensamientos se escapan de mis labios, y me reprocho a mí misma decir tal cosa.
-Algunos, pero nada especial, ¿y tú? -Se nota interesado en mi respuesta.
-Uno. Era del trabajo. -Le confieso, y a mi mente llegan algunos malos recuerdos.
-¿Cómo fue? -No sé si es por su descarada curiosidad o por lo difícil que es hablar del tema, pero me cuesta ordenar mis ideas.
-Se llamaba Bruno McMullen, también trabajaba de asistente. Estuvimos saliendo por seis meses. Yo tenía 19 y él unos 22 años. Me engañó con otra chica del trabajo. -No me doy cuenta que me estoy comiendo las uñas hasta que Arthur se acerca y hace que retire mi mano de mis labios.
-Que idiota. -Me susurra y sus ojos azules no dejan de mirarme. No sé cuando dejamos de caminar, ni cómo es que aún estoy de pie sabiendo que sus dedos están en mi piel, pero apartarme no es una opción, no después de que me regalara la más abrasadora de las miradas.
-¿Qué hacen? -Arthur me suelta rápidamente cuando escuchamos la voz de su hermana.
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