Capítulo 18
Solo faltan 30 días para la boda, y aún nos queda mucho por hacer. La tarta es una de las cosas por las que ya no tenemos que preocuparnos. Afortunadamente, April tiene una amiga que conoció en la universidad que está casada con un repostero, y su regalo de bodas será un pastel de tres pisos con el glaseado blanco tradicional y relleno de mermelada de frambuesa.
Todos los invitados están confirmados; las mesas y los manteles listos para ser trasladados hasta el vivero, al igual que las luces y algunos adornos artesanales. Arthur se encargará de hacer el pedido de bebidas, y Peter ya tiene las alianzas a buen resguardo.
Hace unos días que mi familia arribó a Inglaterra, y aunque ahora parecemos familia numerosa al dejar que Penny y Rose compartan habitación conmigo, no podemos estar más felices.
—¿Estás segura que vendrán las hermanas de Peter a la despedida de soltera? —Me pregunta Rose sentada en una de las butacas de mi habitación anotando las cosas necesarias para esa fiesta.
—Sí. Esta es la quinta vez que me lo preguntas. —Le respondo y estoy tratando de dormir la siesta de las 3 pm.
—Y te lo seguiré preguntado. Tengo el número de un bailarín que conocí en Londres en un bar nocturno, y estoy segura que llamándolo con unas horas de antelación podrá estar aquí para la noche en el caso de que algo suceda y las hermanas de Peter no puedan ir. No pierdo las esperanzas de que eso pase. —Me regala una sonrisa pícara.
—¿Qué les puede pasar para que no vayan? —Pregunta Penny mirando por la ventana, probablemente esperando a que Keith pase por aquí. Al ser lunes el bar está cerrado. Por lo que sé el cocinero aún no ha caído en sus encantos.
—No sé, quizá se le ponche una rueda o no tengan la fecha correcta para la despedida, o el lugar de encuentro, o la hora. Pueden pasar muchas cosas. —responde encogiéndose de hombros y poniendo cara de chica inocente.
—Eso solo puede pasar si tú no lo haces bien porque eres la encargada de informales de ello. — rio al descubrir sus intenciones.
—Vale, pero desde ya aviso que habrá show. No de stripers, claro está, no porque yo no quiera, pero si uno de los buenos.
—Me asustas, ya no sé si fue buena idea dejarte que prepararas la despedida. —¿Qué tendrá pensado? Me preocupo.
—¿Arthur viene hoy a cenar? —pregunta Penny sentándose en el borde de la cama. Al parecer hoy tampoco dormiré la siesta.
—Sí. —Solo de pensarlo me pongo nerviosa. Será la primera cena con mi familia desde que somos novios y aunque también me sentía así cuando comimos en su casa, ahora se trata de mamá y papá. Sé que lo conocen desde pequeño, y que aprueban la relación, pero no puedo evitar pensar que algo saldrá mal.
—Pues entonces nosotros vamos a casa de April y probamos el sazón de Martha. —Decide Penny y agradezco la consideración que tienen al dejarnos solos.
—¿Cuando piensas contarle lo de New York? —Me pregunta Rose intrigada. La llegada de mi familia ha traído consigo además de alegría, grandes noticias. Joan me ha conseguido un nuevo cliente para planear su boda. La prima de Hellen, mi cuñada, está comprometida y buscaba una Wedding Planner. Antes no estaba segura de si me marcharía de Glash Village o no, pero yo creo en las señales del destino y este trabajo es una de ellas. Es sin dudas una gran oportunidad para dar los primeros pasos de un buen negocio en New York.
He intentado contárselo a Arthur miles de veces, pero no he podido. He vivido los mejores días de mi vida a su lado y no quiero que terminen. Llevar una relación a distancia no están malo como dicen, seguro que podremos superarlo, pero ahora prefiero disfrutar de su compañía sin que él sienta la presión de que yo me marcharé.
—Después de la despedida de soltera. —suspiro con fuerza y me quedo mirando al techo pensativa.
—Yo volveré a Londres una vez acabe la boda, mi editora me está presionado por lo del libro. Solo me queda el final, a ver qué tal me va esta vez. —Rose se remueve en su asiento. Estoy segura de que su libro es buenísimo, pero ella nunca lo entenderá. Vive con esa inseguridad de su trabajo, una que no logro entender ¡con lo maravillosos que sus escritos! Supongo que es cosa de escritores.
—Oh, eso quiere decir que me quedaré sola unos meses hasta que vuelva April. —Penny termina de tumbarse completamente en la cama. —Necesito encontrar un alquiler, veré si Keith puede ayudarme.
—¿Cómo van las cosas con él? —pregunto.
—Ayer nos besamos por primera vez. —confiesa y sus mejillas se tornan de un color carmesí. —Pero luego salió corriendo.
—¿Por qué? —pregunta Rose y se levanta de la butaca para estar más cerca de nosotras en la cama.
—Es lo que quiero saber. Es muy misterioso. —suspira afligida.
—Bueno si te besó es porque le gustas, eso es buena señal. —La animo.
—Seguro que sí. Por cierto, deberías empezar a prepararte para la cena. —Rose me sugiere y tiene razón.
Las dejo a las dos en la habitación mientras que yo aprovecho para tomar una duchar y estar presentable para mi encuentro con Arthur.
Dos horas más tarde bajo al salón con un vestido de corte canesú de color malva, y unos tacones lo suficientemente cómodos como para sobrevivir a la tarde. Solo un poco de colorete y un lápiz labial me parecieron adecuados para la ocasión.
—Estás guapísima, deja que te vea mi cuñadito. —Joan está sentado en el sofá al lado de su esposa que carga a la pequeña Alessia en sus piernas.
—¿Por qué le dices cuñadito? —Le pregunto arqueando una ceja, y acercándome a mi sobrina para cargarla en brazos.
—Para que se sienta intimidado, así sabe que si hace algo que pueda lastimarte yo estaré aquí para defenderte. —Levanta su puño con seguridad y Hellen le reprende por su comportamiento.
—Ni se te ocurra ser grosero con el novio de tu hermana.
—No, yo solo le guardo rencor por algo que leí. —Se defiende y lo fulmino con la mirada.
—Ya hablamos de esto. No quiero que lo menciones más. —Aún me da vergüenza cuando me lo imagino leyendo una de mis cartas.
—¿Qué hiciste, Joan? —pregunta su esposa alarmada.
—Yo... —Es salvado por el timbre de la puerta. Le entrego a Alessia a su madre y me apresuro a abrir de inmediato.
Mamá y papá están preparando la cena y desde el recibidor se puede percibir el rico aroma a pollo asado. Abro la puerta hipnotizada por el olor y nerviosa porque sé que solo puede ser una persona. Aquella que estábamos esperando.
Arthur está muy apuesto con su camisa gris de mangas largas y su cabello perfectamente peinado hacia atrás. Lleva en sus manos una botella de vino y el rubor de sus mejillas no hace más que darme la idea de que al igual que yo, está nervioso.
Me mira a los ojos y hoy más que nunca el azul de su mirada me hace estremecer. Un hola sale de su boca antes de juntar sus labios con los míos, y hacerme saber cuanto me ha extrañado. Como si no hubiera sido ayer la última vez que nos vimos.
—Estás bellísima. —susurra entre besos.
—Tu también... Oh, Bellísima no... Quise decir que estás... que tú también estás bellísimo. —Oh Dios, mis nervios saliendo a la luz.
—Jess, ¿Es Arthur? —Escucho la voz de mamá desde dentro y lo invito a pasar. La pasión en la entrada ya quedó atrás, pero que mi corazón lata desesperadamente es un efecto permanente que experimento únicamente cuando él está cerca.
—Sí, mamá, ya está aquí.
—En un momentico los acompañamos. —grita mi padre.
Caminamos tomados de la mano hasta el salón donde se encuentra mi hermano y su familia. Arthur le entrega la botella de vino a Joan, y este la acepta con un gracias y un apretón de manos. No era la primera vez que venía a casa desde que llegaron de New York, pero esta es su primera visita formal y aunque no lo crean intimida bastante.
—Entonces... —Joan se anima a hablar y casi hubiera preferido que no lo hubiera hecho. —¿Crees que Jess es torpe? —Estuve a punto de darle un puñetazo pero Hellen lo hizo por mí. — Auch. —Está claro que hace referencia a la carta que leyó.
—Eh... un poco sí. —De todas las conversaciones que pudieron haber mantenido ¿justo esta es la que prefieren?
—Bien, sinceridad ante todo. Me gusta. —Joan, se divierte y estoy a punto de confesar su secreto de los posters de chicas, pero el llanto de Alessia nos interrumpe.
—Creo que alguien tiene hambre. —Hellen se marcha con la bebé en brazos, y nos deja a los tres solos en el salón.
—Oye, solo no le rompas el corazón, es mi hermana. ¿Vale? —Esta vez Joan le habla con mayor seriedad, y a pesar de nuestras tonterías de hermanos me conmueve ver que se preocupa por si me hacen daño.
—Vale. Aunque espero que no sea ella la que rompa el mío. —Sus palabras me hacen temblar y recuerdo a New York. De todas las cosas por la que es conocida la ciudad, entre ellas está la de ser una rompe corazones.
—Ya estamos aquí. —Mis padres entran en el salón emocionados y se sientan a nuestro alrededor. —Bienvenido, Arthur. Me alegra que hayas aceptado mi invitación. —Mi madre le regala dos besos en la mejilla, y mi padre un buen apretón de manos.
—No podía faltar. Gracias a ustedes por invitarme.
—Cuéntame, ¿cómo va el bar? —Mi padre y su interés por los negocios, mejor eso que hablar de documentales ¿no?
—Va bien, es bastante estable. Quiero empezar a alquilarlo para eventos festivos, y ofrecer otros servicios. —responde relajado Arthur y me gusta verlo así. Cómodo entre los míos.
—¿Y cuando se vayan para New York con quién lo dejarás? —La pregunta de mi padre lo toma por sorpresa y no es el único. Comienzo a sudar y a morderme las uñas inquieta. Arthur me mira con el ceño fruncido esperando alguna explicación de mi parte, y yo solo me encojo de hombros.
Nunca quise que se enterada de esta forma, y menos ahora. Lo único que quería era seguir viviendo ese amor sin preocupaciones por los días que nos quedaban y no presionarnos a tomar una decisión porque tanto él como yo tenemos derecho a cumplir nuestros sueños en el ámbito laboral y vivir donde sea mejor para los dos.
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