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Capítulo 16

Salimos los tres de la oficina compartiendo algo más que miradas consoladoras. Si bien no quiero permanecer con este secreto por más tiempo, no puedo negar que me siento algo nerviosa de que se lo contemos a April. Decido dejar el ramo de rosas en el escritorio de Arthur, más tarde podría pasar por él, ahora por unas pocas horas tenemos que seguir siendo discretos.

—¿Esto quiere decir que la única soltera de la boda seré yo? —Me pregunta Rose con diversión.

—A menos que Keith no caiga en los encantos de Penny, sí. —Le contesto mientras nos acercamos hasta la barra del bar seguidos de Arthur.

—Más para mí. Peter me dijo que sus primos son bien parecidos. —Me alegro tanto que Rose me ayude a despejar la mente, sabe muy bien que lo necesito.

—Oye, que mi tía Marie también es soltera. Así que no creo que seas la única. —comenta Arthur con una sonrisa.

—Bueno, pues los de la tercera edad se los dejo a ella, y los demás para mí. —Estallamos los tres en una carcajada, y liberamos las tensiones de nuestro cuerpo.

—¡Oh, Dios, que tengo que seguir llamando al catering! —Recuerdo, y me apresuro para sacar mi teléfono de dentro de mi corpiño.

—Arthur, que bueno que apareces. No sé dónde está nada aquí, necesito más cubiertos, y ya se nos acabó el queso. —Una April desesperada aparece a nuestro lado atropellando la palabras.

—Ahora mismo los busco. —Arthur apoya su mano en mi espalda mientras pasa por mi lado justo antes de desaparecer entre la muchedumbre que se encuentra en el bar.

—Jess, podrías... — Escucho el primer timbre del teléfono, y le hago una señal a April para que se detenga, al mismo tiempo en el que una recepcionista gruñona contesta a mi llamada.

—¿Hola? Hablo de parte de los novios Peter Sugg y April Wheeler, quería ordenar el menú para la boda. —Me alejo del bullicio y consigo por fin cumplir con mi tarea del día. Una cosa menos por hacer. Ahora podré disfrutar de la celebración con más calma, aunque aún cargando con la tensión de mi secreto. —Listo. Ya todo está ordenado. No tienen de que preocuparse. —Le informo a las chicas una vez que les devuelvo mi atención.

April, Rose y yo retomamos nuestra tarea de atender a los comensales, y una hora más tarde el bar recupera un poco más la calma. Aunque no tanta, porque los músicos de la banda del pueblo no dudaron en pasar por aquí, y ¿quién les impide tocar una melodía pegajosa?

—¿Bailamos? —Me anima April una vez que termina de servir a la mesa 6.

—No. —Me sonrojo solo de imaginarme bailando en frente de todos.

—Oh venga, Jess. ¿Recuerdas esa coreografía que nos enseñaron en el colegio? Sería genial hacerla. —Me súplica cargando la bandeja y moviéndola de un lado al otro.

—Chicas, ¿bailamos? —Penny aparece después de haber pasado horas en la cocina y como siempre con sus grandes ideas.

—Jess no quiere.

—Venga, Jess. Si eres la que mejor lo hace. —De las pocas veces que me han visto bailar no sé qué les hace pensar eso, pero me animo a hacerlo una vez que Rose se acerca a nosotras imitando los pasos de baile de todo el qué pasa por su lado.

Pierdo la vergüenza y las acompaño a las tres en lo que había sido años atrás una danza para el colegio. Damos vueltas al ritmo del violín y movemos nuestros pies como nos indica el sonido del tambor. Varias personas se nos unen, y las palmadas y los silbidos se hacen escuchar. Encuentro los ojos de Arthur a lo lejos, y lo veo sonreír con emoción. Una vez que termina la música las cuatro nos abrazamos y reímos por encima del cansancio. Estas fiestas siempre traen alegrías, y no podemos dejar de disfrutarlas.

—Ustedes son todo un espectáculo. —Se acerca Peter a nosotras por primera vez en la tarde debido a que estaba demasiado ocupado con los comensales. Se nota alegre, y deja un fugas beso en los labios de April.

—Ya ves. Tantos años siendo amigas, tenemos muchas historias en común. Todavía podemos seguir sorprendiendo. —responde su novia.

El tintineo de una copa reclama nuestra atención y escucho cuando Arthur le informa a todos los visitantes del bar.

—Por motivos festivos cerraremos en 30 minutos el bar. Bells les desea a todos un Feliz Sant Rosette y que la cosecha este año sea muy buena.

Poco a poco se fueron marchando todos los turistas, y algunos de los habitantes del pueblo. Ya listos para descansar del ajetreo del día, Penny propone con gran entusiasmo.
—¿Qué tal si vamos a la feria antes de la fogata?

—Sería genial, dicen que este año hay muchas más artesanías para comprar. —Rose es una fanática de las cosas hechas a mano, y estos eventos atraen a muchos comerciantes de este tipo.

—Sí, y los juegos, chicas. Los juegos son muy divertidos, y los premios son muy buenos. —April se termina embullando.

—¿Qué están planeando? —pregunta Arthur una vez que se acerca a nosotros.

—Queremos ir a la feria. ¿Te vienes? — Penny lo invita, y me hace ilusión que nos acompañe, podría ser un viaje divertido a pesar de que aún no todos saben que estamos juntos.

—Sí. —No aparta sus ojos de los míos.

—Bien, entonces invita a Keith. —mi amiga no pierde la oportunidad para pasar un rato con el cocinero.

—Vale.

Minutos después estamos las chicas, Peter, Keith, Arthur y yo recorriendo la feria del pueblo. El ambiente de la Era Regenciana y las sonrisas en los rostros de las personas propagan las buenas energías y las alegrías. Docenas de kioscos alrededor de la plaza reclaman la atención de los visitantes. Quedamos sorprendimos con los shows de marionetas para niños, los juegos del azar y los tiros al blanco. Pero los más visitados son los puestos de dulces y chucherías. Un señor con cara de intelectual nos llama con la mirada y nos desafía a una de sus adivinanzas. Con un premio de una cesta llena de chocolates no nos podemos resistir. Soy mala para estas cosas, los juegos de pensar mucho no se me dan muy bien. Nerviosa ya estoy, ¿cómo no estarlo? Si Arthur lleva cerca de mí casi todo el viaje, pero no quiero hacer el ridículo, así que me concentro en las palabras del hombre.

—Si ustedes la adivinan en tres intentos, se llevan la cesta, si no lo hacen me tendrán que pagar 5 libras cada uno. —Vamos, un negocio redondo para el ganador, si es que alguna vez ha habido alguno, porque por la cara del hombre sus adivinanzas deben ser de esas indescifrables.

—Trato hecho. —Peter es el valiente que se atreve a dar el paso al frente por el grupo, aunque todos tenemos la oportunidad de responder.

—Animal que tarda cuatro años en su período de gestación. —¡Oh no puede ser! Este me lo sé. Mi padre es aficionado de los documentales de animales y justo en navidad vimos unos sobre...

—La nutria. —Penny acaba de hablar sin pensar.

—No, les quedan dos turnos.

—El ...

—¿El elefante? —Me interrumpe Peter dudoso, y lo fulmino con la mirada. «¡Si no estás seguro para que hablas! »

—No.

—El tiburón. —Arthur nos salva de perder nuestro dinero, y yo suspiro con frustración, me hubiera gustado que me dejaran hablar. Podría haber sido yo la que ganara esa cesta.

—¿Cómo lo sabes? —El señor parecía impresionado, claro, si fuera por los demás ya tuviera un dineral en su bolsillo.

—Me gustan los documentales de animales. —Se encoge de hombros, y busca mi mirada, pero yo la aparto. Por primera vez quería demostrar que algo de inteligencia tenía, pero una vez más no me hice notar.

Arthur recoge su premio, y continuamos con nuestro camino. Después de unos cuantos minutos mi pequeña molestia ya ha pasado porque tengo algo mayor de lo de que preocuparme. La fogata está a punto de cobrar vida.
—¿Qué deseo pedirás? —Me pregunta curioso.

—Lograr sacar adelante este proyecto de las bodas, después de que termine la de tu hermana aún no sé de lo que voy a vivir. —Le oculto la parte de New York. Tengo que ser realista, en un pueblo como este nadie querrá contratarme para planear su boda y con la escasez de población que hay aquí se celebrará una cada 10 años con suerte. —¿Y tú? ¿Cuál es tu deseo?

—No te lo voy a decir porque sino no se cumple. —Me contesta regalándome una sonrisa, y yo lo miro asombrada.

—Pero ¿por qué me preguntaste entonces? —Madre mía, ahora no se va a cumplir el mío.

—Quería saber. — Se inclina hacia mí para besarme pero se detiene una vez que se da cuenta de que no estamos solos. Odio que nos pase eso.

La multitud se acerca al monto de troncos y el alcalde del pueblo, un señor bajito y regordete del que no me logro acordar el nombre, pronuncia unas palabras en agradecimiento a todos los presentes, y felicitarnos por la fiesta de la patrona de las flores inglesas. Una vez termina su discurso, procede con una antorcha a prender fuego al monto de troncos y el gentío aplaude con emoción por la viveza del mismo. Lo cual indica al igual que la altura de la llama de una vela que tiene buenas vibraciones y eso nos ayudará a conseguir nuestros objetivos.

Todos arrojamos nuestros deseos con impulso y los vemos arder desde lejos. Tengo el corazón casi a punto de explotar y los nervios, hoy más que nunca se niegan a abandonar mi cuerpo. Arthur está a mi lado y toma mi mano con delicadeza. Este es momento que llevamos esperando por semanas, el que por fin todos conozcan nuestro amor.

Entre la oscuridad de la noche, y los destellos de la fogata en el pueblo, volvemos a casa por un sendero ya no tan desierto. Por un momento creí que nunca encontraríamos el valor para decirlo, pero Arthur mantiene su palabra, y es él el que habla por los dos.

—Chicos...

—¿Ya te decidiste a compartir tus chocolates? —pregunta Rose animada, lleva casi todo el camino tratando de convencerlo para que los reparta, pero este se niega.

—No, es más importante que eso. —responde Arthur y toma una bocanada de aire antes de confesar. —Jess y yo somos novios.

—¿Quééé...? —chilla Penny sorprendida. —¿Pero Jess, desde cuando te gusta Arthur?

—Ya hace... bastante tiempo. —susurro con temor. Dios, si las piernas me dejaran de temblar y pudiera hablar sin tartamudear por un momento, todo sería mejor.

—No sabía. —Se acerca a mí y me mira a los ojos buscando entenderlo todo. Supongo que nadie se esperaba esta unión. —¿Estás feliz? —es la primera vez que me lo preguntan en mi vida, y después de todo lo que hemos pasado no me cuesta contestar.

—Sí.

—Entonces yo también lo soy. —Me abraza con fuerza, con un cariño y un afecto que nunca antes me había mostrado, y una lágrima cae de mi mejilla al sentir tanto amor de su parte. Ojalá todos reaccionaran así.

—Me alegro mucho por ustedes. —Peter nos felicita, al igual que Keith.

—Yo ya lo sabía. —Rose presume de haber sido la primera en saber. Me besa en la mejilla y me susurra al oído mientras me envuelve en sus brazos. —Es lo mejor.

—¿April? —Arthur se acerca a su hermana pero esta retrocede unos pasos. Pensé ver en su mirada algo de odio o de molestia, pero ninguna de las dos cosas. Está confundida, y se niega a decir algo al respecto. Se aleja con prisa sendero arriba y Peter se apresura a seguirla. Si bien un silencio sigue siendo doloroso, esperaba que fuera peor, aunque aún no conozco qué es lo peor que puede pasar.

—Es normal que se sienta así. Tenemos que darle un poco de tiempo. —Penny me anima ante la reacción de nuestra amiga, pero igual no sirve de mucho.

Aunque estoy segura de que no hemos hecho nada malo, no puedo dejar de preguntarme si quizás en lo más profundo, que su hermano y yo tengamos una relación rompe el código invisible de amigas y es moralmente incorrecto. Su actitud no hace otra cosa que crear mil dudas en mi cabeza, y por más que no quiera que me afecte, lo hace y mucho.

Seguimos nuestro camino en silencio, Arthur y yo tomados de la mano. Me acompaña hasta la puerta de mi casa, y me acaricia la mejilla justo antes de despedirnos.
—Todo va a estar bien. —Me susurra mientras deja un cálido beso en mis labios. —La cesta es tuya. Siempre lo fue. —Me la entrega y por un instante olvido todas mis preocupaciones.

—No, Arthur, tú la ganaste.

—Pero a ti no te dieron la oportunidad de decir la respuesta. —Vuelve a besarme y esta vez tiemblo en sus brazos. Solo él logra notar mi presencia en esas circunstancias, solo Arthur puede ver más allá de lo que yo misma puedo.

Rompimos un secreto en mil pedazos y dejamos al mundo que lo sepa. Ya podía estar sin miedo a su lado, sin tener escabullirme a donde fuera. Ahora nos queda afrontar al destino, y disfrutar de la paz de tenernos.

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