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Capítulo 15

El último día de agosto además de marcar que solo faltan 70 días para la boda, también es una fecha importante para las personas de Glash Village. La despedida del verano y el augurio de cosas buenas para las cosechas, convocan al pueblo a la celebración anual de la Sant Rosette, la patrona de las rosas inglesas.

Esta última semana hemos sido invadidos por cientos de turistas esperando este gran acontecimiento. La fiesta mayor. Las recuerdo de cuando vivía aquí. Casi tan escandalosa como noche vieja o incluso más; los habitantes nos vestimos con trajes típicos del sigo XIX, bailamos las melodías pertenecientes al folclore inglés, las comidas y las bebidas no escasean, y tampoco los juegos de feria. Pero lo más importante del día es la fogata. En la noche, justo en el instante en que se esconde el sol, el fuego ilumina la plaza, y las esperanzas y deseos de muchos se hacen mayores. Se dice que si arrojas las metas que quieres cumplir al monto de troncos ardiendo no habrá nada que se interponga en tu camino para lograrlo.

También es el día en que los jóvenes se deciden a confesarse su amor, y es el recuerdo de un primer beso de muchos. Para mis amigas es así, la alegría de lo que fue un amor correspondido.

—¿No vienes? —Me pregunta Penny una vez que invade mi habitación, bueno nuestra habitación, ya ni sé. Esta es la quinta vez que me lo pregunta en el día.

—No puedo, no tengo ningún atuendo de la época, y tengo mucho trabajo. Los del catering no me cogen el teléfono para confirmar el pedido de comida para la boda. —Al final April y Peter decidieron ofrecer carne en vez de pescado. Hacía más de 10 días que habíamos ido a la degustación del menú y no habían podido ponerse de acuerdo. Después de revisar los pros y los contra de ambas opciones el solomillo de buey con salsa perigourdine, ravioli de foie con jamón, lecho de patata roseta y espárragos trigueros fue el afortunado al ser elegido como plato principal. Hay que ver lo corto que son los nombres de los platos, como si después de tres copas alguien se fuera a acordar de ellos.

—¿Jess? —Penny coloca sus manos en su cintura esperando una respuesta de algo que nunca logré escuchar por andar perdida en mis pensamientos.

—¿Eh? ¿Qué decías? —Le pregunto mientras vuelvo a marcar el número del catering en mi celular.

—Conseguí unos trajes en casa de mis padres, seguro que alguno te sirve. —Admiro la capacidad que tiene Penny para no rendirse, es la persona más insistente que conozco, la verdad.

—¿Pero tú no tienes que trabajar en el bar hoy? ¿Para que quieres que vaya? —Trato de seguir llamando por el móvil, si hoy no me cogen el teléfono los de la empresa, tendremos que buscar otra, y eso equivale a más semanas de retraso.

—Trabajo, trabajo. —repite. Se muerde el labio inferior, y me mira con preocupación, clara señal de que lo que va a decir a continuación no me va a gustar nada. —Pero necesitamos apoyo, Bells está repleto de gente. Vamos de aquí para allá y siguen llegando turistas. Ya convencí a Rose, y Peter y April ya están allá, faltas solo tú. Venga, ¿me ayudarás? —Junta sus manos en forma de súplica.

—Me será prácticamente imposible tener la cabeza puesta en servir bebidas y llamar por teléfono. Lo siento. —Me disculpo, aunque sé bien cómo lo están pasando. Arthur y yo no hemos tenido casi tiempo para estar juntos por la actividad de estos días en el bar.

—¿Y si yo te ayudo? —Se ofrece, y me deja bien claro que no se detendrá hasta que yo acepte. —Hago lo que sea.

—Bien. Llama a este teléfono cada dos minutos, si logras que deje de darte ocupado, me lo pasas. —Le indico, mientras me dirijo a cambiarme.

—¿Solo eso? ¿Te ibas a quedar todo el día en casa solo por esto? —chilla como si no fuera una tarea difícil.

—Tener el estrés de que aún no he podido comunicarme con el catering es el que me impide hacer otra cosa. —explico. Nunca he sido de esas personas que se le dan bien hacer varias acciones a la vez. Yo lo intento diariamente y siempre provoco algún desastre.

—Mira, estos son los vestidos, escoge uno y ya me dirás. —Me ofrece cuatro trajes de doncellas nobles imitando a los que se utilizaban el siglo antepasado. Me decanto por el que a primera vista me parece el más pequeño y el que pudiera quedarme bien.

Me dirijo al cuarto de baño y me cambio de ropa. Últimamente he dejado de maquillarme, hace días que no lo hago. Me animo a aplicarme un labial discreto y un poco de colorete antes de salir del todo vestida, y el cabello recogido con una hebilla dejando algunos rizos rebeldes sueltos.

—No está tan mal. —Le comunico a Penny lo satisfecha que estoy con el vestido. Basado en la silueta de Imperio se ajusta estrechamente al torso justo debajo del busto, dejando la tela restante caer flojamente al suelo. Al no tener corsé el vestido de chemise muestran la larga línea de mi cuerpo, además de las curvas de mi torso femenino. Con un color azul pálido, y unas flores bordadas no recordaba haber usado un vestido más bonito en los años que estuve presente en la celebración. Me queda perfecto.

—Uy, resalta tus ojos color esmeralda. Me encanta. —Se emociona mi amiga quien aún sujeta mi teléfono. —No he podido comunicarme, pero seguiré intentando más tarde. Déjame cambiarme.

Sale de la habitación con prisas. Son las dos de la tarde, si Arthur no la despide hoy es porque necesita el personal. Pensar en él me hace estremecer, han pasado tres semanas desde ese viaje a Londres, y no puedo entender cómo esa chispa en mi corazón logra cobrar más intensidad con el paso de los días.

—Recuérdame por qué hago esto. —Rose entra a la habitación sin tocar como de costumbre y su cara de enojo me provoca una risa descontrolada. Viste un traje de doncella acompañando de unas exageradas y voluptuosas mangas. Su cabello azabache está recogido en una coleta y tiene unos zapatos de charol. —No te rías, no es para nada gracioso. ¿Puedes creer que lo hizo mi madre? —Se deja caer en la cama con frustración.

—La intención es buena, la ejecución no tanto.

—¿Dónde está Penny? Ya no quiero ir. —Dejo de reír y me acerco a ella.

—Si es por el traje ni te preocupes, Penny trajo algunos de su casa. —Le señalo los vestidos que están sobre una de las butacas.

—¿Por qué no me lo dijo antes? Me hubiera evitado el ir a casa de mis padres y escoger semejante vestido. Quiero confesarte que este era el mejor de todos, si ves el de mis sobrinos no pararías de reír en un año. —Suelta una carcajada más animada y se decide por uno de los vestidos.

Diez minutos después estamos las tres caminando por el sendero en dirección al bar. Glash Village ha retrocedido dos siglos en el tiempo. Sus calles hoy están adornadas con cadenetas de rosas y carrozas desfilan por la plaza principal. La muchedumbre se vuelve casi impenetrable y yo aún estoy con mi teléfono en mano, tratando de comunicarme con el dichoso catering.

Bar Bells, es un caos, literalmente. Los camareros corren de un lado para el otro tomando las comandas sin descaso y las vestimentas medievales no es que sean de mucha ayuda. Ni siquiera puedo localizar a Arthur en medio de tanto desorden.

—Chicas, que bueno que ya están aquí. —April nos encuentra y nos guía a un rincón cerca de la barra. —Necesitamos que alguna ayude a Keith en la cocina.

—Yo. —Penny se apresura y corre al encuentro con su cocinero más querido. En los últimos días mi amiga le ha estado coqueteando y dejando indirectas bastante claras de que le gusta, pero el muchacho se hace de rogar, o eso es lo que dice ella.

—Bien, chicas ustedes lleven estas bandejas de cerveza a la mesa 7 y 8, por favor. —Rose y yo accedemos sin ninguna queja y yo guardo mi teléfono en mi corpiño hasta encontrar una oportunidad para seguir con mi tarea de garantizar la comida para la boda.

Después de lo que fueron varios minutos logro ver a Arthur sirviendo una de las mesas vestido con una camisa blanca de manga larga ajustada hasta el cuello y las muñecas, con un vuelo revuelto en la parte superior de su pecho y usando unos pantalones muy raros. A pesar de todo se ve tan guapo que me cuesta no imaginarlo como a uno de los protagonistas de las novelas de la famosa escritora Jane Austen. Sus ojos se encuentran con los míos y una vez que termina de atender a los clientes se acerca a mi lado.

—Está usted muy guapa, señorita Roth. —Toma mi mano y la besa con ternura antes de hacer una reverencia.

—Usted también, señor Wheeler. —Me sonrojo solo de sentirlo tocar mi piel, y trato de no perder la compostura y besarlo enfrente de todos.

—¿Viniste a ayudar? —Me pregunta y yo asiento. —Gracias, cariño.

Cariño, sin dudas una de las palabras más lindas del mundo y una vez que la escuchas de la voz del hombre que amas se siente el doble de hermosa.
—De nada.

—Tengo algo para ti en mi oficina. ¿Me acompañas? —Esquivamos a los clientes antes de llegar a la escalera que nos guía al segundo piso. Entre el jaleo, y la muchedumbre dudo que alguien estuviera al pendiente de nosotros.

Colmada de nervios, y de intrigas por saber que es aquello que tiene para mí, entro en su oficina sosteniendo los costados de mi vestido, y contengo la respiración una vez que veo el ramo de rosas inglesas recostado en su escritorio.
—Son para ti, Feliz Sant Rosette.

Es la primera vez que alguien me regala flores. El idiota de mi anterior novio ni siquiera se preocupaba por esas cosas. Me alegra tanto que sean de su parte, de Arthur, del chico que había ocupado mi corazón por primera vez y que he amado con locura desde mi adolescencia.

—¡Oh, Arthur! —Tenía la boca seca, no sabía qué decir, y no tuve que hacerlo porque él pudo leer en mis ojos el amor que le tengo.
Nos besamos como si el mundo no se estuviera cayendo detrás de esa puerta, y nos permitimos estar juntos por todos estos días. Lo beso, lo beso como si esta fuera la primera vez que lo hago, dejando que tome mi alma en sus manos y erice mi piel.

—Arthur, dice April que dónde están los ... ¡Oh Dios, lo siento! —Nos apartamos al instante y miramos a Rose que está frente a la puerta avergonzada. Odio este secreto, me hace sentir como si estuviéramos haciendo algo malo.

—Rose, nosotros... —Trata de explicar Arthur, pero esta lo interrumpe.

—Debí haber tocado ¿Por qué nunca toco a la puerta? —Se reprocha y está apunto de marchase pero yo la detengo.

—Rose, ¿Puedes quedarte un momento? — Esta asiente y cierra la puerta detrás de ella.

—Jess y yo, estamos juntos. —Le confiesa Arthur tomándome de la mano.

—Ustedes... ¿desde cuando? —Pregunta sorprendida.

—Hace ya unas semanas. —Estoy nerviosa, es la primera de mis amigas que se entera de nuestra relación y vaya de qué manera.

—¿Y por qué no lo sabíamos? —Comienzan las preguntas incómodas.

—Hemos tratado de ocultarlo todo este tiempo, pensábamos anunciarlo después de la boda. —Arthur se muestra tranquilo y relajado, en cambio yo no puedo estar más incómoda con la conversación.

—¿Pero por qué? —Rose nos mira a los dos tratando de entender, cosa que ni yo misma hago.

—No sabemos cómo se lo va a tomar April. —respondo con cierta sequedad en mi voz al pensar en la persona que impide que estemos del todo felices.

—¿Pero qué es April? ¿un ogro? —interroga con diversión.

—No. Es solo que años atrás no estaba muy de acuerdo con que nosotros dos estuviéramos juntos. —Arthur aprieta mi mano con cariño, y yo tomo una bocanada de aire. —No queremos que se sienta mal en este proceso de planear su boda, y creé entre nosotros una incomodidad.

—¿Entonces hace años que se sentían atraídos el uno por el otro? —Me pregunta y yo asiento apenada. Ella se acerca a mí con tranquilidad y me obliga a mirarla a los ojos. —Jess, ¿por qué nunca nos contantes? Por mi cabeza jamás pasó la idea de que Arthur podía gustarte. Sin ofender, Arthur, pero eras bastante antipático con ella.

—No lo sé, por miedo o por vergüenza. No quería parecer tonta porque lo creía imposible. —Agarro los costados de mi vestido y comienzo a temblar de los nervios. No quiero que piense que no se los conté por falta de confianza en ellas, porque esa nunca fue la razón.

—Entiendo que quizás April no se sienta cómoda con la idea, pero si después de todos estos años ustedes aún mantienen esos sentimientos, no tengan miedo a contárselo al mundo. No lo hagan por nadie, solo por ustedes mismos.

—Ella le pidió a Arthur que se alejara de mí. —susurro, y la amargura en mis palabras la sorprende.

—Alguna explicación tiene que haber. April puede ser miles de cosas pero nunca haría nada que te pudiera lastimar, Jess. Ustedes necesitan hablar. —Me sugiere y sus palabras me llenan de esperanza, alguna razón. No puedo juzgarla sin saber lo qué pasó por su mente en ese momento. Aunque su actitud no deja de parecerme egoísta.

—Vale, se lo diremos en la fogata esta noche. Acabaremos con los secretos de una vez. —Miro a Arthur que parece igual de seguro, besa mi frente con delicadeza, y me dice con decisión.

—Sí, debemos intentarlo.

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