Capítulo 10
Olvidé que April nos acompaña, y que ni siquiera estamos seguros de lo que está pasando entre nosotros. Si bien yo sé que mis sentimientos estuvieron siempre allí, en lo más profundo de mi corazón. Arthur no ha confesado nada al respecto por mucho de que sus acciones muestren una clara atracción hacia mi persona.
-Tenía algo en el ojo. -Él no tarda en responder, y April le dedica una de esas miradas amenazantes que siempre solía regalarle cuando volvíamos del colegio.
-Venga, Jess. Debemos centrarnos en encontrar el sitio ideal. -Me agarra por el brazo y me acerca hacia ella, dejando a su hermano atrás.
Volvemos a ese silencio incómodo y creo que no soy la única que quiere romperlo. Pero la presencia de alguien nos lo impide.
Las vistas son maravillosas, la definición de la palabra belleza con sus letras en mayúsculas y con olor a jazmín. Siempre me han gustado estos campos de flores, tan intactos, tan puros, con ese espíritu libre y enloquecedor. Experimento lo que es un viaje al pasado con mi mente, y recuerdo a tres jóvenes corriendo por el sendero guiando sus bicicletas y riendo como tontos. Yo mirándolo a él. La agilidad con que pedaleaba y esquivaba cada obstáculo del camino, y como había sido invisible ante sus ojos y ahora, ahora, comenzaba a notar mi presencia.
-¿No había un invernadero abandonado por aquí? -pregunto mientras miro a mi alrededor tratando de encontrarlo más allá de los campos de flores.
-Sí, a unos 200 metros, pero está lleno de hierba mala. -Es Arthur el que me responde.
-Vamos a verlo. -Le pido, y April parece confundida al ver la seguridad con la que le confieso. -Tengo una idea.
Detrás de un grupo de árboles silvestres, al otro lado del lago, se esconde un vivero de cristal del tamaño de una casa. El lugar perfecto, la pizca de magia que se necesita para una boda, además del amor que ya se profesan los novios. Un auténtico escenario de cuento de hadas.
-Si lo limpiamos bien, ponemos algunas luces por todo el techo y lo decoramos con cortinas de flores. Lograremos que todo se acople a la perfección. Mira el lago, los campos, las vistas al pueblo y el cielo. Este puede ser el sitio ideal para la celebración. -Miro a mi amiga que parece no entender mis palabras.
-Imagínalo April, trata de imaginarlo, yo lo he hecho y me parece fantástico. -Arthur se acerca a ella, y la toma de los hombros para que se enfoque en sus palabras.
-Me encanta. -termina diciendo antes de abrazarme. -Eres la mejor.
-Bien, hablaré con el dueño de las tierras para pedirle permiso y si podemos mañana mismo empezar con la limpieza. -Ya estamos cerca de conseguir una cosa más. Esta boda empieza a coger forma poco a poco.
-El dueño es el señor Bing. Si quieres te acompaño. -Se ofrece Arthur.
-Me parece bien. -Aún me cuesta creer que quiere pasar tiempo conmigo después de todo lo que vivimos.
-Yo también voy. -La actitud sospechosa de April comienza a preocuparme. El timbre de un celular nos interrumpe, y todos revisamos nuestros móviles. El mío ni señal alcanza en esta parte de Glash Village.
-Hola, cariño. -Mi amiga contesta al teléfono. -¿Ahora? -Nos mira con cierto recelo. -Vale, en unos minutos estoy allí. -cuelga. -Tengo que marcharme, Peter encontró una casa en alquiler y sacó cita para dentro de media hora.
-No te preocupes por nosotros. Tú ocúpate de encontrar la casa en la que vivirán después de casarse. -dice Arthur mientras guarda sus manos en los bolsillos de sus jeans.
-Está bien. Jess, cuando vuelva iré a tu casa, vale. Tengan cuidado y no cometan ninguna locura. -Nos señala con el dedo como si fuéramos adolescentes que se quedan solos en casa. Me hace reír y la observo marchase más allá del sendero.
Caminamos los dos juntos en dirección a casa del señor Robin que está a más de medio kilómetro de distancia. Los nervios no abandonan mi cuerpo por más que trate de calmarlos.
-Que bueno que se fue. -Arthur reclama mi atención, y se acerca más a mi lado. No puedo evitar que mis mejillas tomen un color carmesí, y que mis manos comiencen a temblar.
-Me inquieta que ahora estés mucho más interesado en hablarme que antes. ¿A que se debe el honor? -Tengo que preguntar, necesito saber qué lo ha hecho cambiar de idea.
-No creí que fuera a volver a verte. -Se pasa la mano por su nuca y me sonríe, siempre que está nervioso hace eso, y me encanta que cada que yo esté a su lado lo haga.
-Sí, se notó mucho cuando llegué. -me pierdo en mi mente al recordar su reacción negativa.
-Fue difícil adaptarme otra vez a tenerte cerca. -Busca mis ojos, y en ellos puedo ver la sinceridad de sus palabras.
-Antes tampoco era que disfrutaras de mi presencia, Arthur. -Si bien mi mente me está reclamando por mis palabras no deja de darme la razón. Siempre quise que me prestara atención, pero el dolor de las heridas causadas 6 años atrás aún están abiertas.
-Si supieras lo que sentía al verte por las mañanas, o la de recuerdos que tengo de ti, te aseguro que pensarías diferente. -Me acaricia la mejilla con dulzura, y olvido como respirar por un momento.
-Yo solo vi a un chico que me ignoraba todo el tiempo y rompió mi corazón de miles de formas. -El recuerdo de las cartas, de sus rechazos, y de sus burlas yacen en mi piel. Y no puedo evitar llorar, porque igual no esperé nunca recibir una explicación al respecto.
-Fui un tonto, lo sé. Te hice mucho daño, pero siempre te quise Jess, siempre. Creo que incluso antes de que tú comenzaras a interesarte en mí. -Roza con sus dedos mis mejillas tratando de limpiar todas las lágrimas que corren por mi rostro.
-Quisiera tanto creerte, Arthur. -Mi corazón está a punto de estallar, y sus ojos me suplican un perdón, pero me parece tan irreal que me cuesta entenderlo.
-Tenías 13 años, y llevabas el pelo recogido en una coleta alta que hacía que tus rizos fueran mucho más notables. El uniforme del colegio te quedaba bastante holgado, y leías un libro en el patio de mi casa mientras que April hacía los deberes a tu lado. Te sorprendiste cuando una mariquita se posó en tu rostro. Gritaste de miedo, y te dio asco espantarla. Corrí a tu lado y la quite de tu piel, pero descubrí que el verde de tus ojos es el color más bonito del mundo, y temí saber lo que eso podía significar para mi corazón. Te conté que las mariquitas eran mensajeras del destino, y que si le pedías un deseo tenías un 99,9% de posibilidades de que se hiciera realidad. Deseaste un polo de menta con chispas de chocolate, y yo le pedí a mi madre que saliera a comprarlo lo antes posible para cuando te marcharas pudieras comerlo. Eras la mejor amiga de mi hermana, y mis sentimientos eran tan rebeldes e incontrolables que tuve miedo de que nos arruináramos los dos, que no funcionáramos juntos. Lo tuve más claro cuando mi hermana se dio cuenta de mi atracción por ti y me pidió que me alejara. Preferí quedar como lo que habíamos sido de antes, yo el hermano de April y tú su mejor amiga.
-Por eso sabías que me gustaban los polos de menta. -susurro mientras trato de recordar ese día, pero borrosas imágenes recorren mi mente. -¿Nunca pensaste en cómo me sentía yo al ver que me rechazabas de esa forma? -Sus memorias me llegan al alma pero el pensar que lo nuestro hubiera sido diferente no me deja más tranquila.
-Todos los días te imaginaba llorar por mi culpa y me sentía la persona más cruel del mundo, pero no podía dejar que me siguieras mirando con tanta fascinación y cariño, cuando yo no podía demostrarte mis verdaderos sentimientos. -Sus ojos repasan cada rasgo de mi rostro, y con sus dedos roza la comisura de mis labios.
-Fuiste cruel, Arthur. -Mi mirada baja al suelo, y comienzo romper la hierba que se encuentra a mis pies.
-Lo siento, Jess. Lo siento mucho. -Me obliga a mirarlo otra vez.
-¿Por qué ahora? ¿Qué ha cambiado para que te atrevas a confesarme todo esto?
-Que ya no tengo 17 años, y estoy seguro de que te quiero en mi vida. Me cansé de inventar excusas para visitarte como lo hacía cuando decía que quería ver a Alf. Ya no deseo verte de lejos, ya no quiero tener que contenerme para besarte o tocar tu piel. Si esto que siento por ti no es más que un simple recuerdo de un amor juvenil, pretendo descubrirlo y afrontarlo, pero estoy cansado de que todos alcancen la felicidad y que tú y yo nos amemos en silencio. -Sus palabras se clavan en mi corazón, y recorro con mis dedos sus labios antes de probarlos por primera vez.
Me envuelve entre sus brazos y me besa con pasión. Su cálido aliento inunda mis sentidos, y percibir los latidos de su corazón agitado me llenan aún más de seguridad de saber que como yo, él lleva años soñando con este momento. Tiemblo ante su agarre y lo dejo que me guíe por el camino del deseo. Las caricias de sus dedos en mi espalda me recuerdan que es él, que nací para amarle y por más que lo intentara nunca lograría olvidarle.
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