Al pie de la escalera, viendo las palomas salir a toda prisa ante el resonar de las campanas, fue entonces cuando lo supo. Era el fin

Dentro de la iglesia los aplausos sonaban, pero ella no podía moverse de ahí. Su corazón no le permitía dar un paso más, doler era lo menos que hacía, conforme veía esas enormes puertas de grabada madera abrirse sentía que su alma se desgarraba.

Los vítores de los invitados o la risa de su hermana rompían cada parte de su ser, ahora no había vuelta atrás, todo estaba dicho y no lo pudo evitar. Como si su corazón fuese estrujado, punzado, aplastado y destrozado a través de su pecho con solo verlo, sonriente, esperanzado y tonto

Ella que toda la vida fue templada, manteniendo la calma hasta en el peor momento, no pudo contener las lágrimas ni ahora ni cuando fue a verlo. Entonces no estaba solo pero al ver su rostro consiguió la privacidad que necesitaban, para ella retener la fachada mordaz con la cual se protegió desde el primer día que oyó la noticia le resultó imposible, llorando se aferró a lo poco que quedaba de su amistad, a los días que jugaron juntos, a los secretos y travesuras que compartieron, si alguna vez creyó en ella tenía que escucharla ahora, este no era otro discurso por los errores en sus elecciones, u otra queja contra su hermana de las que él se canso de escuchar, sujetando el brazo del chico que alguna vez admiró y el cual ya no era el mismo desde que era pareja de su hermana, no le quedó de otra más que rogar por su razón

Su voz se quebró al llamar su nombre, olvidando en que momento se alejaron, mas no pudo pronunciar palabra al verlos pasar a su lado. El victorioso semblante de su hermana no importó ni un poco. junto al claro dolor que causaba en aquel chico que solo era un trofeo para la mayor, intentó sonreír o desearles felicidad. 

Sin embargo, prefirió helar su corazón, porque era mejor no sentir nada que aceptar que aún lo amaba.