CAPITULO 7
INT. CABAÑA/ DÍA
Desperté sin la cinta en los ojos, el olor a estiércol aún permanecía húmedo. El hombre de la voz, su mirada fija al encapuchado sentado con su escopeta sobre la mesa jugando con su navaja. Siento haberlo visto antes, no sé dónde ni cómo, pero rostro como ese por un momento de mi vida quería verlo sufrir. Muchas veces mi papá tenía reuniones con sus colegas y bebían licor hasta que el alba asomaba. Él en especial; me parecía menos peor que los otros, mientras papá escuchaba tonos tenues de mi piano. Mamá siempre fumaba en el lago mientras hablaba por teléfono. En parte, se dedicaba a servir pasa bocas y una que otra vez se le sentaba en las piernas de mi padre. Pero por el hecho de verlo sin aquella sonrisa pícara que mostraba cuando ganaba casos y grandes sumas de dinero, en cualquier instante podría voltear a mirarme y quién sabe si podrá reconocerme, o definitivamente sabré porqué se me hace parecido. La mujer a su lado, aunque menos importante, parecía ser quién lo acompañaba solo que estuvo en el lugar equivocado y decidieron traerla para no dejar cabos sueltos. La otra mujer como si nada le importara, dormía con total serenidad sobre la esquina. Su cabello rojizo me llevó a muchos recuerdos cuando mi abuela venía a la costa a disfrutar el carnaval. — ¿A dónde llevarían a la niña? — hubiera querido conocerle también...
Otra vez el sonido de la puerta, no creí ver tantas cicatrices juntas en un rostro. No sabía a quién temerle más; al diablo bajo tierra o al diablo que llegaba. Se le veía en los ojos la malicia y el odio, como si nunca nadie le hubiera querido en su infancia y a la deriva se fue por el camino de la delincuencia y la maldad. Se le acerca al que por su inevitable parecer no quiere seguir asumiendo sus órdenes y le dice algo al oído. El encapuchado deja de jugar con la navaja, toma la escopeta y sale de la cabaña.
Con su mirada intimidante toma el asiento y lo lanza contra la pared. Saca su arma sobre la mesa, un sobre y el celular. Camina hacia el centro a tan sólo tres pasos sobre mí y enciende un cigarrillo. Vuelve a la mesa y toma el arma. Fueron los cinco segundos más largos de mi vida, se le acercó a quién ya daba por conocerle y a quemarropa le propina tres tiros a la cabeza.
Un inmenso silencio anduvo corriendo por mis oídos, sentí que algo subía por mi garganta, de pronto, vómito y sangre se unieron. Ambas mujeres lloraban sin poder gritar, ahogándoseles solas como si quisiesen la muerte de una ves por todas.
— Esta es tu condena chica lista — mientras daba un soplo levemente al cañón del arma. Su mirada intensa dejándose ver una especie de tarántula alrededor de su cuello.
— ¡púdrete! — contesté. Sacó unas llaves de su gabán y abre el candado de mis cadenas.
— ¡vamos! Daremos un paseo. —
Me vendan nuevamente los ojos y me esposan las manos como una delincuente. Fue tan raro que me dejasen ver a sangre fría un cobarde asesinato. Esto me daba un tipo de señal, pero no sabía qué carajos querían decirme... a lo mejor solo querían deshacerse de ese imbécil, aunque todo crimen tiene su pago en cualquier momento quizás porque la vida me estaría dando una lección bastante fuerte de la que ya no quería vivir de esta manera tan espeluznante. Afuera el viento me acarició sin pedírselo, lo peor no sé si ya había pasado o apenas estaba empezando, tantos olores ahora, a lodo, a carne fresca, alcohol, y otro muy penetrante, como si lo probase un poco y el dulce me durmiera. Oía a lo lejos el golpe de las olas del mar, música carnavalera, una ambulancia que corría en auxilio, una patrulla que acercaba poco a poco y sollozos de la gente de a pie. De repente, todo se me iba escapando de los oídos, como si cayera en un sueño profundamente pesado, yéndome poco a poco hasta que ya el silencio se apoderó de mí.
El sol menguante, sin vendas ni cadenas, acostada sobre la arena con mi vestido de baño, siempre quise ver caer el ocaso, volviendo al mundo no sé en cuánto, ni siquiera sabía el día ni la hora. Arboles gigantes alrededor, una pequeña casita de bahareque tras mío, adornadas con bombas coloridas. Caminé hacia ella y entré a verle encantada, pero al mismo tiempo frustrada y cansada. Cómo algo tan bonito y real estaba frente a mis ojos... el piano que adoré por tantos años justo en frente, mi cama, mi diario de poemas y canciones, tantos cuadros de mi familia pegados a la pared, una cocina inmensa, la alacena llena, masmelos sobre la mesa, bananas en el mueble, una caneca de basura, y sobre la cama prendas que anhelé y deseé tanto cuando niña. En la mesita de noche un sobre anónimo me sedujo, empecé a leer a voz alta.
Querida,
"Nunca pensé que tuvieras una vida tan infeliz, me angustiaba tanto verte llorar cuando veías a tu padre, cuando me abrazabas con tus manos suaves y esponjosas y me decías que sentías miedo de que te tocara, se me encendían los ojos de impotencia y contenía cada minuto de mi vida amargamente en la esperanza de volverte a ver sonreír. Cada noche le pedía en silencio a mi Dios que me diera fuerza para levantarme, para pedirle perdón porque nada de una madre estaba en mí, nadie como yo se moría por llevarte a la academia, a escuchar tus poemas, a oírte cantar, y era intensamente el dolor que me agobiaba pregonando cada día la libertad de mi hogar, la tranquilidad de mi familia, a la que con amor siempre, siempre había querido que fuéramos unidos y felizmente disfrutando de cada viaje. No quiero que te angusties por todo lo que vives ahora, es por tu seguridad tener que cuidarte y seguir luchando por ti hasta que ya este cáncer del que padezco me lleve junto a tu padre. Me muero de ganas por verte y abrazarte, darte besos como nunca antes te di. Esperé tantos años para poder decirte lo tanto que te amo hija mía, algún día serás una mujer más fuerte de lo que eres, algún día serás tan importante y dueña de tantas cosas. Espero que comprendas lo que hago, que esto que empezará sin ti será una larga condena y una experiencia de la que quiero que no hagas parte. Disfruta de tus masmelos y ve al mar...
Con amor, tu madre."
Cada palabra, cada segundo se me hizo añicos el alma, empecé a condenar el tiempo y la soledad, lagrima tras lágrimas, un nudo en la garganta, como si el mundo se me viniera encima por pedazos, cada bloque, certero, rompiendo mis huesos, envolví la carta y la tiré... corrí hasta el mar.
Lloré con las olas, lloré con el pensamiento vacío y el corazón desolado, cuál era mi destino, cuál tarde tan triste como ésta, como tantas tardes de llanto en mi habitación, seguía devastando mis sentimientos y que ya nada me hacía falta, un mejor amigo, un abrazo, un trago, buen sexo, mamá...
Batallón de la Marina, brigada 14.
INT. OFICINA DE INTELIGENCIA MILITAR. / DÍA.
— No es posible que una tregua de parte suya coronel haga retractarme. Le sugiero discreción y apoyo coordinado de sus soldados para esta misión. —
— No es discusión mi General, pero esta mierda de guerra que quiere formar usted es una estupidez. No puedo permitir que por un simple abogado muerto toda una isla desaparezca de la nada. —
— Es que no es un maldito favor coronel, es una orden. — Se le para de frente y le habla en la cara con imposición y carácter.
— A mi no me intente convencer por su poder militar general. Nuestra misión es salvaguardar a los ciudadanos, no asesinarlos. ¿usted sabe qué es esto? Una maldita, arbitraria y paramilitar de misión. ¡Conmigo no coronel, al diablo sus órdenes! —
— ¡Salga de mi oficina de inmediato! ¿o desea que lo ponga en aislamiento por traición a su ejército y a la patria? —
— ¿cuál patria? ¿Usted me habla de patria como si matar a inocentes es patriótico? —
— ¡Mayor! Lleve al coronel a su lugar —
El Mayor con ayuda de algunos soldados llevan al coronel a las celdas en aislamiento por dos días.
— Se arrepentirá general, usted pagará esto por todos... — el coronel insiste mientras sale de la oficina.
El grado más alto de un oficial era sin duda el de Cmdte/ de las F.F M.M y el General Palacios Virgilio era uno de los que no dejaba en desapercibido una orden bastante disfuncional para evitar que la población siga creciendo y mantener la economía colombiana. Esta era una orden que significaba invadir militarmente a pueblos, veredas, islas, inclusive, una ciudad entera. La muerte de Emmanuel era la excusa perfecta para llevar una incursión totalmente obligada a abrir fuego a todo aquel que tratara de impedirlo. Empero la realidad, aunque no se debía por derechos humanos, era simplemente hacer que en Colombia todo se convirtiese en un negocio militar, sin atisbos ni exclamaciones. Los partidos políticos podrían beneficiarse, pero sin duda, acabar con toda una isla generaría una guerra nacional.
Emmanuel Uribe había sido un juez tan corrupto como la palabra misma, en alianza con los partidos negociaron una alta y tentativa suma de dinero si se acabase con la gente de estratos uno y dos. Para ello se tenía que asumir innumerables muertes sin sentido puesto que la explicación para el mundo debía ser la gran carta bajo manga. En tensión con los delineamientos de algunos izquierdistas que querían que Colombia y el resto de países supieran la verdad, el gobierno decretó que las personas que no acataran las leyes debían ser encarcelada o en su defecto; tenia pena de muerte por traición a la patria. Reuniones de diputados, senadores, gobernadores, alcaldes y concejales, no se daba a conocer a la prensa, por eso la misión debía llevarse a cabo en cualquier momento tan solo se recibiera una llamada.
Esta es una parte importante que el gobierno no se esperaba, ni el mismo Emmanuel quién se regía por tener a su familia bajo estrictas decisiones y para alguien que lo único que le faltaba era amor, paz y tranquilidad y que no podía quedarse de manos cruzadas viendo como toda una vida se le estaba yendo al infierno. El miedo de una mujer no está en divorciarse ni de ver que su conyugue esté muriendo por x o y motivo, enfermedad o accidente, pero sí le teme a un rompimiento como madre hacia sus hijos. A nadie le costaba más sufrir tantos años y permitir que un padre abusara sin medida de sus propios hijos por elegir ser más que un juez. Eloísa obregón, la actual viuda de Uribe y madre de Abigail y francisco, creó su propia venganza y consiguió involucrarse con el cartel de Cali y con varios narcotraficantes de México y Venezuela. Sabía que habría una reunión de abogados en una hacienda donde aprovecharía la presencia de Emmanuel y hacer que todo fuese terrorismo contra el gobierno. Empero su idea no le había funcionado porque justo un día antes de la reunión, Emmanuel había planeado un viaje por todo el país con ella y sus hijos... en cambio; convenció a su hermano para que asistiera por él, y le hizo saber que era solo para un contrato inmobiliario. Cuando los del cartel atacaron, Emmanuel insistió ante la prensa que dicho ataque no era contra el gobierno sino contra él. Asumió que la responsabilidad debía ser del hermano para que él no investigara sobre esos hechos...
El gobierno había ordenado a buscar a Enrique Uribe para que rindiera cuenta ante la justicia, pero fue ahí cuando Eloísa junto con la esposa de Enrique, llevaron ante la fiscalía un abogado de oficio para acordar un trato por su liberación y a quién ya culpaban de la masacre. Eloísa sin saber ahora qué hacer, solo intentaba sumergir sus penas en el alcohol, en cigarrillos, dejando a un lado el bienestar de sus hijos. No obstante; para su sorpresa, Abigail no estaba convencida de que su vida junto a su padre no iba para ningún lugar, cuando le cuenta sobre lo que hizo, fue el momento oportuno para alejarse y rehacer sus vidas. A francisco lo envió a España y a Abigail a la isla de bolívar, llamada La Boca.
El gobierno decidió involucrar Enrique quién para ese entonces ya trabajaba para la agencia, en donde se inmiscuía en muchas reuniones y hacía ver para su familia que era testigo en protección. En cuyas reuniones no se hablaba de alejarlo por supuestas amenazas contra su vida, sino para poder dar con el arresto tanto de Eloísa como de su sobrina. Aquella noche en que Eloísa decide llamarlo, le explica ambas cosas, la masacre y la muerte de su hermano. Allí comprendió que nada valía la pena que buscar la verdadera justicia y, aun así, intentar hacer lo correcto. Una, que Eloísa pagara por sus actos y dos, romper el silencio y mostrarle al mundo la verdadera historia.
De esta manera, gobierno y fuerzas militares, en mutuo acuerdo decidieron suprimir cualquier tipo de escandalo en el país, rompiendo algunas reglas y leyes que solo dos mujeres debían asumir.
Eloísa, entre tanto, tuvo que buscar ayuda de España, consiguió invertir un buen dinero para poder proteger a su hija y compensarle todo el daño que ya le había causado.
Enrique por su parte; ha sido más cuidadoso, y antes de enfrentarse a algo, decidió alojarse a la isla y vigilar a su sobrina desde cerca sin levantar ningún tipo de sospecha.
INT. / CASA DE ABIGAIL. / DÍA.
— Char, perdóname, pero necesito que en verdad me ayudes con esto. —
— ¿tú qué piensas del señor Uriel después de esto? —
— Solo intenta proteger a Abigail. Y sabes que creo, que lo están inculpando. —
— ¿tu padre? — Sergio queda silencio. No hay mayor desconsuelo que una noticia que no esperas.
— Ya sé... necesito ver a alguien. — irrumpió frens.
— ¿a quién? — exclamó Sergio.
— Es un viejo amigo, él nos puede ayudar con información. Fue militar, pero debemos ir al mirador. —
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