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Principes

Estaba en el salón donde practico con mi arco y flecha y sonreí con malicia al sentir la presencia de alguien. Me di la vuelta, soltando una flecha que pasó muy cerca del rostro de mi padre.

—¿Qué te trae por aquí? —pregunté, tomando otra flecha.

—El emperador de la luz ha pedido conocerte antes del matrimonio, y gracias por tan perfecta bienvenida —respondió mi padre con esa mirada de odio que tanto me encanta ver.

—¿Y eso, para qué? De igual manera, no es obligatorio el matrimonio —ignoré su queja.

—Sí, pero es una petición directa del que será tu consorte.

Chasqueé mi lengua en señal de fastidio. —No, nos hemos casado y ya está molestando.

—Saldremos mañana a primera hora usando un portal.

—Está bien, estaré listo y sin demora.

Al día siguiente, esperaba cerca del gran árbol a mi molesto padre. Para ser honesto, no tengo emoción en conocer a ese ser insignificante. Me lo imagino como un patético ser de luz que cree que todo es hermoso y que debo ser sutil con él. ¡No tiene idea de lo que le espera! ¿Qué se cree? ¿Acaso cree que puede rechazarme? ¿Por eso es que me ha invitado?

—¡Qué madrugador! ¿Acaso estás emocionado de conocer a tu futuro consorte? —dijo mi padre, llegando con una sonrisa fingida.

—Por favor, ¿me crees patético? Salgamos de esto de una buena vez.

El portal comenzaba a abrirse y veía una figura con ropa negra, pero aún no podía ver su rostro. Estaba asustado y pedía, por favor, que no fuera un apestoso, ya que me habían dicho que los del imperio oscuro eran sucios, feos y olían mal. Finalmente, el portal se abrió por completo y el príncipe del reino oscuro llegó al palacio. Era un hombre alto y apuesto, con una mirada intensa y penetrante. Me sentí atraído por él al instante.

—Bienvenidos al imperio de la luz —dije al unísono con mi padre.

—Gracias por habernos invitado. He traído a mi hijo Yoongi para que puedan conocerlo —dijo el que sería mi suegro.

Yoongi me miró de arriba abajo y, sin más, habló: —¿Por esto vine aquí? Esperaba ver a alguien más atractivo. No entiendo por qué tanto alardean de los hijos de la luz.

—Bienvenido, príncipe. Mi nombre es Jimin —hice una reverencia y extendí mi mano en señal de saludo, ignorando lo grosero que Yoongi había sido. Pero él miró mi mano extendida y hizo una mueca para luego ignorarme. Seguido de eso, vi cómo su padre lo empujaba con su hombro.

—Entiendo que no le gusta dar la mano, pero puede tan solo presentarse. Fue lo único que se me ocurrió para hacer las cosas menos incómodas.

—Yo soy el gran Min Yoongi.

Su voz ronca me aceleró el corazón. No solo era extremadamente guapo, sino que poseía una hermosa voz. Pero ese aire de superioridad no me gusta; mira a todos como si fuéramos intrusos.

—Bueno, jóvenes, aprovechen de conocerse. Ese era el propósito de venir aquí —habló el rey de la oscuridad.

—¡Ugh! —dijo él con fastidio—. Dime, Jimin, ¿era esto necesario? Todos tus antepasados han ido al reino y se han casado. ¿Por qué quisiste ser diferente? ¿Acaso piensa usted rechazar un acuerdo entre familias? Porque aún no me explico cómo tú me haces venir aquí.

—No quería casarme y tener que unirme a usted sin conocerlo antes; por esa razón, he pedido este encuentro.

—Si no hubieras venido, ¿habrías faltado al pacto? —preguntó él, levantando una ceja, a lo que sinceramente respondí:

—No lo sé.

—Creo que tú no piensas con claridad y eso me preocupa. No quiero cualquier consorte; necesito alguien inteligente, valiente, capaz de tomar decisiones bajo presión. ¿No tienes otro doncel o hija? —preguntó él a mi padre.

—Sí, está mi hermana. ¿Quiere usted verla? Aunque hable suave, eso parece haberle disgustado.

—¡Insolente! ¿Te atreves a ofrecerme a tu hermana? Entonces, claramente usted manifiesta que no quiere casarse conmigo y todo esto ha sido más que una farsa para traerme hasta aquí y querer avergonzarme, creyéndose más que yo. "Ahora me casaré contigo solo para que veas que a mí nadie me rechaza".

Me sorprendí por la manera en la que habla Yoongi, cambiando las cosas a su conveniencia. —No, nada de eso. Usted ha preguntado algo a mi padre y yo le he respondido.

—Por favor, jóvenes, cálmense. Apenas se están conociendo y el amor nacerá con la convivencia. Le aseguro, príncipe, que Jimin es un buen doncel y lo que no sabe, lo aprenderá —dijo mi padre en un tono bajo y con una sonrisa.

—Yo no estoy ni me interesa educar al futuro consorte.

—¡Y no tendrás que hacerlo! Pero mi padre tiene razón, debemos calmarnos. Creo que ambos nos hemos predispuesto a este encuentro.

—Habla por ti, yo no me predispongo a nada. Eso es para personas inseguras.

—Suspiré pesadamente. Ven, vayamos a sentarnos en el jardín.

—Hasta que me ofreces algo, porque desde que llegué he estado parado.

Por favor, sígueme —le pedí a Yoongi amablemente—. Caminaba con él detrás de mí, pero pronto él terminó poniéndose delante de mí, como si conociera el lugar y estuviera guiándome. Me gusta que Yoongi sea alto y que su cabello negro se mueva con la brisa. Me encanta esa mirada penetrante que siento que puede leer mis pecados con solo verme, pero es serio; no se sorprende por nada de lo que ha visto, y su caminar es elegante; proyecta poder y peligro.

No me gusta Jimin desde que llegué. Él está sonriente, es elegante y tiene un caminar muy característico de los donceles. Un punto a su favor es su cabello claro y sus ojos azules como el cielo, pero odio que su aura parece irradiar luz.

Llegamos a la parte con más árboles del jardín. Estábamos rodeados de flores y del suave aroma de la naturaleza, viendo cómo el sol se filtraba a través de las hojas, creando patrones de luz en el suelo. Decidí cortar el incómodo silencio y pregunté:

—¿Te gusta este lugar, Yoongi?

—Es hermoso, pero no me sorprende. Tenemos lugares así también en mi reino, por si lo que quieres es alardear —respondió, serio.

—No, no me malinterpretes, solo quería, tal vez, poder hablar con usted. ¿Nunca te asombras con nada?

—No es que no aprecie la belleza, Jimin. Simplemente no me deja sin aliento como a algunos.

—Me reí—. Eres un misterio, Yoongi. ¿Cómo puedes ser tan elegante y, al mismo tiempo, tan imperturbable?

—No lo sé, tal vez es porque soy perfecto desde que llegué a este miserable y patético mundo.

—Ya veo —dije, viendo a mi águila volar hacia mí y posarse en mi hombro.

—¿Tienes un pollo como mascota?

—No es un pollo, es un águila.

—Claro que sé que es un águila, pero en mi reino ya estaría cocido como cualquier pollo.

—No, nunca me comería a mi bebé —dije acariciando su plumaje.

—Estoy bromeando, Jimin. Sé que el concepto que tienen de nosotros es que somos salvajes.

—Perdón, pero dime, Min Yoongi, ¿qué es lo que buscas en un doncel?

Él me miró y hizo esa sonrisa que no es de gracia, sino de decepción.

—Jimin, posiblemente tú nunca tendrás lo que busco en un doncel, pero dime, ¿realmente quieres saber?

—Sí, creo que para empezar en toda relación debe haber confianza.

Bueno, si realmente quieres saber, busco todo lo contrario a ti. No quiero que te vistas con colores llamativos; me encantan los pelinegros, pero está bien tu cabello. Tu cuerpo es aceptable; por lo menos, tienes buen trasero. Tu rostro me resulta agradable, pero, básicamente, en el reino quiero que cumplas las funciones básicas de un consorte y que, de lunes a lunes, me esperes con el pecho pegado a la cama y tu gran trasero empinado donde yo lo tenga a disposición y pueda joderte toda la noche. Sí quiero, también, que me des herederos sanos y fuertes. ¿Necesitas saber algo más?

Sentía mis mejillas arder. ¿Puede alguien hablar de ese modo? Tragué en seco y me quedé sin palabras.

—¿Qué pasa, Jimin? ¿Soy mucho para ti? Entiendo que sientas que no estás a mi nivel; es que tú eres como un simple mortal y yo, un Dios.

Se equivoca; yo sí estoy a su nivel. Así como usted es un príncipe, yo también lo soy.

—Veremos cuánto vas a soportar, lucecita —agregó Yoongi burlándose de mí. En ese momento, llegó un lacayo y dijo:

—Perdonen la molestia, pero príncipe, su padre me ha enviado para decirle que es hora de irnos.

—¿¿Tan pronto?? —pregunté, viendo que no había pasado mucho tiempo.

—Cálmate, después de que nos casemos, me tendrás por mucho tiempo, lucecita.

—¡No me digas así! Es como si yo te llamara oscurito.

—Me causas gracia. Espero que esa boca tuya sirva para algo más que para hablar...

Otra vez sentí vergüenza y me quedé en silencio.

—Pri... iba a hablar nuevamente el joven antes de ser interrumpido por Yoongi.

—Ya te escuchamos y ya iremos con mi padre, no molestes.

—Perdón, amo —dijo el joven, temblando ligeramente.

—Perdón, perdón, perdón, es lo único que sabes decir... ¡Camina! —dijo Yoongi, empezando a andar delante de nosotros.

Seguía a Yoongi, quien actuaba como amo y señor de mi palacio. Una vez había sido suficiente para encontrar el camino de vuelta; en ningún momento se equivocó. Cuando llegamos, mi padre y el de Yoongi estaban parados, observando nuestros rostros.

—Jimin, hijo mío, ¿qué has pensado? —se apresuró a preguntar mi padre.

—Padre, he decidido casarme con el príncipe Min.

—Yo he aceptado a Jimin, a pesar de que no cumple mis expectativas —dijo Yoongi.

—Ignora ese comentario, padre; el príncipe también tiene humor negro —dije, y Yoongi me miró serio.

—Hijo mío, has tomado la decisión correcta. Este matrimonio traerá la paz a nuestros reinos.

—Perfecto, en 3 días se hará la ceremonia en nuestro reino. Aprovecha para llevar lo que quieras a nuestro reino.

—Sí, emperador —dije, viendo al padre de Yoongi.

—Bueno, vámonos; ya veré a la lucecita en nuestro reino.

—Esperen, antes de irse, tomen estas plantas —dije, mostrando unos claveles blancos.

—Gracias, muy amable —dijo el padre de Yoongi.

Los vi cruzar el portal y mi cabeza se llenó de preguntas. ¿Qué es lo que me espera? ¿Actúo así para alejarme?

Al cruzar el portal, tiré las plantas al piso. ¿Qué patéticos? ¿Creen que no tenemos plantas o qué? ¡Qué voz tan insoportable!

—Por lo que veo, te ha gustado tu doncel —dijo mi padre, riéndose a carcajadas.

La verdad, lo odio. En todo momento solo pensaba que lo prefería mudo, pero por ahora no tengo interés en iniciar una guerra y, después de todo, siempre puedo tener otros concubinos.

—Sí, tienes razón. Igual en el tratado está que no puedes matar a un miembro de la luz sin causas suficientes, y un juez imparcial debe ser quien se encargue.

Lo sé, y no te preocupes, no he pensado en matarlo.

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