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02;; No Abusar del Color Negro.

Cuando un ataque de inspiración nos golpea con todas sus fuerzas, sentimos una gran voluntad e inspiración para crear las obras en las que nos especializamos. Un mágico trance en el que entramos y podríamos continuar perfectamente por horas sin sentir ningún cansancio; todo con tal de aprovechar ese jardín de inspiración antes de que se marchite.

Ese era el caso de Riku; sin embargo, para desgracia de su familia, ya llevaba una semana encerrado en el estudio, pintando como un negro en tiempos de esclavitud —aunque de buena gana—. Apenas había tomado cortos reposos para sus necesidades y comer, fuera de eso, Elrena había visto tan poco el rostro de su hermano que desde hace varios días tenía un molesto e intenso tic en el ojo que no la dejaba ni dormir.

Aunque se lo había dicho tanto a su madre como padre, ambos no le dieron demasiada importancia al asunto.

—Riku ha estado tanto tiempo deprimido por no poder dibujar nada que me cuesta detenerlo ahora que finalmente tiene inspiración. Cálmate, él también tendrá que tomarse un descanso muy pronto —dijo la madre de azulada cabellera, Aqua, con tono tranquilo; aunque si se miraba bien, también tenía un ligero tic en la comisura del labio.

—Deja que se muera si así quiere —contestó el rubio padre, Ludxor, pendiente en ordenar la baraja de cartas y totalmente despreocupado por la salud de su hijo.

Aqua le dirigió una filosa mirada y Elrena lo entendió como una señal para huir de ahí.

Lo suficientemente alejada de ellos, pudo emitir un ahogado gritó mientras pataleaba reiteradas veces.

¡Su hermano podría estar pudriéndose allí dentro y ellos de milagro se preocuparían!

Entonces los ojos de la rubia se llenaron del brillo de la determinación y con pasos firmes, corrió hacia el estudio de su hermano, pese a estar en tacones.

Al llegar allí, embistió la puerta de una patada con tal fuerza que se abrió sin dudar. El estruendo sobresaltó al pelo plateado, que de no ser porque alejó el pincel a tiempo, habría arruinado su pintura.

—¡Riku, deja de ser un raro y tómate un descanso!

El mencionado la miró con molestia mientras dejaba la paleta de pintura a un lado.

—Cállate de una vez.

—Vine a sacarte de este encierro antes de que te mueras, trabajar sin descanso no es bueno para la salud.

El pelo plateado suspiró desganado, mientras se sentaba en un sillón cercano.

—De hecho, esa era mi última pintura por ahora, ya iba a tomarme un descanso.

Ante la confesión, Elrena parpadeó reiteradas veces antes de gritar por la frustración, sintiéndose estafada.

—¿¡Me estás diciendo que hice este drama por nada!?

La expresión de Riku se tornó más sombría.

—Siempre haces drama por nada.

Tomando una profunda respiración, el varón se levantó con movimientos lentos, sintiendo sus huesos doler por estar tanto tiempo parado a la vez que crujían ante la falta de movimiento.

Caminó en dirección a su hermana; no obstante, la pasó de largo sin siquiera mirarla.

—¿Vas a descansar?

—Sí —bostezó.

—¡Recuerda bañarte, estar tanto tiempo encerrado hace que apestes a muerto!

Riku se volteó para encararla, exhalando humo por las fosas nasales, mientras que su pecho subía y bajaba de forma exagerada. Según Elrena, parecía retener las ganas de echarse un gas.

—¡Yo sí me he bañado!

En respuesta, Elrena le sacó la lengua sin ningún otro cambio en su expresión. Ante eso, el contrario se tensó y dirigiéndole una filosa mirada, se retiró del lugar a pasos apresurados hasta llegar a una parte inhabitada por nadie más que él. Discretamente olfateó la zona de las axilas y arrugó un poco la nariz.

Elrena tenía razón.

¡Pero sólo un poco!

Volviendo con la rubia, ella en ningún momento se alejó del estudio de su hermano; es más, se adentró en el a sabiendas de lo mucho que el pelo plateado odia la presencia de otros allí, especialmente la de Elrena.

Sin embargo, la voluntad de su hermano era la cosa más insignificante que podía existir.

¿Cómo sería una buena hermana si no se metiera en su vida privada?

Riendo para sí misma, ella dio varias vueltas para recorrer la extensión del gran estudio, apostaría su belleza a que sus padres le concedieron la habitación más grande de toda la mansión. A medida que caminaba, observaba todas las nuevas pinturas que el pelo plateado había realizado. Eran muchas, incluso para la cantidad de tiempo que estuvo encerrado, sin contar ese gran mural.

Eso le habría tomado mínimo un mes a cualquier otro que conociera.

Torció los labios. En serio, ¿cuánto tiempo estuvo sin dormir su hermano?

Más le valía estar durmiendo en este preciso instante o lo pondría a dormir de tantos golpes que le propinaría.

Mirando las pinturas, notó una extraña cohesión que las unían, pese a ser todas diferentes, como si contaran una historia.

Una plaza concurrida.

Unas oscuras manos juntas, pidiendo algo.

Una colina decorada nada más que con un enorme árbol carente de hojas, los colores en escala de grises le daban a la pintura un aura de tristeza y vacío.

En la siguiente, una figura encapuchada cuyo rostro inexistente estaba cubierto de una densa negrura, ofrecía entre sus manos una brillante y pequeña estrella.

Entonces, el mundo antes sombrío y triste pasó a estar lleno de vida y colores. Un mundo bello.

Y en la última pintura, estaba esa persona encapuchada de perfil. La capucha roja cubría gran parte de ese rostro oscuro, decorado por la fluidez del agua al caer, los tallos y las hojas enroscadas en el amarillo y azul, a la vez que una tímida flor rosada daba el último toque a esa figura sumida en el anonimato.

¿Quién era? Alguien cuyo rostro estaba oculto de esa forma, significaba que el idiota de su hermano no había logrado ver aquel rostro.

Él en serio era un inútil, ¡si encuentras a la persona que ilumina tu vida no la puedes dejar irse así como así!

¿Siquiera sabía su nombre? Si no lo conocía, lo iba a patear tan fuerte que no le importaría ser castigada por su madre.

Lo decidió. Pase lo que pase exprimiría hasta la última gota de información del pelo plateado y de alguna forma lo ayudaría a volver a encontrarlo. La mente de Elrena estaba llena de teorías y conjeturas de cómo debieron haber ocurrido los sucesos; sin embargo, aseguraba sin ninguna duda de que ninguna de las dos partes sabían del otro y que por lo tanto, tampoco sabrían cómo reunirse.

Sentada en un mueble del estudio, ella se mantuvo pensando sin parar sobre la persona por la que su hermano estaba tan cautivado, mientras esperaba el regreso del pelo plateado.

Fue un encuentro de sólo unos minutos —teorizaba—; no obstante, el impacto dejado en el deprimido espíritu de Riku fue tan fuerte que sentía que hasta las flores muertas a su alrededor eran capaces de revivir ante la acumulación y propagación de energía positiva.

Alguien que podía lograr algo como eso, debía ser una persona tan llena de luz que podría tocar hasta a las personas más sumidas en la oscuridad y abrazarlos bajo su manto hasta que la negrura desapareciera de sus corazones.

Soltó un suave suspiro, seguido de un molesto y gutural chillido agudo mientras pataleaba.

¡Si tan sólo pudiera ver ese rostro el trabajo se le facilitaría mucho!

Relajándose, se sentó de vuelta en el cómodo sillón y justo a tiempo, la puerta del estudio fue abierta, revelando la figura recuperada de todo cansancio de su hermano.

Ahora que lo veía, la lengua de la rubia se movió por sí sola, siendo un instinto innato el burlarse de él.

—¿Ya dejaste de apestar?

Riku rodó los ojos, acto seguido, clavó su filosa mirada en ella.

—¿Sigues aquí?

—Por supuesto —Elrena se levantó, juntando las yemas de los dedos—. Sabes que no puedo vivir sin inmiscuirme en tus asuntos.

Dispuesto a ignorarla y no alimentar la sed de chismes de ese monstruo que desgraciadamente compartía sangre con él, pasó por su lado sin dirigirle la mirada.

Lo que menos quería era a la rubia involucrándose en su vida privada, conociéndola, de seguro no lo dejaría ni respirar con tal de obtener todos los jugosos detalles y de encontrar a aquel muchacho, su volátil personalidad lo espantaría y nunca podría conocerlo como es debido.

Pero si llegara a ocurrir, ¿acaso podría culparlo? Ni un poco.

—Sal de mi estudio, Elrena —ordenó, tan desganado que ni pareció una orden.

—Primero que nada, dime quién es esta persona —señaló a la pintura donde aparecía el encapuchado de perfil. De inmediato sintió el calor en sus mejillas por la vergüenza de que ella viera esa pintura—. ¿Es normal que sea tan negro que no puedas ni distinguir su rostro? Porque si es así deberíamos hablar seriamente de tus gustos.

Aún con el rostro rojo, él le respondió a gritos y colocándose en medio de la pintura para de alguna forma taparla de los escurridizos ojos de su hermana.

—¡No es eso, simplemente no pude ver su rostro y por eso lo pinté así! ¡Es mera estética!

Ella exhaló aire, quitándose un peso del pecho.

—Eso me alivia mucho, por un momento pensé que tus gustos habían empeorado drásticamente; resulta que simplemente eres el ciego de siempre —Riku bufó a la vez que ella negaba con fingida decepción—. ¿Por lo menos sabes su nombre?

La mente del varón estuvo debatiendo mucho antes de contestar de forma lenta e insegura.

—Sora...

La rubia repitió ese nombre en un sordo movimiento de labios, saboreando la sensación. Una pequeña sonrisa de lado hizo acto de presencia.

—Es un nombre muy bonito.

Riku se contagió de la sonrisa de su hermana; sin embargo, ésta estaba llena de ternura y anhelo.

—Sí, así es.

Adoraba las sensaciones que despertaba la sola mención de ese nombre, como si fuese una especie de hechizo que atrae a la felicidad.

—Entonces —y con su voz, la fémina rompió el silencio—. ¿Ahora qué planeas hacer? ¿Irás a buscarlo?

—Algo parecido, no sé nada de él, así que no me queda de otra que investigar —las palabras fueron acompañadas de un suspiro quejumbroso ante la idea de iniciar una búsqueda iniciando desde el techo.

—Bien, entonces te acompaño —el avance de la muchacha fue detenido por la palma abierta del varón colocada justo frente a su rostro.

—Nada de eso. Tú búscate tu marido y  yo me busco al mío —apenas terminó de decir la oración, sus mejillas se tiñeron de rojo y las siguientes palabras fueron sólo balbuceos inentendibles por la vergüenza de ser tan descarado.

Idiota, no hay nada que garantice que se iban a casar; a lo mejor sólo iban a quedar como amigos.

Y eso estaba bien, porque él aún no había terminado de comprender los sentimientos que esa misteriosa persona llenaba con facilidad en su ser.

Si lo encontraba, finalmente podría entenderlo.

Elrena bufó hastiada y para sacar a su hermano del paisaje onírico, tosió de forma forzada, captando la atención del albino.

—¿Por lo menos tienes una pista que te ayude a comenzar? —preguntó, para obligarlo a pensar y que dejara de hacer las cosas mal.

¿Quién le dijo que las casas se construían partiendo del techo? ¡Ese imbécil!

—Sólo esta figurilla de estrella... —del bolsillo de su traje sacó la mencionada y tan famosa figura.

Elrena frunció el ceño.

—Mira, no es que te considero estúpido, porque sí lo hago, pero eso es una fruta con forma de estrella.

Sintiéndose indignado, Riku no tardó en replicar.

—¡La estúpida aquí eres tú, es obvio que es sólo una estrella!

Y siendo tan fácil de provocar como lo es su hermano, la rubia también alzó la voz.

—¡Idiota, mira la parte verde del tallo, es obvio que es una fruta! ¡Incluso en el mural pusiste a la condenada estrella como una fruta! ¿¡Por qué te gusta tanto llevarme la contraria!?

Avergonzado, se mordió la lengua, necio a admitir la derrota.

—Pensé que quedaría bien dejarla así en el mural —de todas las cosas, se limitó a responder eso, con un tono de voz bajo y apartando la mirada para no tener que ver esa molesta sonrisa presuntuosa de su hermana.

—Bien, entonces tomando en cuenta lo que me has dicho, deberías buscar en el mercado del sector comercial de Ciudad de Paso, me apuesto un órgano a que es un artesano especializado en juguetes —habló con orgullo, exponiendo una sonrisa teñida del mismo.

—¿Cómo sabes eso?

—Riku, por favor, si una persona encapuchada se la pasa por lugares concurridos por la clase alta como si quisiera pasar desapercibido, entonces no pertenece a nuestra posición o es un monstruo. No conozco a ningún rico que quiera ocultar su presencia, aquí la ostentosidad gana —la obviedad no desapareció en ningún momento; no obstante, la recalcó incluso en su actuar para iluminar la ignorancia de su hermano—. Te digo que vayas a Ciudad de Paso porque es la zona más cercana y porque está lleno de gente no tan rica —por una vez, suavizó las palabras para no decir "gente que se muere de hambre diariamente"—, además, tienen un enorme mercado, de seguro lo encontrarás ahí.

Acto seguido, miró con más detalles la figurilla en busca de algo relevante qué contar.

—Oye, no hay ninguna prueba que confirme tus suposiciones, debería simplemente empezar a buscar por las jugueterías de aquí y...

—¡Es una pérdida de tiempo! —procedió a colocar la estrella en frente del rostro de Riku, para que la observara—. ¿Conoces a alguna tienda que tenga esta clase de firma? Porque yo ninguna, y las conozco todas desde mi infancia hasta para comprarle regalos a Nami.

Riku también la vio, la firma era pequeña; no obstante, podía notarse las marcas negras de una llave como firma.

Sintió fuertes deseos de llorar sangre.

—¿Cómo es que tú la notaste y yo no?

—Lo que siempre te digo: Yo lista, tú no —escudriñó la figurilla, apretando los labios—. Parece que también sostenías la fruta-estrella por donde estaba la marca, la sostuviste tanto que se nota unos rastros de desgaste. Hay que felicitar al muchacho, se nota que la pintura es de buena calidad si pudo resistir tanto a tu pegajoso comportamiento.

—¡Oye! —reclamó, su rostro una explosión de vibrante rojo.

Elrena soltó una corta carcajada, exhalando con suavidad para recuperarse. Luego, con el puño revolvió el cabello del albino, hasta que él se alejó, molesto de ser despeinado cuando acababa de peinarse.

De la rubia recibió la figurilla, para acto seguido, ella pasar a su lado con tal de salir de la habitación

—Ya te lo dije, tú no vas a ir conmigo, Elrena —declaró, también saliendo del estudio y cerrando la puerta tras él.

La mencionada se volteó para encararlo, con una mano colocada sobre su pecho y abriendo los labios con falsa indignación.

—¿Qué va a hacer una refinada, bella y delicada damisela en ese lugar lleno de gente lamentable? —finalizando con el teatro, volvió a su postura usual, sonriendo burlona después de obtener la recompensa de ver a su hermano rodando los ojos—. Te deseo suerte, Riku ¡Rómpete una pierna!

Alejándose de allí, se despidió agitando la mano, alto en el aire.

Riku suspiró, viendo por última vez la estrella, depositando sus esperanzas de que cumpla sus deseos.

—Yo también la necesitaré.

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