La belleza de la Verduga
Si naces mujer debes saber que todos te verán como algo frágil, débil y probablemente como una princesa, pero cuando naces mujer en la mafia, estás destinada a ser nadie, a menos que te des tu lugar; y eso hice yo, me di mi lugar entre todos estos hombres.
Mi madre fue una de las tantas prostitutas con las que se acostaba mi padre, ¿y yo? desechada como basura, cuando cumplí los ocho años fui enviada a empaquetar cocaína y solo tuvieron que pasar dos años para que mi cuerpo me pidiera cocaína, poco a poco me volví más adicta y no dudaba en robar mercancía; mi padre no tardó en enterarse, me encerró por dos semanas, sin agua y sin comida, pero yo ya estaba acostumbrada a eso, lo que mi cuerpo me pedía era droga y más droga. Enfermé y para cuándo se dieron cuenta, yo ya estaba muriendo, obviamente eso a mí padre no le importaba, pero mi madre sintió lástima y me envió a un hospital barato. Y creo que en lo que tengo de vida sólo le agradeceré eso.
Cuando volví a la mansión y por supuesto a mí trabajo empacando, me recibió la noticia de que el hijo de mi padre, Matías, había vuelto de su viaje, si mal no recuerdo en ese entonces él tenía diesiciete años y yo diez. Entre todas las niñas yo fui la escogida para entretenerlo, muchas me decían que era un privilegio, pero era obvio que mi vida se convertiría en un infierno y así fue.
El primer día todo fue normal, solo tuve que acompañarlo a hacer ejercicio y entrenar, buscarle agua, entre otras cosas, pero lo peor sucedió al día siguiente. Apenas desperté se me ordenó ponerme de perrito en el suelo y recibir treinta latigazos, en ese momento no sabía que había hecho mal, pero lo entendí cuando vi que a mí madre la sacaban muerta de la casa. Matías se había enterado que yo era su media hermana.
Todos los días me preguntaba, ¿qué había hecho mal? ¿nacer era algo malo? ¿debería morir?
No, aún no me dejaría caer, podía soportar esto y mucho más o eso decía yo, no pude levantarme de la cama por tres dias. Cuando ya estaba mejor tuve que atender a Matías, pero las cosas estaban peor de lo que yo creía.
Tuve el "privilegio" según mis compañeras, de ser su saco de boxeo, entrenaba con mi rostro, sin importarle mi dolor, la sangre o mis huesos rotos, el seguía y seguía, hasta que era la hora de almorzar, desde ahí se encargaba alguien más de el. Mis segundos de paz estaban contados, si esto seguía así, en poco tiempo perdería mi vida.
¿El problema? No tenía educación, no sabía hacer nada más que empacar droga y servir como saco de boxeo. Si me iba de aquí, sería para morir de hambre en la calle. No quería conseguir el mismo trabajo en otra mafia, quería salir de la mafia, escapar y alejarme de todos ellos.
Los días pasaban y los golpes aumentaban, supongo que lo que le daba más enojo a Matías era que yo no soltaba ni una sola lágrima, a pesar del dolor. La peor ocasión y la que hizo que decidiera irme de allí, fue cuando me amarró en una silla y cortó mi cabello. En este mundo no amaba nada, más que mi larga cabellera, y al ser despojada de ella, algo cambió en mi.
¿Quién lo diría? Querer venganza solo por mi cabello, pero aún así no lo pensé dos veces y hablé con un chico que hacía repartos, habíamos hablado unas cuantas veces y sabia que él tenía conexión con otra mafia, así que no lo pensé dos veces y le pedí que me consiguiera un trabajo sencillo y que no llamara la atención; el accedió, ya que sabe todo lo que he pasado.
Y si, me largué de allí, pero para adentrarme a otro infierno. Empecé normal, con la limpieza, conocí a una mujer muy amable, la cual me enseñó muchas cosas, también conocí a un hombre rudo llamado Lucas, el se convirtió en mi guía y de el aprendí lo necesario para salir adelante.
Y así lo hice, aprendí a defenderme, a usar armas, negocios, todo. A mis 17 años ya era toda una experta. Lucas sabía que me hacía falta algo, y era el arte de la manipulación. Habló con su hermana Celia y le contó de mi, pero me sorprendí bastante cuando me describió, "Es una chica encantadora, es seria y fugaz a la vez, tiene lo que se necesita para ser la próxima verduga, debes venir y entrenarla tu misma, no encontraremos otra como ella en muchos años".
Debo admitir que me sentí feliz, creo que por primera vez en mi vida. Me sentí querida y útil. Celia era más estricta que Lucas y eso me sorprendió mucho. Las primeras semanas fueron un verdadero infierno, pero todo el sufrimiento y el esfuerzo valdría la pena, porque estaría más cerca de mi objetivo.
Celia me preparó una identificación y un pasaporte, decidí usar el apellido de mi padre, ¿por qué? Porque así sería más divertido. Desde ese día me convertí en Ada Martínez, hija del gran mafioso Alejandro Martínez.
Con el paso del tiempo ya me había convertido en una mafiosa, empecé desde abajo vendiendo drogas, luego me convertí en una jefa de tráfico y obviamente creé mi propia mafia, me tomó tiempo y esfuerzo, pero al final todo vale la pena.
Me convertí en la primera mafiosa, conseguí mucha fama por ser mujer, todos los que me subestimaron terminaron tres metros bajo tierra, los que me apoyaron y creyeron en mi, van a mí lado y los que hacen negocios conmigo, están comiendo de mi mano. Una mujer exitosa, famosa por ser una verduga a la hora de matar a alguien y manipuladora hasta más no poder.
Debo admitir que me costó, fueron años de duro entrenamiento. Cuando cumplí mis 25 decidí que ya era hora de obtener mi venganza, mi padre ya estaba algo retirado del negocio, pero Matías estaba al mando. Me daba igual quien estuviera rigiendo la mafia Martínez, yo iría a obtener mi venganza, por aquellos que me hicieron daños, por los que miraron y no hicieron nada, por los que acobardaron y los que sufrieron. Nada podía detenerme, no cuando mi único propósito estaba a punto de ser cumplido.
Preparé un plan y junto a todos mis hombres fuimos a la mansión Martínez, matamos a todo el que se interpusiera en nuestro camino, yo me hice paso para adentrarme a la casa, todos me miraban con miedo y eso se sentía tan... Bien.
Deseaba que mi padre me mirara así, que Matías rogara por su vida, pero esos solo eran mis deseos, la realidad estaba por verse. Subí hasta la oficina principal, abrí la puerta con cuidado y si, ahí estaba Matías sentado, tomando whisky, había cambiado, ya no se veía como un joven sin escrúpulos, ahora era un estúpido viejo sin escrúpulos.
—Hola —dije al adentrarme a la oficina.
—¿Quién eres? ¿Quién te dejo pasar? —me gritó.
—¿No me reconoces? Mírame bien Matías, soy yo.
—Ada, volviste, desapareciste hace tantos años, ¿dónde estuviste?
—No desaparecí, me largué de este maldito infierno, estuve en un lugar mucho mejor, preparándome para esto —dije y le apunté con mi arma.
—¿Un arma? —dijo y empezó a reírse— Seguro no tienes idea de como usar una.
Decidí no escucharlo más y hice lo que tenía que hacer, le disparé en un brazo, luego en el otro, y así continúe, despojandolo de sus extremidades, escuchaba sus gritos de dolor y se sentía como música en mis oídos, me acerqué a él y antes de acabar con su vida le susurré al oído, "si te hubieras disculpado, nada de esto hubiera sucedido", justo cuando le disparé, recibí una bala en el abdomen, me volteé a ver quien había sido y era quien me imaginaba.
—Padre...
—¡Maldita! No soy tu padre, te prohíbo llamarme así.
—Nunca me quisiste... ¿Por qué?
—Solo eres la hija de una prostituta, no vales nada.
—No valgo nada... Nunca lo hice, no para ti— dije y me moví para que pudiera apreciar a su hijo muerto.
—¡No! Mi hijo —gritó y noté como se desmoronó; porque a él si y a mí no.
—Tranquilo pronto podrán reencontrarse en el infierno, después de todo a cada uno le llega su momento, y el tuyo fue adelantado por la Verduga —dije antes de dispararle en la cabeza.
Me sentí bien, me sentí libre, pero estaba perdiendo mucha sangre y no tardé mucho en desmayarme, aunque ya no importaba, mi mente estaba tranquila, mi alma podría descansar en paz, o eso creía yo, ya que desperté en una camilla de hospital, a mí lado se encontraban Lucas y Celia, ambos me abrazaron cuando abrí los ojos.
Al parecer antes de quemar la mansión, revisaron cada habitación y me encontraron tirada en el suelo, pero lograron llevarme a tiempo a un hospital.
Parece que no estoy destinada a morir.
Cuando me dieron de alta en el hospital, le agradecí a todos mis hombres por apoyarme, a Lucas y a Celia por entrenarme y convertirme en la mujer que soy, pero también a mí madre por no haber permitido que muriera.
Dos días después de eso decidí abandonar la mafia, alejarme de todo y comenzar una nueva vida, porque mi alma se sentía limpia, a pesar de todas las cosas malas que hice.
Mi plan era irme a Latinoamérica, opté por Argentina y en la mañana, tomé el primer vuelo allí, desde ese día soy feliz, ya se había acabado... La belleza de la Verduga.
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