• Capítulo 21 •
Okey, que alguien me ayude porque no sé qué responder. Bien... rápido... «Mmm... me acabo de dar cuenta de que yo también te extrañaría». Mejor juguemos al papel de la chica histérica y el chico bestia.
—¡Guau!, qué cursi puedes ser cuando te lo propones —dije dedicándole una mirada indiferente. Desvió la mirada y largó una risa amarga.
—Sigo insistiendo, luego el bipolar soy yo —canturreó. Lo miré de mal modo—. ¿Por qué te empeñas en que nos llevemos mal? —preguntó.
—Porque tú te empeñas en joderme la vida y por eso... —me quedé callada, no tenía nada que decirle.
—¿Por eso...? —me incitó a hablar—. Voy a preguntarte una cosa —me dijo—. ¿Nunca nos vamos a llevar como una pareja normal?
—Jack, no me salgas con cursilería barata, es obvio que nunca vamos a llevarnos como una pareja normal porque no somos una pareja normal.
—Entonces... —¿Qué más quería que le digiera?
—Oye, Jack, mira tengo hambre, así que si no te importa voy a pedir algo para almorzar porque de verdad me estás saturando los nervios.
—Okey, pídeme algo a mí también —volvió a tumbarse en el sillón.
No respondí, sólo marqué el número y llamé al servicio a la habitación. Para mi pedí sólo una ensalada y una gaseosa de dieta, para Jack carne al horno con puré de papas.
Me acosté en la cama y comencé a hacer ruidos sobre la almohada.
—Mmmm.... Iiiiaiaiaiaii... Shhhhuuooouuuu —¿Quedó claro que estaba aburrida? Sentí la tierna risa de Jack a mi lado—. ¡Te vas! —dije aún con la cara sobre la almohada—. Vamos, no quiero pelear de nuevo.
—Y no tienes por qué —lo sentí recostarse a mi lado. Apreté la almohada con mis manos—. ¿Qué hacías? —preguntó. Sentí su mirada sobre mi rostro clavado en la almohada.
—Ruidos sin sentido —respondí aplastando mi boca. Inentendible.
—Ah —dijo con desgano—. ¿Sabes? —hablaba mientras tecleaba su celular—. Aún tengo ganas de ir a la playa.
—Oh, qué bien —dije sarcástica mientras apoyaba mi rostro de costado—. Que te vaya lindo.
—¿Ah sí?, no te hagas la indiferente que tú vienes conmigo —dijo, más bien, carcajeó.
—Okey, con una condición —dije, bloqueó su celular y me miró atento—. Que me dejes hacerme una de esas trencitas de playa.
—No —dijo firmemente. Gruñí como una nena pequeña, frunció el seño y se acostó de la misma manera que yo, sino que observándome a mí. Quedamos frente a frente mientras nuestras respiraciones se mezclaban—. Con esas cosas te llenas de piojos —hizo una mueca asqueante. Reí.
—Hazte una —le sonreí—. Por favor.
—No me vas a convencer —dijo.
—Ouuu qué amargo eres Frost, espero que nuestros hijos no sean iguales a ti —mierda, fue un comentario al descuido. Juro que su sonrisa era maléfica—. No lo tomes literalmente —le sonreí como para salir del apuro.
—O sea, ¿qué vamos a tener hijos? —dijo sorprendido por las palabras que habían salido de mi boca—. ¡Qué bien! —sonrió—. Si es una nena se llamará Megan —me informó. Reí.
—Sigue soñando.
—Ey, tú dijiste que íbamos a tener hijos, no yo —me echó en cara.
—No hablaba de eso, dije que sigas soñando con lo del nombre, se llamara Ashley.
—Eso está por verse —dijo riendo—. Pareces una nena pequeña, así toda despeinada.
—¡Cállate! —oh no Elsa, no te sonrojes. Tarde, conciencia molesta que adviertes las cosas cuando ya han ocurrido. Estás loca Elsa, loca—. Jack —dije llamando su atención, me miró directo a los ojos. Vamos Elsa tú puedes decirlo—. Sí.
—¿Sí qué? —arqueó una ceja. No había entendido.
—Que sí —volví a decir. ¿Por qué es tan difícil expresarse?
—Elsa, no entiendo —dijo. Lo más malo de la historia es que lo decía en serio.
—Que sí, que si tú te mueres si te extrañaría —dije, me sonrió enternecido. Volteé el rostro y me escondí tapándome con la almohada.
¿Qué más incomoda situación cuando la gente no te responde algo que te cuesta decir? No conozco otra.
Mis nervios de punta, mis mejillas explotando en colores rojizos y mi corazón latiendo con fuerza.
Sentí unas suaves caricias que me corrían el pelo de la cara. No levantes la cabeza, no levantes la cabeza, vamos Elsa, concéntrate en respirar el rico aroma de las almohada recién perfumadas por la limpieza del hotel.
¿Vieron en las películas en las que la campana los salva de dar lecciones orales a esos profesores malévolos? Bien, a mí me salvaron tres golpes secos en la puerta de la habitación.
Solté todo el aire que retenían mis pulmones cuando sentí que Jack se levantaba de la cama y abría la puerta.
—Gracias. Diga en recepción que lo agreguen a mi cuenta.
—Si señor, dígame su apellido.
—Frost.
—Listo, yo avisaré —dijo amablemente. La puerta se cerró.
—Ven a almorzar —dijo apoyando la comida sobre la mesita del pequeño living, luego el silencio fue reemplazado por las noticias del día de hoy.
Levanté la cabeza y volteé a verlo.
—¿Me lo traes aquí?
—No —cortó un trozo de la carne—. Vas a llenar de comida la cama.
—¿De qué te quejas si tú no duermes en esta cama? —dije. Sonrió.
—No dormía, hoy sí pequeña —me dijo. Sentí mi corazón corriendo por llegar a mi garganta, tragué saliva y me levanté de la cama.
—Bueno, yo dormiré en el sillón —traté de controlar mis nervios.
—Como gustes preciosa —dijo mientras se concentraba en su comida.
Me senté a su lado y agarré la bandeja que contenía mi ensalada, tomé un tenedor y comencé a comer.
Él se concentraba en su carne, en devorar a la pobre vaca que había dado su vida por alimentar a algunas personas, no lo juzgo, yo no soy vegetariana pero cuando me imagino esas cosas me dan ganas de serlo. No viene al caso.
Terminé antes que él y aunque él comía como un animal, su comida era más abundante que la mía.
Me levanté del sillón y caminé hasta el baño, debía cepillar mis dientes.
—Alístate para ir a la playa —me gritó desde donde él estaba.
—Okey —dije—. Tú prepárate para hacerte una trencita.
—Tú y tus ideas locas —me gritó, reí y cerré la puerta.
Me cepillé los dientes, cepillé mi cabello y me quité el maquillaje, para ir a la playa no se necesita. Abrí el armario y saqué mi bikini celeste junto con un short de mezclilla y una remera negra de tirantes.
Me coloqué la ropa en el baño, para no causar discusiones con Jack. Arreglé mi cabello en una coleta y salí.
—¡Oh Dios santo! —abrí los ojos con asombro. Volteé rápidamente—. ¡Cúbrete ya! —grité. Sentí su risa.
—Ya, ya, pensé que no ibas a salir tan pronto.
—Vamos Jack, ponte unos boxers o algo.
—Listo —dijo.
—¿No mientes?
—Por supuesto que no.
—No te creo —dije volteando con los ojos cerrados.
—Vamos, mírame, te prometo que estoy en maya —dijo, abrí los ojos y vi su blanco trasero. Volvió a reír y me volteé de nuevo.
—Ya te pones el traje de baño si no quieres que te dé con un palo —le grité, carcajeó algo que no pude entender.
—Ahora sí.
—¡Júralo!
—Lo juro —dijo tomándome de la cintura—. Creo que debería tomar sol de espalda, ¿No crees? —dijo a mi oído.
Mis mejillas se tornaron de colores rosados, reí tontamente mientras echaba la cabeza para atrás, sentí un húmedo beso posarse en mi cuello.
—Relájate cariño, estás muy tensa —me dijo sensualmente. Guau Bieber si que sabes conquistar a una mujer.
—Ya, vamos —me zafé de su agarre—. Todo muy lindo, muy lindo pero se nos va el sol y quiero broncearme.
Jack tomó el bolso de playa y juntos salimos hacía el pasillo del hotel.
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