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• Capítulo 10 •

—¿Qué? —dije estúpidamente—. ¿De qué hablas?

—Eres virgen —dijo entre risas.

—Oh vamos Jack, dime si eso es algo malo.

—Claro que lo es. Con dieciséis años aún eres virgen —rió.

—Primero, no es malo y segundo no soy virgen.

—Si claro Elsa, yo tampoco lo soy —dijo sarcástico—. ¿Crees que me creeré esa?

—Jack, haz lo que se te dé la merecida gana —me metí un pedazo de pollo a la boca para no gritarle—. Y no te metas en mi vida —agregué luego de tragar.

—Como digas —carcajeó—. Pero si necesitas quitarte esa molestia puedes venir a mi habitación.

—¡Depravado! —grité antes de tirarle la canasta de pan por la cabeza—. ¡Eres un cerdo! —me levanté de la mesa.

—¡Que exagerada! —dijo molesto mientras levantaba el pan—. Sólo te estaba proponiendo algo —agregó ahora entre risas.

—¿Sabes qué? —dije de mala gana—. Vete a la mierda —grité cerca de su cara—. Te odio —y salí corriendo escaleras arriba. Tras mis pasos venía él.

—¿Me odias en serio? —gritó cuando detuvo la puerta que yo había intentado azotar.

—Si, te odio más que a nadie ni a nada en el mundo.

—Odiar es un sentimiento muy feo.-dijo en un cantito mientras cerraba la puerta.

—¡Muérete!

—No, no tengo ganas.-respondió riendo—. Estaba pensando que tal vez... —decía mientras se acercaba a mi.

—Te vas alejando si no quieres guerra Frost.

—Oh, vamos Elsa, ven aquí —dijo pegándome a él.

—Me sueltas o sufres las consecuencias —dije amenazante. Él solo rió. Levanté mi rodilla y golpee su parte mas sensible, me soltó para agarrarse la zona golpeada— Yo te lo advertí —me alejé de él y me encerré en el baño.

—Ya Elsa, sal de ahí en este instante.

—No.

—Dije ya —gritó desde el otro lado de la puerta.

—Yo dije no —grité sentándome en el suelo, contra la puerta.

— Elsa quiero que abras esa puerta si no quieres que la tire y no me importará que estés ahí, te juro que la tiro.

—¡Oh que miedo! —dije sarcástica.

—¡SAL DE EL PUTO BAÑO! —gritó histéricamente mientras golpeaba la puerta duro.

—Que mal educado eres —dije burlona.

—No te conviene hacerte la loquita —dijo con furia en sus palabras—. Quiero que salgas.

—¿Qué pasará si no salgo? —dije en un cantito.

—Ya no juegues —dijo de mala gana. Sentí como se apoyó en la puerta—. Quiero que salgas. No te haré nada, pero solo sal de ahí.

—No.

—¡POR FAVOR! —gritó con desesperación.

—Salgo de aquí si tu sales de mi habitación.

—No, sal de ahí y hablaremos.

—No. Sal de mi habitación y cuando se te pase el enojo hablaremos —dije firmemente. Dió una patada a la puerta. Luego de eso sentí que azotó la puerta de mi habitación y no oí más ruidos. Supuse que se había ido.

Abrí con cuidado la puerta y asomé mi cabeza. Miré la habitación de un lado al otro y luego salí. Tenía miedo de que él aún estuviera ahí. Para mi suerte no estaba.
Tenía que hacer mis maletas para irnos a México así que tomé mi maleta y abrí el armario.
Una cosota se abalanzo sobre mi haciendo que cayera al suelo. Pegué el grito más fuerte que pude pero al levantar mi cabeza vi a Jack riendo sobre mí.

—¡Salte! —grité exaltada—. Voy a gritar.-estaba enojada.

—Es mi venganza —dijo entre risas—. Grita vamos.

—Tu deseos son ordenes —dije antes de gritar lo más que pude.

Pero esa fue una mala idea porque tres de las chicas que limpian entraron con palos a la habitación. Okey, cuando Jack decía que gritara pensó que no lo haría en serio.

—¿Qué está ocurriendo? —gritó una de las mujeres.

—Oh, perdonen —dijo otra de ellas tapándose los ojos.

—Ah, Ehh, nosotras pensamos que a la señorita le pasaba algo.

Jack abrió los ojos bien grandes. Me miró a mí y luego a las señoritas, apoyó su cabeza en mi pecho.

—¡Jack!-grité exaltada. Me pellizcó la pierna en señal de que permaneciera en silencio.

Se levantó de encima mío y me estiró la mano para que la tomara. Solo me levanté haciendo caso omiso a su ayuda.

—Pueden retirarse, aquí esta todo bien.

—Disculpe señor —dijo una de ellas—. Ya nos retiramos —y salieron de la habitación dejándonos completamente solos.

—Ahora si no te importa... —me alejé de él—, voy a hacer mis maletas.

—No señorita —me tomó del brazo—. Nosotros dos vamos a hablar.

—Okey, háblame mientras busco que ropa llevare.

Se sentó en mi cama con mala cara y comenzó a seguir cada uno de mis movimientos. Saqué ropa de mi armario y la tiré sobre la cama, comencé a elegir cada cosa que quería y que no.

—¿Vas a escucharme?

—Podría escucharte si me hablaras —dije de mal modo tirando unas remeras dentro de la maleta.

—Bien —se acomodó y me miró. Agarró un sostén y se quedó mirando—. Vaya, está muy bueno.

—Deja eso —se lo quité de la mano y lo tiré fuera de su alcance—. Imbécil —murmuré mientras buscaba unos jeans—. Ya habla —dije de mala gana.

—¿Por qué gritaste de esa manera? —aun seguía mirando cada uno de mis movimientos—. La idea no era que gritaras.

—Yo te advertí que gritaría y tu no me creíste. Ahí tienes, para que veas que no estoy jugando cuando te digo algo.

—Bien, solo te voy advirtiendo que si vuelves a hacerlo te va a ir mal.

—¿Ah si? —arqueé una ceja.

—Si, así que no te atrevas a buscar el malo en mí.

—Ah claro, es que eres tan bueno —dije sarcástica.

—¿Dices que soy malo?

—Mmh... no claro que no —dije sarcástica—. Lo que si, eres muy fastidioso —dije caminando hasta el armario nuevamente, saqué más ropa—. Molestas todo el día —tiré la ropa sobre él.

—Ey —dijo sacándose una remera de la cabeza—. Luego dices que yo soy el fastidioso.

—Me acabo de dar cuenta que sólo aparentas ser un ogro, pero en verdad eres otra cosa.

—¿Qué? —dijo arqueando una ceja.

—Que te haces el malo y hablas como si fueras superior a mí. Pero en el fondo de toda esa mascara, bien al fondo, muy al fondo....

—Bueno, ya.

—Eres bueno.

—¿Bueno? —hizo una sonrisa estúpida—. ¿Crees que soy malo?

—Si, en verdad conmigo eres malo.

—No soy malo. Lo que pasa es que tú siempre me alejas de ti.

—Es que pareciera que quieres violarme —arqueé una ceja mientras metía más ropa a la maleta. Sólo sonrió pícaramente—. Ey, no te pases —grite tirándole un buzo—. Ni pienses que alguna vez me tendrás en tu cama.

—Elsa, es un hecho —dijo con una sonrisa—. Dentro de poco serás la señora Frost y compartiremos la cama.

—Ni lo sueñes —dije de mala gana—. No dormiré contigo.

—Si lo harás.

—No lo haré. No puedes controlar mi vida así como quieras.

—Te tranquilizas —me dijo lanzándome un pantalón.

—¿Qué haces? —ahora se lo tiré yo.

—Tu empezaste —me lo devolvió.

—No, tú me lo tiraste primero —se lo tiré de vuelta.

—Es tuyo déjatelo —me lo volvió a tirar pero con mas fuerza.

—Muérete.

—¿Por qué ese deseo de que me muera? —dijo arqueando una ceja. Hizo una mueca.

No sé por qué pero me arrepentí de haberle dicho eso. Lo había hecho sentir mal.  

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