• Capítulo 03 •
La noche caía sobre la ciudad entonces encendí las luces de mi habitación. Pasar la primera noche ahí, me aterraba más que estar cerca de Jack.
Sentía que mí mundo se derrumbaba con tan sólo pensar que viviré aquí hasta que tenga edad suficiente para irme y para eso faltan dos años.
—¿Cenarás? —preguntó una fría voz trás la puerta.
—No gracias, no tengo hambre —respondí yendo hacia la puerta con la esperanza de que pasara y así hablar un poco.
Pero eso no ocurrió, el sólo se retiró al escuchar mis palabras.
Narra Jack.
Me retiré de la puerta de su habitación, ya que yo si quería cenar.
—¿Y la pequeña?—preguntó Rosalie sirviendo mi plato.
—No quiere cenar —comencé con mi comida—. Pero si después baja y pide algo de comer no le des.
—¡Jack! —reprochó—. Es sólo una adolescente.
—Puede ser una adolescente y no ser malcriada. Si se acostumbra a que en mí casa puede hacer lo que quiera, después tendré que soportar las consecuencias. Ya justo hoy, me hizo un berrinche porque quería una computadora —ella sólo rió divertida.
—Bueno, buen provecho. Tengo que ordenar la cocina.
Cené solitariamente como siempre lo hacía. Es que no me gusta mucho tener gente a mí alrededor estoy bien estando solo.
Cuando acabé con la cena subí a mi habitación y me saqué la remera junto con el pantalón para dormir en boxers.
Me recosté y prendí el televisor, aún no tenía mucho sueño.
Estos programas que dan en la noche son aún más malos que los que dan en el día, así que decidí bajar por un vaso de agua ya que tenía la boca seca.
Narra Elsa.
Luego de haberle dicho que no iba a cenar mi estómago me reclamaba algo de comida, así que decidí abrir la puerta para asegurarme de que no hubiera nadie. Estaba todo oscuro a excepción de unas pequeñas luces que alumbraban escasamente el pasillo.
Bajé las escaleras en silencio y entré en la cocina para encontrarme con Rosalie quien secaba el último vaso.
—Hola mi vida —me sonrió tiernamente—. ¿Tienes hambre?
—Si —toqué mi estomago que rugía con fuerzas.
—Ah ya veo —rió despacito—. ¿Quieres una leche chocolatada con galletas? —me sonrió.
—Bueno —le devolví la sonrisa.
—Bien —sacó una tasa en donde vertió leche y luego le agregó chocolate en polvo para así darle sabor, caminó hacia la alacena y sacó galletas con chispas de chocolate, las puso en un platito y luego las puso sobre la barras, me senté para tomar una—. Toma —dijo dándome la tasa.
—¿Ros estás aquí? —entró Jack y volteé a verlo—. ¿No era que no tenías hambre? —me dijo pasando por al lado indiferentemente.
—Compórtate —se refería a Jack, quien venía ¡En boxers!
—Cúbrete con algo —le reproché mirando para otro lado.
—Pues no me mires, ésta es mí casa —me habló duramente.
—Bueno, ya te calmas chico —le advertí regresando mi mirada a él—. en serio, respeta un poco a la gente.
—Si como digas —tomó un vaso de agua y se retiro— Y luego quiero hablar contigo Rosalie.
—¿Siempre es así? —pregunté agarrando una galleta.
—Desde que tuvo una pelea con sus padres y ellos lo obligaron a irse de la casa trayéndolo para acá.
—Vaya yo no sabía eso.
—Pero no le gusta hablar del tema, lo pone de mal humor —se sentó junto a mí.
—Pobre —bajé la cabeza—. Debe de ser muy duro.
—Si, y más cuando ve que su padre se ha quedado con su hermana más chica y no lo deja verla.
—Qué mal —mi mirada se tornó triste—. No me gustaría estar en esa situación, aunque la mía no es muy diferente.
—¿Por qué? —preguntó sentándose a mi lado.
—Perdí a mi madre cuando era apenas una niña y mi padre falleció el otro día, fue cuando me trajeron aquí.
—Oh, lo siento mucho —hizo una mueca de tristeza.
—Espero que algún día Jack y yo podamos ser por lo menos amigos, me gustaría establecer una relación amistosa con él. Se ve buena persona —quise cambiar el tema.
—Yo creo que si, es más, ya pasará, tú sólo sé paciente chiquita. Él está muy dolido.
—Pero...no entiendo ¿Qué fue lo que pasó con sus padres?
—Mira... su padre estaba siempre trabajando, es un hombre de mucho dinero y mantenía a su familia muy bien. Jack tenía unos dieciocho años cuando sus padres decidieron divorciarse, pero su madre no trabajaba porque no lo necesitaban. La pequeña Emma tenía seis y cuando veía que sus padres se trataban tan mal se ponía muy mal y su único consuelo era Jack. Lo que pasó fue que su padre intentó dejar a la madre de Jack en la calle y sin un centavo. Ahí fue cuando Jack no soportó la situación y comenzó a defender a su madre para hundir a su padre y que ella no quedara devastada. Entonces su padre se enfureció tanto porque peleaban todos los días y él ya no soportó más y amenazó con irse de la casa y ahí fue cuando su padre lo echó. Se vino a vivir aquí, luego se enteró que sus padres siguen juntos.
Su padre siempre viene y hablan, ya no se llevan tan mal pero Jack le guarda rencor, su madre también viene pero de vez en cuando y a respecto a su hermana menor que ahora tiene ocho y no la dejan ver a su hermano, es como un castigo para Jack por haberse comportado de esa manera con su padre.
—Pobre, en serio eso debe ser feo —tomé la última galleta—. Ahora entiendo su falta de afecto.
—Bueno ahora ya sabes para cuando no te demuestre que tiene sentimientos —me sonrió y se levantó de la silla—. Ya ve a descansar porque es tarde —besó mi mejilla.
Llegué a la habitación y me puse la pijama para dormir.
Abrí la ventana ya que el calor era insoportable y no tengo un ventilador ni un aire acondicionado.
Me senté en la cama y tomé mi celular, eran las 2:30 de la mañana y tenía sueño pero no podía pegar los ojos.
Cuando desperté el sol daba en mi cara y los pajaritos cantaban sin cesar.
Me levanté y una fina capa de sudor cubría mi frente, decidí bañarme y luego vestirme cómoda, sabía que no íbamos a salir a ningún lado, o por lo menos yo no habría de salir.
Bajé las escaleras y me encontré con Jack sentando a la mesa leyendo una especie de carta.
Refunfuñaba a medida que seguía leyendo y esto me causó gracia.
—¿Qué es lo divertido? —preguntó de mala gana dejando la carta en la mesa.
—Tus quejas —reí por lo bajo—. Y antes de hablarme feo se dice: Buenos días Elsa ¿Cómo pasaste tu primera noche en ésta enorme casa en la que te pierdes cada vez que sales de tu habitación? —hizo una risita a medida que yo hablaba.
—¿Y bien? Respóndete —sonreía, eso era raro en él.
—Bien, supongo. Pero hace demasiado calor por la noche
—Ah —volvió su mirada a la carta sobre la mesa—. Ya luego vemos ese tema del calor.
—¿Qué es? —me senté a su lado.
—Una carta —me miró—. ¿No es obvio?
—¿Por qué te quejabas mientras la leías? —lo observé atenta.
—Tema de grandes —me sonrió—. ¿No vas a desayunar?
—Supongo —respondí indiferente—. ¿Qué acaso con dieciséis años soy pequeña?
—Eso creo —rió—. ¡Rosalie! —gritó con fuerzas—. ¿Puedes traerle el desayuno?
—¿Por qué no eres más sutil? —lo miré extrañada.
—¿Te levantaste con ganas de hacerme preguntas? —rió guardando la carta en el sobre.
—Si, eso creo —le regalé una sonrisa.
—Bueno, pues déjalo para más tarde porque debo irme.
—¿A dónde?
—No quiero interrogatorios —se levantó de la mesa.
—Pero Jack, no quiero quedarme sola —Rosalie me sirvió el desayuno.
—Rosalie estará aquí en casa.
—Ah respecto a eso señor —ahora hablaba Rosalie—. Mi madre está muy enferma ¿Puedes darme esta semana libre para ir a cuidarla? —le sonrió tímidamente.
—Okey, vé —besó su mejilla—. Y Elsa lamento que tengas que quedarte sola pero de verdad tengo que irme.
—Puedo ir contigo —dije firmemente—. Prometo portarme bien.
—¿Lo prometes?
—Si, lo prometo —levanté una de mis manos—. Señor Frost —éste sonrió estúpidamente.
—Ya termina tu desayuno y vístete normal.
—Okey —le sonreí pero no me devolvió la sonrisa y solo subió al segundo piso.
Luego de terminar mi desayuno subí corriendo las escaleras y busqué ropa apropiada para salir a la calle. No sabía donde íbamos pero de seguro por como estaba vestido Justin íbamos a una empresa o algo así.
Tomé un vestido corto un poco mas arriba de las rodillas de color celeste, no era formal pero tampoco era casual, estaba bastante bien.
Luego me puse unas hermosa sandalias y peiné mi cabello en una coleta.
Me maquillé natural pero hermosa, delineador negro y un brillo labial clarito, rubor rosado en las mejillas y rimel para destacar mis pestañas.
Baje y Jack estaba ahí parado.
—Pensé que te ibas a apurar, ya me haces llegar tarde —dijo como siempre refunfuñando—. Ya muévete.
—Okey, cálmate, vas a morir de estrés —me miró feo—. Okey ya vamos —dije risueña.
Subimos a su auto, y condujo por varios minutos hasta llegar a un edificio de varios pisos.
—Sólo quédate conmigo, no vaya a ser que te pierdas —dijo cuando entramos al elevador.
Cuando las puertas del elevador se abrieron había muchísima gente en ese lugar y se movían de un lado al otro con papeles y cosas en las manos, también había gente tecleando en las computadoras.
Yo solo seguí a Jack hacia una oficina. Entramos y este prendió el aire acondicionado.
—Siéntate si quieres —corrió una silla y me la pasó.
Era de esas sillas que se mueven y que abajo tienen ruedas, típicas de oficina.
Jack hacía llamados y anotaba cosas, tecleaba en su computadora desesperadamente.
—¿De que trabajas?
—Y aquí vamos de nuevo con tus preguntas —dijo despeinando su cabello.
—¿No es mas fácil responder en vez de quejarte? —dije riendo por su expresión.
—Sería más fácil que te calles —dijo mirando detenidamente la pantalla de su computadora.
—Solo quiero conocerte, es que siempre estás tan de mal humor y no me diriges la palabra. ¿Podemos hablar mientras trabajas?
—Ya pregunta... —dijo sin siquiera mirarme.
—¿De que trabajas? —dije balanceándome en la silla.
—Algo así como un empresario, ésta es la empresa de mi papá.
—Ah ¿y él dónde está?
—En su oficina.
—¿Luego pasamos y me lo presentas? —dije entusiasmada.
—No Elsa cómo crees —sonrió nervioso.
—¿Qué tienes? —le pregunté intrigada.
—No importa —me miró por un segundo y luego volvió a lo que hacía—. ¿Vas a seguir con tus preguntas?
—¿Por qué no vives con tus padres? —luego me arrepentí de haberle preguntado eso, me di cuenta de que lo había hecho sentir mal—. No respondas si no quieres.
—Si voy a responder, después de todo vivimos juntos y tienes derecho a saber de mí —respondió secamente y dejó de teclear para mirarme directo a los ojos—. Mi padre me echó de casa hace dos años y me dejó vivir en la casa en la que estoy ahora.
—Ahh —dije como si no supiera nada—. ¿Tienes hermanos?
—Una hermana —seguía mirándome a los ojos—. Es mi turno.
—¿Vas a preguntarme algo? —sonreí intimidada por su mirada.
—Si, justo eso hare —sonrió—. ¿Tienes hermanos?
—No, soy hija única.
—Con razón tan malcriada —rió por lo bajo—. ¿Por qué estabas en esa subasta?
—Mi madre falleció cuando yo era pequeña y mi padre días atrás. No tengo idea de porque estaba ahí en vez de estar en un orfanato o algo por el estilo.
—Pensé que eras consiente de que te iban a llevar con cualquier persona.
—No, no lo era —dije bajando la mirada para deshacer esa conección visual—. ¿Por qué me compraste?
Dejó de mirarme para seguir tecleando en su computadora y anotar más cosas.
—Está bien —agregué—. No respondas.
—Ya luego te explico —dijo sin mirarme.
Me quedé balanceándome en la silla y mirando la oficina de Jack, estaba aburrida y no tenía nada qué hacer. Deseaba volver a casa para por lo menos usar la computadora de Jack.
—¿En casa hay piscina? —pregunté mirando mis pies.
—Si —dijo secamente.
Seguí mirando mis pies y moviéndome en la silla hasta que en la puerta se escucharon tres golpes secos.
—¿Quieres que abra? —pregunté haciendo el intento de levantarme, pero el negó con su cabeza y se levantó.
—Buen día señor Frost —sonrió una morocha del otro lado de la puerta.
—Hola Tooth —hizo una mueca.
—Aquí tienes los papeles que pediste el otro día —le entregó una carpeta.
—Gracias —sonrió.
La mujer dió media vuelta y se retiró dejando a Jack ver su trasero.
—Depravado —susurré y el cerró la puerta cuando volteó.
—¿Cuál es tu problema? —rió sentándose en la silla nuevamente.
—Eres un asqueroso.
—¿Por qué?
—Porque encima de que ella voltea para dejarte ver su trasero tú la miras descaradamente, hombre tenías que ser.
—¿Es que a ti nadie te mira así? —dijo riendo.
—¿Qué te importa eso a ti? —lo miré mal.
—Apuesto a que lo que necesitas es un novio —rió para luego mirar la computadora.
—No molestes —agregué.
Sonó el teléfono y Jack respondió apretando un botón.
—Señor Jack, su padre quiere verlo en su oficina ahora —dijo una voz.
—Okey ya voy —dijo levantándose.
—¿Me dejarás sola? —me levanté de la silla.
—No quiero que vayas, quédate aquí.
—¡Jack! —reproché—. Quiero ir, no me gusta estar sola.
—Bueno, vamos. Pero no quiero que pronuncies palabra alguna.
Salimos de su oficina y subimos al elevador.
—Si te comportas, luego pasamos a buscar tu netbook —me sonrió tiernamente, raro en él—. Sólo sígueme la corriente ¿si? —asentí pero no entendí en que debía seguirle la corriente.
El elevador abrió sus puertas y caminamos hasta una puerta, Jack tomó mi mano y yo abrí mis ojos al tope.
—¿Se puede? —dijo golpeando la puerta y desde adentro se sintió un «Adelante hijo».
Nos adentramos en la oficina más grande que había visto en mi vida, cuando Rosalie dijo que era un hombre de mucha plata no exageraba.
El que parecía ser el padre de Jack me miró y analizó de arriba abajo.
—Ella es Elsa —me presentó Jack ante su padre.
—Es un placer —le sonreí mientras él tomaba mi mano para luego depositar un beso en ella.
—El placer es mío —me devolvió la sonrisa. No se podía negar que era el padre de Jack, pues los gestos y los rasgos de la cara eran iguales.
—¿Y bien? —dijo Jack conduciéndome hasta una silla—. ¿Qué necesitabas? —preguntó a su padre—. Siéntate Elsa —le hice caso, el soltó mi mano y rodeó la silla para apoyarse poniendo sus manos en mis hombros.
Su padre se movió hacia el otro lado del escritorio y se sentó.
—¿No quieres tomar asiento? —le ofreció a su hijo.
—No gracias —sonrió forzadamente—. ¿De qué querías hablar?
—Mira hijo —dijo entrelazando sus dedos—. Voy a viajar el mes que viene por trabajo y no estaré en la empresa por dos meses —Jack abrió los ojos—. Y es más que obvio que quedarás al mando de esto por esos dos meses.
—Vaya —dijo algo emocionado—. ¿Haré lo que tú haces?
—Si, luego te pasaré todas las indicaciones —le sonrió tomando unos papeles—. ¿Quieres firmar? —los apoyo en el escritorio.
—Claro —dijo Jack tomando un bolígrafo y leyó por un momento, luego firmó.
—Y bien... —hasta las mismas palabras de Jack utilizaba el hombre—. ¿Quién es ésta belleza? —se refería a mí, por la forma en que me miraba.
—Ella es mi novia —dijo Jack con cierta felicidad en su voz.
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