Toma asiento, detective.
Pero antes, ve por tu vela.
No tengo luz para guiarte.

Ella morirá, lo hará antes de que este relato cierre, y ni una lágrima correrá en su ausencia porque se trata de una mujer desagradable a la vista y con tantos años como arrugas en el rostro. Y pese a haberles revelado el final, este no deja de ser un rompecabeza de piezas escasas y escurridizas; aquí el misterio no es la muerte, sino la identidad de quien se haya atrevido a invitarla.

Soy amante de los hechos  , incluso esos que resultan escandalosos de señalar, como que los niños son un nido de estupideces. En efecto, lo son; porque sacrifican la sensatez por demostrar una valentía de la que carecen. Por evitar ser llamados gallinas desafían lo que sea.

Todos saben que no deben pisar la cabaña que se tragó el bosque. No porque esté embrujada, o porque las verjas chirríen con solo respirar cerca de ellas, ni porque los árboles raquíticos a su alrededor rodeen la vivienda como los brazos esqueléticos de la muerte a una vida a la que ha llegado su hora. Aunque el fango y la maleza sean el único camino a la cabaña, aunque esta sea un habitad de vieja y enmohecida madera, tapizada de enredaderas espinosas, en definitiva su aspecto no es la razón por la que hay que mantenerse alejados. Aquel sombrío lugar que la naturaleza engulló es infame por otro motivo. Ese motivo, es Maléfica.

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Empezó el Érase una vez, y no hay vuelta atrás. ¿Qué les parece este comienzo?

¡Mañana nuevo capítulo!