
4: Apaga tu luz, y léeme
No le temas a mis tinieblas, yo no he juzgado las tuyas
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Maléfica no era su nombre, pero todos la llamaban así, y cuando la sociedad escoge tu rol no hay fuerza de voluntad que impida que ese sea.
Nadie dudaba de su culpabilidad, ¿cómo podrían? Condenar al monstruo es en ocasiones la única opción que se tiene para no sucumbir ante la incertidumbre. No hay veneno más lento, y eficaz, que no poder confiar en las personas que tienes cerca. Larem necesitaba que Maléfica fuese culpable más de lo que ella pudiera soñar con su absolución. Y por esa razón, escogió complacerlos.
La primera vez que se supo de ella después de tantos años, la vieron vestida de luto. Su cabello entrecano estaba cubierto por un velo negro tan largo que se confundía con la cola oscura de su vestido, ambos deslizándose a rastras por el fango que tapizaba las calles del pueblo. No se protegía de la lluvia, dejó que ella representara las lágrimas que no aparecían en sus ojos, y entre su errante caminar nunca elevó el rostro.
Todos la miraban anonadados, incapaces de mover ni un músculo, temerosos de parpadear y de que fuera un espejismo. Los niños que al principio le huían a la mera mención de su nombre, corrieron a comprobar por sí mismos su existencia, a formar parte de los espectadores de su regreso. El monstruo de todas las historias del pueblo estaba ahí, cojeando, alejándose del sendero que unía la civilización con el temido bosque de Nunca Jamás.
Los truenos eran el compás de su desfile, los relámpagos los flashes que perpetuaban el recuerdo de su gran entrada, incluso el escándalo de las gotas al caer podía tomarse como aplausos. Mi cielo y yo la recibimos como la celebridad que era. Siempre atesoraré ese momento, pese a las desgracias que habían transcurrido a este punto de la historia y las que estoy próximo a relatar , nada podrá quitarme la primicia de ese momento, fue cuando supe que ese era un crimen que valía la pena contar.
Pero el encanto se rompió en el instante en que una de las cotilleras del pueblo alzó la voz con un timbre indignado que contagió a quienes la escucharon.
—¿Cómo se atreve a pisar este lugar después de lo que ha hecho a esa pobre familia?
Un murmullo de acuerdo se elevó poco a poco, algunos secundando lo dicho, otros en sus propias especulaciones sobre las intenciones de la anciana. Ella, sin embargo, no se detuvo. Avanzó a pesar del creciente descontento de los reunidos y de que su cojera parecía empeorar a cada paso que daba.
—Y mira nada más lo que le pasa al cielo mientras camina —señaló otra mujer al tiempo que tapaba los oídos de su hijo pequeño—. Es evidente que está ligada a satanás.
—¡No la queremos aquí! —abucheó un hombre.
—¡Sí, lárguese, demonio!
—Asesina.
—Monstruo.
—¡Largo, no la queremos aquí!
A medida que los abucheos se volvían más acalorados las personas tomaban valor de arrojar alguna roca, un calzado, o lo que tuvieran a la mano. Varias veces le atinaron al cuerpo de Maléfica, algunas con tanta fuerza que la hicieron trastabillar y resbalar en el suelo mojado. Mas, ella nunca dejó de levantarse. Al suelo, y de pie otra vez.
Sin alzar el rostro, sin contestar, sin defenderse, pero siempre hacia adelante. Seguiría así hasta llegar a su destino: la casa de los padres de Aurora.
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Nota:
¿Qué les está pareciendo la historia?
¿Sienten la intriga?
Nuevo capítulo el lunes. ¿Quiénes lo esperan?
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