Intermedio 2
La balada de Saori y Freyr
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Intermedio 2
Víctimas del pasado
Bosques de Vanaheim
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"¡Por favor, ayuden a mi mamá!"
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La voz en sus sueños se iba desvaneciendo conforme abría los ojos. No era la primera vez que Phenril soñaba con el evento fatal que cambió su vida para siempre, sucedía a menudo que su cabeza recreaba el momento en que aquel oso le arrebató la vida a sus padres.
El fantasma de ese suceso trágico lo había perseguido desde que ocurrió ocho años atrás.
El jovencito abrió los ojos sintiendo el duro suelo de roca bajo su cuerpo, la antigua casa de los Phenril ahora estaba abandonada y decadente siendo su refugio desde que sus padres murieron. Los tapices estaban raídos, los finos cortinajes de las ventanas colgaban rasgados, hacía mucho que las capas de polvo se acumulaban aquí y allá.
Sin embargo, el último miembro de la antigua casa del lobo se había rehusado a abandonar su hogar manteniéndolo tal y como estaba congelando la casa en el tiempo sin importar los estragos.
El chico se acercó a la ventana desperezandose mirando a la manada que aun dormía a su alrededor. Afuera hacía un buen día para salir de cacería y más valía darse prisa.
—Hace un gran día, Ging —el joven pasó la mano sobre el gran lobo gris líder de la manada quien se puso de pie yendo a su lado—. ¡Vayamos a los bosques por el desayuno!
El chico y la manada dejaron la construcción dirigiéndose al noreste, a los frondosos y peligrosos bosques negros, aprovechando que la antigua casa familiar se ubicaba muy cerca de la frontera entre Vanaheim y Jötunhheim. Phenril, un jovencito de solo catorce años, ya conocía gran parte de los espesos bosques pues desde que perdió a sus padres a los seis años, se había valido por sí mismo aprendiendo el arte de la supervivencia junto a la manada de lobos monteses.
—Vamos hacia el bosque negro, Ging. Desde ayer divise una gran manada de renos árticos que se dirigen hacia el noroeste, hacia las tierras más lejanas del reino.
Phenril se dirigía a Ging como si entre ambos hubiera un especie de entendimiento que no tenía con otros lobos, y menos, con otras personas. El adolescente rara vez intercambiaba palabras con otro humano, de repente los encontraba vagando en los bosques cercanos a la montaña, huérfanos iguales a él, hijos de leñadores y otros marginados, que no le causaban simpatía prefiriendo apartarse y observarlos desde los altos árboles.
Nada le causaba más repulsión que otro ser humano vil y despreciable como los que tuvo el infortunio de conocer en el pasado.
La jauría se movía a pasos veloces por entre los senderos irregulares de Vanaheim no encontrando a nadie por el camino. El chico llevaba su lanza más afilada y larga en la mano preparándose para su encuentro con la manada de renos. El camino por los bosques lo llevó a una zona profunda de altos árboles y terreno irregular acompañado de peligrosas pendientes y abismos.
El joven se detuvo a la orilla de un pronunciado risco observando el bosque negro mas abajo. El aire fresco de la mañana lo llenaba de vitalidad aspirando a grandes bocanadas el aire puro y gritando a todo pulmón que él era dueño del bosque.
—Es un día hermoso, ¿no Ging? Mira los tétricos bosques de Svartalfheim más abajo. No se por que los jötun les temen. Son silenciosos y tranquilos pues nadie vaga por ahí, bueno unos pocos quizás, eso lo convierte en un lugar excelente para cazar.
Los bosques de Svartalfheim eran conocidos como "el bosque oscuro" entre los habitantes de Asgard quienes jamás se aventuraban por esa amplia zona, la cual abarcaba desde la frontera con Vanaheim hasta la zona prohibida ubicada muchos kilómetros más allá. La zona montañosa de Nifelheim corría paralela al largo del bosque viéndose como vasto manto verde al pie de la cadena montañosa.
—¡Démonos prisa!
De un salto, el adolescente y la manada llegaron hasta el sendero ubicado varios metros más abajo incorporándose al camino y andando con rapidez hasta una zona más abierta donde se toparon con la manada de renos que pastaba silenciosamente sin percatarse de los depredadores a su alrededor.
Phenril se agazapó entre los altos pastos relamiéndose los labios, gustaba mucho de la carne de reno, y esa día desayunaria una buena pieza de carne. Alzo su lanza con cuidado y sin hacer ruido, dio la indicación a Ging abalanzándose todos encima de la manada de renos capturando tres buenas piezas.
—¡Que buena caza tuvimos hoy, no ¿Ging?!
Phenril pasó una mano sobre la cabeza de su amigo preparando su reno para asarlo justo ahí y comer glotonamente un buen pedazo al mismo tiempo que el resto de la manada se alimentaba. El chico tomó asiento por un rato mientras el fuego improvisado ardía frente a él y la carne se cocinaba poco a poco.
Su mente trajo al presente recuerdos del pasado, él siendo pequeño en casa calentándose frente al hogar encendido. Su papá estaría sentado en su cómodo sofá, charlando sobre algún evento acontecido o bien sentaría al pequeño Phenril en sus piernas, mientras que mamá estaría en su mullida mecedora trabajando en su costura sonriendo a su pequeño hijo.
El adolescente se giró a ambos lados observando el vacío a su alrededor, no estaba en casa, no había padres ni un cálido hogar encendido llenándolo de rencor. En momentos como ese, odiaba todo lo que lo rodeaba y pensar en venganza era una idea que se le antojaba lejana. Ya había tratado de ajustar cuentas en el pasado con los que pudo y los que se atravesaron en su camino sintiéndose insatisfecho.
—No he dado con esos supuestos amigos que abandonaron a mis padres en su momento de mayor necesidad —se dijo molesto clavando la mirada en el fuego frente a él—, tampoco he dado con todos aquellos que abandonaron a mi familia y saquearon nuestro hogar. Solo unos cuantos, pero no es suficiente.
Nara era suficiente.
Había temporadas en que buscaba a esas personas oculto bajo las sombras de las noches invernales, pero habiendo pasado tantos años, ya no le era fácil dar con ellos. Nombres y rostros se habían desvanecido de su memoria conforme iba creciendo, conforme iba olvidando.
Luego de desayunar, el chico y los lobos decidieron ir más allá dentro de los bosques Svartalfheim andando a toda velocidad hasta donde le dieran las piernas y las fuerzas. El bosque era silencioso, los altos árboles tapaban la entrada de luz siendo muy fácil perderse si no se conocía el terreno, él había recorrido varios kilómetros del bosque una y otra vez. A veces se perdía por días, pero siendo un nómada sin prisa por volver a casa, aprovechaba para recorrer a su alrededor y familiarizarse aún más con su entorno.
Sin embargo, aquel día noto algo diferente a su alrededor, una presencia estaba en las cercanías no sabiendo que podría ser exactamente. Sujeto la lanza con fuerza sin sentirse intimidado, le daría pelea a lo que le saliera al paso. Los lobos detectaron algo en la periferia movilizandose en silencio seguidos por el adolescente.
—Vamos, Ging. Es un hecho de que no se trata de un humano el que anda por aquí. Quizás se trata de alguno de los jötun aunque rara vez vienen a cazar hasta acá.
Tras una serie de varios árboles ubicados varios metros al frente, se topó con una carreta pequeña sin caballo. Dentro del transporte de madera, se veían varias piezas apiladas una sobre la otra: era uno de los renos que cazaron más temprano así como otras especies de la zona.
—Un cazador solitario... —pensó extrañado aproximándose despacio un poco más.
Un sonido retumbó en la cercanía rompiendo el perenne silencio, el cazador volvia hacia la carreta. Phenril se ocultó tras los árboles más cercanos mientras sus lobos se mantenían en la cercanía pendientes del momento en que pudieran atacar. Una figura alta se dejó ver entre el follaje, un hombre muy blanco de cabellos verdes iba despacio llevando un ciervo muerto sobre la espalda.
A todas luces parecía ser un sujeto joven, además no era habitante de Asgard debido a su forma andrajosa de vestir pareciendo más bien un vanir, un poblador de los bosques así como él. El hombre joven se percató que alguien lo observaba sacando un cuchillo grande.
—¡Vamos, sal de donde estés! —demandó prepotente— ¡Enfréntate a Bud si eres tan valiente!
Phenril se sintió amenazado no pudiendo contener su ímpetu adolescente, se dejó ver acompañado por Ging llevando su lanza levantada. Bud lo miró sorprendido pues se trataba de un chiquillo menudo y bajo de estatura, vestía peor que un pordiosero y se le veía desaliñado y muy descuidado.
—Así que me vigila un habitante del bosque —Bud guardó el cuchillo de inmediato no sintiendo amenaza alguna a pesar de que los lobos que comenzaban a rodearlo—, una aparición del bosque más bien. Mírate, te ves terrible —dijo sin más acomodando su caza en la carreta.
—No es común ver cazadores de Vanaheim por aqui, a todos les da miedo este bosque.
—Si, es correcto. Pero, así como tu, también frecuento mucho esta zona. Se consigue caza de mejor calidad y los jötun no frecuentan este lugar apartado.
—Ya veo.
—Bien chico, me voy. No quiero problemas contigo, ¿o pretendes robar mi caza de toda la semana?
—No, ya he comido hace rato y no necesito caridad de nadie. Phenril es una casta orgullosa que no requiere de ayuda.
—¿Tienes familia acaso? —Bud lo miró sin entender su actitud ya que, claramente, parecía tener delirios de grandeza pues no era más que un pordiosero cualquiera.
—Si, están aquí conmigo —señaló la manada de lobos mientras Bud lo observaba guardando sus impresiones.
—Ya... bien, pues Phenril de gran casta, me retiro.
Se colocó frente a la carreta jalandola con calma por el sendero irregular que se veía frente a él. El chico adolescente iba despacio detrás de este, el cazador conocido como "Bud" le resultaba una figura interesante y poco común. Sin decir nada más, ambos caminaron con calma hasta el punto donde los bosques se aclaraban y la luz lograba penetrar la copa de los árboles.
—Ya estamos en Vanaheim, ¿cuanto más vas a seguirme, Phenril?
—No te sigo, mi camino para volver es este mismo.
El chico siguió adelante mientras Bud lo observaba con calma causándole curiosidad. Él debía tomar la desviación hacia la parte del bosque donde tenía su cabaña y como llevaba tanto peso es que decidió no reparar más en él, ya se lo toparia después. Sin embargo, Phenril no se fue a casa directamente sino que decidió ir detrás de Bud. Eran pocos los hombres que le causaban curiosidad, pero la gran mayoría no se percataban de su presencia, al menos no como Bud.
—¿Esta es tu cabaña? —Bud se giró topándose con el chico de los lobos quien observaba la casita extrañado.
—Este no es un sitio a tu altura, chiquillo. ¿Qué haces aquí?
—Pocos hombres son como tú, la mayoría me parecen unos niños malos y mimados. Tú eres un cazador poco usual en esta zona.
Bud entró por un momento a dejar su caza mientras Phenril se quedaba afuera analizando la casita pequeña que nada tenía que ver con las frías ruinas que él habitaba. El cazador salió un momento después llevando algo en las manos que entregó al chico quien lo observó extrañado.
—Ya te dije que no quiero tu caridad —indicó el adolescente rechazando las ropas que Bud le tendía.
—Chiquillo, estás medio desnudo. No es caridad —le tendió las prendas nuevamente, las cuales Phenril recibió de mala gana al percatarse que las suyas estaban demasiado rasgadas luego de tanto tiempo y constante uso.
El chico se saco la ropa sin más cambiandose mientras Bud se alejaba un poco de la cabaña ya que no deseaba ver a un pordiosero desnudo. La tarde comenzaba a caer cuando Bud busco como hacer una fogata pequeña ya que tenía un invitado temporal, podría correrlo o podrían calentarse un rato cerca de la fogata ahora que llamaba la atención del chiquillo.
—¿Quien eres realmente, Phenril? —preguntó el cazador con calma avivando el fuego notando como los lobos se agrupaban manteniéndose alejados— Veo que andas por ahí rodeado de estos animales peligrosos, pero ¿por qué?
—Ellos son mi familia —el chico no dijo más sentándose delante del fuego—, me adoptaron después de que un oso aniquilara a mis padres.
—Ya veo.
—Phenril es el nombre de mi familia, éramos orgullosos. Mis padres me hablaban constantemente de nuestros grandes ancestros, pero un tarde salimos a cabalgar y un oso de la montaña los mató.
El chico meditó un poco antes de hablar.
—Los supuestos amigos de mis padres huyeron al momento y no los volví a ver.
—Entiendo...
—Los lobos se encargaron de ahuyentar al oso y me quedé con ellos desde entonces. En cambio los hombres, los sirvientes de nuestra casa me abandonaron.
Bud noto que la mirada de Phenril se ensombreció adoptando un semblante grave.
—Logré volver a casa y me quedé ahí esperando a que alguien me buscara. Esperé por días y días y nadie acudía, ¡la gente en quien debía confiar me hizo a un lado! Los sirvientes robaron todas nuestras pertenencias y saquearon nuestro hogar.
—¿Y cobraste venganza? —preguntó Bud mirándolo de reojo— ¿hiciste pagar a esas personas por lo que te hicieron?
—Solo a algunos los hice pagar. Los demás se me han escapado ya que he olvidado sus nombres y rostros.
—Entiendo, eras muy joven en aquel entonces. Espero que esas personas paguen muy caro por lo que te sucedió.
Y se quedaron callados por un rato mientras caía la tarde.
—¿Qué tanto conoces de los bosques de Svartalfheim? —Bud conocía gran parte del bosque negro creyendo ser prácticamente el único que supiera desenvolverse en ese lugar.
—Conozco gran parte del bosque, desde la linde con Vanaheim hasta la zona prohibida de Halfen.
—Conoces un buen tramo del territorio del reino, los montículos de Halfen están a un día a caballo desde aquí —comentó Bud sorprendido— ¿y hacia el otro lado del bosque?
—Hemos cubierto terreno desde Alfheim hasta las cárceles secretas en el poblado de Kelby. A donde llevan a los traidores al reino y los olvidan hasta que mueren —indicó Phenril.
—¿Sabes que detrás de las cárceles hay un camino secreto hacia Helheim? Donde está ubicado el lugar donde sepultan a los presos que han muerto durante su encierro —dijo Bud.
—Se que existe, pero no he podido llegar hasta allá porque está lleno de soldados.
—Alguna vez quise cazar en esa región o bien llegar hasta Helheim y fugarme de Asgard por siempre.
—¿Fugarte? —preguntó el adolescente sin entender.
—También fui hecho a un lado por las personas en quien debía confiar, mis padres, ellos me abandonaron apenas nací. Sólo podían conservar a uno de sus dos hijos recién nacidos y corrí con mala suerte.
—¿Y cómo sobreviviste? —pregunto el chico sorprendido— A la mayoría de los bebés que dejan en los bosques se los comen los lobos o los osos de las montañas.
—Un leñador me recogió y cuidó desde entonces. Soy un paria que no puede aspirar a nada, no tengo futuro realmente y no veo qué sentido tiene quedarse aquí.
Phenril pensó un poco antes de hablar recordando algo que vio desde la lejanía.
—Están las costas, no muy lejos de los bosques, donde el mar hace una curva muy pronunciada. Un puerto marino se ve mucho más allá y hay un pueblo, me parece.
—Si —respondió Bud—, es el pueblo de Herleif. El que fue devastado por la guardia imperial pues vivían rebeldes ahí. Sería una opción interesante si no estuviera abandonado.
—Ya veo... Bien, Bud el vanir, debo irme. Fue inesperado hablar con una persona luego de tantos años.
—De acuerdo, suerte Phenril de la gran casta.
Se despidieron por esa ocasión coincidiendo en los bosques de Svartalfheim un par de veces como compañeros de cacería ocasionales. De repente llegaban a charlar y, la mayor parte de las veces, era dividir las piezas entre ambos. Luego de un tiempo más, perdieron el contacto ya que la guerra santa reclamaba a los portadores de las armaduras sagradas.
No cruzaron palabra durante la guerra de Asgard, pero Bud recordaría por siempre al chiquillo de la gran casta de lobos del norte.
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Fin del intermedio
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*Notas: En este intermedio se hace mención, no solo de la historia de Phenril y algo de Bud, sino que hay lugares que se mencionarán en los capítulos más adelante.
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