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Epílogo

La balada de Saori y Freyr

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Epílogo

Bergen

Siete años después

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Una pareja viajaba despreocupadamente en el tranvía recorriendo las calles del centro de Bergen luego de más de siete años sin visitar ese país. Freyr y Saori observaban las calles en movimiento señalando aquí y allá ya que era un agradable reencuentro con esa pequeña urbe luego de tanto tiempo.

—Finalmente me convenciste de volver —susurró Freyr a Saori quien lo miraba divertida—, reconozco que fue buena idea. Esos dos vuelos de más de diez horas cada uno nos permitieron dormir lo que no habíamos podido en los últimos cinco años.

—Siento culpa al reconocer que esperaba con ansias el día de nuestro viaje solos. Los niños no nos han dado mucho descanso a pesar de que tienen una niñera..

—Son tres contra dos, estamos en desigualdad de condiciones.

Ambos rieron a sus propias bromas de pareja percatándose de que debían bajar dentro de unos minutos.

—¿Quien es la persona que te contacto? —preguntó Saori ya que con tantos preparativos y pendientes que cerrar antes de viajar hasta allá, lo había olvidado.

—Su nombre es Harald, es hijo de uno de los consejeros de Asgard.

—Me alegra que le hayas dado la oportunidad de verlo en persona, no habías querido aceptar proyectos de este país.

—Ninguno sonaba interesante según mis asesores.

Uno de los proyectos que Freyr llevaba consigo desde sus días en Asgard, era la creación de una organización benéfica que apoyara al reino en las montañas en su día. Tras su salida de la nación, se tomó un tiempo para replantearse ese proyecto materializando su idea en una Fundación Filantrópica a gran escala que revisaba y aceptaba diferentes proyectos y propuestas globales; la cual ahora gozaba ya de buena reputación a nivel mundial

Entre esas muchas propuestas recibidas últimamente, llegaron varias cartas desde Asgard firmadas por un joven llamado Harald quien se presentó como el nuevo vocero del reino dejando a Freyr gratamente sorprendido y deseoso por escuchar lo que el muchacho tuviera que proponer.

Además de eso, el joven matrimonio decidió comprar una casa en Bergen, la joven de cabello lila fue persistente en hacerle ver que era momento de volver a esa lejana tierra. Ella conocía el corazón de su esposo y sabía que había algo de resentimiento, no solo hacía Asgard, sino hacía ese país entero al parecer haciendo que Freyr se negara a volver a Noruega por varios años.

La compra estaba casi finalizada mediante llamadas telefónicas y correos electrónicos siendo momento de visitar la ciudad y cerrar detalles. Cita que tenían pendiente apenas Freyr terminara esa pequeña entrevista con Harald.

La reunión sería en una pequeña cafetería ya que Freyr quería que Harald no se sintiera intimidado si se reunían en el salón de un costoso hotel, o algo así, siendo aquel sitio idóneo para una primera charla. Entre otras razones, Freyr sentía curiosidad por los eventos recientes que hayan acontecido en su antigua patria y, sobre todo, deseaba tener noticias de Freya.

El lugar en cuestión era una cafetería bien ubicada y medio vacía a esas horas. Saori compró dos bebidas y, apenas el joven Harald cruzó la puerta, ella se retiró a la terraza ya que los asuntos entre esos hombres no le incumbían.

—¡Freyr! —Harald lucía un tanto distinto pues sus facciones se habían endurecido un poco luciendo varios años mayor de lo que en realidad era— Es un gusto verte luego de tanto tiempo —le estrechó la mano con efusividad.

—Han pasado varios años, Harald. También es un gusto verte de nuevo.

Tomaron asiento charlando de algo casual antes de ir al grano con los negocios.

—Tu hermana Freya me dio esto para ti —Harald le entregó un largo cilindro de cartón grueso que Freyr recibió extrañado así como una carta—. Me dijo que te gustaría tener una copia de la pintura familiar hecha hace mucho, no sé qué tipo de pintura es. Además me dio una carta para ti y me pidió que te esperará a que la respondas antes de marcharme de vuelta.

—Una carta... ¿Cómo está mi hermana, cómo están las cosas en el reino? —pregunto Freyr suavemente.

—Hay mucho que decir al respecto —respondió Harald sonriente.

En resumen, la vida de Freya era muy buena pues Odr había heredado una gran parte de la administración del negocio familiar luego del fallecimiento de su padre alcanzando el estatus de gran señor. Tenían tres hijos nacidos en diferentes años y les iba muy bien. Freyr suspiro aliviado al confirmar que ella no tuvo gemelos.

Ambos eran prósperos y respetados.

—Dejaste un proyecto de ley pendiente, ¿no es así? —Freyr asintió lentamente haciendo memoria pues había olvidado ese proyecto en el que trabajó largas horas en su día— La ley sobre los gemelos fue revocada finalmente hace unos cuatro años.

—¿De verdad?

—Si, los nuevos miembros del consejo la estudiaron con calma y tomaron la decisión de sacarla de las leyes vigentes. Ahora es todo lo contrario, en Asgard está prohibido abandonar a cualquier hijo.

—¡Cuánto me alegra escuchar eso, no fue en vano todo el trabajo!

Sus gemelas ya casi tenían seis años, de haber nacido en Asgard, habría sido antes de que esa ley fuera retirada. Estaba agradecido por cómo se habían dado las cosas y, más que nada, porque pudo hacer algo bueno por su nación.

—Se había hablado de que no era necesario que alguien fuera vocero del reino en Midgard, pero se encontró que el comercio estaba decayendo poco a poco. En particular, la familia Alberich solicitó activamente que alguien saliera y nuevamente invitara turistas a visitarnos.

Freyr se sorprendió aún más al escuchar esto y lo que seguía.

—Mi padre, Torben, falleció hace algún tiempo, pero antes de eso me sugirió que fuera yo quien retomara tus actividades. Aquella experiencia en Oslo me agrado mucho, pese a las cosas complicadas que sucedieron, y quedé interesado en salir nuevamente de Asgard y ver que había afuera.

—Harald...

—Tengo unos dos o tres años siendo el nuevo vocero del reino —dijo al fin sonriente.

—Es una grata sorpresa escuchar eso y lamento mucho la muerte de tu padre. No obstante, no había escuchado que alguien de Asgard estuviera haciendo mi trabajo —comentó Freyr aún sorprendido.

—Me costó mucho localizarte, la Fundación a la que representas no tiene mucha presencia aquí. Supe de ella cuando visité Dinamarca hace unos meses, vi tu nombre en la lista de representantes y busqué el modo de contactarte aunque tomó tiempo.

—Me alegra haber recibido tus cartas y claro que analizaré tus propuestas.

—La señora Flare me dijo que fuera persistente hasta dar contigo. Está peleando porque haya una mujer en el consejo al menos y por hacer algo más productivo con la ley del trato con extranjeros.

Freyr sonrió al escuchar como Flare se imponía ante las leyes, las costumbres y todo. La joven rubia debió ser sacerdotisa pues, su capacidad de emprendimiento y casi liderazgo, no dejaban de sorprenderle.

—¿Cómo está Flare? —preguntó Freyr luego de sonreír por un momento.

—Ha sido una gran mediadora entre Hilda y su hijo, el joven Birger, quien... es un hueso duro de roer. Es un gran jinete y guerrero, de eso no hay duda aunque es intrépido y la disciplina no se le da muy bien. Además, hoy día parece que es ella quien gobierna el reino y no su hermana.

—Ya veo, me alegro por Flare.

Charlaron un poco más quedando en verse al día siguiente ya que Freyr quería dedicar un buen tiempo a leer lo que Freya le había enviado y debía tener una respuesta cuanto antes. Harald se despidió un rato después tanto de Freyr como de Saori, ambos se quedaron ahí un momento más.

—¿Hay buenas noticias de Asgard?

—Si, tengo mucho que contarte, pero debemos apurarnos ya que nos espera el agente inmobiliario.

Se dieron prisa volviendo a la estación del tranvía ya que debían dirigirse al límite norte de la ciudad donde adquirieron una propiedad muy grande la cual, por el momento, usarían ellos en sus escapadas románticas, pero más adelante llevarían a sus tres hijos así que debía ser lo suficientemente espaciosa.

Freyr lo dejó a Saori quien analizaba cada una de las seis habitaciones disponibles y distribuidas en los dos pisos superiores. La construcción tenía la forma cuadrada más común en esa zona hecha de ladrillo rojo con estupendos acabados, techo a dos aguas. Los interiores eran blancos con piso de madera clara y todo parecía cumplir las expectativas y exigencias de Saori quien parecía hacer una auditoría interna en cada habitación por donde pasaban.

Después de haber inspeccionado esa residencia minuciosamente, pues solo la había visto en fotos digitalizadas enviadas a su correo electrónico, decidió que la residencia cumplía con lo prometido sintiéndose satisfecha. En seguida confirmó a la persona de bienes raíces que todo estaba en orden y se podía proceder con el cierre de la venta en ese momento, ya que la pareja deseaba pasar su primera noche ahí.

Saori y Freyr regresaron a la casa luego de acudir a la oficina de bienes raíces y completar lo necesario en esa transacción. Antes de eso, hicieron una escala rápida en una tienda para comprar algunas cosas para esa primera noche, dedicarían el grueso de los siguientes días en hacer compras necesarias para comenzar a amueblar.

Freyr revisó lo que contenía el cilindro alargado enviado por su hermana buscando como quitar la tapa con cuidado mientras su mujer lo observaba muy interesada. Dentro del contenedor cilíndrico estaba un largo folio doblado a la forma de este, Freyr lo extrajo con cuidado desdoblando poco a poco hasta ver el contenido.

El hombre abrió mucho los ojos y lo mismo Saori.

Dentro del contenedor cilíndrico, Freya envió una copia de la pintura familiar que solía estar colgada encima de la chimenea de la casa Folkvangr. Saori la miro dibujando una sonrisa tierna analizando el estupendo trabajo de copia y mirando a su esposo de niño junto a Freya y sus padres. Su hijo menor era una versión en miniatura de Freyr.

—Es una pintura hermosa, es la primera vez que veo un retrato de tus padres —dijo Saori mientras Freyr sonreía narrando un poco del día en que se hizo esa pintura.

Saori noto que la madre de Freyr fue una mujer elegante y distinguida, sus cabellos los llevaba recogidos, lucía el mismo collar de once cuentas que ahora la diosa de cabellos lilas llevaba en su cuello. Además, le llamó la atención ver el rostro de Freya luego de tantos años; una de las gemelas le recordaba vagamente a la hermana de Freyr.

Freyr solía decir que la gemela menor guardaba cierto parecido con Freya quien, a su vez, era idéntica a su distinguida mamá.

—La mandaremos enmarcar —dijo Saori caminando al centro del salón vacío buscando el mejor lugar para colgarla—, lucirá estupenda en la sala de estar. ¿Qué opinas?

—No tengo preferencias, pero ¿no sería mejor colgar una foto familiar nuestra en vez de esta pintura tan vieja? Podríamos colgar esta en otra pared.

—Vamos a pensar dónde quedaría mejor —dijo ella decidida a colgar esa copia en un lugar especial.

Ellos tenían varias fotos familiares colgadas en las paredes de la residencia Kido, Saori quería dar preferencia a esa copia hecha con tanto esmero.

Un par de horas más tarde, Freyr se aseguró que Saori estuviera cubierta con las mantas provisionales que compraron dejándola dormida en el incómodo colchón inflable. Salió de la habitación en silencio yendo escaleras abajo para leer la carta de Freya con calma y suficiente atención.

Se acomodó frente a la barra que separaba la cocina del área del comedor sacando la carta de su sobre sintiendo el delicado pergamino bajo sus dedos. Se trataba de un pergamino membretado de la casa Skogkatt haciendole sonreir, eran tres folios cuidadosamente doblados que mostraban la bonita caligrafía de Freya haciendo que Freyr sonriera con nostalgia.

Finalmente tenía noticias de su hermana luego de tantos años de no saber de ella.

En su carta, Freya narraba varios sucesos de su vida al lado de Odr. Primeramente, su esposo había ganado un buen nombre luego de heredar los negocios de su padre limpiando el apellido de Freya de paso; ambos tenían tres hijos: dos niñas de diferentes edades y un pequeño muy parecido a Odr. También narraba sucesos un tanto más divertidos como que los niños amaban montar a caballo al lado de su padre y que Odr había ganado un poco de peso ya que ella cocinaba las deliciosas comidas del recetario de su madre.

—"Odr ama el modo en que cocino las recetas de mamá" —leía Freyr sonriente— "Por cierto, hermano, hace unos días paseaba en caballo con una de mis hijas y pasamos por nuestra antigua casa familiar" —Freyr abrió mucho los ojos al leer las siguientes líneas.

"Deberías ver como la vieja casa rebosa de vida. Hogni y su mujer tienen tres hijos que corren por aquí y por allá volviendo loca a Signy. Hay niños riendo felices por los jardines y entrando y saliendo de la casa en sus interminables juegos.

Hacía tanto tiempo que no escuchaba risas en nuestro viejo hogar que me sacaron una sonrisa haciéndome recordar los días de nuestra más tierna infancia, cuando mamá y papá vivían y éramos felices los cuatro. Mi hija, Gersi, no entendía mis historias hasta que le narre las memorias de mi infancia.

Odr analizó nuestra vieja pintura familiar sugiriendo que mandaramos elaborar una copia para hacértela llegar con Harald, me pareció una bella idea, ya que estamos seguros de que te encantaría tenerla.

No quisiera aburrirte con mis historias familiares, Freyr, por favor escríbeme antes de que Harald vuelva al reino y cuéntame todo lo que has hecho desde que dejaste Asgard. Después de varios años, logré reconciliarme con la idea de que no volverás a casa, pero imagino ahora tienes un nuevo hogar. Me alegra mucho saber que, al final, encontraste a alguien a quien amar y entiendo el por que te negabas a matrimoniarte.

Querías encontrar a la persona especial, a la dueña de tu corazón. Eso me habla de lo que eres capaz de hacer y qué tan lejos eres capaz de llegar por la persona amada. Espero que tambien tengas varios hijos para este entonces.

Deseo tener noticias tuyas pronto.

Con cariño,

Freya"

—Hermana... me alegra mucho saber que eres feliz.

Freyr y Saori llevaron una caja repleta de fotos familiares que pretendían enmarcar y colgar en las paredes de su nuevo hogar. Extrajo varias de ellas analizandolas con cuidado; en una en particular, él estaba sentado en el centro de la toma, las gemelas estaban a uno y otro lado, sonriendo alegremente y levantando los brazos. Las niñas eran la viva imagen de Saori aunque una de ellas se parecía más a la misma Freya con todo y que sus cabellos eran lilas y lacios.

En esa foto, Freyr también estaba sonriente sosteniendo a su pequeño hijo de dos años para evitar que este cayera al césped pues sus pasos aún eran torpes.

La toma fue hecha por Saori quien amaba hacer fotos de sus niños cada que tenía oportunidad. Freyr solo sonreía tiernamente cada vez que ella sacaba la cámara portátil de su bolso apuntando la lente. Agradecía tener semejante tecnología a la mano pues, si alguna familia en Asgard deseaba hacerse un retrato, debía contratar a un pintor profesional.

—Espero que le guste a mi hermana esta fotografía.

Freyr pasó varios minutos redactando su carta en un bloc de notas que compró unas horas atrás en la tienda. Intento ser lo más concreto posible, pero, de vez en vez, narraba cosas más sentimentales sobre sus hijos o su vida en pareja. Freya tenía razón en que era muy feliz con su nueva familia y sin tener que renunciar a alguno de sus hijos.

Saori bajo a la cocina más entrada la noche encontrando a su esposo absorto en la escritura de su carta pasando frente a él sin interrumpirle. Preparo las dos tazas recién compradas, así como una tetera que les salió al paso, calentando agua para café.

Un momento más tarde, Freyr le compartió la carta para Freya siendo ella quien le sugiriera añadir este o el otro evento que pudiera hacer sonreír a su hermana. También sugirió compartir alguna que otra foto. Así la carta quedó completa antes de medianoche que ambos se fueron a la cama ya que tendrían un día muy ocupado.

Además, Saori esperaba un paquete que también debía llegar al día siguiente.

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El contacto entre Julian y Saori disminuyó considerablemente apenas ella contrajo matrimonio, el empresario decidió no aceptar la invitación a esa boda ya que, algo muy dentro de él, prefería poner distancia de ese evento. No obstante, Saori le enviaba correos electrónicos cada tanto para saber de su buen amigo sintiéndose muy feliz por él apenas le notificó que estaba por contraer matrimonio.

—Por supuesto que iremos —afirmó la joven sonriente al otro lado de la línea aquel día—, no me lo perdería por nada.

—Te agradezco por eso —dijo el empresario griego—. Por cierto, deberíamos comprometer a nuestros hijo en matrimonio. Seríamos parientes políticos.

—¿Qué? ¡Estás loco! —respondió la joven diosa tratando de no soltar una carcajada— Además, mis hijas serán demasiado grandes para cuando te decidas a tener una familia.

—Eso no importa, alguno quedará bien —ambos rieron un buen rato.

En uno de los tantos correos intercambiados, Julian le confirmó una información que la joven deseaba saber desde hacía tiempo: ella estaba en búsqueda de una espada, la valiosa pieza que su esposo dejó en una casa de antigüedades en Tromsø y que Saori deseaba recuperar para él.

—Saori —decía Julian un día que optó por llamarla por teléfono—, necesito más datos o detalles de esa espada. ¿Tienes idea de cuántas de esas cosas circulan por las casas de subastas?

Así, Saori recurrió a Seiya exprimiendo cada detalle que este tuviera respecto a ese objeto. Seiya la vio de primera mano el día que Freyr decidió venderla.

Finalmente, Julian le hizo un comentario sobre una prestigiosa casa que estaba subastando varias piezas de un coleccionista privado en banca rota que desea obtener dinero para pagar sus deudas. Saori solicitó más información al respecto y, por lo que Seiya confirmó al ver las fotografías, supo que esa era la espada que solía pertenecer a la familia de Freyr. Solo faltaba que un evaluador calificado la revisara minuciosamente para evitar ser víctima de un fraude, pues el costo era algo elevado y no quería que le tomaran el pelo.

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Antes de salir de casa esa mañana, Saori informó a Freyr que esperaba un paquete y quería recibirlo personalmente antes de desplazarse hacia el centro de la ciudad para arrancar su ajetreado día.

—¿Un paquete? —pregunto este extrañado— ¿que compraste?

—Ya verás, es una sorpresa —respondió sonriente.

Llamaron a la puerta un rato después, Freyr atendió recibiendo un paquete rectangular muy alargado y de madera. Miro extrañado la inesperada, y extraña, compra hecha por su mujer quien se veía muy complacida.

—Vamos, hay que abrir la caja —decía emocionada.

—¿Qué es?

—Algo que dejaste en Tromsø hace ocho años —respondió segura de sí misma buscando entre los objetos que compraron el día anterior algo para abrirla.

Freyr la observó sin entender buscando como abrir la caja ya que estaba cuidadosamente protegida contándoles un poco retirar la tapa de madera encontrando un complejo embalaje en el interior. Sacaron todo el contenido con cuidado, topándose con la espada envainada la cual Freyr observó con los ojos muy abiertos sin poder creer lo que veía.

Extrajo la espada poniéndose de pie mientras la analizaba con cuidado revisando cada detalle en la empuñadura y el estuche que protegía la hoja doble. Se mantuvo en silencio absorto por descubrir si era real o una falsificación.

—¿Y bien? —preguntó Saori un momento después.

—Parece que es mi espada... es decir... no se ve como una copia.

La desenvaino con cuidado observando el detalle de la empuñadura y del puente que iba hacía la mitad del cuerpo el cual tenía grabadas diferentes runas antiguas pasando sus ojos de arriba abajo una y otra vez. La empuñadura estaba hecha de una fina aleación de oro y otros materiales decorada con piedras rojas y azules. Luego de un momento, Freyr se dirigió al patio trasero de la casa para ponerla a prueba un poco.

A pesar del tiempo que había transcurrido, Freyr aún sabía maniobrar una espada como la que tenía en las manos. El joven realizó diversos movimientos sintiendo la ligereza de la pieza, el perfecto balance y la belleza del cuerpo. El fino y exquisito trabajo de la familia Alberich no podía ser reemplazado tan fácilmente en Midgard, además de que las diversas marcas de uso aún estaban a lo largo de la hoja doble.

—Lo es. Es mi espada... —Freyr levantó la mirada observando a Saori quien sonreía satisfecha— Pero, ¿cómo la conseguiste y por qué?

—Hace algo de tiempo Seiya me comentó que la vendiste a una casa de antigüedades, estuve pensando por varias semanas el por qué lo hiciste, pues esa pieza es muy importante en nuestra historia. Debía recuperarla para ti.

—¿De verdad?

—Si, algo tan valioso no debe estar en manos ajenas. Esa espada debía volver con su dueño —ella sonrió aún más mientras Freyr se aproximó a ella acariciando su rostro.

—Eres maravillosa, ¿lo sabías?

—Por supuesto que lo sé. No vuelvas a deshacerte de ella, es parte de tu herencia familiar. O, mejor dicho, ahora es parte de nuestra familia.

Freyr sonrió ampliamente volviendo a envainar la pieza dejándola dentro de su caja de madera.

—Tenemos mucho que hacer, debemos darnos prisa —dijo tomando a Saori de la mano.

—Vamos. ¡Será un gran día!

Los dos salieron de la casa abrazados emprendiendo el camino al centro de la ciudad sintiéndose muy felices. Tenían un largo día por delante.

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FIN

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*Notas: ¡Muchas gracias por acompañarme en este viaje tan largo! Fue un gran reto crear y desarrollar el Asgard que leyeron en este relato, me deja un gran sabor de boca el haberme dado la oportunidad de explorar este arco y sus personajes. Tengo varias ideas para una precuela y para más historias derivadas de este universo que están apuntadas ya y solo es cuestión de tiempo antes de que vean la luz.

Agradezco mucho a las personas que le dieron la oportunidad a este relato y me compartieron sus feedbacks. Sus comentarios y apoyo me dieron la suficiente motivación para hacer un desarrollo más amplio de este universo y sus habitantes.

¿Qué más hay que decir de Freyr y Saori? Pues nada, ya dije todo lo que tenía que decir acerca de este ship el cual se tomará un largo, muy largo, descanso. :)

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