Capítulo 9
La balada de Saori y Freyr
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9
La cena con Julián
Semanas después
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Saori se encontraba revisando diferentes memorandos y documentos que tenía pendientes desde hace unos días. Volvió de Noruega sintiéndose más feliz que nunca y muy enamorada, apenas apareció por la puerta de arribos del aeropuerto, Tatsumi se percató de su sonrisa y actitud relajada. Se le notaba a leguas que todo había ido muy bien dejando al mayordomo tranquilo sintiéndose feliz por ella.
Al llegar a casa se dirigió a su habitación para descansar y reponerse del cansado viaje, sumado a eso tenía un pronunciado dolor corporal en brazos, cadera y piernas que la hizo sonreír pues era la clara evidencia de que sus días en Bergen no habían sido un sueño si no una bonita realidad.
Desde que negocio con Zeus, pidio favores y gracias para ella; como poderse enamorar y experimentar el amor con todo lo que conllevaba, fue muy clara al respecto, accedería a las demandas de su padre, a cambio que le dejara vivir su vida como una persona ordinaria. Que le permitiera experimentar la humanidad plenamente.
Estar enamorada, y ser correspondida, era un privilegio para ella que la llenaba de felicidad.
Aquel día, en que se encontraba en su despacho, miraba tiernamente aquella fotografía que ella y Freyr se habían hecho en Estados Unidos y que estaba dentro de un bonito marco colocado en su escritorio, justo al lado de una foto muy linda que se hizo con tres amigos: Seiya, Shun y Hyoga. Los dos restantes estaban ausentes como era regular.
Así Saori tenía a toda la gente que quería sobre su escritorio.
Regresó su atención a sus pendientes cuando Tatsumi entró al despacho llevando un mensaje.
—El pegaso Seiya y el cisne Hyoga están abajo esperándola para charlar.
—Gracias, creí que llegarían hasta más tarde.
El cisne había avisado que estaba por visitarla acompañado por Seiya, ya que Shun estaba ocupado con otras cosas, y le agradaría charlar con ella por un rato
La joven fue escaleras abajo encontrándose con sus dos amigos con quienes charló alrededor de una o dos horas. Hyoga volvía de un viaje hecho a Rusia narrando a sus amigos los días que pasó visitando algunas ciudades y comprando pequeños obsequios, acto seguido les entregó un pequeño detalle significativo que, tanto Saori como Seiya, recibieron con alegría.
—Gracias por acordarte de nosotros —comentó el joven pegaso—, creí que estarías tan ocupado que no te pasaríamos por la mente.
—Nada de eso Seiya, siempre tengo a mis buenos amigos en consideración —Hyoga rio un poco haciendo un guiño a su amigo—. Por cierto Saori, ¿donde hay una oficina de correos cerca de aquí?
—¿Oficina de correos? —Saori lo observó interesada esperando que Hyoga revelara a quien le enviaría una carta— Hay una cerca de aquí, ¿necesitas enviar un paquete grande o solo una carta?
—Compre varios presentes para... —Hyoga se interrumpió por un instante antes de responder— Bien, son para Jacob y la caja donde los empaqué, es algo grande.
—Ya veo, qué considerado eres.
Charlaron un poco más durante un largo rato antes de anunciar que debían retirarse.
—Seiya, acompáñame a la oficina de correos —indicó el cisne haciendo una señal a su amigo.
—Claro, ¿vamos al orfanato después de eso? Miho necesita ayuda con varias cosas.
—Si, por supuesto. ¿Quieres venir, Saori?
—Vayan ustedes, como estuve fuera varios días, tengo trabajo pendiente y estoy algo cansada.
—De acuerdo, nos veremos otro día —Hyoga se despidió de la joven ya que era incierto cuándo volvería a Japón retirándose enseguida—. Te enviaré una postal después.
Saori se quedó en la habitación pensando que, tal vez Hyoga había mentido y ese paquete no era para Jacob; la forma en que titubeo al confirmar para quien era el paquete, la hizo pensar un poco al respecto, pero no era asunto suyo. La joven sonrió esperando que el destinatario del cisne fuera alguien especial.
—Señorita —Tatsumi entró en el salón llevando el teléfono inalámbrico en una bandeja—, el señor Julián Solo desea hablarle.
—¿Julian?
Saori dibujó una expresión de extrañeza por un instante, recibió el teléfono atendiendo la llamada apenas el mayordomo salió cerrando la puerta. Por un momento no supo como él obtuvo su número de teléfono, hasta que recordó que ella se lo dio hacía varios años luego de unas largas charlas sostenidas con Zeus, era importante que él lo tuviera en aquel entonces.
—Es un gusto escucharte —comentó el empresario alegre al otro lado de la línea—. Te llame hace unos días y tu mayordomo me dijo que estabas fuera, ¿cómo te fue en ese viaje?
—Muy bien, el viaje fue estupendo y muy educativo.
—Me gustaría saber si tienes oportunidad de salir a cenar conmigo, como dos buenos amigos —se apresuró a decir antes de que ella pudiera objetar—. Me encuentro atendiendo una serie de juntas con varios inversionistas y estaré libre hoy por la noche. Tuve que rebuscar entre mis pertenencias donde estaba tu tarjeta, la que me diste hace años.
—Julián...
—Vamos, será divertido charlar y podrás hablarme de tu chico asgardiano.
—Eres un aficionado al chisme —dijo ella lanzando una sonrisa.
—Lo sé.
Acordaron verse dentro alrededor de las seis, Julian compartió el lugar del encuentro ubicado en un ajetreado barrio comercial pegado a Shibuya. Se trataba de un bonito restaurante lujoso al que Saori llegó a la hora convenida, el empresario ya se encontraba ahí levantándose de la silla para saludarla como dos viejos amigos.
—No sueles llamarme cuando vienes a Japón —dijo ella tomando asiento luego colocó su bolso de mano sobre su regazo—, así que dime el motivo real de esta reunión. No creo que sea solo porque estés muy interesado en mi vida romántica.
Julian sonrió bebiendo un poco de vino antes de hablar.
—He venido antes estos ocho años, pero no me había armado de valor para llamarte y charlar. Recuerdo que no terminamos muy bien que digamos luego de aquella fiesta de cumpleaños, después vinieron esas incómodas charlas con Zeus y decidí apartarme luego de la última vez que hablamos.
—¿Y a qué debo que te armaras de valor?
—A que coincidimos en Boston y te portaste muy amigable a pesar de las tonterías que dije. Creí que era una buena oportunidad para retomar el contacto ya que nuestras aventuras amorosas son temas en común.
Saori considero que sería indiscreto de su parte hablar con Julian sobre eso, y más aún luego de pasar esos días maravillosos en Noruega, además de que los asuntos amorosos del empresario griego no eran de su incumbencia. Sin embargo, reconocía por lo bajo que no tenía a otras personas con quienes hablar pues todos, sin excepción, estaban ocupados con sus respectivas actividades desde que había tiempos de paz.
Seiya estaba abocado en apoyar a Miho en el orfanato destinando gran parte de su día en ello, cuando no estaba trabajando con ella, dedicaba largas horas a entrenar y entrenar como solía hacer durante sus días en Grecia. Desde que salió del coma ocasionado por la espada de Hades, tomó la decisión de vivir más intensamente sus días y hacer que el tiempo con sus seres queridos fuera de calidad.
Shun, por su lado, a veces apoyaba a Seiya, a veces viajaba a China para ver a Shiryu u otros sitios dedicándose a sus amistades más que nada. En ocasiones, iba a la casa de Saori para asegurarse de que la diosa retirada estuviera bien, últimamente no lo había visto por la mansión ya que se percató de que Saori estaba bien, se le veía relajada y de buen humor no deseando importunarla en sus cosas.
Shiryu y Hyoga estaban lejos de la ciudad de forma permanente, el dragón aún vivía en China cuidando de Shunrei y de su pequeño hijo recién nacido así que le era imposible viajar para visitarla. Hyoga también pasaba mucho tiempo en Rusia.
Por otro lado Ikki estaba totalmente desaparecido desde hacía un buen tiempo, no se sabía de él desde hacía cinco años más o menos. Shun comentó que también tenía poco contacto con su propio hermano; a veces solo llegaba al apartamento del hermano menor narrando que recorría el país de norte a sur teniendo empleos temporales y conociendo mujeres casuales, pero eso era todo.
El fénix no tenía un hogar fijo y no parecía tener interés en eso.
Saori se sentía sola de alguna forma ya que todos, al verla tan feliz y despreocupada, asumieron que no era necesario asfixiarla con sus constantes atenciones.
—Si al menos Shun estuviera aquí, sé que podría charlar con él. Me apoyó mucho con el desengaño amoroso que tuve en el pasado, estuvo conmigo consolándome y dándome ánimos —se decía la joven al volver de Noruega.
Así que Julian podría ser una alternativa interesante ya que, como bien decía, tenían algunas cosas en común pues no solo eran empresarios si no que ahora estaban envueltos en temas amorosos. Sin embargo, el joven era conocido por tener parejas de alto perfil con quienes solía verse en lugares caros y llenos de fotografos. Julian Solo amaba la atención de los medios por lo visto.
Como fuera tenía experiencia en esas cosas así que, al menos le daría algún consejo o, de menos, la escucharía un rato.
—Es cierto —respondió la joven mientras el mesero le llevaba una bebida ordenada por su anfitrión—, los asuntos amorosos, además de los negocios, son cosas que tenemos en común.
Y había más, se dijo la chica, Julian era el receptáculo de un dios aunque hubiera sido solo por unas horas durante la batalla. Cada uno era una divinidad a su modo.
—Imagino que sé a dónde fuiste de viaje y lo bien que lo pasaste —comenzó a decir el chico con voz melosa lanzando un guiño.
Saori estaba sonrojada sin saber qué decir, guardó silencio por un momento confirmando las palabras de su nuevo colega.
—Ya veo... —respondió sonriente— Si el asunto de las reglas no afecta su relación, creo que estarás bien.
—No son sólo las reglas —dijo ella lanzando un suspiro—, es la distancia además de que ni siquiera estamos en el mismo continente. Solo podemos vernos cada tantos meses y eso no me agrada pese a que entiendo el por qué.
—No puede salir de Asgard cuando quiera, imagino.
Saori afirmó con la cabeza guardando un momento antes de hablar.
—Estuve de viaje por el sur de Noruega con él por varios días y me sentí tan feliz y tan dichosa —dijo al fin mirándolo de frente—. Por un momento creí que formalizar una relación sería posible hasta que, varios días después de que volví, comencé a cuestionarme qué tan lejos podríamos llegar.
Julian la miró analizando un poco sus palabras antes de hablar.
—Saori, ¿no has considerado relajarte un poco... solo vivir el momento y disfrutarlo sin hacerte tantos líos en la cabeza?
—Lo sé...
—Él ya está contigo, tienes una pequeña relación. Creo que tienes derecho a disfrutar de alguien sin compromisos y verse para pasarlo bien, ¿no crees?
—No imaginaba ese modo tan libre que tienes de pensar y relacionarte con tus parejas, o bien solo eres un descarado.
—Un poco de ambas —dijo Julian sin tomarse a mal sus comentarios—, prefiero ser honesto aunque duela y así nos evitamos problemas. Ya quisiera sentar cabeza con alguien que valga la pena, pero al mismo tiempo aun quiero pasarlo bien sin compromisos.
—¿La chica con quien sales no es suficiente?
—Es la heredera de una casa noble.
—Que interesado —Saori rio un poco.
Julian se alegro al verla tan sonriente, no le había sonreído así nunca antes.
—No voy a negar que me es conveniente ese tipo de matrimonio, pero ella ya quiere comprometerse y a veces me cuesta un poco bajar su ritmo y convencerla de que debemos divertirnos más.
—Me alegra mucho que hayas encontrado a alguien a quien le intereses tanto como para querer casarse contigo.
Julian recibió bien el comentario sonriendo discretamente observando a Saori quien le devolvía la sonrisa pareciendo rememorar algo.
—Es una chica magnífica y prometedora. A pesar de que gusta de la atención tanto como a mi, no le agrada meterse en escándalos. Ambos sabemos hasta dónde llegar cuando los fotógrafos nos siguen y en otros aspectos congeniamos bastante bien...
—Pero... —Saori lo miró fijamente esperando que Julian revelara aquellos contras que encontraba en su actual pareja.
—Hace falta un poco más de pasión, un poco más de chispa en nuestro trato y claro, también nos afecta un poco la distancia. Ella vive en Mónaco, yo viajo allá cada quince días y si, ciertamente el tiempo a su lado es bueno. Quisiera sentirme verdaderamente enamorado de ella.
—Al menos ambos están en el mismo continente y ella no vive en un sitio que te prohiba la entrada.
—Saori... Velo por el lado de que no te causara dolores de cabeza.
—Quisiera verlo tan optimista como tú pero....
—¿Pero?
—Tengo miedo Julian... —dijo al fin conteniendo un par de lágrimas— Miedo de que su gente nos descubra y le prohíban el contacto conmigo, tengo miedo de que estando allá conozca a alguien más y me olvide por completo. Temo llegar a amarlo y que ese amor no llegue a ningún sitio.
—Saori... —Julian tomó su mano sonriendo condescendiente— Por eso mismo debes disfrutar el tiempo que dure. Obsesionarte con alguien que vive en un mundo tan rígido no te hará bien.
—Si, lo sé.
Julián la observó largo rato sintiendo un poco de envidia por el hombre que ocupaba el corazón de su amiga. Tras un par de años sufriendo por el rechazo inicial a su propuesta de matrimonio, el griego vivió lo suficiente como para entender que esa unión no podía ser debido a sus marcadas diferencias, a que un matrimonio tan joven los habría hecho infelices a ambos; y, seguramente, los dos con menos de veinte años ya estarían separados invariablemente.
A los dieciocho el empresario decidió dar un giro radical a su vida, matriculándose en la universidad donde conoció a la chica con quien comenzó a salir varios años después de haberse graduado. Sus días académicos le vinieron bien ayudándole a cerrar ese capítulo de su vida permitiendo reencontrase con Saori esa noche y en mejores términos.
—Animo, amiga. No conozco a tu chico lo suficiente, lo he visto exponer sobre Asgard un par de veces y reconozco que domina excepcionalmente el tema; sabe expresarse correctamente y me parece muy educado, así que no creo que sea la clase de persona que se hubiera involucrado contigo si tuviera otros compromisos, ¿entiendes?
—Entiendo —la joven lo miró con los ojos muy abiertos reconociendo que eso no lo había tomado en cuenta—. Es cierto, él no es esa clase de persona.
—La siguiente vez que se reencuentren, pregunta tus inquietudes. Tal vez haya tenido otras relaciones, tal vez no. Saori, tienes que entender que las personas tienen vida antes de conocerse, tienen experiencias por aparte.
La chica lo sabía, ella había experimentado otras experiencias antes de reencontrarse con Freyr luego de tantos años.
—Él me confirmó que soy la primera con quien ha vivido ciertas cosas, pero aún ignoro otros aspectos de sus años de juventud.
—Ahí lo tienes. Eres la primera en muchas cosas, ¿de qué te preocupas? Si llega a lastimarte solo dímelo y enviaré a mis guardaespaldas a golpearlo.
—¿Qué?
Saori rio un poco alto cubriendo su boca delicadamente sacando las inquietudes de su cabeza.
—¡Tonto! Me hiciste reir. Ahora háblame de tu relación. Como haces para aparecer en las paginas de la sección de sociales de los diarios —dijo ella aún sonriente.
—No puedo evitarlo, me gusta ver mis fotos en las revistas de chismes. Me agrada ese estilo de vida tan público. Desde mis años en la universidad, me di cuenta de que me agradaba recibir atención de otros colegas, catedráticos y demás.
—¿Eres graduado? Impresionante.
—Si, aunque no lo creas. Era deseo de mi padre que tuviera una educación que me permitiera llevar sus negocios adecuadamente, sólo a que a los dieciséis enloquecí un poco dedicando mi tiempo a actividades voluptuosas y sin sentido. Tu rechazo y la guerra santa en Atlantis, me devolvieron a la realidad.
—Veo que has madurado mucho, me da gusto.
—Eso mismo me dijo Sorrento cuando le comuniqué que ya había sido suficiente y él debía retomar su carrera musical donde la dejó.
Ambos rieron un poco más charlando largo y tendido unas dos o tres horas más saliendo del restaurante alrededor de las once de la noche. Julian estaba hospedado en un hotel ubicado a unas calles de ahí despidiéndose de ella con efusividad.
—Si te sientes triste y no tienes con quien charlar, llamame —ahora él le entregó su tarjeta, ella la recibió guardandola en su bolso.
—Gracias por esta noche Julian, nos veremos más adelante.
Ella abordó su automóvil lujoso volviendo a casa mientras el empresario griego observaba el vehículo lanzando un suspiro de nostalgia. Sentía algo por ella, no era amor per se, pero si algo tierno y difícil de explicar que no requería concretarse en ningún momento. Con solo saber de ella a veces, charlar en confianza y encontrarse por casualidad en eventos estaba bien.
Miró su reloj de pulsera notando que iba a tarde para llamar a su novia por teléfono y dejarle saber cómo había ido el día.
Saori volvió a casa sintiéndose más relajada luego de externar sus inquietudes con la persona más inesperada. Le tenía impresionada el cambio de actitud de Julian, quien había vivido otras experiencias muy diferentes a las de ella y ahora tenía a alguien especial que esperaba quisiera a su amigo tal y como era.
Ya en casa, dedico un rato a reflexionar la conversación: a Julián y su novia les gustaba llamar la atención, frecuentar los mismos lugares y, según el mismo, congeniaban bien la mayor parte del tiempo.
Se cuestionó que tendrían ella y Freyr en común.
Según le contó en sus diferentes encuentros: le gustaba cabalgar por los frondosos bosques cercanos a su casa, a ella también le gustaba dicha actividad. Ambos gustaban de salir poco de casa, según narró, él prefería trabajar en su despacho por horas y horas, ella igualmente. En la cena de gala en Boston, quedó confirmado que no le gustaban los fotógrafos, a Saori tampoco le agradaba ese tipo de acoso.
Él estaba abocado a las causas sociales, además de ser alguien de bajo perfil. Provenía de una casa noble y Saori era alguien de la alta sociedad en su país. Por el momento, la chica contaba más cosas en común de las que creía.
—Creo que por eso congeniamos tan bien —pensó sonriente—. Conforme nos hemos conocido mejor, me doy cuenta de que está bien, no veo nada mal en él. No es pretencioso, orgulloso o de mente cerrada.
Saori lanzó un largo suspiro.
La chica terminó su rutina de la noche yéndose a la cama una hora después más o menos pensando en los consejos dados por Julián: vivir el momento, disfrutar de su relación, el tiempo que durara y, en resumen, no perder el piso. Ya lo sabía, solo deseaba que las circunstancias de ella y Freyr fueran diferentes.
—Nos veremos hasta que pase el invierno... —pensó con tristeza— Espero nuestra relacion soporte esos largos meses de distancia
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Hyoga y Seiya llegaron a la oficina de correos más cercana en ese bonito barrio a las afueras de la ciudad esperando pacientemente su turno en la larga fila.
—¿Por qué no dijiste a Saori a quien le escribes? —pregunto Seiya extrañado— ¿Te dio pena? —comentó socarrón.
—Nada eso, no tengo pena por decir que le he escrito a Flare secretamente estos últimos tres años, solo es algo que me gusta mantener en privado.
—Ni siquiera Shun y yo sabíamos —Seiya lo miró algo indignado—, nadie iba a juzgarte por mantener correspondencia con ella. Flare me agrada, me parece una chica muy dulce y gentil.
—Lo es, Seiya. Es una mujer muy bella y bondadosa. Se que debería espaciar aún más mis cartas y paquetes ya que teme que alguien descubra su correspondencia.
—Las leyes de Asgard son horribles, no están haciendo nada malo, solo enviar y recibir cartas.
—Así es, sé que jamás se podrá dar algo con ella, es imposible que salga de su país como para pasar algún tiempo juntos. Solo hemos conseguido vernos una sola vez en estos años.
—¿De verdad?
—Si, logró escabullirse en esa ocasión pudiendo reunirse conmigo en el mercado de la ciudad, pero en otra carta me confirmó que los miembros del consejo la descubrieron y reprendieron. Un miembro de la realeza no debe frecuentar esas zonas y menos ella.
—Qué locura. No es libre de ir a donde le plazca ni siquiera dentro de su reino, no es justo. Espero la saludes de mi parte en tu siguiente carta.
—Lo haré.
Hyoga había comprado para ella una bonita caja musical en su último viaje a Moscú, Flare le había pedido que asistiera a una función del ballet Bolshoi y le describiera lo mejor que pudiera la función, la música y todo lo que fuera posible. El rubio intento recrear la obra en una carta larga y detallada que le costó trabajo terminar.
La carta y la caja músical iban cuidadosamente envueltos en un bonito paquete que esperaba le gustara.
El caballero de bronce estaba consciente de la situación de su amiga por correspondencia y, pese a que sentía un interés genuino por ella, sabía que no se podía dar algo más íntimo entre ellos. Apenas si logró robarle un beso ocultándose entre la congregación del mercado, pero nada más y solo fue una vez.
Antes de eso, Hyoga intentó salir con una de las empleadas del orfanato, una chica rubia traída por Miho que, si bien le gustaba mucho y era más fácil verla con frecuencia, a ella no le gustaban sus prolongadas ausencias visitando Siberia. Erii quería una relación adecuada y, más aún, luego de consumarla.
Al final optaron por separarse aunque, últimamente Hyoga la tenía en sus pensamientos ya que la había visto de lejos alguna vez que acompañó a Seiya al orfanato. La chica ya no trabajaba ahí pero continuaba visitando a Miho pues eran buenas amigas.
El joven se debatía entre buscarla o no, aunque no pararía su contacto amistoso con Flare pese a que estaba consciente de que no había posibilidad de lograr nada más con ella. Sin embargo, Flare le decía en sus cartas que le gustaba recibir correspondencia de él, que la hacía feliz saber de Midgard y que alguien la tuviera en sus pensamientos.
Dejó de agobiarse saliendo junto a su amigo de la oficina de correos andando con paso lento hacía la estación del tren.
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Continuará...
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