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Capitulo 8

La balada de Saori y Freyr

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8

Las sospechas de Freya

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Un día antes de que Freyr volviera de su viaje a Bergen, Freya decidió pasar la tarde con Odr en la futura casa de ambos. La chica montó su caballo dirigiéndose a su nuevo hogar cabalgando a buena velocidad desde su casa, tomó el camino rumbo a una zona de frondosos bosques por donde solía viajar cuando cabalgaba a solas gozando del ruido natural a su alrededor.

Fue así que terminó topándose con un grupo de personas al lado del camino que la saludaron amablemente pues, así como Freyr, su hermana menor era igualmente respetada por la comunidad devolviendo el saludo educadamente como siempre era.

Como delante de ella iba una carreta avanzando con lentitud es que optó por tomarlo con calma y cabalgar despacio, no había prisas pues aún era temprano y Odr no era impaciente cuando ella lo visitaba.

—El rumor está corriendo por toda la ciudad —comentó una de las mujeres del grupo que andaba despacio—, no sabe quien envía tanta correspondencia a la señorita Flare.

—¿De verdad, desde hace cuanto sucede?

—Nadie está seguro, solo que ella ha recibido varias cartas los pasados meses. Me dijeron que la ven feliz leyendo y releyendo las misivas en los jardines traseros acrecentando la curiosidad de los trabajadores del palacio.

—Por ahí escuché que su mensajero visita con frecuencia el mercado de Muspelheim y, cada que este hace el viaje de ida y vuelta, de la nada, la señorita ya tiene una carta nueva consigo.

—¿Será que tiene un admirador entre los mercaderes?

Freya no solía gustar de los rumores, no obstante aquel la tenía muy interesada fingiendo no escuchar. Sus oídos estaban atentos ya que la señorita Flare era conocida por haber perdido a su prometido durante la segunda guerra santa de Asgard, su vida desde ese momento era un misterio, pues rara vez salía del palacio y no se sabía si estaba interesada en alguien más.

—Es poco probable —respondió otra—, ¿por qué querría ella vincularse con un mercader cuando hay tantas casas nobles en Asgard? No, se dice que podría ser otra persona quien, por casualidad, comentan que también recibe mucha correspondencia.

—¿Y quién es? —preguntaron todas al unísono bajando un poco más la voz y olvidando que Freya iba a pocos pasos detrás de ellas.

—El señor Freyr sale mucho del reino, seguramente él envía esas cartas hasta el mercado donde el mensajero las recolecta.

—Eso explicaría por qué ella recibe tantas cartas, pero no se cree que pueda ser él ya que rara vez se les ha visto intercambiar palabra. Asi que no inicies rumores infundados.

—A mi me parece que tiene un poco de lógica, además harían una bonita pareja. La señorita Flare es más que digna para matrimoniarse con un consejero imperial.

Freya estaba a punto de exigir que pararan de calumniar a su hermano, pero la sola idea que aquellas mujeres sugerían la dejó pensando. Hasta donde sabía, su hermano no tenía interés particular por nadie, sin embargo ¿que posibilidad habría que realmente estuviera cortejando a alguien por lo bajo y en el más profundo secreto? Freyr era reservado en ese sentido e incapaz de compartir abiertamente su interés por otra persona, ni siquiera a su propia hermana ya que, seguramente, lo haría hasta ver dicho asunto concretado.

Ella estaba convencida de que su hermano no era de los que se dejaban llevar por asuntos amorosos que no llegarían a ningún lado.

—No lo sé, pero... Me hace sentido que él pudiera hacer algo así, cortejarla discretamente viendo hacia donde van las cosas para luego darme una sorpresa —se decía adoptando una actitud soñadora—. Papá no lo comprometió con nadie más luego de aquella vez hace doce años y la señorita Flare me parece una elección adecuada, ambos están a la altura del otro.

La chica sonrió discretamente imaginando el posible escenario hipotético de que esos chismes fueran ciertos reanudando la velocidad de su galope apenas la caravana salió del camino tomando una bifurcación.

—Me gustaría mucho que fuera verdad, así mi hermano dejaría de salir del reino cada tanto —su mirada se enfocó en los bosques frente a ella que desplegaban un color pardo en sus hojas las cuales eran señal del breve otoño—. Como sea, el invierno no está lejano, al menos estará en casa varios meses seguidos.

La chica llego con Odr unos minutos después esperando en una de las salas de estar decidida a analizar el rumor en su cabeza tomando asiento en la silla más cercana. Odr entró en el salón cerrando la puerta notando la sonrisa en el rostro de su prometida.

—¿Sucedió algo en casa o en el camino? Te ves muy sonriente y soñadora.

—Unas mujeres iban por el sendero al mismo tiempo que yo hablando sobre un rumor que corre por el palacio Valhalla. No pude evitar escuchar.

—No prestes atención a las habladurías, Freya —respondió con suavidad.

—Lo sé, pero siento que podría ser verdad. Tiene todo el sentido del mundo —aseveró ilusionada.

—¿Y de qué se trata?

—La señorita Flare ha recibido mucha correspondencia desde hace algún tiempo, por los pasillos del palacio se rumorea que alguien está interesado en ella y esa persona le hace llegar cartas.

Odr solo afirmó con la cabeza esperando a que continuara.

—Una de las mujeres sugirió que esa persona podría ser mi hermano.

—¿Qué?

—Odr, me hace sentido. Freyr todo el tiempo envía y recibe misivas. Bien podría aprovechar esos envíos para hacerle llegar románticas esquelas.

—Freya, ¿tienes certeza de que su mensajero lleva algo directo al palacio Valhalla destinado a ella?

—No, el mensajero solo sirve a él y no rinde cuenta a nadie más que a mi hermano, asi que no podría confirmar esto.

—¿Entonces de dónde te sacas semejante cosa, amada mia? —Odr tomo su mano tratando de entender tal tontería.

—Creo que podría tener sentido aunque... Se dice que el mensajero de la señorita Flare vuelve con esas cartas desde el mercado de Muspelheim, así que...

—Asi que no tiene sentido el rumor —resolvió Odr seriamente—, deja de levantar falsos a tu hermano. Además, si él estuviera interesado en alguien, ¿no lo sabrías ya?

Freya guardó silencio por un momento antes de responder. Odr claramente no conocía a Freyr lo suficiente.

—Mi hermano es reservado con esas cosas, desde que perdió su compromiso hace doce años, se ha mantenido hermético respecto a ese tema.

—¿Estuvo comprometido? —Odr estaba sorprendido ante esa información.

—Si. Mi padre arregló su matrimonio con una de las hijas de la casa Fafnir cuando él tenía doce años y ambas familias estuvieron de acuerdo.

—¿Con una Fafnir? —Odr estaba sorprendido pues los Fafnir no eran precisamente gente que se comprometiera con cualquiera.

La casa Fafnir era una de las familias más antiguas y distinguidas de todo Asgard pues eran descendientes directos de los primeros fundadores del reino. El hijo mayor, Siegfried, estuvo comprometido con la señorita Hilda hasta el día fatal en que perdió la vida a pocos días de su ceremonia matrimonial. Birger era el hijo de ambos de hecho, concebido por esas mismas fechas.

Siegfried tenía varios hermanos menores, entre ellos dos hermanas que se llevaban un par de años entre ellas. La familia decidió que la menor de las dos fuera la elegida para casarse con Freyr cuando fuera el tiempo adecuado.

—El compromiso terminó cuando la chica enfermó de tisis contagiando a su hermana mayor, ambas murieron poco después. Desde entonces, mi hermano ha estado disponible, pero jamás presta atención a nadie. Dice que está muy ocupado para pensar en algo así y ha rechazado a las hijas de diferentes casas.

—Ya veo...

—Es por eso que me ilusiona que esa persona especial pudiera ser la señorita Flare.

—¿No has pensado que, tal vez, él aún guarda luto por esa prometida que falleció?

—Es imposible —indicó ella muy segura de sí misma—, jamás cruzaron palabra. Ni siquiera se conocían.

Odr sabía que cuando ella tenía una idea en la cabeza, era difícil hacerla cambiar de parecer. La sola idea de que Freyr estuviera cortejando a la señorita Flare le resultaba curiosa, aunque lo cierto es que no era asunto suyo así que no le dio más vueltas.

—Sugeriría que esperes a que Freyr lo confirme antes de hacerte más ideas en la cabeza.

—Lo interrogaré apenas vuelva —dijo riendo un poco.

—No guardes tantas ilusiones, tal vez ella sea la persona que le interesa, tal vez no sea así. ¿Qué tal que es alguien más?

—Pues, no queda nadie más. En todo este tiempo, Freyr ha evitado el compromiso con otras jóvenes igualmente nobles que las Fafnir, solo quedan Hilda y Flare de la casa real.

—Freyr sale mucho a Midgard, ¿que tal que...? —Odr guardó silencio cuando noto la expresión de su prometida: estaba consternada pues, claramente, no lo había considerado.

—¿Freyr interesado en una mujer extranjera? Eso sería terrible además de que habría muchas cosas en contra de esa relación. De ser así, le pediría que lo reconsiderara.

—Tu hermano es un joven razonable y fiel a las causas de Asgard, no creo que sea el caso. Lamento haberte preocupado, solo fue algo que se me pasó por la cabeza.

—Tiene sentido, pero espero no sea así.

Dieron por concluido el tema pasando el resto del día juntos revisando los pendientes de su futuro hogar así como pasando el tiempo cabalgando en los alrededores, actividad que a casi todos los nobles asgardianos solía agradarles mucho.

Aprovecharon la belleza y silencio de los campos abiertos en la frontera entre Alfheim y Vanaheim volviendo a la hora de cenar.

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Freyr volvió a la tarde del día siguiente descendiendo con dificultad de su carruaje fingiendo lo mejor que podía a fin de evitar preguntas. Atravesó la puerta siendo recibido por el silencio de casa, pues se le informó que la señorita Freya estaba fuera visitando al joven Odr haciendo que Freyr sintiera un especie de alivio ya que le dolía todo el cuerpo, desde la punta del cabello hasta los dedos de los pies.

Tardo un poco en subir las escaleras logrando llegar a su habitación dejándose caer en la cama. Rememoró los pasados días aún embriagado por lo que sentía, por la experiencia compartida con una persona especial costándole un poco volver a su realidad habitual. No se sentía mejor físicamente, pero debía desempacar y cambiar sus ropas levantándose con dificultad.

—Vamos, no debe ser tan difícil —se dijo recordando sus días de entrenamiento militar logrando ponerse de pie, el cuerpo le dolía como en aquellos días yendo con pasos lentos al amplio armario de madera ubicado al otro lado de la habitación.

Abrió la puerta buscando algo en las gavetas interiores, se trataba de un bálsamo que su maestro de entrenamiento le obsequió en su momento y le fue de utilidad ayudándole con los dolores musculares. El joven se quitó la ropa aplicándose el bálsamo en brazos, piernas, cuello y abdomen. No se arrepentía en absoluto de lo acontecido en Bergen ya que lo deseaba, pero no se imaginó las dolorosas secuelas.

Freyr rio un poco dejando de lado sus dolores corporales prestando atención a lo que hacía, no tenía suficiente de sus dulces memorias rumiando en sus recuerdos sin parar, no obstante debía volver a la "normalidad" ahora que estaba en casa y no hacer notar alguna señal que lo delatara.

Al momento de colocarse sus ropas locales y comenzar a guardar todo, es que un bolso pequeño se deslizó desde el interior de los entrepaños cayendo delante de sus ojos. Freyr logró inclinarse a recogerlo ya que no estaba seguro de lo que era observandolo con curiosidad, recordó que ese bolso llevaba varios años dentro del armario vaciando su contenido en una mano.

Se trataba de dos piezas de joyería: un anillo delicado de oro y un colguije del mismo material con forma oval que tenía once pequeñas cuentas redondas color oro, como si fueran once manzanas doradas.

En ese momento llegó a la mente de Freyr el recuerdo de su mamá, aquellas dos joyas le pertenecieron antes de morir, pues la recordaba vagamente usando sus mejores piezas aún estando en casa luciendo muy elegante y distinguida. Meses después de que su padre falleciera también, el pequeño de cabellos color arena se deslizó en la que fuera la habitación de sus padres encontrando la caja joyero que perteneció a su mamá abriéndola con curiosidad.

Aunque era pequeño, él sabía que esas joyas serían de Freya al cumplir la mayoría de edad pasándolas a sus futuras hijas. Por lo que, sin estar plenamente consciente, y, deseoso por tener consigo un pequeño recuerdo de su madre fallecida, ocultó dos joyas al azar bajo sus ropas llevándolas a su armario sigilosamente donde permanecieron de ahí en adelante hasta que olvidó que las tenía.

—Es un anillo hermoso en realidad —analizó el accesorio con calma, parecía una alianza de matrimonio pues era un aro de oro delgado liso sin joyas o grabados.

No era aficionado a la joyería creada por la familia Alberich, pero reconocía abiertamente la gran calidad y belleza de su trabajo.

Algo surgió en su cabeza desechando el pensamiento enseguida pues debía terminar de desempacar y ordenar la ropa en el armario. Devolvió las joyas al pequeño bolso colocándolo en el interior del mueble sin ahondar en ese pensamiento fugaz que, seguramente, saldría a flote más adelante.

Una vez que terminó la tarea, buscó donde sentarse por un rato sacando algo oculto bajo varias prendas de vestir de un mueble cercano. Una foto de Saori que había recortado del diario.

Bajo a Tromsø, por primera vez, en aquella ocasión pues deseaba conocer el pueblo cercano al pequeño reino topándose con el diario observando con sorpresa aquella primera plana: Saori Kido, la organizadora del "Torneo galáctico", aparecia en una foto que ocupaba media página sentada frente a varios micrófonos colocados a su alrededor mirando incómoda la cámara sin expresión en el rostro.

El joven asgardiano compró el diario deseoso por saber más acerca de aquella joven y del torneo mencionado iniciando su conocimiento sobre los "santos de Atena". Pero, más aún, nació su interés por la organizadora llevando a casa solo la primera plana del diario desechando las demás hojas.

Él sabía de la existencia del Santuario desde antes de la primera guerra santa en Asgard sorprendiendose mucho al enterarse de que la bonita joven de la fotografía era en realidad una diosa reencarnada. No fue impedimento para sentirse atraído por ella, por su belleza, porte y actitud serena. La admiraba como diosa por ser una deidad sacrificada y benevolente, prefiriendo dedicar su devoción a ella que a Dolvar y que al mismo Odin en persona.

Ahora conocía varias facetas de esa hermosa mujer sintiéndose afortunado por semejante honor. Estaba enamorado de ella secretamente prefiriendo ocultar sus tiernos sentimientos de todos a su alrededor. La joven de aquella fotografía se antojaba irreal y lejana y ahora, ella lo había hecho suyo y Freyr, sin dudarlo ni un momento, le entregó su cuerpo y corazón.

Algo dentro de él se sentía como si hubiese traicionado a Asgard y sus causas, pero no lo creía así en su totalidad, pues él continuaba dedicado a generar interés de las personas en el pequeño reino así como erradicar lo antes posible esa horrible ley de los gemelos.

Más tarde, el noble asgardiano se encontraba en una de las salas de estar colocando ambos pies en un reposador echando la cabeza para atrás mientras observaba el techo. Deseaba descansar por un rato antes de dedicarse a su trabajo el resto del día, además de que era momento de comenzar a abastecer las bodegas de la casa pues el invierno estaba cercano.

—Aún me siento en las nubes —se dijo sonriendo con culpa—, jamás me había enamorado y no sé como serenarme —se frotó la frente con la mano derecha sin dejar de sonreír.

La puerta del salón se abrió en ese momento siendo Freya quien entrara mostrando una amplia sonrisa poco usual. Freyr se recompuso y así los hermanos se reencontraron luego de varios días separados saludándose con efusividad.

—¿A qué debo semejante sonrisa? —preguntó el asgardiano.

—Estoy feliz de verte de nuevo. Dime, ¿hay algo que debas anunciarme?

—¿Anuncio de que?

Freyr la observó extrañado ya que no tenía ninguna buena noticia que dar o algún otro anuncio del interés de Freya. Así que la observó silencioso esperando a que ella continuara.

—Corre un rumor por los pasillos del palacio Valhalla —dijo ella lentamente dejando de lado las recomendaciones de Odr acerca de que debía esperar y no precipitarse en cuestionar a Freyr.

La joven estaba deseosa por confirmar si aquello era cierto ya que para ella sería una noticia feliz.

—¿Qué rumor? —Freyr no estaba entendiendo nada esperando que su hermana le aclarara de qué estaba hablando.

—Las personas del pueblo se enteraron que alguien del palacio recibe cartas frecuentemente, y, sé que eres muy reservado con esas cosas, solo quiero saber si hay alguien especial en tu corazón a quien estés enviando mensajes.

—¿Que... de qué estás hablando?

Freyr la miró estupefacto sin tener modo de hilar los hechos ya que no tenía idea de donde se sacaba Freya semejantes ideas. La miraba y la miraba deseando más explicaciones, sobre todo, deseaba saber quién le contagió tales pensamientos.

—¿Quién te ha metido todo eso en la cabeza? Además no eres de las que creen en rumores.

—Lo escuché camino a casa de Odr, un grupo de mujeres lo comentaban indiscretamente y me dejo pensando el que crean que eres tú quien manda mensajes a la señorita Flare.

—¿A la señorita Flare... yo? —Freyr la miró sin poder hablar pues, de todas las cosas que pudieron suceder ese día, esa era la más inesperada y salida de la nada— Freya, mi mensajero jamás acude al Valhalla, ¿por qué las personas creen que soy yo quien manda mensajes a Flare?

—Bien, pues como viajas demasiado, creen que le haces llegar cartas desde el exterior a los mercados de Muspelheim más o menos en las fechas que estás fuera, pues su mensajero acude a recogerlas.

—Freya, nada de eso tiene sentido. Si yo quisiera enviar mensajes a Flare, lo más lógico sería que se los entregara personalmente pues voy al palacio todas las semanas.

—Ya veo... tienes razón —respondió la joven desanimada lanzando un suspiro de tristeza—. Me entusiasmé ante esa posibilidad pues, nunca te he visto interesado en alguna mujer.

—Escucha, no está en mis planes matrimoniarme por ahora —apuntó Freyr muy serio y algo molesto por la tontería salida de la boca de Freya y porque no era la primera vez que debía recordárselo—. Tengo demasiadas cosas de las que ocuparme y una prometida supondría tiempo y recursos de los que no dispongo.

—Dime algo Freyr, ¿es debido a que falleció la chica con quien te comprometió nuestro padre?

Freyr ni siquiera recordaba a la chiquilla mencionada por Freya ya que jamás cruzó palabra con ella no habiendo lazos entre ambos.

—Es más por una advertencia que me hizo nuestro padre hace tiempo, ¿no lo recuerdas?

—Sobre lo que debemos hacer si llegásemos a tener gemelos entre nuestros hijos —dijo ella en voz baja—, lo recuerdo. También me lo advirtió.

—¡Si matrimoniarme y tener familia conlleva a una desgracia, prefiero quedarme como estoy ya que si llego a tener hijos gemelos estoy obligado a obedecer la ley vigente! —Freyr se puso de pie de un salto dirigiéndose a la ventana— Mi padre nos sentenció, dijo que no debíamos desobedecer las leyes por mucho que doliera. Y yo en particular, debo ser más fuerte que nuestro bisabuelo.

—Hermano... —Freya se puso de pie también al ver que Freyr se alteraba.

—Disculpame Freya, no debí perder los estribos. Es un tema delicado para mi.

—También para mí, esa advertencia fue muy dolorosa para ambos. Solo te pido que no dejes que todo esto amargue tu corazón.

—No hay amargura en mi corazón, no digas eso —dijo un tanto preocupado.

Freya salió de la sala sintiéndose triste y avergonzada ya que no era su intención molestar a su hermano. Su plan salió mucho peor de lo que esperaba retirándose a su habitación sin ánimos de bajar a cenar.

Freyr había olvidado esa advertencia dada por su padre con el pasar del tiempo sepultando esas palabras en lo profundo de su memoria.

Antes de retirarse a su despacho, Freyr cruzó la casa dirigiéndose a la habitación de su hermana, llamó a la puerta y, al no recibir respuesta, entró encontrando a Freya sentada en su cama llorando..

—Freya... —Freyr acercó una silla colocándola frente a ella — Te pido me perdones por lo que dije, no quise lastimarte. Entiendo que solo querías verme alegre por algo.

La joven alzó la mirada cuando sintió que su hermano la tomaba suavemente de la mano.

—Lo siento Freyr, no quise insultarte con todas esas tonterías que escuche en el camino.

—Asgard es una tierra tan pequeña que todo se sabe. El problema con los rumores infundados es que podrían dañar la reputación de Flare y la mía. No fue tu culpa haber escuchado todo eso.

—Se que debi callarlas y no permitir que dijeran todo eso, pero pensé que quizás podria ser verdad y quería escucharte confirmarlo.

Freyr pensó un poco antes de hablar buscando como sacar algo bueno de tan embarazosa situación.

—Siendo honestos, prefiero que me preguntes directamente esa clase de cosas a que te dejes llevar por las calumnias.

—Esta bien.

—Ya no estés triste, dentro de poco serás muy dichosa y no es bueno que te desanimes por algo que no vale la pena.

—Estoy animada, solo tengo miedo del asunto de los gemelos. A pesar de las advertencias de nuestro padre, no podría hacer algo tan horrible. Sufrí mucho cuando mamá murió, no imagino lo que sufrirá un niño pequeño al saberse abandonado por algo de lo que no es culpable.

—Freya... si eso sucede, te apoyaré en lo que se pueda. No permitiré que nadie te quite a uno de tus hijos. Admiro tu espíritu protector.

—Quiero una familia Freyr, sé que puede suceder una desgracia, pero eso no me impide llevarlo a cabo. También pido consideres darte un poco de felicidad.

—Lo haré, lo tendré en mente.

Los dos se reconciliaron luego de la pequeña disputa haciendo que ambos se sintieran tranquilos. Freyr salió de la habitación de su hermana un segundo después.

Estando en la privacidad de su despacho, dedicó un tiempo a tratar de reflexionar la charla con Freya ahora que lo analizaba con calma, le llamaba la atención que la gente pudiera creer que era digno de estar con Flare como para suponer que le enviaba cartas aunque había otra cosa: las cartas que ella recibe desde Muspelheim.

Lo lógico sería creer que la hermana de la señorita Hilda tuviera un pretendiente mercader o algo así podría ser, se dijo Freyr, quizás ella, así como él, tenía a alguien secreto que no sería bien visto dentro de los estándares del palacio.

—No creo que requiera mayor explicación —pensó con más calma—. Si acaso sería hacer lo posible por acallar los rumores ya que, si mi teoría es correcta o no, podría afectar la reputación de ambos. Entiendo es conveniente para ella que la atención se desvíe, pero que los ojos de los pobladores chismosos me señalen, no me parece justo.

Arrastrar a otras personas a un rumor era de mal gusto ya que las habladurías volaban como el aire en Asgard y, al ser tan pocos habitantes, uno podría ser presa de un chisme mal intencionado de la noche a la mañana.

Ahora que la tapa del rumor estaba abierta, lo mejor sería charlar con Flare directamente e ir al fondo de todo. Había una explicación lógica y él lo sabía. Consideró justo que ella estuviera al tanto de las habladurías.

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Continuará...

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