Capítulo 2
Cartas a Saori
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2
El consejero
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Asgard
Días después
Freyr se quedó en Oslo un día más buscando un obsequio para su hermana Freya así como para disfrutar de la visita a la ciudad y proveerse de otros suministros que requería. Luego de eso, abordó el vuelo local que lo llevaría de vuelta a Tromsø, la ciudad vecina de Asgard, a la mañana del siguiente día pensando en su reencuentro con Saori. Un reencuentro que se produjo de forma espontánea sin que nadie lo planificara.
Mientras viajaba en el pequeño avión, dedicó la siguiente hora a pensar en lo que le escribiría en esa primera carta que garabateaba como borrador inicial. La bella Saori le pareció una revelación la noche del baile ataviada con su lindo vestido claro que dejaba al descubierto sus bonitos hombros; además de que era dueña de una preciosa sonrisa que no había visto antes o, al menos, no lograba recordar.
De hecho, pese a que trató de mantener en su recuerdo el primer encuentro producido hacía varios años, no lograba recrear todos los detalles puesto que su mente estaba puesta en el conflicto que se avecinaba. Las acciones del cruel Dolbar le tuvieron preocupado y sin suficiente espacio para conocer a la joven diosa el corto tiempo que fue su invitada.
Frey leyó con calma lo que llevaba escrito en su borrador:
"No tuve la oportunidad de charlar más a fondo contigo la primera vez que nos vimos, hace ocho años, los eventos ocurridos en Asgard me habían abstraido, sin embargo no pretendía ser descortés..."
—No creo que le moleste eso... —se decía tachoneando algunas palabras y cambiandolas por otras más adecuadas— Ella no mencionó nada respecto a ese primer encuentro y no la culpo. Siendo honestos, tampoco la recordaba del todo... —el joven se ruborizó un poco al pensar en eso redactando un par de líneas más.
La voz del capitán anunció que estaban por aterrizar mientras Freyr guardaba el papel en el bolsillo de su chaqueta.
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El carruaje privado esperaba a Freyr a la entrada del puente Bifrost ubicado en la región sureña de Muspelheim, la que conectaba la tierra exterior, Midgard, con el reino de Asgard. El joven noble abordó su transporte deseoso de llegar a casa y continuar con su carta antes de que olvidara el resto del texto que pretendía escribir. Tras varios minutos de viaje, luego de dejar la población sureña con sus grandes mercados atrás, el transporte se internó por los caminos de piedra que rodeaban la periferia de Asgard adentrándose en los frondosos y verdes bosques de la zona más bella y privilegiada del reino: Alfheim.
Localidad que habitaban las familias más importantes y acaudaladas de la tierra de Odín.
Al descender del vehículo, el joven asgardiano aspiró profundamente el aire puro de la región dedicando una larga mirada a los altos árboles que vivían detrás de su residencia. La casa Folkvangr, su hogar familiar desde hacía varias generaciones, le daba la bienvenida luego de algunos días alejado invitándole a entrar. La construcción alargada, cuyas dos altas columnas cuadradas sobresalían de la estructura cuadrada, poseia amplios ventanales de cortinajes borgoña rematados con techos puntiagudos y tres arcos al frente de la puerta principal.
Freyr cruzó la puerta encontrándose con el acostumbrado silencio en el recibidor sintiendo el frescor de las paredes de piedra grisácea y una ligera brisa que se colaba por entre las columnas. El mayordomo de la casa llevó su equipaje a la alcoba mientras el joven se dirigía al salón de visitas donde, seguramente, encontraría a Freya muy bien acompañada.
—¡Ah Freyr estás de vuelta, hermano! —Freya, ataviada con un lindo vestido azul, llevando su cabello rubio y rizado graciosamente recogido en un moño, se levantó rápidamente yendo a recibir al recién llegado estrechándole fuertemente— Odr, está de visita, espero no te moleste.
—En absoluto, esperaba verlo por aquí esta tarde.
Odr, el prometido de Freya, se trataba de un joven unos ocho años mayor que ella hijo de una de las familias más importantes de Asgard quien conocía a la hermana pequeña de Freyr desde hacía varios años; y a quien le tomó bastante armarse de valor para pedir su mano siendo aprobado por Freyr en persona. El joven Odr se aproximó para estrechar la mano de su futuro cuñado esbozando una sonrisa amable.
—Me gustaria saber que clase de ropas llevas puestas —le dijo dedicándole una mirada de extrañeza.
—Ah... es la ropa que suelen usar en Midgard, en un momento más subiré a cambiarme. Me alegra que estés aquí, espero que nos acompañes a cenar.
—Cuenta con ello.
Freyr los dejó disfrutar de su momento de intimidad mientras él se dirigía a su habitación en el segundo piso de la casa. Se había mudado a la pieza más grande desde la muerte de su padre, acontecida unos nueve años atrás, acondicionando la que fuera suya como un despacho. La amplia habitación poseía un baño privado, un vestidor separado por un muro así como muebles y decoraciones elegidas por el joven noble.
Los tapices azules, los muebles clásicos de la región y su amplia cama con dosel parecían darle la bienvenida luego de la larga ausencia.
Se atavió con su túnica blanca favorita tomándose varios minutos para descansar en una de las bonitas y mullidas sillas de tapicería cobalto apenas terminó de desempacar. Un momento más tarde decidió refugiarse en su estudio el resto de la tarde.
El despacho se hallaba en la otra ala de la casa y se había convertido en un área privada de trabajo desde que asumiera el puesto de Consejero Imperial, ocupó el lugar de su padre en cuanto tuvo la edad adecuada para ello, completando su entrenamiento militar y educación antes que eso.
El joven cruzó la puerta cerrándola tras de sí observando detenidamente un objeto que colgaba de la pared, dicho elemento estaba vinculado directamente con Saori siendo esa una de sus posesiones más preciadas: una espada de hoja de doble filo alargada y mango dorado ricamente grabada con runas antiguas, la cual pertenecía a su familia desde hacía varias generaciones.
La sujetó por unos momentos observándola detenidamente, Summarbrander, ese era el nombre de la delicada pieza con la que había logrado sacar a la diosa Atena del misterioso hechizo al que Dolbar la sometió.
—Él quería provocar una guerra a gran escala encerrándola en el barco a los pies de la estatua de Odin. De no haber sido por esta espada, no hubiera podido hacerla volver del trance en aquella ocasión, ella habría perdido la vida entonces.
Colocó la espada en su sitio nuevamente pasando lentamente sus dedos por la fina hoja sin sacar de su mente a la joven a quien rescató. Ese detalle lo incluiría en su carta sin falta pues lo consideraba relevante. Antes de tomar asiento, se dirigió al baño más cercano observándose un momento en el espejo sacándose las ropas.
Freyr se giró un poco analizando las cicatrices de su espalda y brazos, heridas que tardaron mucho en sanar siendo un no muy grato recuerdo de aquel pequeño evento bélico liderado por el ambicioso sacerdote en turno. Algunas de esas desagradables marcas llegaban hasta el lado derecho de su torso siendo demasiado visibles y poco agradables al tacto.
—Todo fue por salvarla... jamás habría dejado que la lastimaran, que la privaran de la vida. Atena, la única que podía salvarnos en esos momentos de necesidad —se repetía cual letanía autoconvenciendose de que la salvó debido únicamente al respeto que sentía por ella, ¿cierto?
Falso.
Apenas la vio por primera vez en el palacio Valhalla, supo lo importante que era y todo lo que representaba. Con solo ver su foto, una sola vez, en los diarios de Tromsø presentando el famoso "Torneo galáctico" supo que la joven tenía algo, un no sé qué, que se quedó grabado en su memoria reconociendola enseguida en esa terraza del palacio. Había deseado conocerla desde entonces y, aunque fue breve, logró hacer algo por ella.
Se colocó las ropas nuevamente tomando asiento dispuesto a terminar su carta la cual redactó usando una bonita hoja membretada y su pluma más fina tomándose su tiempo hasta terminarla al caer la noche notando que el tintero ya iba por la mitad de su contenido.
Freya entró anunciando que la cena estaba servida y, tanto ella como Odr, le esperaban para comenzar.
—Enseguida bajo... —respondió cortés dedicando otro rato a revisar el documento que pretendía envíar, a más tardar, en dos días.
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El consejo imperial se reunía en uno de los salones más grandes del palacio Valhalla, el llamado Glasdheim, donde los consejeros se agrupaban una vez cada semana para discutir diferentes temas de gran importancia para la comunidad. Freyr cruzó la puerta del salón encontrándolo vacío sintiendo algo de alivio ya que solía molestarle el ruido que los consejeros hacían con sus constantes cuchicheos.
Tras dejar una serie de papeles sobre la amplia y alargada mesa, se tomó un tiempo para dirigirse a la ventana notando a un pequeño que corría por entre los jardines siendo perseguido por una trabajadora del palacio haciéndole sonreír; seguramente se trataba de Birger, el pequeño hijo de la señorita Hilda, quien tenía fama de volver locas a sus niñeras con sus constantes rabietas y exigencias.
Freyr rio un poco para sus adentros dejando al niño con la mujer. Puso su mirada sobre al gran mapa del reino que colgaba de la pared más grande observando con atención por unos minutos mientras el resto del consejo llegaba a la sala esa bonita mañana de verano.
Muspelheim estaba ubicado al sur del reino colindando con el puente Bifrost, esa zona era poco frecuentada por el grueso de la población quienes preferían no saber sobre los comerciantes extranjeros que llegaban ahí para vender mercancías importadas y comprar artesanías locales; unos cuantos kilómetros hacia el noreste, se encuentra el centro de Asgard seguido de la prospera región de Alfheim.
Hacía el oeste, varios kilómetros más allá de la bella zona boscosa, se divisaban el valle de Vanaheim y la tundra de Jotunheim rodeada de altas montañas y habitada por los descendientes de los gigantes, los jötnar.
Sus ojos recorrieron el mapa hacia el norte, hacía las zonas inhóspitas y oscuras de Nifelheim y Helheim. Pasadas esas dos regiones, se encontraba la entrada al reino del mar, la tierra de Poseidón de quien Freyr prefería no hablar. No estuvo presente en la batalla contra este, pero le fue notificado todo al respecto no pudiendo sentir más que repulsión hacía aquella deidad despiadada.
—Ah, Freyr. Ya estás aquí —un hombre muy mayor apareció por la puerta dedicando una sonrisa cortés. El recién llegado se trataba de un consejero de edad avanzada, escasos cabellos grises y postura encorvada.
—Buen día, consejero Frode, es un gusto verle esta mañana.
—¿Cómo te fue en esas ponencias en Oslo? —preguntó dedicándole una mirada escéptica mientras tomaba asiento.
—Todo salió de acuerdo a lo planeado y, tengo el presentimiento, que nos ayudará a atraer más comercio hacía Asgard —decía Freyr entusiasmado sentándose frente al hombre.
—Eso esperamos. Sabes bien que el consejo no está convencido de que uno de los nuestros salga a Midgard y ponga los ojos de esa gente aquí. Estas consciente que valoramos nuestra privacidad como comunidad.
—Lo sé, pero el pueblo requiere la entrada de capital adicional y de suministros así como de otras importaciones de Midgard. Usted está al tanto de que no somos autosuficientes, algunas comunidades mueren de hambre y...
—Eso siempre ha sido así Freyr —interrumpió Frode impasible—. Como bien mencionas, esas zonas las habita gente marginada y el consejo está al tanto de eso, la cuestión aquí es la incomodidad que causa a las familias más prominentes los ojos de los pueblos del exterior, ¿entiendes?
—No, me temo que...
Freyr no pudo continuar pues el resto del consejo ocupó su lugar comenzando la sesión del día presididos por Frode, el hombre de más alto rango en esa sala quien enfocó la conversación a los temas que podrían darle la razón a Freyr: la inconformidad de los jötnar, los habitantes de Jotunheim, quienes estaban ocasionando más de un problema al resto de la comunidad puesto que, varias veces a la semana, robaban animales, enseres y diferentes suministros a las poblaciones cercanas, en este caso, a los vecinos del sureste de Asgard, ya que la otra región cercana, Vanaheim, atravesaba por la misma problemática.
—Se han enviado soldados a las fronteras para contenerlos y bien, pasando a otras cosas... Está la incomodidad de los pobladores y las constantes salidas de Freyr del reino.
—Frode —otro de los consejeros de más edad, Torben, tomó la palabra—. Creo que, en este punto de la situación con los jötnar, las ponencias y pláticas que da Freyr a lo largo de Noruega servirían para ayudarles pues, de esa forma, el reino les puede proporcionar ayuda y evitaría que los conflictos se hagan mayores. No somos autosuficientes, lo poco que producimos apenas si alcanza para la gente de Asgard y es imposible repartir comida día tras día.
—Gracias, Torben —pensó Freyr feliz de que, al fin, alguien le diera la razón—. Esa es la razón principal por la cual...
—Un momento —intervino un cuarto consejero—, el que Freyr salga constantemente del reino no nos garantiza que los habitantes de Midgard se interesen por nosotros. Considero que los problemas con los jötnar se resuelvan de otro modo así sea recurriendo a nuestros soldados para contenerlos.
—Además está el comercio con Tromsø —añadió Frode mirando a Freyr impasible—, ya tenemos importaciones de ellos desde hace unos años, lo que nos proveen debería ser suficiente.
—No lo es Frode, escuche...
—¡Basta Freyr!
Hubo un silencio incómodo en el cual Freyr hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no perder los estribos ante la necedad de ese grupo de ancianos.
—Jotunheim es una tierra rica en fauna —afirmo Frode—, no hay ninguna necesidad de que perturben la paz de los pobladores al sur de Asgard quienes ya tienen suficiente tratando de sacar adelante su día a día.
Todos los demás estuvieron de acuerdo sin darle a Freyr la oportunidad de hablar durante toda la junta.
—Freyr —Frode lo observó impasible nuevamente—, lo que haces, en apariencia puede ser noble y desinteresado, pero creemos que no trae tanto beneficio a la comunidad como crees. ¿No sería mejor reconsiderarlo?
—¿Cómo dice, Señor?
—Tu padre, Njord, seguro hubiera querido que aprovecharas tu puesto como consejero para trabajar en algún proyecto que sea, verdaderamente, útil y honroso para el pueblo de Asgard.
Dicho esto, se levantó la sesión mientras Torben se aproximaba a Freyr de forma discreta.
—Te ruego los disculpes por su enorme ignorancia, Freyr.
—No hay problema, Torben. Solo me enfada que no me permitieron hablar siquiera, no me dieron la oportunidad de defender mi postura.
—Lo sé, lo sé... Lo que dice Frode respecto a tu padre, está mal interpretado. Estoy seguro de que él hubiera aprobado cualquier forma alternativa de ayuda a Asgard. De hecho, ojalá hubiera más jóvenes emprendedores como tú por el reino.
—Gracias.
—Así tendríamos más gente productiva y no tan quejosa. Ten un buen día.
Este último comentario le hizo sonreír saliendo del salón hasta el final donde fue interceptado por un asistente de la señorita Hilda quien solicitaba verlo rápidamente. El joven siguió al mensajero hasta una de las salas privadas, al otro lado del palacio, donde Hilda aguardaba por su llegada.
El salón en tonos oscuros y verdes fue el lugar elegido para esa charla. Los cortinajes estaban corridos dejando pasar apenas un poco de luz dando un aspecto acogedor aunque lúgubre.
—Gracias por aceptar esta breve reunión, Freyr. Sé que estás ocupado con asuntos del consejo.
—No debe disculparse, siempre hay tiempo para charlar con usted.
Ambos tomaron asiento en los mullidos sofás frente a la chimenea apagada.
—Supe que el consejo reprueba que salgas de Asgard y hables en Midgard sobre nosotros.
—Imagino que se lo han informado todo —comentó Freyr tratando de ocultar su molestia.
—Si, aunque no tengo parte activa en el consejo a pesar de que soy la sacerdotisa, estoy al tanto de todo lo que se discute en esas sesiones y considero que son injustos contigo.
—¿Injustos? —Freyr abrió mucho los ojos al escuchar esas palabras.
Hilda reacomodó su postura observándole fijamente.
—Considero que está bien que haya aún más entrada de bienes importados a nuestra nación. Los jötnar son solo una de las tantas comunidades que pasan hambre y frío dentro del reino.
—Estoy de acuerdo. Se que las leyes respecto a que se integren al resto de la sociedad no cambiarán nunca, pero debe haber algún modo de ayudarlos, no solo a ellos, sino a los demás que padecen —indicó Freyr muy serio.
—Exacto, también lo veo de esa forma. Razón por la cual estoy de acuerdo con lo que haces y más porque no usas dinero de nuestras arcas para financiarte, ¿es correcto?
—Así es, uso mis propios recursos para viajar cuando es necesario.
—Siendo así, el consejo no debería tener problemas, pero les molesta más que salgas del reino que las intenciones que tengas, lo que es lamentable.
—Eso veo... —Freyr se sentía muy frustrado al respecto, pero no deseaba desahogarse con la señorita Hilda a riesgo de verse demasiado fuera de lugar.
El joven bajó la mirada por un momento analizando si valdría la pena narrar a Saori esas molestias descartando la idea en seguida. No quería que esa primera carta sonará como una razón para quejarse a los cuatro vientos con alguien. Tampoco deseaba causar una mala impresión como esa.
—¿Estás bien, Freyr? —Hilda lo observó preocupada esperando que añadiera algo más.
—Gracias por su comprensión a mi proyecto —dijo al fin dibujando en su rostro una sonrisa honesta—, me alegra saber que entiende que esto no lo hago para vanagloriarme sino para traer algún beneficio a la comunidad.
—Lo sabemos. Espero no cambies esa postura y continúes honrando el nombre de Asgard y Odin en tu siguiente viaje a Midgard.
—Lo haré. Si me disculpa, debo retirarme, no quisiera quitarle más tiempo.
Freyr salió del palacio Valhalla abordando su carruaje privado analizando lo sucedido esa mañana. La señorita Hilda parecía ser la única persona en todo el reino que trataba de entender lo que se proponía cada vez que salía de la nación.
El joven lanzó un largo suspiro pues, ni siquiera Freya aprobaba sus constantes viajes en beneficio de Asgard. A la chica también le molestaba que su hermano mayor usara su tiempo en una actividad que ella llamaba "sin sentido" pese a que había dedicado horas y horas en explicarle por qué hacía lo que hacía.
—El mayor beneficio para Asgard sería el que trabajaras desde casa en algo que nos beneficie. No hay nada para ti en Midgard y esas salidas hacen parecer como que quieres huir de aquí —comentó ella con tristeza durante la cena, horas más tarde de su llegada.
—Hablas igual que los consejeros, sólo ven el lado malo de mis actividades sin dar la oportunidad de esperar los resultados.
—Hermano... se que tienes buenas intenciones, pero Midgard no es el camino correcto. Temo que puedan corromper tu moral, tu mente y espíritu.
—No tienes nada que temer, Freya. Ya estoy algo grande como para que me corrompan. Solo quisiera que, al menos tú, me tuvieras fé.
La chica no dijo más lanzando un largo suspiro para enseguida fijar su atención en el plato con estofado que tenía frente a ella.
—Freya...
—Odr ha decidido aplazar la boda dos meses más, está trabajando en una casa para nosotros y quiere tener todo listo apenas termine la ceremonia —la joven cambió el tema deliberadamente mientras Freyr fingía algo de entusiasmo por ella y su futuro.
—Espero que esa casa sea un verdadero hogar para ti —respondió neutral.
No podía culparla, se dijo en silencio, su hermana menor fue criada con esas ideas cerradas y sería casi imposible hacerla cambiar de parecer. Freyr habría querido compartir con su ella la felicidad de su reencuentro con Saori, pero, a riesgo de no escuchar más que reproches, es que optó por permanecer en silencio bajando la mirada al plato con comida y su copa con vino.
Se retiró a su despacho apenas terminaron de cenar para finalizar los últimos detalles de su adorada carta la cual estaba casi lista.
En esa misiva, Freyr narró a Saori su trabajo como consejero, puesto que tomó luego de su recuperación y de terminar sus estudios. Le habló sobre su espada, la cual colgaba orgullosa de la pared de su despacho haciendo referencia al momento en que la salvó del trance; habló también de su día a día en Asgard así como del prometido de Freya y de cómo esta se uniría en matrimonio en un año más o menos.
"Estoy feliz por mi hermana. El hombre que la desposará es un buen sujeto, trabajador, amoroso y atento. Se que está en buenas manos y no debo preocuparme más de la cuenta por su bienestar. Solo quisiera que me apoyará en lo que hago..."
Lo había escrito, se dijo molesto, como pudo suceder pues no tenía modo de borrar o corregir la última oración.
—Que torpe... —se dijo enfadado buscando otro papel para repetir completa la última cuartilla, sin embargo, tras analizar un poco todo el texto, decidió dejarla tal y como estaba— No quiero que piense que me quejo, pero podría expresar un poco sobre la situación que vivimos aquí.
Tras considerarlo por unos momentos más, comenzó a doblar lentamente las tres cuartillas para meterlas en un sobre de papel que tenía grabado el escudo de la casa Folkvangr y cerrarla con un bonito sello de cera en color azul con tonos dorados. Apenas estuvo listo, buscó en una caja oculta en las gavetas de su escritorio, un sobre plástico en color amarillo que solía usar para mensajería sobre asuntos de trabajo.
—Mañana mismo pediré que la pongan en el correo —volvio a colocar el sobre amarillo en la caja secreta para luego salir del despacho cerrando la puerta.
En el verano no oscurecía por lo que la servidumbre se tomaba el tiempo para cerrar todas las cortinas de la casa alrededor de las ocho más o menos, Freyr siempre tenía corridas las cortinas en su despacho, por lo que con frecuencia olvidaba que momento del día era. Llevando un candelabro de dos brazos en la mano, se retiró a su habitación para sumergirse en la bañera durante un buen rato.
Verdaderamente necesitaba esos minutos de paz y tranquilidad.
Estando en la bañera es que decidió pensar en cosas menos desagradables, como las puntillosas palabras de Freya o los consejeros, dedicando sus pensamientos a Saori. Esperaba que esa carta fuera la primera de muchas y, si la buena fortuna lo permitía, deseaba volver a verla en el futuro cercano. Esa compañía le vino bien en Oslo, le dio un aire fresco a sus días y quizás era la motivación que necesitaba para mantener el entusiasmo respecto a su proyecto.
—No pienses nada más —se dijo agotado—, es mejor ir a dormir.
Se fue a la cama enseguida vaciando sus pensamientos, necesitaba un sueño largo y reparador.
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Al día siguiente, pidió a su asistente que llevara la carta al correo de Tromsø cuanto antes pues se trataba de una respuesta de trabajo muy importante indicando que la carta se pusiera en el correo urgente rumbo a oriente.
—Se hará como ordene, señor Freyr.
—Gracias.
A partir de ese momento, Freyr estaría atento a la respuesta de Saori pese a que no estaba seguro de cuándo llegaría.
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Continuará...
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*Notas: El segundo capítulo estuvo dedicado totalmente a Freyr. Creo que no me había dado el tiempo para explorar un poco más este personaje, su vida, su casa en Asgard y a su hermana Freya.
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