Capítulo 19
La balada de Saori y Freyr
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19
El reencuentro
Asgard
Días después
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Freyr se encontraba en una audiencia con Hilda para firmar su salida voluntaria del reino. El ex consejero se había mostrado algo renuente a firmar semejante documento pero, realmente, era la única alternativa que le quedaba, era eso o ser un paria; así que, solo acudió por mera formalidad de acuerdo a lo solicitado por la sacerdotisa.
—Me da gusto verte Freyr —la joven lo recibió en un gabinete estando el secretario del consejo presente quien se mantuvo en silencio escuchando la charla mayormente hecha por Hilda—, me alegra que nos reunamos en mejores condiciones.
—Es un gusto verlos Hilda y al secretario Jakob —respondió Freyr educado como era.
—Es una pena que todo haya terminado de este modo y hayas decidido dejarnos. Te echaremos de menos.
Por un momento a Freyr le pareció que esas palabras tenía un cierto aire de falsedad, pero no objeto nada manteniéndose diplomático deseoso por terminar aquella charla y retirarse a casa ya que tenía bastantes cosas que hacer y poco tiempo. Si hubiese sido por el, no habría hecho sacrificios innecesarios y habría continuado con su vida, pero al saber que no podría recuperar lo que dejó atrás, pues no tenía mucho sentido continuar dentro del reino sin opciones a las cuales recurrir.
—Te deseamos suerte Freyr —ambos le estrecharon la mano apenas este terminó de firmar aquel pergamino esbozando una sonrisa educada y entusiasta.
—Igualmente, les deseo suerte.
Jamás volvería a ver a Hilda o al consejo asi que mejor retirarse en paz de ahí disfrutando de la bella mañana que aún tenía por delante.
Apenas cruzó la puerta se percató que no le afectaba esa despedida, no se sentía mal por todo lo ocurrido sintiendo que, tanto la sacerdotisa como el secretario, se portaron ligeramente hipócritas, pero de nada valía molestarse si quiera. Sin más, montó su caballo volviendo a casa varias horas más tarde ya que se tomo un tiempo para cabalgar por los vastos bosques, paisaje que sí echaría de menos en el futuro.
Después de haber cabalgado durante varias horas, volvió a casa topándose con una sorpresa inesperada.
Justo frente al portón de su casa estaba aparcado un carruaje elegante lleno de detalles metálicos aquí y allá; un Alberich aguardaba su llegada pues necesitaba hablar sobre algo importante. Freyr bajó del caballo llevándolo a las caballerizas tomándose su tiempo pues no estaba interesado en tratar con el Alberich de inmediato.
Hogni Alberich lo esperó un buen rato sin molestarse y sin impacientarse ya que se imaginaba que el aún dueño de la casa tendría bastante que arreglar.
—Buen dia, Hogni —Freyr abrió la puerta permitiendo el paso a su invitado inesperado— ¿a qué debo tu sorpresiva visita hoy?
—Buen día, Freyr, agradezco unos cuantos minutos de tu tiempo. Iré directo al grano, he venido a hacer negocios contigo —respondió el joven Alberich sacándose el sombrero e ingresando a la casa.
—¿Negocios? —Freyr lo miro sin entender guiándolo al salon de visitas.
Ambos jóvenes tomaron asiento uno delante del otro mientras Hogni se tomaba su tiempo ajustando sus pensamientos uno a uno antes de hablar.
—No es un misterio que saldrás del reino en los próximos días —comenzó a decir el joven con calma—, todos en el pueblo y entre las familias prominentes hablan de eso, ¿sabes?
—Me imagino —respondió un tanto molesto por esas primeras palabras, pero no se permitió expresar delante de Hogni su malestar.
—Bien pues, he venido con una propuesta de negocios ya que no creo que quieras empezar una nueva vida con las manos vacias —continuo Hogni reacomodandose en su silla y poniéndose más cómodo.
—¿A dónde quieres llegar con eso? —preguntó Freyr al fin sin entender esa propuesta de negocios.
—Bien pues, quiero comprar tu casa —dijo Hogni al fin dibujando una sonrisa de confianza en su rostro—, me casaré dentro de no mucho y estoy en búsqueda de una residencia señorial y amplia para mi futura familia. ¿Comprendes?
—¿Qué?
Por un momento Freyr sintió que el mundo se detenía pues jamás se imaginó que terminaría vendiendo su casa. Sin embargo, Freya ya no vivía ahí y sus objetos más preciados se los había llevado con ella dejando algunas cosas de poco valor en su antigua habitación. Por otro lado, tenía sentido la propuesta de Hogni: Freyr ya no viviría en ese hogar de ahí en adelante siendo esa proposición de negocios un duro golpe, pero que traería beneficios.
—Dejame meditarlo por un momento... —el joven de cabellos arena se puso de pie dirigiéndose a la ventana— Vender la casa de mis padres, de mis ancestros a un Alberich —pensó contrariado.
Realmente aún no había pensado que debía hacer con esa casa, por un momento, creyó que Freya podría quedarse con la propiedad, no obstante Odr ya tenía un hogar para ella. Dioses, pensó el joven algo preocupado, pues no estaba seguro de la respuesta que daría a Hogni.
—Por supuesto que haré una propuesta generosa por este hermoso lugar —añadió Hogni—, además te pagaré con dinero de Midgard. Creo que lo necesitaras, ¿no es asi?
El anfitrión se sintió desarmado como para responder en ese momento, necesitaba un poco más de tiempo para analizar la propuesta de Hogni y confirmar si realmente le convenía.
—Necesito conversar con mi hermana sobre tu propuesta de negocios. Dame unos días.
—Claro, hablalo con Freya y cuando estés listo, házmelo saber. Me retiro por ahora.
Hogni no añadió más saliendo de la casa un momento después despidiendose de su anfitrión.
Freyr se quedó un momento más en el salón tomando asiento para meditar la propuesta de Hogni por largo rato. El Alberich pagaría por esa casa una buena suma de dinero de Midgard, recapituló, además nadie quedaba entre sus familiares que pudiera ocupar esa casa. Vaya, pensó el joven de cabello de arena, no solo había perdido el puesto de consejero; además, acabaría perdiendo su hogar, la casa familiar.
—Tengo que hablar con Freya... —era lo correcto y lo justo.
Se reunió con ella al día siguiente tomándose un tiempo por la mañana para visitarla en su nuevo hogar y poner la propuesta de Hogni sobre la mesa. La joven rubia escucho en silencio hasta que su hermano terminó de hablar analizando la compra que pretendía llevar a cabo Hogni.
—No me agrada la idea —dijo al fin después de un momento—, pero tengo que reconocer que es conveniente puesto que esa casa se quedara vacia de ahora en adelante. No pensé que llegaría el día en que habría que prescindir de ella de esta forma... ¿Que has pensado de esto, hermano?
—Creo que valdría la pena considerarlo. Por supuesto que perder el hogar familiar sera doloroso, pero seria mucho peor que se quede vacía por tiempo indefinido ya que también corremos el riesgo de que sea saqueada o invadida.
—Es verdad, habría que pagar a un velador para que la custodie por tiempo indefinido —Freya no deseaba que su marido destinara recursos para eso, era mejor obtener un beneficio monetario por esa propiedad.
—Esta decidido entonces.
Así quedo pactado entre ambos hermanos quienes pusieron manos a la obra para concretar esa venta y, comenzar a empacar y vaciar esa casa dejando solo los muebles que Freya no quisiera.
Esa tarde, mientras Freyr revisaba sus maletas, sujeto con fuerza su espada tan preciada tomando asiento en una de las sillas que aun estaba a la mano. La desenvainó y analizó con calma decidiendo llevársela consigo ya que podría sacar algún provecho de ella y no deseaba dejarla a disposición del nuevo ocupante de la propiedad.
Finalmente, todo quedo arreglado dos días antes de la fecha pactada para su salida del reino.
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Bergen, Noruega
La fecha acordada
Saori llego a la residencia arrendada un día antes de la fecha indicada por Freyr, su idea era esperarlo en esa ubicación, tomarse varios días para descansar ya que, algo le decía que, él iba a necesitar reponerse luego de tantos giros a su vida. Hyoga y Seiya ya se encontraban camino hacia Asgard para buscar a Freyr y llevarlo con ella.
—Tendré todo listo para su llegada —se dijo dando instrucciones a Tatsumi y apresurandolo ya que debían hacer compras y preparar varias cosas.
Le esperaban días interesantes y de muchas decisiones importantes.
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Mercados de Muspelheim
Asgard
Flare consiguió escabullirse nuevamente hacia los mercados de Muspelheim aprovechando que no había sido descubierta en su aventura pasada ayudando mucho el que en ambas ocasiones el consejo no se hubiera reunido. Así Flare usó el mismo atuendo trenzando su cabello logrando salir al mercado con ayuda de un mercader a quien tuvo que pagarle para ayudarla.
Al mismo tiempo, Hyoga y Seiya llegaron al lugar aguardando la aparición de Flare. Seiya la divisó entre la gente reconociendola enseguida pese al tiempo que llevaba sin verla. Estaba a punto de gritar su nombre, pero fue lo suficientemente precavido para solo levantar la mano y saludarla con efusividad.
—Que gusto verte, Seiya —Flare correspondió al saludo charlando brevemente con el joven Pegaso.
—¡Siempre es un placer verte! Iré a recorrer un poco el mercado y a esperar —Seiya sintió la mirada perforante de Hyoga alejándose de la pareja lo suficiente para darles un tiempo antes de que Freyr cruzara la puerta.
Flare rio un poco aproximándose a Hyoga para rodearlo con sus brazos. El rubio se mantuvo en silencio dejando que Seiya y la joven charlarán un poco esperando su turno para estar con ella. Ambos intercambiaron un prolongado beso conscientes de que jamás se volverían a ver.
—Me alegra verte aunque sea bajo estas circunstancias en las que deberemos despedirnos —Hyoga se aferró a ella por un momento antes de tomar asiento en la orilla de la fuente sin soltarse de la mano—. El tiempo ha volado, Flare —dijo sonriente—, pensé que tres meses transcurririan demasiado lento, pero no fue asi.
—Para mi fueron lentos los días, Hyoga y más porque esta es la última vez que te veré.
—Me gustaría que no fuera así, sin embargo no quiero causarte más problemas.
Hyoga la contempló de arriba abajo admirando su belleza. En su última reunión no había reparado en ciertos detalles sobre ella como sus bellas facciones adultas, el hecho de que era más alta no sabiendo si llevaba zapatos de tacón y que definitivamente era mucho más hermosa.
—Flare, voy a echarte de menos como no tienes idea —Hyoga saco un pequeño paquete que le entregó discretamente—. Es para ti, un presente de despedida.
—Gracias por el detalle —respondió sonriente—. Yo también te extrañare.
Por un momento, ambos revisaron un poco a su alrededor buscando un sitio mas cerrado, mas seguro para poder hacer un cierre más íntimo a su relación. Hyoga noto que ella también lo deseaba, no obstante Muspelheim no era más que una plaza de mercado llena de locales temporales, más allá se veían una serie de pequeñas construcciones de donde los mercaderes sacaban y guardaban mercancía.
—Ella es una princesa —pensó el cisne—, no voy a exponer su intimidad en un lugar como ese.
—Hyoga... me gustaría estar contigo en otra clase de circunstancias —dijo ella suavemente.
—A mi igual, pero este no es el sitio adecuado. Mereces un encuentro en un entorno a tu altura.
Flare sonrió ya que le agrado mucho ese gesto caballeroso de parte de su acompañante pues, era verdad que no había algún lugar cerrado y seguro donde ocultarse por un par de horas descartando la idea. Invirtieron el tiempo charlando, cubriéndose de caricias y besos hasta que transcurrieron un par de horas más.
—Debo irme Hyoga —anunció la chica al mirar en el reloj de pulsera de su acompañante que ya habían transcurrido casi las tres horas acordadas—, Freyr saldrá en cualquier momento. Imagino que querrán llevarlo ante Atena cuando antes
—Si —Hyoga sonrió con culpa—, Saori lo espera en Bergen.
—Ya veo. Adiós, Hyoga. Te deseo suerte, muchas gracias por tus cartas y detalles.
—Adiós Flare. Espero tengas una buena vida.
Les costó despedirse prolongandolo un poco más hasta que ella se separó del rubio desvaneciendose entre la gente. El cisne la perdió de vista lanzando un largo suspiro aunque iba preparado para decir "Adiós" no pensó que sería tan duro al final deseando hacer o decir algo más, pero ya era tarde.
Esa fue la última vez que la vio.
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Freyr también se despidió efusivamente de su hermana momentos antes de cruzar los portones del reino. Los pasados días transcurrieron en la casa de Odr donde ambos hermanos revisaron los objetos traídos de la que fuera su casa. Freya se quedaría con la mayor parte, mientras que Freyr guardó algunos objetos que pudiera llevarse y que tuvieran cierto valor para él. Ya vería como usarlos posteriormente.
No podía quejarse pues Hogni fue muy generoso con el pago por la propiedad de los Folkvangr y se llevaba una buena cantidad de dinero con él, aun después de haberlo dividido con su hermana.
—Debo irme, ha llegado el momento.
—Te echaremos de menos —Odr tambien se despidio de Freyr deseándole mucha suerte mientras ambos intercambiaban un abrazo de hermandad.
Odr sabia que Freyr sería una pérdida para el reino y la gente aunque nadie quisiera reconocerlo, además de ser una pérdida para su amada Freya.
—Freya... —dijo Freyr con suavidad.
A esas alturas, Freya ya estaba hecha a la idea y, aunque no dejaba de dolerle en lo más profundo de su persona, lo aceptó dejando ir a su hermano al mundo exterior para siempre. No hubo acuerdos para recibir alguna carta ya que no deseaba más problemas con eso.
—Si alguno de los nuestros llega a salir del reino, le pediré que te busque. Quizás coincidan en alguna ciudad —dijo positiva.
Freyr solo sonrió, lo veía muy improbable. El consejo jamás dejaria salir a nadie más del reino asi que, para él era casi un hecho que no volvería a saber de su hermana pesándole demasiado esa despedida.
—¡Adiós Freyr, me harás mucha falta! —Freya lloro un rato.
—Tú también me harás falta, pero aquí te necesitan. Tendrás una linda familia.
—Lo sé, pero la ausencia de mi hermano me pesará —Freyr quito las lágrimas del rostro de la joven sonriendo levemente.
Se estrecharon con efusividad hasta que fue tiempo para Freyr de dirigirse al poblado llevando su enorme maleta y cruzar las puertas hacia una nueva vida y a un futuro tal vez incierto. Esperaba que todo saliera bien de ahí en adelante, pero debía hacer las cosas con calma.
Cruzó las puertas lentamente girandose para mirar el panorama de Asgard una vez más grabando en su cabeza las imponentes montañas, el poblado y su incansable actividad, el palacio Valhalla y la imponente estatua de Odin ubicada por encima de este y los hermosos bosques.
—Adiós, dulce tierra y cielo del norte, benditos para siempre, pues aquí dormí y aquí corrí con pies ligeros... —recitó un poema leído hacía tiempo en un hilo de voz.
Retomó su camino hacia Muspelheim cabizbajo sin percatarse de la actividad a su alrededor y sin notar que Seiya y Hyoga lo esperaban sonrientes.
—¡Hola Freyr, que gusto verte! —Seiya se adelantó y gracias a su potente voz es que el joven de cabello de arena salió del trance en el que parecía estar.
—¿Seiya?
—Oye te ves muy bien —dijo jovial el pegaso estrechando fuertemente la mano de Freyr lo que hizo que este volviera a la realidad—, tenía mucho tiempo sin verte. Que mal todo lo que sucedió, lo lamento mucho, pero verás que las cosas se pondrán mejores. Saori te espera en Bergen y...
—¡Seiya! —Hyoga lo toco ligeramente del brazo haciendolo parar ya que hablaba y hablaba aturdiendo a todos— Creo que Freyr necesita un respiro antes de que recites el itinerario punto por punto.
—Pero... lo siento.
A Freyr le causó mucha gracia la actitud despreocupada de Seiya la cual ayudó a disipar su tristeza por un buen rato.
—Les agradezco que hayan venido hasta acá. Escuchen, hay varias cosas que necesito hacer antes de que partamos a Bergen. Necesito un par de días.
—¡Claro!
—Le informaré a Saori y te haremos compañía mientras tanto —indicó Hyoga.
—De acuerdo.
Mientras iban por el puente Bifrost, Freyr los escuchaba hablar y reir pensando que era bueno que estuvieran con él en ese momento ya que creyó que pasaría solo esos días. Además le alegro mucho que Saori tambien hubiera ido hasta Bergen, deseaba verla con ansias aunque también quería unos días para si mismo, al menos, ya que aun tenía cosas por procesar.
La primera parada, luego de reservar una habitación de hotel por un par de noches, era una casa de antigüedades que compraba objetos varios. Freyr sabía que no podía viajar en avión llevando su preciada espada. Quizás podría llegar con ella hasta Bergen, sin embargo no podría salir del país llevándola consigo asi nada más.
—Pero... —intervino Seiya mirando a Freyr con gravedad apenas este colocó la espada envainada sobre el mostrador de la tienda— Es tu espada, Freyr, con ella salvaste a Saori, ¿de verdad quieres deshacerte de ella?
—¿No podrías considerarlo? —Hyoga también se mostró consternado ante la venta.
—Nada eso —respondió con suavidad—, le tengo mucho aprecio a esta espada, pero creo que puedo sacarle provecho. Además ya no me sirve, no puedo viajar con ella, sería complicado. Y una persona especial me espera desde hace tiempo, debo darme prisa.
La venta y todo lo que debía hacer en Tromsø le tomó menos tiempo del que esperaba. Aprovecho esas noches para pasear por la costa de la ciudad a solas y sacar lo que tenía dentro. No creía estar listo para dejar su vida en Asgard atrás, pero estando fuera de la ciudad mirando las altas montañas desde esa pequeña ciudad costera, se dio cuenta de que debía hacer un cierre y seguir adelante.
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Saori esperaba impaciente sentada en una de las cómodas sillas en el portón de la propiedad rentada, Hyoga le confirmó por teléfono que estaban en camino y llegarían con ella en unas dos o tres horas más o menos. Ella aprovechó para poner todo en orden y esperar a que los tres hombres llegaran mientras Tatsumi la observaba al otro lado de la ventana.
Finalmente, un taxi se dejo ver por el silencioso camino tomando la desviación hacia la propiedad oculta deteniéndose justo delante de la puerta. Saori se puso de pie bajando los tres escalones mirando el vehículo con aprehensión al mismo tiempo que los pasajeros desciendían. Freyr levantó la mirada cruzandola con la de Saori quien lo observaba sorprendida.
Ambos se quedaron asi por unos segundos hasta que ella se abalanzo sobre él rápidamente mientras Freyr hacia lo propio estrechandola con más fuerza, para ambos todo lo demás se había desvanecido a su alrededor dedicandose varios minutos a reencontrarse luego de tantos meses de silencio y separación.
—¡Oh Freyr, crei que no volvería a verte! —decía la joven diosa derramando un par de lágrimas que él retiro enseguida.
—También pensé que no volvería a verte. Mirate, estás hermosa —tomo el rostro de la chica entre sus manos besándola pausadamente.
—Te ves demacrado y cansado. No imagino todo lo que has pasado estos meses.
—Tienes razón y hay mucho que decir al respecto. Gracias por esperarme.
—Jamas te habría abandonado y menos ahora.
Luego de un momento más, los cuatro volvieron al interior de la casa para tomar el almuerzo y charlar un rato ya que Seiya y Hyoga volverían a oriente en dos días. Saori comentó a Freyr que seria mejor quedarse unos días más en la soledad de esa propiedad para poner sus asuntos en orden a lo que él accedió.
En medio de la calma y el silencio, luego de que los dos invitados se marcharan, es que la pareja charló largo y tendido lo que les competía acerca de su relación y el futuro que tenían por delante, puntualizando que ya no serían necesarios esos viajes tan largos para verse; además, Freyr le mostró las muchas cartas tanto de trabajo como las últimas que Saori envío.
Freyr se sintió liberado luego de charlar con ella sobre cómo se sentía realmente luego de esa aparatosa salida de Asgard, la actitud de su hermana y la venta de su vieja casa familiar mientras Saori lo escuchaba atenta sujetando fuertemente las manos del joven de cabellos arena. Ella, por su parte, le confirmó que había estado preocupada desde que las cartas no llegaban ya que él era constante.
—Sabía que algo andaba mal. Quizás no fue mi culpa como tal, pero le di a ese consejero motivos para sospechar.
—No digas eso. Como sea, también debí ser mas cuidadoso.
—No te culpes totalmente —decía Saori acariciando el rostro de su pareja.
—¿Mitad y mitad de culpa?
—Está bien.
—Du er vakker og jeg elsker deg —susurró al oído de la bella diosa haciendola sonrojar.
—¿Cuándo será el momento en que me digas que significan esas palabras?
—Significan que "eres hermosa y te amo".
Ella sonrió ampliamente aferrándose a él.
—También te amo —Saori susurró algo solo para él en su idioma.
—¿Y eso que significa?
—Mi corazón te pertenece.
Aquellos pensamientos intrusivos sobre separarse quedaron atrás ya que ahora más que nunca querían estar juntos y mirar a la misma dirección a futuro. Además Freyr quería conocer el país donde vivían Saori y los demás caballeros de bronce mostrándose entusiasta a empaparse de una cultura que le era totalmente nueva.
Solo había una cosa que hacer antes.
—Quisiera que me permitieras cerrar este capítulo de mi vida —le comento con suavidad mostrando todas las citas de trabajo que tenía apuntadas ya que no iba a dejar esa actividad de lado hasta haber concretado todas esas citas pendientes—, tengo agenda llena para visitar diferentes ciudades de la península y quisiera que vinieras conmigo.
—¡Por supuesto!
Así Freyr confirmó lo que el consejero había comentado aquella vez: lo tenía todo para adaptarse afuera pues las charlas que daba aún estaban ahí, sobre la mesa, pese a que no pudo responder a tiempo varias de las citas. Había hecho sacrificios, sin embargo habría una recompensas pues, de no haber estado Saori presente en su vida como lo estuvo, quizás habría tomado una decisión diferente. No lo sabía y no deseaba pensar más en eso.
Solo pensaba en el futuro al lado de la joven.
—Quiero ver todas esas ciudades contigo. Ahora que estás aquí —indicó adoptando un tono entre autoritario y dulce, pero bromeando a su modo—, no voy a dejarte ir. Quiero que te quedes a mi lado.
—No tienes que repetirlo —la aproximo hacia él dejando un beso en su cabeza,
Tatsumi respiro aliviado luego de escucharlos al otro lado de la puerta pues, todo parecía indicar que la odisea de idas y venidas había llegado a su final. Los dos armaron un recorrido que duraría algo así como un mes y, luego de eso, debían planificar sus siguientes pasos.
Pasarían varios años antes de que Freyr volviera a poner un pie en Noruega.
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Varios meses después
Freyr estaba de pie delante del alto cuadro de Mitsumasa Kido que colgaba de una de las paredes de la amplia residencia. El joven esperaba a Saori ya que debía hablar con ella sobre algo pues, días atrás, encontró el pequeño bolso que contenía aquellas joyas que tomo de la caja de su mamá dejándolas olvidadas dentro del armario.
Ese bolso se fue a la gran maleta de viaje sin siquiera reparar en eso topándoselo hacía unas cuantas semanas. Freyr estaba convencido de que estaba con la mujer con quien pasaría el resto de su vida y deseaba entregarle ese anillo en la ceremonia de bodas. Adquirió uno de compromiso que hiciera juego con la alianza que solía ser de su madre y esperaba entregárselo esa noche durante la cena que ambos agendaron desde hacía varios días.
—Estoy lista —Saori apareció por la escalera de la casa emprendiendo el viaje al bonito restaurante elegido por ella.
Saori estaba impresionada al ver como Freyr ordenaba la cena correctamente pues había dedicado meses al estudio del idioma y la cultura local sintiéndose orgullosa de él. Había hecho grandes progresos desde que decidieron vivir juntos en la ciudad de ella. Freyr se manifesto muy cansado de ir de un país a otro deseando quedarse en un lugar cerca de su novia.
—Hay algo que quiero darte —le dijo apenas el mesero les trajo las bebidas sacando una cajita que coloco delante de Saori pendiente de sus expresiones.
—¡Oh dioses, ¿esto es...?!
—Hace mucho tiempo hubo un dios que se enamoró de una giganta de hielo enviando con su mensajero dos regalos: un anillo y once manzanas doradas. Ella accedió convertirse en su esposa y yo te pregunto lo mismo, ¿me aceptarías?
—Por supuesto, claro que sí —Saori se sintió feliz y dichosa pues ese anillo era una promesa y un compromiso de que se mantendrían juntos por siempre en las buenas y las malas.
Además, él le colocó el collar con las once cuentas doradas que Saori lució orgullosa de ahí en adelante.
Fecharon la boda para dentro de seis meses. No sería una celebración aparatosa ni por todo lo alto, ambos querían una ceremonia íntima y sencilla con la gente allegada a Saori. Estuvieron de acuerdo en hacer un viaje de bodas por todo el Japón desde la isla de Hokkaido hasta Okinawa.
No obstante durante esa visita a Hokkaido, de vez en vez, Saori lo pillaba mirando las montañas del norte de Japón con cierto aire de nostalgia y a solas. Ella entendía que esos momentos los dedicaba a recordar a la hermana y la vida que se quedaron en Asgard. Aunque Freyr se forzaba en esconderlo, ella se daba cuenta dándole su espacio y uniéndose a él luego de un buen rato.
—No dejes que tu corazón se llene de tristeza —le decía mirándolo con preocupación.
—Mi corazón no está triste, todo lo contrario. Pero, a veces, no puedo dejar de echar de menos a mi hermana y a mi cuñado, sobre todo, porque sé que no los volveré a ver.
Ella le ofrecía su compañía en silencio hasta que él volvía a sentirse mejor rodeándola con un brazo agradeciendo el tiempo que le daba a solas y sus consejos amorosos, así como los momentos de pareja y trabajo.
—Gracias —susurró al oído de su ahora esposa quien sonrió dedicándole una de esas largas miradas que a Freyr tanto le gustaban sumergiéndose en la profundidad de los ojos oscuros de la bella mujer.
A Freyr le gustaba el norte del país, el clima, las montañas y montar a caballo largas horas en compañía de su esposa convenciendola de volver a esa ciudad en la primera oportunidad que tuvieran.
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Un año después
Freyr estaba en la terraza de la mansión Kido mirando sorprendido las láminas del ultrasonido que su mujer se realizo el día anterior en la clínica. Pensó que no habría mayor novedad con el bebe, pero grande fue su sorpresa al ser notificado que esperaban gemelos, dos niñas para ser precisos, dejándolo sin habla por un momento.
Saori también estaba sorprendida recordando la historia que este narró sobre la ley de los gemelos en Asgard.
El joven no salió de su impresión en las siguientes horas creyendo que aquella era una sorpresa de la vida cargada de ironía. Había hecho lo posible porque esa ley fuera abolida sin saber en qué quedó ese asunto, sin embargo hubiera tenido que pelear pues, algo dentro de él, sentía que habría tenido gemelos de haberse matrimoniado antes o después.
—Habría salido de Asgard bajo una circunstancia u otra —se decía pensativo sin poder apartar la mirada de los resultados del ultrasonido—. Solo espero que Freya no haya corrido con la misma suerte y solo haya tenido un hijo —se puso de pie yendo al interior de la casa tratando de sacarse el tema de la cabeza.
Saori estaba en la habitación delante del espejo mirando su creciente cuerpo sintiendose aun un tanto extraña, se giraba a un lado y al otro sin convencerse de lo que el espejo le mostraba a pesar de que la curvatura de su vientre aún era relativamente pequeña.
—Luces hermosa, deja de torturarte delante del espejo —Freyr la observo con ternura tomando asiento en la silla más cercana.
—En unos meses más, estaré redonda como un planeta. Aún no puedo creer que llevo dos personitas dentro de mi.
—Tampoco puedo creerlo —se sumió en sus reflexiones por unos segundos mirando al vacío.
—Ya no te atormentes por eso —ella se sentó a su lado tomándolo de la mano—, sé que habrías peleado con uñas y dientes por conservarlas a las dos, ¿no es así?
—Por supuesto. Me lo habria jugado todo por ellas.
—Estamos en un sitio donde nada de eso aplica. No dejes que haya preocupaciones en tu corazón.
—No las hay más que el saber que no volveremos a dormir en paz apenas nazcan —dijo en broma tratando de aminorar la tensión—. Serán las hijas de una diosa y un hombre mortal —comentó de pronto cayendo en cuenta de ese detalle.
Saori lo miro por un momento antes de responder al comentario.
—Serán dos niñas normales —dijo firme—, no habrá rastro de divinidad alguna en ellas ni en ningún otro hijo que tengamos —repitio con aprehensión.
—¿Una decisión de tu padre?
—No. Yo tomé la decisión hace mucho tiempo —Saori levanto la mirada hacía la nada quedándose en silencio por un momento—, no quiero que nuestros hijos pasen por lo mismo que nosotros: batallas, peleas con dioses y una responsabilidad que no tiene por qué caer sobre sus hombros. Me rehúso.
—Entiendo. Tienes razón, nadie merece ese destino.
—Tal vez haya otra batalla contra Hades dentro de 243 años, pero eso será problema de la Atena del futuro.
Ambos se tomaron de la mano dirigiéndose a la futura habitación de sus gemelas pues había bastante que hacer antes de la llegada del gran día.
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Continuar al epílogo
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