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Capítulo 17

La balada de Saori y Freyr

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17

El brillo de Flare

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Asgard

Días antes

Hyoga llego a la ciudad de Tromsø aquella tarde dirigiéndose a las afueras de la ciudad donde se divisaba un sendero concurrido que llevaba hasta el puente Bifrost. Había recorrido ese camino varias veces los últimos tres años, a veces para llevar cartas directamente a Flare y, en el pasado, para llegar hasta el reino en la montaña en las pasadas guerras. El camino era largo pues el recorrido hasta el Bifrost tomaba alrededor de unos veinte minutos.

El puente Bifrost, el que separa el reino en la montaña del resto del país, se divisaba más adelante siendo una amplia estructura fortificada de metal y piedra que iba por encima de una prolongada pendiente y el brazo de río que desembocaba del lago Niflungar proveniente del oeste del reino. Los turistas se detenían a medio camino sobre el puente haciendo fotos de los paisajes que se divisaban desde ahí, de las altas montañas y la estatua de Odin que se veía en la lejanía.

—Necesito pensar en cómo contactar a Flare —se decía Hyoga llegando hasta el final del largo puente sin prestar atención al ajetreo llegando hasta la amplia explanada que era el mercado de Muspelheim.

El mercado destinado a los turistas se trataba de una larga explanada circular repleta de puestos temporales que los mercaderes montaban en ese sitio cada segundo día, y que se abarrotaban hasta el tope de personas curiosas desde temprano hasta caer la tarde. Hyoga se valió de la enorme congregación para ocultarse aproximándose a ciertos locales al azar a la espera de escuchar alguna noticia escandalosa.

Pero no escucho nada interesante entre los mercaderes por donde transitaba. Se detuvo observando la alta pared de piedra que rodeaba la explanada ubicando una larga, y estorbosa, fuente circular en el centro llegando hasta esta para tomar asiento por un momento. Se imaginaba que algo asi sucederia llevando consigo papel y un bolígrafo para garabatear rápidamente un mensaje para Flare:

"Flare

Se que me pediste parar el contacto, pero me encuentro en Tromsø en una misión encomendada por mi diosa, Atena, quien está preocupada por un asgardiano llamado Freyr y deseosa por tener noticias suyas.

Me gustaría preguntarte personalmente sobre el paradero de esta persona para brindar tranquilidad a la diosa.

Estaré el dia de mañana en la fuente del mercado de Muspelheim alrededor del mediodía.

Espero tener la oportunidad de una reunión contigo, disculpa la premura.

Hyoga".

Tras redactar la nota, busco a alguien que pudiera llevar el papel al palacio Valhalla pagando por el servicio, claro. Fue asi que diviso a un jovencito que ayudaba a unos mercaderes mayores montando cestas sobre una carreta tirada por caballos, pensó que podría entrar por sí mismo a Asgard montandose ilegalmente en la carreta, pero lo que menos deseaba era ocasionar más problemas si terminaba preso.

—Oye chico, ¿quieres ganarte unas monedas?

Hyoga negoció con el adolescente para que este entregara el mensaje directo a la señorita Flare pagando una buena cantidad de monedas de oro. El muchacho trató de objetar al inicio, pero al considerar la buena paga, accedió a llevar el mensaje ya que si tenia forma de aproximarse al palacio.

—Te agradezco mucho.

El ruso observó al chico montarse en la carreta llevando los grandes cestos dirigiéndose a los amplios y altos portales cerrados que separaban el interior del reino del mercado a las afueras. Hyoga volvió a su hotel en Tromsø a la espera de verse con Flare al día siguiente.

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El chico mercader cumplió con lo acordado buscando el modo de acercarse al Valhalla ubicando a uno de los tantos empleados del castillo a quien encomendó la nota pidiendo que se la entregaran a la señorita en cuestión. El chico no podía entrar al territorio del castillo, pero el empleado si podía, una de las grandes ventajas de que el reino fuera relativamente pequeño y entre todos se conocieran y supieran el oficio de cada uno.

—Bien —respondió el empleado del palacio—, pero me debes un par de monedas más.

—Aquí las tienes —añadió el chico entregando las monedas solicitadas sin importarle mucho pues Hyoga le pagó mucho más por el trabajo.

Flare se encontraba en uno de los salones más iluminados del castillo gozando de unos momentos de soledad cuando el empleado en cuestión solicitó entrar rápidamente entregando la nota y saliendo de ahí enseguida. La joven rubia analizó el documento antes de abrir el sobre improvisado reconociendo la caligrafía de Hyoga enseguida.

La leyó con calma abriendo mucho los ojos de sorpresa.

—¿Por qué Atena necesita información sobre Freyr? —se decía extrañada sin entender— ¿por qué está preocupada por su destino? —una idea se gestaba en su cabeza, pero algo no encajaba— Ella es una diosa... ¿Será posible que Freyr se haya involucrado con ella? ¡Oh dioses!

La joven volvió a su habitación buscando las ropas mas simples que tuviera y la capa con capucha de color opaco preparándose para mañana estando decidida a llegar hasta el fondo de todo. Si Atena estaba involucrada, ella deseaba ayudarla lo más posible además, también queria ver a Hyoga en persona y charlar con el de primera mano por lo que dedico un buen rato a pensar en cómo llegar a los mercados sin ser descubierta.

El consejo no se reuniría hasta dos días después e Hilda llevaría a su hijo a la cabalgata que tenían pendiente desde hacía días. Flare no pensaba dejar el palacio ya que le apetecía poco salir, pero ahora sí que tenía un motivo fuerte y una curiosidad enorme por saber más sobre el secreto de Freyr.

Al dia siguiente, Flare salió del palacio en su caballo so pretexto de salir de paseo llevando un bolso consigo. Sabía de una ubicación donde podría cambiar sus ropas y trenzar su cabello evitando ser descubierta al momento de querer cruzar las puertas hacia el mercado de Muspelheim. Así llegó a una vieja torre mirador que estaba deshabitada donde ocultó su caballo, cerró la puerta y se cambió a toda velocidad escondiendo su identidad bajo una capa con capucha.

Parecía más una turista disfrazada de vikinga que una Asgardiana real.

Momentos más tarde, salió de la torre asegurándose que nadie la viera yendo en dirección al poblado donde vivían los mercaderes hablando con uno, ofreció pagarle por sacarla del reino asumiendo la responsabilidad en caso de ser descubierta. Había evitado hacer esto temerosa de las consecuencias, no obstante ahora era presa de su propia adrenalina

—Pero, señorita Flare —indico el mercader preocupado—, los ojos de la gente de Heimdall lo miran todo, ocultese entre las cestas de artesanías, pasaré las puertas tan rápido como pueda.

—Gracias, solo hágalo como siempre para que no despierte sospechas —la joven cubrió su cabeza con la capucha acomodándose en la carreta de tal forma que no se alcanzaba a distinguir una persona del resto de la mercancía.

De este modo Flare cruzó hacia los mercados de Muspelheim los cuales miraba por segunda vez en su vida. Anduvo despacio observando la actividad aquí y allá, los turistas y la gente que iba y venía hasta que divisó a un hombre rubio, alto y delgado sentado en la fuente; su corazón comenzó a latir muy aprisa conforme se aproximaba a él.

Hyoga se puso de pie sintiendo la presencia de la joven girándose para observarla de frente. Ambos se miraron con aprehensión por unos momentos antes de ir al encuentro del otro estrechandose con fuerza durante un buen rato. El rubio no pudo contenerse dedicandole una larga mirada mientras ella acariciaba el rostro moreno del joven.

Fue entonces que Flare tomó la iniciativa robándole un beso. Hyoga se sorprendió por un momento devolviendo el gesto sin dudarlo compartiendo un largo y prolongado beso sin importar lo demás. Pasados unos momentos, tomaron asiento en el borde de la fuente charlando un por un momento antes de que Hoyga fuera al grano con el motivo de su visita.

—Luces muy bella aun bajo ese disfraz —le dijo suavemente.

—Siento usar estas ropas feas, pero quería verte y no iba a dejar pasar la oportunidad. Dime Hyoga, ¿qué significa todo el asunto entre Freyr y Atena?

—Pues, por donde empiezo...

Hyoga narró lo poco que sabía acerca de cómo se reencontraron la diosa y Freyr fuera del reino estrechando su contacto y trato de ahí en adelante derivando en una relación. Habían mantenido el contacto por cartas viéndose cada vez que Freyr debía salir de Asgard, sin embargo luego de una visita a Oslo es que Saori no había tenido noticias de él estando ahora muy preocupada debido a su silencio y paradero.

—Es por eso que me ofrecí venir hasta acá y preguntarte si sabes algo de ese hombre. La preocupación de Saori por él, la sobrepasa.

—Así que es ella por quien ocurrió esa embarazosa situación en Oslo —decía pensativa—, ahora entiendo. Atena no es cualquier persona, no me sorprende que él quedara prendado de ella —indicó sonriente.

—Si, ellos se reunieron en Oslo y lo demás ya lo sabes...

Flare meditó por unos momentos más antes de hablar ya que estaba sorprendida por esas revelaciones.

—No quiero ser portadora de malas noticias, pero ese suceso terminó muy mal para Freyr, fue descubierto y enjuiciado hace unos tres meses más o menos —la joven miró al rubio seriamente—. Ha estado encarcelado desde entonces sin acceso a visitas, su hermana logra llevarle comida pero la deja con los guardias.

El santo del cisne observó a su interlocutora con los ojos muy abiertos y una expresión de desagradable sorpresa en el rostro.

—No puede ser... las sospechas de Saori eran ciertas, pero ¿cuánto tiempo estará encerrado y que sucederá con él después?

—El consejo hará una revisión de su caso en tres meses más. Según tengo entendido, se le notificará en unos días que, de dejar el idilio en el pasado, se le podrá dar su libertad.

—¿Y en caso contrario? —pregunto preocupado.

—Podría pasar varios años en la cárcel o bien... —Flare bajo la mirada cerrando los ojos por un momento— Ser desterrado del reino.

—Dioses... ¿Por qué son así las leyes?

—Freyr no hacía nada malo, al igual que nosotros, solo intercambiaba cartas con una persona especial. Pero... fue descuidado y descubierto. Lo acusaron de faltar a su trabajo, abuso a la confianza del reino y otras cosas más.

—Entonces en tres meses se sabrá su destino.

—Así es.

Ella lo observó por un momento ya que el rubio se sumió en sus reflexiones por un rato antes de añadir algo más.

—Saori ha enviado varias cartas y telegramas a Tromsø. Sé que es complicado para ti, pero ¿habría forma de que alguien pudiera llevar esa correspondencia a Freyr?

—Si. Pagaré a su antiguo mensajero para que recolecte esas cartas y yo misma las llevare hasta la prisión.

—Gracias. Volveré en tres meses entonces.

—Espera Hyoga —ella lo sostuvo de la mano de pronto sin permitirle ponerse de pie—, aun no te he agradecido por tu última esquela. La caja musical me ha hecho muy feliz y la bonita carta también.

—No tienes que agradecer, lo vales.

Se abrazaron nuevamente intercambiando besos y caricias por un buen rato. Pareciera que no había nadie a su alrededor, pues compartieron un rato lleno de complicidad sin importarles estar en medio de esa plaza de mercado.

—Ojalá pudiera verte mañana —decía ella sin soltar su rostro—, el tiempo pasa demasiado rápido para nosotros.

—¿Podrías salir mañana también como has hecho hoy?

—No lo sé.

Se quedaron juntos otro buen rato charlando un poco más tomados de la mano. Hyoga comentó que le llevaría otro obsequio cuando se volvieran a ver en tres meses exactos.

—Saori querrá tener noticias para ese entonces, solo que no sé cómo le comunicaré todo esto. Estaba seguro de que nada malo ocurría.

—Dile la verdad. Es cruel, pero ella debe estar al tanto de todo. En caso de que suceda algo fuera de lo esperado, te enviaré un telegrama.

—Hazlo llegar a la casa de la diosa. Esta es la dirección —Hyoga garabateo en una de las tantas piezas de papel que llevaba consigo—, ella te lo agradecerá mucho.

Se tomaron su tiempo para despedirse. Cuando Hyoga se giró para confirmar que Flare aún estaba ahí, notó que la joven había desaparecido por completo. Estaba harto de todo el tema con las leyes de Asgard pues el asunto de Freyr fue llevado hasta consecuencias innecesarias.

—Debo enviar un telegrama a Saori y volver enseguida a oriente. No sé cómo tomará esto...

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Flare volvió al interior de la ciudad buscando al joven que tenía asignado el cargo de mensajero de la casa Fólkvangr. Iba a dar con él así tuviera que recorrer todo el reino a caballo, sabía el nombre de este gracias a su mensajera quien se lo llegó a topar más de una vez en la oficina de correos de Tromsø.

Asi la chica iba en su caballo recorriendo las estrechas calles empedradas del reino pobladas de casas hechas de piedra gris, ventanas y puertas de madera gruesa. Había escaleras de piedra que llevaban calles arriba o calles abajo encontrando gente que iba y venía sin dar con el mensajero al que debía localizar.

En varias calles se podían ver largos y anchos arcos de piedra que unían dos construcciones, a un lado y al otro de la calle, los cuales servían para proteger un poco al poblado de las fuertes nevadas o bien solían tener otros usos en el pasado.

Le tomó un buen rato dar con él hasta que lo encontró recogiendo un pedido en la casa de los panaderos.

—¿Señorita Flare? —el joven la miró casi asustado ya que era muy raro que alguien de la nobleza se pasara por ahí.

—Lamento molestarte asi, pero necesito un favor de ti. Te pagaré bien, por supuesto.

—Claro...

—Necesito que vayas hasta Tromsø y recolectes la correspondencia de tu antiguo Señor, asumiré toda responsabilidad de este encargo.

—Pero... El señor Freyr ha caído en desgracia, me meteré en un problema muy fuerte si salgo del reino por su causa.

—Como dije, seré yo quien cargue con esa culpa. No permitiré que afecte tu trabajo —la joven sacó un bolso pequeño lleno de monedas para depositarlas sobre la mesa.

Su padre decía que no debía salir de casa sin un bolso pequeño de monedas, pues nunca se sabía lo que podía suceder, y la joven Flare había aprendido bien.

—De acuerdo... —el joven observó maravillado la cantidad de dinero que la bonita señorita estaba dispuesta a pagar por el peligroso encargo— Necesito dos horas para salir y volver ya que debo ocultarme bien. Conozco un modo seguro de cruzar las puertas, lo aprendí luego de la última vez que la gente de Heimdall me vio.

—Estupendo, ¿crees poder llevarlas al palacio?

—Eso lo veo complicado, señorita Flare —respondió honestamente—, pero podría acercarme a otro sitio que le quede bien.

—Te veré en la antigua torre mirador, la que está camino a la salida del reino.

—De acuerdo.

Aun protegida bajo el anonimato de su disfraz, y sin importarle si su hermana había vuelto a casa o no, Flare espero pacientemente a que el chico volviera, aún estaba el sol en lo alto y anochecería muy tarde así que todavía tenía tiempo para correr a casa y pedir a su hermana que le redactara un permiso para visitar a Freyr.

Las dos horas se cumplieron y el chico regresó con el encargo solicitado, también se había disfrazado hábilmente para poder salir del reino valiéndose de sus amigos comerciantes. Flare corroboró que si había modo de salir del reino sin ser descubierto, pero era arriesgado a fin de cuentas.

—Te agradezco mucho —le dijo al chico apenas le entregó una buena cantidad de sobres plásticos y de papel.

Se despidieron y Flare cabalgó a toda velocidad de regreso al palacio donde noto que Hilda no había vuelto aún de su paseo con Birger.

—Ella aun no vuelve y yo debo cerrar esto hoy de ser posible, piensa, piensa... —la joven analizo con calma quién podría ser de ayuda como para firmar una orden para ver a Freyr— Si no es Hilda, los que quedan son los miembros del consejo, ¿qué será lo mejor que puedo hacer?

Repaso los rostros de todos y cada uno de los miembros en su cabeza: Ødger era una pésima idea, Jakob no tenía ese poder y Frode la mandaría encerrar. Torben era quien quedaba, pero, seguramente no le firmaría la orden aunque la última vez se había mostrado más flexible a ayudar a Freyr.

—Podría intentarlo, pero... también puede ser que me delate con el resto del consejo. No, no puedo fiarme de él.

No quedaba más que esperar a su hermana y explicarle lo que ocurría.

Flare volvió al salón esperando impaciente a su Hilda observando como los minutos pasaban lentamente hasta que la puerta se abrió, siendo su hermana quien entrara dejándose caer pesadamente en un sofá.

—¿Fue una tarde divertida? —pregunto Flare casual notando el evidente cansancio en todo el cuerpo de la sacerdotisa de Odin.

—Para Birger lo fue... yo me siento agotada. Cada vez me cuesta mas seguirle el paso —Hilda noto como su hermana la observaba con aprehensión— ¿Qué sucede, Flare? Te noto muy tensa.

—Debemos hablar sobre algo serio.

A Flare ya no le importo revelar a su hermana que había salido a los mercados, que había recibido una nota de Hyoga reuniéndose con él en secreto, cosa que hizo que Hilda se molestara mucho en primera instancia profiriendo una negativa a escuchar lo demás.

—Hyoga no vino hasta solo por capricho. Hay un asunto que involucra a la diosa Atena.

—¿Cómo dices?

—Ella... está preocupada por Freyr y ansiosa por tener noticias suyas.

—¿Y por qué Atena preguntaría por él? —dijo Hilda sin entender.

—Ella es la mujer extranjera por quien Freyr fue descuidado.

—¿Qué...?

Hilda se quedó sorprendida y callada por varios minutos antes de decir nada. Jamás se imaginó que fuera ella por quien el consejero caído en desgracia arriesgara su libertad, su puesto de trabajo y su reputación. La joven pensó un poco, recordando vagamente que su tío Dolbar mencionó algo respecto a la diosa; en aquella ocasión, ocho años atrás, Freyr se ofreció a darle hospedaje en su casa.

Freyr no la vio en la segunda batalla en Asgard pues estaba convaleciente en un hospital fuera del reino.

—Se conocieron aquí... —dijo Hilda de pronto hilando los hechos que había olvidado luego de tanto tiempo— Retomaron su contacto por fuera involucrándose en un idilio.

—Así es. Hilda, la diosa Atena es una persona muy querida para mi, para Hyoga, además ella nos ayudó en su momento. Creo que es justo que se le den noticias de Freyr si pregunta por él y, considero necesario hacerle llegar a él los mensajes que ella ha enviado con desesperación —Flare exagero un poco las cosas a fin de hacer que su hermana no fuera tan inflexible.

—¿A qué te refieres, ella le ha enviado correspondencia estos días?

—Si, y mucha. Hilda, quiero entregar todas esas cartas a Freyr personalmente —indico muy decidida en un tono de voz que dejó a Hilda desarmada.

—Pero, Flare... no puedes solo ir hasta Kelby a verlo, necesitas un permiso y el viaje hasta allá es largo.

—Lo sé y por eso solicito tu permiso por escrito. Asumiré todas las consecuencias de esto.

—¿Has perdido la razón?

Hilda se puso de pie imponiéndose delante de su hermana menor quien no bajo la cabeza ni la guardia en ningún momento.

—¡Freyr y tú no entienden, han perdido la cabeza por completo! —indicó fastidiada—. Si el consejo se entera que llevaste correspondencia a Freyr, serás castigada.

—No tienen por que saber eso, solo deben saber que decidí visitarlo y darle esperanzas o algo así —Flare no iba a ceder, se comprometió a llevar esas cartas y lo haría—, se lo prometí a Hyoga y lo haré.

—Flare... —Hilda supo que su hermana no lo reconsideraría ni cambiaría de opinión.

Bien decían que la rubia había heredado la tenacidad de su madre.

La sacerdotisa de Odin sabía que se metería en un problema por firmar una orden de visita, pero tampoco se quitaría a Flare de encima si no lo hacía. Podrían justificar que fue un acto piadoso y, como bien dijo Flare, fue por brindar consuelo al pobre preso.

—De acuerdo, pero hoy ya es muy tarde para ir hasta allá, podría ser peligroso —dijo Hilda mirándola con preocupación.

—Debe ser hoy ya que mañana se reúne el consejo. No quiero que se sepa que salí del palacio.

—Tienes que darte prisa entonces.

Hilda redactó el permiso poco después pidiendo a las empleadas del palacio que buscaran un poco de comida y prepararan un bolso lleno de provisiones.

—Si vas a recorrer el camino hasta allá, lleva algo de comer para él —indico menos tensa entregando el permiso firmado mientras las empleadas llenaban un bolso con pan, queso, varias piezas de fruta y más.

—Gracias —Flare empacó todo en un bolso cruzado montando su caballo minutos después.

Salió sola del palacio tomando el camino hacia Vanaheim cabalgando a toda velocidad deseando llegar hasta la zona de la cárcel antes de que cayera la noche. La joven no tenía otra cosa en mente que cumplir su palabra sacando todo pensamiento de su cabeza al sentir la brisa agitando sus ropas bajando su capucha agradeciendo llevar el cabello aún trenzado.

Rodeó la orilla del lago de Niflungar durante un par de horas logrando divisar una enorme edificación de ladrillo rojo en la lejanía. Esa debe ser la cárcel, se dijo aliviada por haber llegado antes de lo esperado, no me iré de ahí hasta que me dejen verlo, se repetía casi enfadada. Su corazón se aceleraba más y más conforme el caballo se acercaba al poblado cuyas primeras casas le salieron al paso varios minutos después.

Los guardias y antiguos guerreros que conformaban la población del lugar observaron sorprendidos a una bella joven llegar a caballo hasta el área de la cárcel y bajar del caballo de un salto. Era tal el brillo que despedía que bien parecía una valkiria recién llegada de los cielos.

—¡He venido a ver al preso! —dijo firme y con la cabeza en alto al capitán de la guardia apenas bajó del caballo.

—Nadie puede verlo. Regrese a su casa.

—¡No me ire de aqui hasta haberme entrevistado con él, traigo un permiso firmado! —Flare sacó el permiso de su bolso mostrándolo y aferrándose a este como si fuese un especie de escudo— ¡Le pido nuevamente que me deje ver a Freyr!

Los guardias estaban tan intimidados ante semejante muestra de confianza y autoridad que uno de ellos revisó el permiso firmado pidiendole que esperara adentro. Flare cruzó la puerta encontrándose con un amplio interior en ladrillo rojo silencioso y desolado, pareciera que no había nadie en esa cárcel ya que los pasos de los guardias hacían eco. La joven estaba sorprendida por semejante recibimiento.

—Iremos a buscar al sujeto —respondió el guardia bajando el tono de voz y mostrándose humilde delante de Flare—, nos quedaremos con este permiso. Espere aquí.

—Muy bien.

Flare se quedo justo donde estaba a la espera de que Freyr apareciera por alguna puerta o bien ella fuera llevada a alguna sala. Desde la entrada se divisaba un largo muro que separaba el interior de la cárcel de la puerta principal, por lo que no podía ver que había más allá estando segura de que no había ni un alma ahí.

—El preso la verá en el salón a la derecha, casi al final del pasillo.

—De acuerdo.

La joven ingresó observando que en esa habitación esteril solo estaban colocados una mesa y dos sillas de madera acomodados de forma aleatoria, en desorden, así que mientras esperaba reacomodo la amplia mesa y las sillas dejando una frente a la otra separadas por la mesa. Tomó asiento esperando un poco más colocando el bolso frente a ella sacando el contenido escuchando como la puerta se abría a su derecha.

—Freyr...

—Flare... —el joven abrió mucho los ojos ya que no se le notificó quien lo visitaba creyendo que sería su hermana— Esto es inesperado.

—Los ojos que te ven.

Flare estaba impactada al ver lo demacrado y delgado que se veía. El joven la saludo tratando de ser efusivo aunque no lo consiguiera mientras ella lo miraba acongojada: llevaba el cabello un tanto más largo y cortado torpemente sujeto por detrás, se le veía aseado y afeitado a pesar de todo y sus ropas eran una mezcla entre las ropas de Asgard y las de Midgard, un poco como las de Hyoga. Que diferente se le veía pues ella lo recordaba imponente y orgulloso, en cambio ahora... se le veía como un sobreviviente que lo pasaba mal.

—Disculpa si no soy más efusivo, han sido días muy duros —dijo el joven suavemente bajando la mirada percatandose de lo que Flare había colocado sobre la mesa tomando asiento delante de ella.

—Freyr, no quiero quitarte mucho tiempo, pero debo comunicarte varias cosas. Hyoga vino hasta Muspelheim preguntando por ti.

—¿Hyoga? —por un momento el joven no entendió la relación entre ese nombre y él.

—Vino en representación de la diosa Atena, de Saori, quien ha estado extremadamente preocupada por ti —indicó mirándolo con aprehensión—. El se las ingenio para contactarme y revelarme esto.

—Saori... —los ojos de Freyr se abrieron mucho dedicando toda su atención a Flare.

—Si, ella te ha enviado varias cartas estos meses, Hyoga me pidió que te las entregara lo antes posible —así Flare acercó el fajo de cartas hacia Freyr quien las miró sorprendido sin saber qué decir.

A Freyr le costó recomponerse ya que de todas las cosas que pudieron ocurrir esos meses, aquella le llenaba de felicidad y esperanza indescriptibles.

—¿Cómo las conseguiste? —dijo en un hilo de voz un momento después— ¿Bajaste hasta Tromsø por ellas?

—No —dijo ella dibujando una sonrisa discreta—, espero no te moleste. Le pagué a tu antiguo mensajero para que las recolectara y me las diera.

—Pero, Flare... —Freyr pensó un poco antes de hablar mirándola fijamente— Para entrar en Kelby tuviste que traer un permiso firmado, es decir que el consejo sabe que estás aquí y me trajiste esto.

—No —respondió segura de sí misma—, hable con mi hermana y acordamos que esta visita era algo así como un "acto piadoso" hacia ti para brindarte esperanza.

—De hecho... esto es... —Flare noto como sus ojos se iluminaban revisando los sobres uno a uno cerrando los ojos.

—Freyr, imagino que el consejo ya te dio noticias de lo que sucederá en tres meses, ¿no es asi?

El joven bajó la mirada posando sus ojos en las cartas a las que se aferraba mientras muchos pensamientos se arremolinaban en su mente.

—Si —respondió algo melancólico notando como ella acercaba otro bolso lleno de cosas para comer el cual aceptó agradecido.

—¿Y qué has pensado acerca de eso? —preguntó Flare mirándolo fijamente.

—No lo sé... no he querido pensar en eso. Solo había buscado el modo de enviar una nota de despedida.

—¿De despedida? ¡No, no hagas eso! —la joven se puso de pie mientras Freyr la observaba impresionado pues era como si Flare se viera dos o tres veces más imponente que hacía un momento.

—Flare, no quisiera renunciar a nada, pero... Me ha costado demasiado caro y, tanto ella como yo somos infelices debido a la distancia, a las leyes de Asgard. Esta cárcel es tan solitaria, fría y cruel.

—¡Puedo imaginar lo difícil que debe ser vivir en este sitio tan deprimente, pero renunciar a la mujer que amas solo por esto...! —trato de contenerse pero no pudo más.

Se puso de pie tratando de controlarse cerrando los puños con fuerza.

—¡Si yo fuera consejera haría cambios a esa tonta ley!

—Flare... —Freyr no podía quitarle los ojos de encima pues la joven frente a él brillaba imponente que parecía que podría derribar los altos muros de la prisión con las manos desnudas— Te agradezco por lo que has hecho y quisiera pedirte si es posible que pudieras enviar un mensaje de regreso.

—Claro, pero que no sea una despedida.

—Sé que puedo elegir, pero necesito pensar con calma. Por el momento enviaré una nota dando señales de vida y explicando mi situación.

—Muy bien.

—Por cierto, Flare, quiero pedir tu perdón por cómo te hablé aquella vez. Fui un hipócrita por el asunto de los rumores y de recibir mensajes cuando yo hacía lo mismo.

—Solo hacías tu trabajo, además también estabas protegiendo tu secreto... Lo irónico es que ambos fuimos descubiertos debido a un descuido.

La rubia noto como este bajo la mirada ensombreciendo su semblante. Freyr no podría perdonarse semejante estupidez jamás siendo evidente para ella.

Freyr le pidió un poco de tiempo para volver a su celda y buscar un papel y bolígrafo que había llevado consigo finalizando una de las tantas notas que había tratado de redactar desde hacía días, eligio con cuidado cual completaría doblando el papel torpemente. No se imaginó que sería Flare la persona que más le ayudaría en esos momentos de más necesidad, pero estaba agradecido finalizando la nota para Saori:

"Solo te pido que me esperes..."

Tenía tres meses para analizar y calcular sus siguientes pasos, siendo lo primero salir de ese espantoso lugar que estaba acabando con él y con su mente.

—No sabes cuanto te lo agradezco Flare.

—No tienes nada que agradecer.

Freyr pensó por un momento en que Flare tenía un espíritu demasiado romántico e idealista, sin embargo esas dos motivaciones la llevaban tan lejos como para buscar el modo de recibir correspondencia peligrosa y arriesgarse a entrar en una cárcel como esa. Tenía un brillo que desprendía en momentos muy específicos.

—¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó el joven con mirada triste— ¿No es solo por Hyoga o Saori, no es asi?

—También lo hago por la memoria de Hagen.

Ella guardó silencio un momento antes de continuar.

—Verás, hace varios años me narró la historia de su mamá y como murió en las calles de una ciudad al sur de Noruega. Me dijo de forma confidencial que siempre le hizo falta ese cariño, ese amor que su madrastra jamás quiso darle.

Freyr espero a que ella continuara mirándola con pena.

—Él sabía que si ella aun siguiera con vida no podrían tener contacto al estar él dentro de Asgard. Decía que habría sido muy doloroso el saber que ella está viva en alguna parte y jamás poder escribirle o charlar en persona. ¡Así que no te despidas, aún no!

—Comprendo... no sabía eso sobre Hagen.

Se despidieron un momento después.

—Haré que envíen esta carta cuanto antes, cuenta con ello —le dijo positiva—. Le pagaré a ese mensajero para que pase nuevamente por la oficina de correos en unas semanas más.

—Te lo agradecería mucho. Ya anocheció, regresa con cuidado.

Flare salio de la cárcel sintiéndose muy bien al respecto. Esperaba que el consejo no se enterara de esa visita, pero, a esas alturas, sentía como si pudiera decirles a los viejos dos o tres cosas a la cara. Enviará la carta de Freyr al dia siguiente ya que quería llegar a casa cuanto antes pues ya había caído la noche.

.

Freyr se quedo en la soledad de esa habitación leyendo todas las cartas pendientes. Las de trabajo lo invitaban aquí y allá, a diferentes eventos los cuales dejo de lado por un momento pues le hacían sentir mal dedicando su atención a las misivas enviadas por Saori.

Aquellas cartas comenzaron siendo felices, ella le había escrito no mucho después de ese tragico viaje a Oslo esperando que no hubiera tenido problemas, despues de eso venia otra preguntando si estaba todo bien atribuyendo la falta de comunicación a un fallo en la oficina de correo y las últimas tres eran telegramas pidiendo una respuesta, los tres expresaban mucha preocupación.

Una incluía una serie de líneas donde le notificaba que viajaría a Grecia para ver al empresario marino a quien a veces mencionaba. Freyr estaba tan feliz por las cartas que no prestó atención a la mención del sujeto en cuestión, Julian no le interesaba en ese momento.

El joven echó la cabeza para atrás sintiéndose acongojado ya que ella lo esperaba impaciente afuera sabiendo que el corazón de ambos se rompería si no lograba salir de ese sitio. En Midgard había mucho más de lo que le esperaba en Asgard apenas pusiera un pie fuera de la prisión.

—Pero.. aquí está mi hogar —se decía— No podría abandonar a Freya...

Se debatía entre una cosa y la otra, una alternativa o la otra. Lanzó un largo suspiro, aun tenía algo de tiempo para decidir y planificar sus siguientes pasos o lo que sucediera primero.

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Japón

Días después

Saori esperaba la visita de Hyoga de un momento a otro, el telegrama aún resonaba en su cabeza comenzando a recrear escenarios fatalistas en su mente uno peor que el anterior. Fue tal su desesperación que terminó por orar un poco pidiendo por la seguridad de Freyr. Dejó de lado todo ese tema sobre romper o terminar su relación, no iba a dejarlo en cualquier momento de necesidad.

Ella sentía que él necesitaba todo el apoyo que se le pudiera brindar.

Tatsumi llamó a la puerta un momento después anunciando la llegada de Hyoga quien la esperaba ya en una de las salas y tampoco tenía buen semblante.

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Continuará...

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