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Capítulo 10

La balada de Saori y Freyr

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10

El secreto de Flare

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Freyr dejo pasar unas dos o tres semanas antes de hablar con Flare directamente sobre los rumores que parecía habían bajado mucho. Como él no había enviado correspondencia aún es que la gente parecía haber perdido el interés.

Toda su atención estaba puesta en el abastecimiento de las bodegas de la casa que incluían grandes cantidades de troncos y madera para mantener la casa caliente, alimentos como granos, lácteos, huevo, etc. Suministros de primera necesidad traídos desde Muspelheim entre muchos otros artículos previniendo lo duro que podría llegar a ser el invierno.

Los habitantes de la casa Folkvangr estaban atentos a apoyar en los siguientes meses.

Freyr comenzó a escribir su última carta del año ya que, algo le decía, que las fuertes nevadas complicarían mucho el viaje de su mensajero desde casa hasta Tromsø para llevar y recoger mensajes. El año anterior las nevadas comenzaron desde antes de lo esperado y varios días estuvieron rodeados por capas de nieve que alcanzaban casi un metro de altura o poco más.

El joven asgardiano no hizo mención de los rumores que corrieron por Asgard las pasadas semanas, de nada valía preocupar a Saori con tonterías como esa así que se limitó a narrar diversos sucesos del día a día, suspendiendo su texto por el momento ya que le esperaban en la sala del consejo para discutir un proyecto que Freyr había completado luego de trabajar mucho: la propuesta para revocar la ley de los gemelos.

Así, respirando profundo, ingresó a la sala Gladsheim aquel día dispuesto a discutir con el consejero Frode hasta hacerlo entrar en razón. Freyr tomo la palabra, apenas se reunieron todos los consejeros, exponiendo las razones detrás de su decisión de que se analizara y revocara esa ley como primer paso para encaminar a Asgard a ser una sociedad más benevolente.

—Eres osado, Freyr —comentó Frode analizando el proyecto documentado con cuidado—. ¿Qué beneficio piensas que podría tener hoy día revocar una ley que ha dado forma a nuestra nación y nuestra sociedad?

—Creo que ya es momento de poner en consideración que, el separar familias a causa de una ley, nos está afectando como sociedad. ¿Cuantos infantes inocentes han sido abandonados en las tundras de Jotunheim o en los bosques de Vanaheim desde hace cientos de años? Y ¿que hemos ganado con eso? Nada, familias con un hijo menos que fue desechado por la puerta de atrás.

Freyr sabía que jugar la carta de la empatía no siempre resultaba con aquellos hombres, así que era momento de sacar otro As debajo de la manga aprovechando que los tenía interesados.

—Los niños que abandonan en los bosques, en las tundras... eventualmente terminarán convirtiéndose en los maleantes que saquean a las familias respetables. Nadie garantiza que terminaran siendo personas adecuadas para nuestra sociedad ya que se educan como pueden y con quien pueden.

Los observó fijamente percatandose que le devolvía la mirada esperando a que continuaran.

—La revocación de esta ley no solo servirá para mantener familias unidas, si no para reducir la cantidad de jóvenes que toman el camino incorrecto. Qué mejor que una buena educación en casa, atenciones de los padres y uniones matrimoniales beneficiosas para todos.

Freyr tomo aire por un momento mirándolos a todos convencido.

—Es mi propuesta para revocar esta ley cuanto antes. Les ruego que analicemos este tema más a fondo. Sé que no soy el primero que lo ha puesto en la mesa, pero si quisiera ser yo quien le de el seguimiento adecuado.

—Vaya Freyr... —comenzó a decir Torben tomando la palabra— Vemos que has trabajado mucho en este proyecto. Tu exposición me resultó convincente así como la extensa investigación que realizaste.

—Estoy de acuerdo con Torben —Frode se puso de pie mientras los demás consejeros asienten y daban comentarios aprobatorios—, de todos los proyectos que has presentado, podría ocupar un lugar importante en la lista de prioridades.

Freyr tomo asiento sintiendo que había hecho un gran progreso esa tarde.

—La ley de los gemelos nos ha afectado en muchos aspectos directamente como sociedad, sin embargo no habíamos reparado en ella últimamente. Es algo que la gente hace sin cuestionar y, como bien dice Freyr, ha tenido efectos contraproducentes a lo largo de mucho tiempo.

Frode tomo un poco más de aire antes de continuar.

—No habíamos prestado atención a esta ley ya que nos pasa desapercibida debido a lo arraigada que está.

—Considero es una buena oportunidad el revisarla —añadió Torben—, quizás vaya siendo tiempo de poner en consideración el quitarla de las leyes.

Todos comenzaron a intercambiar opiniones mientras Freyr los observaba complacido. Por primera vez veía en sus rostros una expresión unánime y parecían estar todos de acuerdo con su proyecto. Esos hombres no lo decían abiertamente, pero algo le decía que esa ley había tocado la vida de sus familias en el pasado aunque nadie hablara de ello abiertamente.

—Será momento de estudiar esa ley para evaluar si realmente puede seguir vigente y más aún por los efectos negativos que ha tenido en nuestra sociedad —declararon los consejeros más importantes.

—Un paso a la vez —se dijo Freyr sintiéndose muy bien al respecto—. Es hora de atender el otro pendiente.

Se levantó la sesión al final del día. Freyr salio del salón cruzando el pasillo buscando a Flare en los jardines traseros, era importante hablar con ella y hacer ciertas aclaraciones sobre los rumores. La hermana menor de Hilda no se veía por ningún sitio avanzando un poco más por el pasillo mirando discretamente en los salones.

—Freyr... —Flare apareció por las escaleras centrales vestida en tonos oscuros y mirando al joven con aprehensión— Me gustaría que habláramos sobre algo.

—Justo te buscaba para charlar —respondió seriamente mirándola con dureza.

—Vamos al salón al final del pasillo.

La joven se notaba temerosa pues Freyr no se mostraba accesible en absoluto siendo mejor hablar con él y dar su versión de los hechos. La chica cerró la puerta tomando asiento tímidamente en el sofá al lado de la chimenea, se percató como Freyr aún la miraba duramente y a la espera de lo que ella tuviera que decir.

—Freyr... no sé cómo hablar de todo esto. Supe que los rumores salidos del palacio han comenzado a afectar tu reputación, no tengo idea como pedir tu perdón porque hayas sido arrastrado a esas habladurías sin fundamento.

Freyr noto la honestidad en los ojos de Flare y el cómo entrelazaba sus manos con aprehensión por encima de la falda de su vestido, como asustada de la reacción del consejero frente a ella.

—Sé que cometí un error y... no tengo modo de enmendarme contigo.

—¿Qué es lo que sucede, señorita Flare? —pregunto el joven suavizando la mirada y su tono de voz— Llego a mis oídos que recibes cartas desde Muspelheim y nadie sabe de quién son o de donde provienen.

—¡Oh Freyr! Sé que los ojos del consejo estarán puestos en mí a partir de ahora, pero causarle problemas a uno será peor —la joven levanto la mirada por fin mirando a Freyr con miedo y casi terror.

—Flare, ¿de qué hablas?

—Si, recibo cartas que llegan a los mercados de Muspelheim. Aprovechando la cantidad de personas que visitan ese lugar, decidí valerme de eso para enviar a mi mensajero a recoger mi correspondencia.

—¿La persona que te escribe acude a los mercados para dar a tu mensajero una carta dirigida a ti?

—Asi es...

—Flare, eso no tiene sentido. ¿No sería más facil que esa "persona" te haga llegar las cartas directo al palacio o...?

Flare guardó silencio bajando la mirada observando sus manos entrelazadas fuertemente.

—¿Es alguien de reputación cuestionable o alguna persona que no sea adecuada para ti?

La chica se puso de pie dirigiéndose a la ventana con paso lento mirando el cielo que comenzaba a oscurecerse sobre Asgard.

—Es un extranjero... —dijo al fin.

—Flare, ¿estás consciente de que la ley lo impide? —Freyr debía tomar su papel como consejero y su puesto le exigía hacer referencia a la ley en un caso así— ¿Te das cuenta de que te pones en peligro y a tu mensajero si los demás miembros del consejo se enteran?

—Estoy consciente...

—¿Desde hace cuanto mantienes correspondencia con Midgard? —pregunto el joven muy serio.

—Desde hace unos tres años más o menos...

—¿Desde hace tanto tiempo? —Freyr estaba sorprendido ante la revelación, la joven se las había ingeniado bien al parecer— ¿Y hasta apenas alguien lo noto?

—Asi es, la persona que me escribe no siempre hace llegar sus cartas a través del correo de Tromsø, a veces viene a los mercados de Muspelheim y entrega las cartas directamente a mi mensajero.

Freyr no sabía por donde comenzar a preguntar todo lo que tenía en la cabeza: si Flare nunca sale de palacio, ¿cómo es que conoció a un extranjero que le diera la confianza suficiente como para intercambiar correspondencia por tanto tiempo?

—¿Cómo conociste a esa persona? Nada de lo que dices me hace sentido...

—Él nos ayudo en tiempos de necesidad.

Flare volvio al sofá andando despacio, creía que mentir solo le ocasionaría más problemas así que prefirió decir la verdad y más a Freyr quien también conocía a esa persona extranjera en cuestión.

—¿De quién se trata, Flare? No des más rodeos.

—El cisne Hyoga, un caballero de Atena, el hombre al que conociste como "Midgardo".

—¿De verdad?

Ahora todo tenía sentido, claro, ese joven se introdujo en Asgard dos veces. En la primera fue injustamente atacado por Dolbar, quien ejercicio su poder para poner al rubio contra su diosa y, en la segunda, él llegó primero para ayudar siendo asistido por la misma Flare en persona dentro de la cárcel donde fue encerrado.

—Ya veo, se forjo cierto lazo de amistad entre ambos y... el contacto comenzó después de tu periodo de luto por la muerte de Hagen —Freyr relajo su postura, su tono de voz y actitud hacia Flare por una más empática.

—Así es... Sé que me arriesgaba al castigo ya que él es extranjero y creeme que conozco nuestras leyes muy bien. Pero, por otro lado, Hyoga es alguien muy querido para mí y, a pesar de que nos ayudó tanto, no se me permite verlo nuevamente luego de que la guerra santa terminó.

—Nos ayudó, pero sigue siendo extranjero, Flare.

—¿Vas a reportarme con el consejo? —Flare comenzó a derramar lágrimas— Imagino que sí, tendré que enfrentarme a Frode y que me dé una segunda advertencia.

Freyr lanzó un suspiro meditando sus palabras antes de hablar.

—Me pones en una situación muy difícil. Puedo pasar por alto eso hoy, pero debes encontrar el modo de callar los rumores. Espacia más tus cartas y debes hacer que tu mensajero sea más discreto o bien, terminar ese contacto.

—Ya tome esas medidas. Le he pedido que no me mande más correspondencia por ahora, puesto que el invierno se acerca, no será fácil recolectarlas del correo o enviar al mensajero a las puertas del mercado. Espero que esos seis meses de silencio ayuden a disipar las habladurías.

—Tienes que entender Flare, que... recibir esas cartas puede ser peligroso para ti. Cómo dices, te expones a una segunda advertencia. Supongo que la primera se te dio debido a otro descuido, ¿es así?

—Baje a los mercados a escondidas hace un año y medio más o menos, Hyoga me esperaba y por medio de nuestras cartas acordamos encontrarnos en un punto en específico.

El reencuentro fue tierno y significativo aquel día de verano cuando Flare se atavió con ropas discretas, trenzó su cabello para ocultarlo bajo una capa con capucha de colores que jamás usaba logrando deslizarse por las puertas mirando fascinada el mercado por primera vez en su vida. Hyoga la esperaba en la plaza central reconociendola enseguida y estrechandola fuertemente en sus brazos.

Su encuentro duro algo así como dos horas en las que aprovecharon para charlar, reencontrarse y ponerse al día. Flare le comentó que su luto había terminado y que le gustaría retomar el contacto con él. El trato se mantuvo el siguiente año recibiendo cartas muy frecuentes del exterior.

—Mi pequeña aventura llegó a oídos del consejero Torben y él habló conmigo en privado. Solo me dijo que debía ser más cuidadosa y procurara terminar ese contacto con el exterior.

Guardó silencio por un momento mientras la Freyr la observaba sereno y atento.

—Las cartas de Hyoga siempre vienen acompañadas de hermosos obsequios, postales y otros detalles que hacen feliz a mi corazón. Sé que es la ley, pero... no siento que esté haciendo algo malo. No lastimo a nadie. Solo recibo cartas muy bonitas de alguien que piensa en mí.

Sus palabras calaron duro el interior de Freyr pues él hacía exactamente lo mismo: recibir y enviar cartas que hacían feliz a su corazón. Se dio cuenta de que enojarse con ella y actuar como lo haría Frode, sería una hipocresía de su parte y si bien no quería revelar a Flare, ni a nadie, que él también recibe cartas, tampoco tenía autoridad moral para reprenderla.

—Señorita Flare, entiendo que esas cartas te animan y te hacen feliz, pero confío en que actuarás con prudencia. Si te llega una segunda advertencia, sabes bien que las medidas serán más dolorosas. Torben fue muy condescendiente contigo y solo puedo reforzar el mismo mensaje, es lo mejor.

—Entiendo... —la joven cerró los ojos bajando un poco la cabeza— Con una segunda advertencia, no solo estará prohibido que envíe mensajes si no que mi mensajero estará vigilado durante varios años, ¿verdad?

—Cómo mínimo... —Freyr se puso de pie mirándola con condescendencia— Espero que esta charla haya sido productiva.

—Lo será Freyr. Ten un buen dia.

Flare dejo escapar un largo suspiro apenas el consejero salió; Freyr era el menos enojon del grupo de ancianos, no obstante tampoco era el más flexible, ella sabía que el joven protegía férreo lo que era correcto y no dudaría ser él quien ejecutara la "segunda advertencia" si volvía a ser calumniado en habladurías.

—Se acerca el invierno, seis meses serán suficientes para acallar cualquier rumor y limpiar el buen nombre de ambos —se dijo la chica permaneciendo en ese salón por un largo rato más.

Freyr iba escaleras abajo cuando el consejero Torben le salió al paso.

—¿Podemos hablar un momento, Freyr?

—Claro Torben.

Ambos entraron a un gabinete vacío cerrando la puerta aprovechando que los demás consejeros se habían retirado ya.

—Vi que Flare te mandó llamar. Algo me dice que sé de lo que hablaron: los rumores que corren por las calles de la ciudad respecto a ciertos mensajes que llegan a sus manos —el hombre mayor no deseaba dar rodeos yendo directo al grano.

—Asi es.

—He hablado con ella en el pasado respecto a la correspondencia que recibe y que puede meterla en líos. Los rumores que corren son clara muestra de que sus sentimientos de mujer sobrepasan su buen juicio.

—Confío en que ella hará lo correcto.

—Yo confiaba en que tomaría una decisión más sabia, sin embargo si el consejo le da una segunda advertencia... terminarán por matrimoniarla con alguien a fin de parar esos comportamientos.

—Eso es injusto consejero —Freyr lo miro seriamente—, casarla con quien sea solo para calmar sus deseos, no me parece la mejor solución. Es Flare quien debe reflexionar lo que más le conviene y no el consejo.

Torben miró al joven por un momento antes de continuar.

—Freyr, hace un rato pusiste sobre la mesa una ley que todos saben que existe y que debió haberse abolido hace mucho, pero que aún está vigente porque ya nadie le presta atención y solo se cumple por costumbre. ¿Acaso crees que el consejo no sugerirá el matrimonio como modo de calmar los ímpetus de una joven caprichosa?

—Si, sé que lo harán —respondió el joven en voz baja—. Me molesta verme involucrado en todo esto, pero no creo que esa sea la mejor solución para ella.

—A pesar de los chismes, tu buen nombre no está en juego Freyr. Tienes reputación de necio, pero no de la persona que corteja a Flare en secreto.

—Soy Freyr "el necio" —se dijo sonriendo discretamente.

Torben lo miró de reojo por un momento antes de salir.

—Quizás también sea una alternativa interesante para ti, Freyr. Los ancianos creen que la gente sin ese tipo de compromisos hacen cosas locas y sin sentido como mantener correspondencia peligrosa.

—¿Cree que lo que hago no tiene sentido? —pregunto el joven ligeramente ofendido.

—No quiero decir eso. Se que también te llega mucha correspondencia del exterior, solo sugiero que no abuses de ese privilegio y no pierdas el piso. Ten un buen dia.

El anciano salio dejando a Freyr atrás. El joven consejero lo miró alejarse por el pasillo con pasos rápidos analizando ambas charlas. Indirectamente, Torben le hizo una advertencia, la misma hecha a Flare en su momento: comenzar a espaciar más su correspondencia con Saori.

El que fuera consejero imperial no lo ponía por encima de la ley. Eso quiso decir el consejero usando frases más inteligentes y agudas.

—El invierno está cerca, eso ayudara a calmar las inquietudes de todos —se dijo fastidiado.

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Freyr volvio a casa más tarde sintiéndose algo inquieto.

La sesión con el consejo resultó exitosa, pero la alegría de su día se vio opacada por la incómoda revelación hecha por Flare así como la charla sostenida con Torben.

Se sintió como un hipócrita por hablar con la hermana de Hilda tan duro, por una falta que él también cometía llegando a una conclusion: no debía inmiscuirse o intentar ayudarla con el asunto de sus cartas puesto que, a pesar de querer obrar de buena voluntad, podría haber consecuencias para ambos.

—Algo me dice que esta no será la última vez que escuche sobre este tema. Lo cierto es que Flare sí que ha sabido ser cuidadosa, fue descubierta dos veces en tres años, cualquier otra persona ya hubiera sido llevada ante el consejo por algo así desde hace mucho tiempo.

No se imaginaba la magnitud de los sentimientos de la joven por el cisne Hyoga como para ponerse en riesgo por mantener el contacto con él. Algo le decía que Saori tampoco estaba al tanto de esto pues se lo hubiera dicho o mencionado en sus cartas, así que Freyr optó por mantener la confidencialidad del secreto de Flare por ahora.

La relación de esos dos no era de su incumbencia.

No obstante, si la volvían a pillar, no quedaría más que hacerla cortar su contacto con el joven y confiscar su correspondencia. Sería demasiado doloroso hacer algo asi deseando que ella nunca fuera descubierta de nuevo.

No pudo avanzar su carta pues su espíritu estaba deseoso por otro tipo de aventura esa noche. Quería cabalgar por un buen rato por la linde de los bosques de Vanaheim, actividad que disfrutaba mucho cuando las noches de invierno lo permitían.

Sin perder tiempo, Freyr se cambió de ropas por su vestimenta de montar usando sus botas más gruesas, guantes para sujetar las riendas del caballo, un ropaje de lino para mantenerse caliente y una capa de piel de oso que sujeto por el frente con un broche. Además de eso, buscó su espada envainandola para llevarla consigo, no se usaban mucho por esos días, pero debía ser precavido en caso de que le saliera al paso algún animal salvaje.

Mandó ensillar su caballo y, tras despedirse de Freya, emprendió el camino a toda velocidad yendo por el sendero rumbo al noreste, hacia los espesos bosques sintiendo la adrenalina por cabalgar mas y mas rápido, el viento agitaba sus cabellos y ropas sintiéndose libre y relajado.

El camino lo hizo ir colina arriba percatandose de la oscuridad de los bosques rodeando los altos árboles sin detenerse en ningún momento. El silencio a su alrededor le agradaba mucho añorando los días en los que no tenía inquietudes más que sus estudios y reír mientras escuchaba al amargado de su tío Skinrir.

El camino lo llevo a la zona desértica de Jotunheim no encontrando a nadie por el sendero. Freyr detuvo su caballo dedicando una larga mirada a la zona más marginal del reino. Los problemas con los jötnar no parecían tener fin y el total desinterés del consejo y la gente en general, le parecían increíbles. El solo no podía hacer gran cosa por una comunidad entera.

—Si, al menos les permitieran vender algún artículo en el mercado. Jotunheim es rico en fauna, es cierto, pero hace falta más: granos, especias, lácteos y otros enseres...

Se retiro de ahí no deseando encontrarse con ninguno de ellos. Tholl y Rungnr fueron dos de los pocos jötnar que lograron llegar a servir al reino y tener un puesto oficial importante encontrando la muerte en su misión.

Freyr cabalgo con dirección al centro de Asgard viajando por un camino aledaño a la montaña, aun no deseaba volver a casa deteniéndose frente a un mirador que le ofrecía una panorámica de la ciudad desde donde veía el humo de las chimeneas, así como las luces de los candelabros colocados en los techos de madera de los cientos de hogares que sus ojos miraban.

El cielo sobre Asgard estaba teñido de colores rosas, naranjas y negros como si fuese un eterno atardecer que separaba la insipiente luz del verano con la fría oscuridad del invierno. Desde su posición, Freyr se sentía lleno de una gran inmensidad que lo cubría todo por debajo de él.

Bajo del caballo tomándose un tiempo para aspirar el aire fresco y sentir la ventisca que agitaba sus ropas y su cabello cerrando los ojos por unos minutos. Su mente evocó el recuerdo de su bella mujer, de la hermosa criatura dueña de un sedoso cabello lila, ojos claros grandes y expresivos y una suave piel alabastra.

—Ojalá tuviera el talento como para describir en una carta lo que ven mis ojos.

Tomo asiento por un rato dejándose caer sobre un tronco y varios montículos pequeños de piedra. El caballo continuaba detrás suyo a la espera de que el jinete retomara el camino. Encima de su cabeza se apreciaban las primeras estrellas que acompañarían sus días de ahí en adelante cuando los cielos estuvieran despejados.

Las imponentes luces del norte se dejarían ver también por esos días tiñendo los cielos de Asgard de tonos verdes y metálicos.

Luego de reposar por varios minutos, Freyr emprendió el camino colina abajo buscando donde entretenerse por un rato topándose con la conocida taberna de Hedemark, una amplia casa de dos pisos, que recordaba a los días vikingos antiguos, ubicada en medio de un amplio terreno de piedra. El joven noble dejó su caballo frente al bebedero sacudiendo su capa antes de ingresar.

La construcción de piedra y madera le dio la bienvenida en medio de un ambiente cálido y acogedor. El enorme candelabro metálico que colgaba del techo proyectaba una luz fuerte sobre las mesas y sillas de madera oscura y muy gruesa. Una chimenea ricamente decorada estaba a su lado izquierdo y, al lado derecho, se encontraban la barra y Bran, el tabernero.

—¡Miren lo que trajo el viento! —anuncio este en voz alta— Freyr, hijo de Njord, hace mucho tiempo que no te veía por aqui.

—Nadie se había referido a mi como "hijo de Njord" en muchos años —comentó el joven alegremente sorprendido acercándose a la barra—, creo que mi tio fue el último que lo hizo.

—Como ves muchacho, soy un viejo que ha visto cientos de inviernos y estoy chapado a la antigua. ¿Qué vas a beber? Y no me pidas café o chocolate caliente, esta no es la casa de tu abuela.

—Bien, bien —respondió el joven riéndose con el tabernero ancianito, rechoncho y alto cuyo rostro estaba cubierto por una espesa barba blanca— ¿Una cerveza, podría ser?

—Sale una cerveza bien fría para el recién llegado.

Freyr buscó donde sentarse ya que las mesas estaban ocupadas por varios jóvenes a quienes conocía de vista. Chicos miembros de las casas nobles eran los que se reunían en esa taberna a pasar sus noches perdiendose en esa actividad. El joven consejero no gustaba de pasar sus noches en una taberna, se paraba en ese lugar una o dos veces al año solo para distraerse.

—Freyr —una voz lo llamo encontrándose con los ojos de Odr quien bajaba la escalera estando en compañía de unos amigos por quienes Freyr no tenía aprecio.

—Buenas noches Odr, veo que tienes compañía.

Detrás del prometido de Freya se dejaron ver dos jóvenes menos altos que él, iban ataviados con ropas para cabalgar ocultando sus cabellos rojos bajo sus sombreros.

—¿Vendrás Odr? —dijo uno en tono altanero— ¿O te quedaras con tu amigo, el solterón?

Freyr ignoro el comentario, ya sabía que otros jóvenes se referían a él como "solterón", no solo era Freyr "el necio", si no Freyr "el solterón necio". El joven ocupó una mesa vacia pegada a una alta ventana ignorando a los demás.

—Me quedaré con él. Adelantense, Hogni —Odr prefería la compañía de Freyr a la de sus futuros parientes políticos tomando asiento en la misma mesa que su futuro cuñado mientras el tabernero servía una bebida.

—No tenía idea de que los Alberich fueran tus amigos —dijo Freyr en voz baja de pronto bebiendo un poco de su cerveza fría.

—Creo que no te enteraste que Hogni pidió la mano de mi hermana Signy en matrimonio. Mis padres lo consintieron obviamente. Los Alberich son más ricos que Odin gracias a todo el comercio que han tenido en Muspelheim.

—¿De verdad? —respondió Freyr desagradablemente sorprendido.

Los dos jóvenes se acercaron un poco más para charlar sin ser escuchados.

—Si, como sabes son dueños de la única mina que hay en el reino, ha sido suya desde hace cientos de años. Trabajan los metales y crean joyas increíbles, siendo honestos.

—Es verdad —Freyr miro la espada que colgaba en su costado, su bella arma había salido de las fraguas y forjas de la familia Alberich—, ellos proveen de armas a Asgard desde su existencia.

—Cuando comenzaron a comerciar en Muspelheim, se forraron de mucho más dinero. Los extranjeros aman sus espadas, hachas y otras tantas cosas fabricadas por ellos. Asi que, obviamente, mi padre pensó que el compromiso con el tercer hijo, era lo mejor.

—Es difícil decidir cual de todos ellos es el menos peor —comento Freyr en confianza y por lo bajo.

—Al menos el compromiso no fue concertado con el sexto hermano, el que se volvió dios guerrero y perdió la cabeza.

El chico que entro al servicio de Hilda, conocido solo como Alberich, se autodenominó como "genio" a la temprana edad de catorce años vanagloriándose de sus bastos conocimientos en diferentes áreas y materias. Dicho comportamiento comenzó al percatarse que las familias más importantes del reino solicitaban constantemente la mano de sus hermanos en matrimonio menos la de él.

Su padre tenía problemas para encontrar una futura esposa pues las exigencias de su hijo eran imposibles de cumplir.

Desde ahí, Alberich "el genio", anuncio a sus padres que no se casaría, prefiriendo dedicar su tiempo a cosas importantes y no en mujeres que solo le distraían. Además de considerarlas como malvadas, pérfidas e interesadas y dedicar su tiempo a buscar en ellas una gran cantidad de defectos que justificaran su decisión.

Freyr encontraba a todos los miembros de la casa Alberich muy desagradables y de difícil trato pese a que eran de las familias más ricas y prominentes, así como antiguas, del reino. En momentos como ese, agradeció que su tío Skinrir ahuyentara a toda posible candidata para su joven sobrino pues, una de esas candidatas, fue una de las tantas hermanas mayores del dios guerrero.

El tio Skinrir era conocido como "el solterón amargado" de Asgard impulsando a su sobrino a que dedicara su tiempo a estudiar, entrenar, educarse y luego al trabajo puesto que un matrimonio le quitaria el tiempo que podía dedicar a entrenar, estudiar y demás. A pesar de lo amargado que era, Skinrir fue uno de los literatos más importantes del reino pues dedicaba el grueso de su tiempo a la escritura, a recopilar historias, versos, textos y mucho más rechazando el matrimonio activamente.

—Espero que el matrimonio de tu hermana vaya bien —dijo Freyr honesto mientras Odr se bebía una cerveza al lado del único pariente político que le caía bien.

—No tengo muchas esperanzas, mis demás cuñados son unos cretinos. Eres el único decente que tengo.

—Brindemos por eso.

Chocaron sus tarros cuando escucharon que los ocupantes de la mesa contigua se levantaron entonando una canción escandalosa pues, uno de los ocupantes de la mesa, festejaba su compromiso.

—¡Canten con nosotros! —les invito un joven noble levantando su tarro alegremente— ¡Festejemos el compromiso de mi hermano!

—Si, ¿por qué no?

Freyr se sintió tan alegre como para unirse al festejo del compromiso por un rato cantando a todo pulmón las coplas más alegres y populares del reino levantando su tarro. Divertirse así era algo que hacía pocas veces al año.

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Mientras el joven Freyr cantaba a todo pulmón en una taberna olvidándose de todo a su alrededor por un rato, un paquete venido del Japón llegaba a la oficina de correos de Tromsø un par de días después.

El paquete iba dirigido a Flare enviado por Hyoga y esperaría a que la destinataria pudiera enviar a recogerlo.

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Continuará...

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