7. El reencuentro
La balada de los dragones
7
El reencuentro
En alguna ciudad...
Cinco años después
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Kanon iba con paso lento por las ajetreadas calles de aquella ciudad del centro de Europa sorteando a la gente que iba de un lado y del otro. Tomo asiento por un momento para poder leer la cadena de mensajes que su pareja había enviado desde hacía ya rato; problemas en casa y con la persona con quien compartía su apartamento. En concreto, problemas con esa persona quien demandaba un compromiso formal que el joven de cabello cobalto no estaba dispuesto a ofrecer, al menos no por ahora.
Era cierto que ya llevaban tiempo viviendo juntos y, a veces, las cosas estaban bien y otras bastante mal, pero no había considerado formalizar de esa forma. No deseaba matrimoniarse ni nada por el estilo con su actual pareja y, por más que lo explicaba y repetía, la otra persona no lo aceptaba. Vivir juntos en convivencia era más que suficiente sin tener que recurrir a la molesta etiqueta "Esposos".
Guardó el movil apenas pudo dejando dos que tres respuestas que la otra persona leería en cosa de instantes y le esperaría un sermón por la noche, ya podía escuchar lo que le diría: que no veía nada en concreto en su relación, que quería tener seguridad en que ambos estaban en la misma frecuencia -claramente no quería aceptar que no lo estaban- y demás.
—Que cansado es discutir todo el tiempo —se dijo lanzando un largo suspiro tratando de no ahondar en su presente situacion.
La persona que vivía bajo el mismo techo que él era maravillosa sin duda, una gran pareja en las buenas y las malas. Kanon estaba seguro que, en otras circunstancias, la amaría con todo su ser sin embargo, un fantasma habitaba sus más íntimas horas de vigilia. El joven rubio de brillantes ojos dorados vivía en su recuerdo desde la última vez que lo vio, cinco años atrás, siendo esa la principal razón por la cual Kanon se negaba a formalizar con nadie.
Ingenuamente, aún esperaba topárselo inesperadamente, encontrarlo por casualidad en alguna parte de Europa. Creyó, tontamente, que Radamanthys estudiaría la universidad en Grecia cosa que no fue así no teniendo razón de él desde que terminara aquel curso de verano.
—Llevo tanto tiempo atado a esa falsa esperanza que... —lanzo otro largo suspiro bajando la mirada al suelo al mismo tiempo que entrelazaba ambas manos inclinado sobre sus piernas— Quizás debería dar el siguiente paso con mi actual pareja y dejar de soñar con un imposible. No quiero dejarlo ir... no sé qué hacer.
Cinco años con la misma duda sin respuesta dando vueltas por su cabeza lo tenía vuelto loco y cansado de tanto pensar y pensar.
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Radamanthys, por su parte, continuó su camino tras el curso escolar de verano. Volvio al colegio y terminó el bachillerato sin mencionar a nadie el asunto de la beca, sin entrar en detalles sobre su estadía en Grecia y asistiendo a alguna universidad prestigiosa en su país. Tras concluir sus estudios de forma sobresaliente, tanto él como sus dos amigos Minos y Aiacos, entraron a formar parte de una importante firma financiera que llevaba asuntos de clientes ubicados por todo el mundo. A pesar de aún ser "recién egresados" de la universidad, las cosas iban bastante bien para el rubio.
—Les tengo una gran noticia, amigos —Minos volvio del receso, al cubículo donde trabajaban los tres cargado de buenas noticias, se notaba en su sonrisa—. Uno de nosotros acompañará al auditor Senior que lleva los registros del cliente X en la ciudad de B...
—¿De verdad? —preguntaron los otros dos con los ojos muy abiertos.
Unos días más tarde se les informó que los tres irían a ver a diferentes clientes en la ciudad de B... ; Minos y Aiacos asistirían a uno de los auditores con un cliente particularmente difícil mientras que, Radamanthys, apoyaria de cerca con el cliente. La idea de trabajar en otro país y otra oficina le entusiasmaba mucho y el proyecto sería largo.
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Tiempo después...
La fecha de la boda ya estaba en puerta, Kanon no estaba del todo entusiasmado aunque intentaba poner buena cara ya que, después de todo, él hizo la propuesta luego de la última larga y difícil charla con su pareja. Ya no había marcha atrás, se decía mientras iba por las ajetreadas calles de la gran ciudad, lo positivo sería que podría tener la mente ocupada en su nueva vida de ahí en adelante esperando cargarse de responsabilidades cuanto antes.
De responsabilidades que le exigieran su atención a tiempo completo impidiéndole distraerse con el fantasma que residía en su cabeza.
La zona por donde transitaba ese día era la parte más comercial, la que estaba poblada por altos edificios de oficinas y gente vestida con traje y corbata que iba de aqui para allá. Él tenía una cita médica aquella mañana no entendiendo porque su médico había cambiado su consultorio a ese lugar tan lejos, lleno de tráfico y gente.
El joven entró sin prisas y sin entusiasmo por tener que pagar la consulta y los medicamentos que fuese a necesitar en la receta.
Transcurrió algo así como una media hora, para su buena suerte, pues no había más pacientes y todo fue rápido y exitoso. Apenas salio decidió pasar rápidamente a la cafetería más cercana pues había prometido llevar unos panes para acompañar el desayuno cuando noto a un grupo de jóvenes delante de sus ojos que le resultaban vagamente familiares.
Eran tres, uno de cabellos largos y grises, otro de cabellos alborotados y negros siendo el tercero el que llamó su atención haciendo que su corazon comenzara a latir con furia mientras una expresion de sorpresa se dibujaba en sus cansadas facciones. El joven rubio era inconfundible, ahora parecía ser más alto y fornido además, la expresión severa en su rostro y su uniceja no pasarían desapercibidos jamás.
—Radamanthys... —Kanon apenas si podía contener su sorpresa esperando que el joven lo mirara, pero no ocurrió.
Los tres chicos iban con paso rápido ingresando a uno de los edificios contiguos cuya fachada era enteramente de vidrio, Kanon memorizó el lugar hasta el último detalle mientras retomaba su camino a la cafetería tomando nota de la hora. Serían alrededor de las nueve más o menos. Así que el chico trabajaba ahí. No podía creerlo se dijo con molestia tras salir del hechizo.
—Maldita sea la vida y el destino. Años esperando verlo asi fuera de la nada, tanto tiempo que pospuse otros compromisos con la esperanza de toparmelo y retomar el contacto y, justo, aparece en mi camino cuando decido formalizar mi matrimonio. ¡No puede ser!
Apenas realizó sus compras, salió del local tomando asiento donde pudiera ya que necesitaba recuperarse de la impresión y poner sus ideas y sentimientos en orden.
—Estás asumiendo tonterías —se decía enfadado consigo mismo—, ni siquiera has hablado con él. Seguro aún te odia con todas sus fuerzas... pero, al menos, quisiera la oportunidad de charlar una vez más.
Se quedó un poco más de tiempo justo donde estaba olvidando que debía volver a casa, que le esperaban para desayunar, observando fijamente la puerta del edificio donde entró Radamanthys. Deseaba con todas sus fuerzas que este saliera de nuevo y se produjera un encuentro espontáneo; el móvil en su bolsillo sonaba y sonaba, no obstante él no prestaba atención pues su mente y sentidos continuaban custodiando la entrada del edificio.
Hasta que se produjo el milagro. Radamanthys atravesó la puerta automática revisando su teléfono móvil distraídamente, parecía ir con dirección a Kanon quien lo miraba apreciando toda su persona: su impresionante altura, su nueva complexión y las facciones adultas en su rostro. Parecía una visión comparado con el aspecto sencillo de Kanon quien, solo iba a una cita médica. El gemelo esperó pacientemente a que el otro le pasara por un lado para hablarle lanzando una moneda al aire en ese encuentro no planeado.
—Radamanthys, ha pasado el tiempo —le dijo casi al oído sacándolo de sus meditaciones y haciendole dar un respingo.
El rubio lo observó con detenimiento tratando de encontrar el nombre que coincidiera con el rostro que tenía enfrente. Una imagen del pasado, un nombre que le costaba pronunciar debido al tiempo que llevaba sepultado en su memoria hasta que lo encontró.
—¿Kanon...? —dijo extrañado.
—Si, soy yo.
—Vaya... Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos —respondió el ahora rubio adulto cortésmente.
—Es verdad, jamás pensé que te vería en esta ciudad.
—Y yo creí que jamás te volvería a ver —Radamanthys parecía haber relajado su postura y el tono de su voz se iba suavizando poco a poco deteniéndose a pocos pasos de él—. Supongo que es una coincidencia que nos encontráramos aquí, una casualidad.
Kanon tenía ensayado, desde hacía años, todo lo que quería decirle. No titubearía y soltaría las palabras una tras otra, directo y al grano, evitando dar rodeos. Radamanthys ahora era más alto y, seguramente, sería dueño de una fuerza aún mayor de la que ya tenía; además no deseaba hacer una escena en plena calle.
—Eso parece... Escucha, sé que ya pasó mucho tiempo, pero me gustaría que habláramos sobre lo que ocurrió en Grecia al final de tu curso de verano. Imagino que aún lo recuerdas.
—¿Y qué necesitas que hablemos? —el rubio lo miró sin entender.
Kanon leyó en sus ojos que aquel capítulo había quedado atrás para Radamanthys quien, claramente no entendía, qué debían hablar exáctamente y por qué.
—Creo que te debo una buena explicación al respecto, aunque hayan pasado tantos años. Mereces que me disculpe contigo y quedemos en paz.
—Vaya... Seguro has de tener cargos de conciencia muy fuertes. Honestamente, ya lo había dado por concluido y, siendo honestos, no había pensado en eso hasta ahora. Si mal no recuerdo, dijiste lo que tenías que decir y no veo motivos para desenterrar el pasado.
—Ya veo... —respondió el gemelo bajando la mirada mientras el rubio lo observaba ligeramente sorprendido.
—Pero si, de verdad, quieres que hablemos al respecto, podríamos hacerlo hoy. A partir de mañana ya no tengo tiempo —el rubio lo observó fijamente a la espera de una respuesta rápida.
—De acuerdo. Dime donde y estaré puntual.
—Aqui mismo, alrededor de las siete que termino mis actividades.
—Gracias —Kanon se olvidó del furioso latir de su corazón y de lo demás sintiendo un gran alivio—. Debo irme, me esperan desde hace una hora más o menos. Te veré más tarde.
Radamanthys asintió levemente con la cabeza y, tras ver que este se alejara lo suficiente, entró en la cafetería encogiéndose de hombros.
Jamás, en todos esos años, imagino que se reencontraría con él y menos en ese sitio. Así que quería disculparse, pensó con ironía. Aquel día, según recordaba, le dijo las cosas de frente aunque de forma súbita. ¿Será acaso que se arrepintió de sus palabras, serían mentira finalmente y no pretendía decir lo que dijo? Tal vez, concluyó el rubio saliendo del local llevando una bandeja de cartón y tres cafés calientes.
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Cuando Kanon logró llegar a su casa, mucho más tarde, tuvo que dar una buena explicación al respecto comentando que se topó con un buen colega de la universidad a quien no veía desde hace tiempo y se entretuvo charlando -cosa que no era mentira per se- acordando con el colega en verse más tarde.
Por fortuna la explicación fue bien recibida, aunque eso no lo hizo tener la cabeza en su sitio el resto del día pues daba vueltas una y otra vez a las expresiones de Radamanthys, le desesperaba su actitud tan calmada aunque su mirada era diferente. El rubio parecía mirarlo con desdén o molestia a pesar de sus buenos modales y cortesía.
—Aún me odia... no importa lo que diga, ese sentimiento es evidente. No hay problema, hablaremos y le contaré todo. Absolutamente todo.
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Alrededor de la hora pactada, Kanon volvió hasta esa concurrida zona comercial, la cual rebosaba de más vida que por la mañana. Los autos iban y venían atorados en medio de un tráfico infernal así como los oficinistas salían de uno y otro lado de las calles en búsqueda del modo más rápido de volver a casa. El gemelo, ataviado con mejores prendas luciendo algo similar a los ocupados hombres y mujeres que salían de las oficinas, entró a la cafetería en cuestión buscando una mesa adecuada para charlar.
El ambiente era acogedor; las luces tenues, el decorado en tonos cafés y los muebles de madera clara. Había una sola persona sentada en una mesa más allá inmersa en su lectura, mientras una música de piano que interpretaba jazz se escuchaba en los altavoces del lugar.
Faltaban cinco minutos para las siete, según vio en el reloj de pared, confirmando a la barista que esperaba a alguien antes de ordenar algo para cenar. Su corazón latía con furia sintiendo que le estallaría en cualquier momento impidiéndole respirar y pensar con coherencia.
—¿Y si no se presenta?... —pensaba asustado— ¿Qué tal que decide vengarse dejándome plantado? —todo era posible, a fin de cuentas, Radamanthys no tenía responsabilidad en nada, se decía.
Pero no sucedió así, el rubio entró en el local como si nada malo ocurriera a su alrededor mostrando una actitud tan calmada que desconcertó a Kanon. El gemelo era un manojo de nervios y el joven frente a él estaba en total control de sí mismo.
—Creo que esto te calmara —Radamanthys ordenó dos cafés colocando uno frente a Kanon quien tenía los nervios a flor de piel—; oye contrólate, no sacaré un arma. Lo que sucedió fue hace mucho y, si bien me causaste problemas después, no te odio por eso.
—Aún así debes saber algunas cosas que no te dije en aquel entonces —el gemelo sujeto el café con ambas manos notando como sus manos temblaban ligeramente.
Sentía como si estuviese a punto de confesar un asesinato. Radamanthys lo observaba ligeramente consternado cuestionando que tanto tenía guardado el hombre frente a él, que secretos oscuros se alojaban en su mente atormentadole de esa forma.
Y así Kanon narró con lujo de detalles la historia ocurrida con aquel profesor del colegio tanto tiempo atrás. No omitió dato alguno, percatándose como Radamanthys permanecía en silencio mirándole con algo de pena y compasión; estaba claro que el rubio analizaba cosas en su cabeza ya que solo asentía bajando la mirada por momentos mientras su interlocutor continuaba.
—Creo que esa es una de las razones por las que me atrajiste, pero no por las que te lastimé. Eso fue por mi hermano, aunque he estado enfadado con él desde entonces, me hizo entrar en razón. Era injusto lo que hacía solo que lo maneje muy mal porque soy un idiota.
—Vaya, qué... historia. Por un lado, yo te atraía y por otro, algo en tu interior buscaba desquitarse del pasado aunque no fuera tu intención como tal. ¿Es así?
—Muy simplificado, pero creo que eso es. Perdóname, debí detenerme y no buscarte, pero me sentía tan atraído a ti. Eras como una adicción peligrosa.
—Caray, nadie me había dicho algo así —Radamanthys dibujo media sonrisa en sus labios.
El gesto no paso desapercibido para Kanon quien lo grabó en su memoria.
—Por cierto... dijiste que también te cause problemas, ¿es verdad? —continuo Kanon con tristeza.
—Si, así fue.
—¿Qué te sucedió después de ese día?
Radamanthys pensó un poco antes de hablar, resumió lo acontecido de la mejor forma que pudo pues, como ya había pasado el tiempo, algunos eventos los veía borrosos en su mente: tras perder la beca Galard, tuvo que estudiar en otro sitio igual de bueno y reconocido dentro de su país aunque no era exactamente lo que deseaba.
Su último año de bachillerato sirvió para sanar la humillación de lo ocurrido, pero su tiempo en la universidad fue el momento en el cual se escaparon los demonios que nacieron en Grecia.
—Gracias a ese desengaño —comenzó a decir algo molesto—, es que ahora me cuesta mucho confiar en las personas, en especial, a las que recién conozco.
—¿De verdad?
—Si. Tener relaciones "normales" ha sido un problema porque estoy a la defensiva creyendo que me mentirán.
Kanon sintió aquella mirada perforante atravesándolo de lado a lado.
—Las personas que han salido conmigo huyen porque me volví un celoso obsesivo que desconfía de sus parejas, no importa lo que digan o lo que realmente suceda.
—Vaya.. no pensé que tendría ese efecto en ti.
—Trato de que no suceda, pero no puedo evitarlo. Jamás había desconfiado de nadie a esos niveles hasta que...
—Hasta que me conociste...
—Si, Kanon.
En los ojos del rubio se podía ver como lo acusaba sin decir palabra. Kanon se dio cuenta de que el joven había dejado algo más que su virginidad en su habitación aquel día. El comportamiento del gemelo lo volvió desconfiado, lo hizo sentirse humillado por algo de lo que no era culpable pagando las consecuencias tiempo después de forma inconsciente.
—Creo que será muy difícil que me perdones por lo que ocurrió, ¿verdad?
—Siento mucho lo que te sucedió hace tantos años y me alegro de no haberlo repetido, pero no tenías derecho aunque, creo que debí ser menos ingenuo y más energético contigo.
—No fue tu culpa...
Algo que hacía que Radamanthys considerará permitir el contacto con Kanon era que este ya tenía otro compromiso formal y en puerta. De muchas formas, no representaba un peligro como lo fue hace años; el rubio se sentía más en confianza y seguro al estar en su compañía.
—Gracias por esta charla —Radamanthys no estaba muy seguro de qué más añadir ya que todo lo que escuchó fue lo que menos se imaginaba así que estaba corto de palabras y argumentos—, ahora me queda claro por qué actuaste como lo hiciste.
—Espero que, después de esto, podamos retomar el contacto como buenos colegas.
—Solo si prometes no tratar de propasarte o intentarlo siquiera porque ahora tengo la fuerza suficiente para enviarte al hospital y no me tocaré el corazón.
—Me parece justo.
Kanon noto como, poco a poco, su mirada se relajaba dibujando una sonrisa discreta.
—Era medio broma, no lo decía en serio —añadió—. Por cierto, te felicito por tu compromiso, trata de no estropearlo.
—Ah eso... gracias —dijo de pronto sintiendo una enorme incomodidad por el comentario pues parecía haberse levantado un tipo de barrera invisible creada por el rubio— Acepto tus condiciones. ¿Cuánto tiempo estarás en esta ciudad?
—Alrededor de medio año. Es un proyecto muy largo y ambicioso.
Charlaron un poco más y, apenas dieron las diez, salieron de ahi despidiéndose como buenos amigos.
—Espero que volvamos a coincidir algún día en estos seis meses —Kanon le tendió la mano la cual Radamanthys estrechó con fuerza.
—Si, es probable. Suerte Kanon.
—Igualmente.
Radamanthys cruzó la calle perdiéndose entre los altos edificios frente a él sacando el teléfonode su bolsillo.
Kanon lanzó un largo suspiro viendo en su mente la figura adolescente del rubio del que estuvo tan enamorado. Ese adolescente ahora era un hombre cuyo camino iba por un rumbo muy diferente. El gemelo revisó el móvil percatándose que Radamanthys lo había desbloqueado como contacto.
—Tiene una foto de Grecia. Me alegro. Está mal que lo piense, pero, para mi, no todo está perdido —Kanon no apartó la mirada de la calle esbozando una sonrisa traviesa.
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FIN
*Notas: Lo siento, mi Kanon no aprende. Tenía pensada una segunda parte de este relato, pero, de momento, lo dejo aquí porque tengo otra historia en mente y quiero trabajar en ella. Si les interesa la segunda parte del relato, háganmelo saber. Gracias por leer.
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