Estoy acostumbrado a observarte desde lejos

muy tímido para acercarme, para explicarte cómo me siento.

No conozco tu nombre, ni tu voz, ni tus pensamientos.

Pero tal vez en ese misterio es donde nacen mis sentimientos.

Como las mañanas en verano,

como el café en el invierno,

verte un instante, es un respiro en el infierno.

Te busco cada día, inconsciente de mi osadía,

porque verte y no tenerte, es una agonía.

Sos un extraño sentimiento, un extraño pensamiento,

sos, sin duda, la razón de cada latido de mi corazón sediento.

Te siento parte de mi rutina, te siento mirarme

cada que mis ojos se desvían.

¿Es esto cierto o es una fantasía?

No hay nada que desee más,

que ser el objeto de tu alegría.

Ser, para vos, más que un extraño que te mira.

Fragmento de la primera carta de Ciro a Dionisio.

25 de marzo, 1847.