〘Sunwoo's heart〙

Hasta los ocho años de edad, las cosas eran completamente distintas.
Debido a que, así como el resto de los niños, podía sentirme como si yo también fuera uno.
Jugaba en el parque cuando mi madre me llevaba y lo disfrutaba.
Veíamos películas animadas juntos y soñaba con convertirme en un caballero que pudiera rescatarla a ella.

Era... no, ahora no podía afirmar si era feliz, porque olvidé cómo se supone que se debería sentir la alegría.
No obstante, sabía que, al estar a su lado, podía sonreír de la misma manera en la que YoungJae lo hacía cuando llegaba corriendo junto a mí.

Los primeros años de mi infancia fueron, indudablemente, normales.
Al menos, cuando no estaba en mi casa lo era.

Cuando tenía alrededor de nueve o diez años, me había mudado a la casa de mis abuelos.
En ese momento, fue tan drástico, pero nunca me opuse.
Porque, al menos, esa mudanza no planeada, me alejó de aquello que, hasta ese entonces, me hacía tanto daño físico.

Durante esa época, empecé a creer que la causa de mi sufrimiento era ese miedo constante que asechaba en mi mente cuando mi padre estaba cerca.
Entonces, si no tenía miedo, si no lloraba y, sobre todo, si no sonreía, lo más certero era que no podía sufrir más.
Ya no sentiría el dolor que me causaban aquellas quemaduras y olvidaría esos malos ratos en la que, supuestamente, era mi hogar.

Meses después, según las observaciones de mi abuela, ya no demostraba alegría o tristeza.
Ella suponía que se trataba de un estado de shock.
Y que, por eso, solo podía manifestar a través de mis miradas los pequeños indicios de mis emociones.

Por lo tanto, poco después de cumplir los ocho años, ya no me entusiasmaba la idea de ir a jugar al parque.
Porque, de alguna forma u otra, había dejado de interesarme.
Los columpios se volvieron una simple actividad que podía compartir con niños desconocidos.
Y aquella ilusión de ser como los Power Rangers o viajar a la luna para encontrar a Chang'e habían desaparecido de mis pensamientos.

—¡Sunnie Hyung!— ahí estaba otra vez esa voz.

YoungJae llegaba a mi departamento y, aprovechando la copia de la llave que ChanHee le regaló, entraba sin siquiera pedir permiso.
Se sentaba a mi lado o en el suelo en frente mío.
Sin embargo, esta vez solo permaneció parado.

—¡A que no sabe lo que descubrí!

—YoungJae, que no demuestre molestia no quiere decir que puedas gritar con toda la libertad del mundo.

—Como sea. Te tengo una gran noticia— cambió su sonrisa por un fruncimiento de labios, llevando su dedo índice a su barbilla, y continuó: —... aunque no sé si tú ya lo sabías, pero, aún así, ¡Es grande!

—Estoy ocupado.

Ignorando mis palabras, se sentó finalmente a mi lado en el sofá.
Me quitó el libro de entre mis manos y lo dejó a su otro lado, alejándolo de mí.

—Leí en internet que la alexitimia no suele aparecer en recién nacidos. A menos que tengan algún otro trastorno, como— se quedó callado luego de alargar la última O.

—El espectro autista— completé, sabiendo de antemano hacia donde se dirigía nuestra conversación.

—¡Exacto!¿Y sabes lo que eso quiere decir? Tú no eres autista ni nada por el estilo, entonces tengo una oportunidad... tenemos una oportunidad.

Juntó sus manos en frente de su pecho y ensanchó su sonrisa, levantando su mirada hacia el cielo raso.
Tampoco había visto aquella mirada en él antes.

Parecía alejado de nuestra pequeña charla, como si fuera el ejemplo perfecto de "estar en las nubes" -frase que YoungJae se había encargado de explicarme-.

Volvió su mirada hacia mí.
Sus labios seguían encorvados hacia arriba.

—𝚅𝚘𝚢 𝚊 𝚎𝚗𝚊𝚖𝚘𝚛𝚊𝚛𝚝𝚎, 𝙺𝚒𝚖 𝚂𝚞𝚗𝚠𝚘𝚘. 𝙰𝚞𝚗𝚚𝚞𝚎 𝚜𝚎𝚊 𝚕𝚘 ú𝚕𝚝𝚒𝚖𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚑𝚊𝚐𝚊.