Universidad de Buenos Aires

Amarilis y Bruno se habían conocido en la universidad hacía cinco años atrás, no estaban en la misma carrera pero aquello no había impedido que se encontraran y se llevaran muy bien apenas se vieron. Lo habían hecho a raíz de un altercado con un compañero de clases de él, quien lo llamaba maricón y Amarilis ante semejante situación salió en defensa de Bruno, porque no toleraba las injusticias. El agresor intentó acercarse a ella para continuar pero la chica lo enfrentó con altura y un hombre de la seguridad de la facultad se acercó a ellos y los llevó ante el escritorio del directivo principal.

Los tres estaban frente al hombre de lentes que los miraba con seriedad.

—¿Alguno de ustedes me puede explicar lo que pasó? —Quiso saber.

—Yo —fue la joven quien dio un paso adelante—, este idiota estaba molestando al chico y no pude quedarme a verlo y pasar de largo.

—Señorita Barrera, la boca, por favor —acotó—, evite un llamado de atención por usar adjetivos pocos agradables.

—Pero es la verdad —el directivo la miró más perplejo que antes—, no me gustó su trato hacia él y tuve que intervenir.

—Usted no es de esta área de la universidad, estos dos estudiantes pertenecen a la carrera de periodismo.

—En la entrada todos nos juntamos para ir a nuestros respectivos lugares, se burló de él frente a los demás, estamos en el siglo XXI y es impensable que todavía haya gente que tenga derecho a insultar así a otra persona.

—Señor Ruiz —clavó los ojos en el agredido—, ¿tiene algo para decir?

—Es así como lo cuenta la chica —fue lo único que acotó.

—En ese caso, señor Acosta, queda suspendido por una semana, hablaré con la secretaría para que firme el papel de suspensión.

—¡No puede hacerme esto! —gritó con malhumor.

—No me grite, señor Acosta —contestó tajante—, los tres pueden retirarse.

—Tengo dos parciales que dar.

—No me importa, lo hubiera pensado antes.

—Si esta pelotuda no se hubiera metido —apretó los dientes fulminándola con la mirada.

—Una semana más por insulto.

—¿Y a ella no le hará nada? Me dijo idiota.

La chica revoleó los ojos.

—Tu insulto fue peor que el mío y la jodiste con la agresión a él —le señaló ella.

—Tiene el punto a favor la señorita. Y no es por favoritismo pero en serio señor Acosta, se ha pasado de la raya. En el tiempo de su suspensión le recomiendo que recapacite sobre lo sucedido. Buenas tardes a los tres.

El directivo volvió a su trabajo y dejó a los tres sorprendidos. Los jóvenes salieron de allí y el que había recibido la suspensión se alejó de ellos tirando insultos y bufando como un toro.

Los otros dos quedaron a solas.

—Te agradezco lo que hiciste, soy Bruno —le extendió la mano.

—No fue nada, me revienta la gente así, soy Amarilis —le sonrió aceptando su saludo.

—Me gusta tu nombre.

—Gracias. ¿Estás en la carrera de periodismo?

—Sí, de espectáculos. ¿Y vos?

—Relaciones Públicas.

—No podría, siento que es muy difícil.

—Al principio lo es pero después le agarras la mano —rio—. Bueno Bruno, me voy, fue un gusto conocerte, espero que nos encontremos en otro momento.

—¿Qué te parece si el sábado te invito a la cafetería Las Violetas en agradecimiento?

—No tenés que hacerlo.

—Insisto, por favor. ¿Acaso no te gusta la hora del té?

—Sí pero...

—Pero nada, el sábado a las cuatro de la tarde te espero en la puerta de la cafetería.

—Está bien, vos ganas y gracias.

—Un placer, Amarilis.

Y así, la amistad entre Bruno y Amarilis continuó hasta la fecha.