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🎬33📸

Berlín, Alemania

The Ritz-Carlton Hotel

Amarilis se despertó alrededor de las diez de la mañana, se sentó en la cama y lo primero que hizo fue revisar el celular. Bostezando fue abriendo los chats y las redes sociales.


Bruni

¡Hola nena!

¿Cómo estás?

¿Me podés explicar

qué es esto?

📷

📷

📷

📷

📷


Hola Bru,

todo bien, ¿y vos?

¿Qué haces despierto

tan temprano?


Bruni

Todo bien,

tuve que editar unas

cosas que tengo que

subir hoy por el mediodía

¿Me vas a decir de las fotos?

Parece que estuvo

entretenido, ¿no?


Sí, estuvo bien lindo

anoche, ganó una mención

especial como actores

europeos en auge


Bruni

Sí, genial que lo ganara,

quiero saber de la otra foto,

no te hagas la boluda 😏😉


🤣🤣🤣🖕

Me dolían los pies y

no tuvo mejor idea que

levantarme en brazos, le insistí

en que no lo hiciera, porque

no quiero que nos vinculen

sentimentalmente, pero a él

le importa re poco


Bruni

Eso lo decís de la boca

para afuera, pero te

encantaría que pasara eso


Lo que yo deseo

es algo mío. Él no

me va a decir nada

y no lo culpo


Bruni

¿Me estoy perdiendo

de algo? 🤨


Leí todas las conversaciones

que tuviste con él...

el otro día y por eso

sé que no me va a decir nada


Bruni

Eras vos 😱...

Con razón este no

me respondió más,

lo hizo después de dos

días. Puede que no te

diga nada, pero tendrías

que estar atenta a los

palos que te tira,

¿o no te das cuenta?


No sé si me doy cuenta o

no quiero darme cuenta


Bruni

🤩🤩

😳😳😳


Un golpe en la puerta hizo frenar la conversación que tenía con Bruno.


Te dejo, tocaron la

puerta, de seguro

alguno de ellos querrá

saber si voy a desayunar,

supongo... Más tarde

hablamos, un besito 😘


Bruni

😘😘😘


La chica salió de la cama y preguntó quién era, de inmediato le abrió.

—¡Buenos días! —gritó entusiasmada y la abrazó por el cuello.

—Buenos días, Mell —respondió la chica.

—¿Vienes a desayunar con nosotros? Hace un rato nos levantamos y pedimos el desayuno en la habitación que Demi nos reservó, estamos todo, faltas tú.

—Bueno, me pongo presentable y voy para allá, ¿o querés esperarme?

—Síii —le dijo entusiasmada.

Mientras Amarilis se arreglaba, Mellea se sentó en el diván que estaba a los pies de la cama moviendo una pierna hacia arriba y hacia abajo. La hiperactividad que tenía la joven era tremenda, se puso de pie, tocó la pared de la habitación y caminaba midiendo el paso.

La asistente salió del baño y la observó.

—¿Qué haces? —Quiso saber intrigada.

—Me obsesionan las manchas de la alfombra.

—Pero es la textura y el pelo de la alfombra.

—Lo sé, pero me pone ansiosa verlas y tengo que pisarlas —rio—, tengo obsesión con las alfombras raras.

—Ya me doy cuenta —contestó y la chica se rio—, ¿y cuándo te vas con tu novio?

—Nos vamos dentro de dos días, jojojo —dijo con entusiasmo—, no me dijo adónde vamos, pero estoy nerviosa —respondió de nuevo—, ay me acuerdo y me pongo nerviosaaaa, cazzoooo, cazzoooo (mierda, mierda) —contestó yendo y viniendo.

—Seguro es una sorpresa, ya vas a ver que la vas a pasar re bien —le expresó con una sonrisa—, no te pongas nerviosa desde ahora.

—Pienso en eso y se me di-dispa-paran los nervios.

—Tranquila —la abrazó por los hombros—, decime algo... ¿a quién le tengo que devolver el vestido y las joyas? Creo que me quedaré con las sandalias y el clutch.

—Pues no sé, Vincenzo me compró el vestido y las demás cosas.

—Se lo preguntaré a tu mamá.

—De acuerdo.

Ambas salieron de la suite y subieron un piso más para entrar a la que era familiar.

La chica dio los buenos días a todos y se acercó a la madre de Demetrio.

—¿Tiene idea a quien tengo que llamar o si le traigo a usted el vestido y las joyas para devolverlos? Tenía pensado quedarme con las sandalias y el clutch para comprarlos.

Zinerva la miró y se le rio en la cara, Amarilis quedó estupefacta.

—Qué cosas dices, el vestido, las joyas y lo demás te lo quiso comprar Demetrio.

—Mellea me dijo que a ella se lo compró su novio.

—Sí, pero fue algo aparte, desde hacía días tenía todo elegido para el festival de ayer.

—Pero... Mellea... me dijo que usted lo había elegido.

—Sí, pero quise que lo viera Demetrio también por si él quería elegir otro. Vas a tener que hablar con él y conmigo cuando puedas.

—A la tarde, ¿le parece? Hasta el 14 de junio ya no tiene ninguna otra presentación, irán al estreno en España, ¿verdad?

—Sí, suponemos que iremos.

—Me parece bien —le dijo sonriéndole—, iré a hablar con su hijo por este tema de lo de recién.

Amarilis se dio media vuelta y caminó hacia Demetrio.

—Necesito hablar con vos de un temita.

—¿Ahora? —Levantó las cejas y abrió más los ojos.

—Sí. Ahora, es mejor.

Caminaron hacia el rincón donde se encontraba el escritorio con la silla, un lugar bastante alejado de la familia del actor solo para que en lo posible nadie interviniera y no escucharan tampoco.

—¿Vos me compraste el vestido y las joyas?

—Y las sandalias y el clutch.

—Creí que lo negarías. —Quedó sorprendida por demás.

—¿Por qué tendría que hacerlo? —Hizo una mueca de indiferencia con los labios y negó con la cabeza—, no me volveré ni más pobre ni más rico, aunque rico puede que sí.

—Te volverás pobre si seguís gastando en vestidos que solo se usarán una noche y que encima ni siquiera soy tu hermana.

—Y menos mal que no lo eres. Te vería con ojos de cariño fraternal y no de otra manera.

—Soy tu asistente.

—Y yo soy tu jefe —replicó con una sonrisa.

—Y por eso mismo, porque sos mi jefe ni tendrías que regalarme cosas caras. No está bien lo que estás haciendo, Demetrio. Se ve mal.

—¿Quién lo ve más que tú y mi familia? A no ser que vayas a la prensa y digas que yo te estoy comprando las cosas. Y si lo saben... pues tampoco me afecta.

—Me dejas mal parada porque van a creer cosas que no son ciertas.

—Yo no le tengo porqué dar explicaciones a los demás de lo que hago y dejo de hacer, y dónde tengo ganas de gastar mi dinero, y a quién se lo quiero gastar, es mío.

Él se dio media vuelta y se alejó de ella, dejando a la joven con dudas e incómoda.

Segundos después se giró para mirarla de nuevo y hablarle.

—No quiero el vestido y las demás cosas de regreso, no te lo permito, aparte de que el vestido con lo pequeño que es de talla no me entrará —le guiñó un ojo y le regaló una sonrisa de lado con picardía.

Unos minutos después todos se sentaron alrededor de la mesa para desayunar y almorzar al mismo tiempo.

Amarilis y Demetrio se sentaron separados, en una punta y en la otra. Todos estuvieron conversando y riéndose, la chica charlaba con Mellea y las otras dos mujeres, aunque más con la primera que con las otras dos.

Alrededor de las cinco de la tarde, la asistente bajó de nuevo entre intervalos de ir al sauna, echarse una siesta y chatear con su familia. Se sentó en uno de los sillones del salón Lounge donde se preparaban tés de un experto sommelier en infusiones.

La chica pidió un té con un sabor que ella quería y otras cosas para comer, Zinerva se sentó frente a ella para poder hablar con tranquilidad.

—Usted dirá —le dijo a la señora—. Aunque, primero que nada, me gustaría darle unas disculpas por lo que sucedió la noche en que regresamos a Roma.

—Recuerdo esa noche y lo que pasó, creo que... si no le insistías a Demetrio en volver posiblemente no estaríamos donde estamos ahora —las manos de la mujer estaban unidas y las restregaba entre sí de lo nerviosa que se encontraba—, acepté muchas cosas, entre ellas que mi hija se vaya de viaje con su novio en estos días y acepté que Demetrio toma sus propias decisiones.

—Me parece bien que su familia se esté encaminando y haya aceptado esas cosas.

—He estado yendo a la psicóloga, me está ayudando mucho con todo esto y con ver las cosas de diferente manera a como yo las tenía y veía.

—Me alegro de que la esté ayudando.

—Me gustaría que me disculpes por las cosas que dije esa noche de ti y tus padres, no era manera, me sentí amenazada en cierto modo porque creí que ibas a alejarme de Demetrio. Con él he tenido más diferencias que con Mellea —confesó algo avergonzada—, pero a la larga me puse bastante obsesiva con ambos porque quería tenerlos conmigo, pero sé que deben volar y hacer su propio camino. Aunque aún me cuesta entender que son adultos y toman sus propias decisiones. —Expresó con algo de angustia en su voz—. La psicóloga me explicó que es el síndrome del nido vacío, lo empecé a sufrir cuando Demetrio se fue y no lo reconocí, ahora que Mellea se está por ir de viaje para algo importante en su vida, lo manifesté peor y todo se terminó por acumular.

—No vine a separar nada, si está en mi alcance de poder ayudar, lo haré. No me gusta tampoco que Demetrio y usted se peleen por alguien ajeno o que llegó recién al país. Lo menos que quiero es eso y tampoco busco una discordia entre ustedes por mí —le contestó—, vine a trabajar, en Argentina tenía un buen sueldo por el tipo de vida que llevaba junto con mis papás, pero lo que me está ofreciendo Demetrio superó todo lo que tenía en mente... Y entiendo también que se debe sentir así por el síndrome que le dijo la psicóloga. Son etapas de la vida y hay que afrontarlas lo mejor que se puedan —comentó, hizo una pausa y reanudó la conversación—, mis papás no me lo demostraron, pero sé que les costó mucho tener que despegarse de mí cuando acepté este trabajo y yo de ellos porque es la primera vez que viajo, jamás me despegué de mis papás.

—¿Nunca? —Los ojos de Zinerva se abrieron más de la cuenta.

—Nunca, ni viajé sola a otras provincias de mi país, siempre con mis papás. Por eso le digo que llegué acá para trabajar.

—¿Estás segura de que solo has venido para trabajar?

Amarilis quedó sorprendida y callada por la pregunta de la mujer.

—No lo estoy preguntando para decirte algo malo, solo por curiosidad porque Demetrio te tiene mucho aprecio. Desde que te trajo aquí que veo cómo se llevan ustedes dos, por lo poco que vi, me hace creer que se tienen cariño.

—Un cariño profesional.

Zinerva antes de beber un poco de su té, se rio con sutileza.

—Sé que no me cree.

—Primero; llámame Zinerva, segundo; ¿me disculpas por esas cosas que te he dicho?

—Sí, no se preocupe, quiero pedirle perdón por cómo le contesté también.

—Disculpas aceptadas, estabas en tu derecho de la manera en cómo me hablaste porque estabas defendiendo a tus padres y a ti misma. Fue normal tu reacción, yo fui la desubicada.

—Lo sé, pero entiendo que tenía miedo de que siendo una intrusa o alguien que no conocían del todo se metiera en sus vidas e intentara separarlos. Pero, no soy quién para hacer tales cosas, a Demetrio le dije que la actitud de usted no era buena porque nadie iba a alejarla de sus hijos. —Le expresó la joven con total sinceridad.

—Sí, eso lo sé y después lo entendí —admitió—. Yo estaba muy equivocada porque sentí que de alguna forma me estabas sacando a la única niña que tenía en la casa, y peor lo sentí cuando mi hijo ignoró mi elección de asistente personal y te conoció.

—Lo siento —bajó la vista y miró su taza—. No estaba en mis planes un trabajo así, como dije antes, lo que hacía en Buenos Aires era lo mismo que hago ahora, pero con la diferencia de que viajo con mi jefe.

—¿Por qué no viajabas con tu anterior jefe? —Quiso saber por simple curiosidad.

—De alguna forma creo que intuía que no era como el jefe que tengo ahora, mi exjefe intentó tocarme de manera que no debía y me echó por no aceptar su trato cariñoso, por así decirlo —confesó sin sentirse tan incómoda al decirlo—. Aun si no me echaba, yo iba a renunciar, ese tipo de acoso en el trabajo no los tolero.

—Entiendo y no es para menos que hubieras renunciado si no te echaba, nadie se merece ser tratado así.

—No, menos si a una misma la criaron con buenos principios morales.

Zinerva quedó sorprendida por la respuesta de la joven y sonrió.

—Quedamos bien, ¿verdad? —insistió la mujer.

—Sí, tranquila, señora. Ya estamos bien —le dio una sonrisa.

—Zinerva, por favor —volvió a decir.

—De acuerdo, Zinerva.

Demetrio, Mellea y Vincenzo iban de camino a tomar una merienda también cuando las vieron sentadas a las dos mujeres y charlando.

—¿Crees que mamá le está tirando dardos invisibles? —formuló la chica a su hermano.

—No, parece que el incendio se apagó.

La madre de ambos miró pasar a los tres y de a poco esta se fue excusando, diciéndole a Amarilis que se iba a echar una siesta antes de cenar y que sería mejor acompañar a las demás personas que habían entrado al salón.

Ambas se levantaron de la silla y la italiana hizo algo que la argentina jamás habría esperado de ella. La abrazó.

—Gracias por no terminar enojada conmigo, a veces me pongo pesada y no mido el carácter que tengo, pero lo voy llevando con la psicóloga.

—Tranquila, no estoy enojada con vos —habló, frenó y retomó la conversación—, sí te puedo hablar con mi idioma, ¿verdad?

—Sí, sí, no tengo problema, te entiendo igual.

—Bien, en ese caso, te digo que no estoy enojada, en parte te entiendo porque querés proteger a los tuyos, es algo normal. Así que, está todo bien, Zinerva.

—Me alegro mucho de verdad que aclaramos las diferencias, te había tomado aprehensión solo por saber que llegabas a desbaratar lo poco que nos quedaba como vínculo familiar.

—Zinerva, escuchame, nadie va a querer alejarte de tus hijos, y yo no soy quién para alejarlos de vos. Eso es una locura, poniéndome en tu lugar, te entiendo, pero sé también que los hijos tienen que hacer sus propias cosas, sobre todo teniendo una hija como Mellea, que entiendo muy bien que estés preocupada, pero es adulta y necesita tener sus propias cosas.

—Lo sé, todavía me cuesta un poco asimilar todo esto, pero acepto que se vaya de viaje con su novio, sé que Vincenzo la ama y la quiere, de no ser así jamás su padre y yo hubiéramos aceptado que la siguiera viendo hasta el día de hoy donde él piensa pedirle matrimonio.

—Lo sé, Demetrio me mostró el anillo que le compró su novio, es precioso. Y me alegro mucho por ella, tu hija es una persona muy buena y divertida que se merece eso, y más.

—Te lo agradezco de verdad, Amarili —la nombró de la manera en cómo se decía en italiano y le sonrió.

Pronto la dejó sola y la chica se giró en sus talones para dirigir la vista hacia la mesa de tres personas y Demetrio clavó su mirada en ella para palmear el asiento de su lado y regalarle una sonrisa.

—¿No te quiso acogotar? —preguntó divertida Mellea.

—No, fue muy amable y entendí por qué se comportaba así —se sentó en el único asiento libre.

—¿Te pidió disculpas? —Fue el turno de Demetrio.

—Sí, y aunque no me lo haya pedido, estaba todo bien igual, porque en parte yo también me fui de boca cuando le hablé y ni siquiera tenía confianza con ella como para hablarle así.

—Estabas defendiendo a tus padres —dijo el actor y ella asintió con la cabeza.

—En fin, ya pasó. Las dos nos equivocamos y supimos aclararlo.

—Me alegro —admitió él.

Ella volvió a pedir otro té y algo más para merendar junto con ellos, mientras la pareja les contaba a ambos que pasado mañana se irían y que el destino de aquel viaje era una sorpresa para Mellea, la chica respondió que estaba nerviosa y no quería pensar mucho porque comenzaba a decir malas palabras.

La italiana miró a su novio y le hizo un leve gesto con la cabeza para irse de allí y dejarlos solos.

—¿Quieres ir a dar una vuelta por el centro antes de cenar? —preguntó Vince a su novia.

—Sí —dijo entusiasmada—, me agrada la idea —dio palmaditas y ambos se levantaron, Vin sacó su billetera, pero Demetrio se lo impidió.

—Pago yo, la próxima lo harás tú.

—Perfecto, hasta luego.

La pareja se fue y los dos quedaron solos, en silencio y esta vez aquel silencio fue incómodo, se palpaba en el aire que algo en ellos había cambiado, la relación que tenían no parecía la misma desde la noche anterior. Desde que Demetrio la levantó en brazos.

El actor no era el mismo desde anoche y solo quería confesarle cuánto le gustaba porque si no lo hacía se iba a arrepentir.

A punto estaba de decirle lo que llevaba dentro desde hacía unas semanas atrás de no ser por el mesero que se acercó a la mesa para preguntarles si estaba todo bien y si querían algo más. Ambos lo negaron, y la tensión que se sentía se había quebrado de alguna manera gracias al chico.

Amarilis se disculpó con él diciéndole que debía subir para guardar el vestido porque era el único que le faltaba dentro de la valija.

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